A veces camino en círculos. Todo para volver a encontrarme. Retorcida y a veces vacía. Ya no tengo héroes ni dioses. Hago altares de las pequeñas cosas: un llamado noctámbulo, el amarillo birra, cantar mientras camino sola, las siestas domingueras, el abrazo amigo, el tiramisú de la abuela Angelita. La felicidad estaba en esas porciones gigantescas que comía muy cuidadosamente. El chocolate rallado era tanto como las horas de charla con papá, mate cocido de por medio, musicalizado con alguna western del canal de aire.
No sé decir lo que siento pero todavía recuerdo cuando crucé el borde derecho de la circunferencia de tu olvido y seguí girando. Conozco la forma de las cosas y las fábulas del drama contemporáneo son mi mejor compañía cuando tengo insomnio con nombre y apellido. Todos somos el insomnio de alguien.
De la normalidad solo busco el golpe de efecto final que me despabile y me obligo a gritar aunque no tenga voz.
Comunicadora. Docente y co-directora de la Plataforma Cultural Árida en IUPA. Me gusta contar historias a través de la fotografía y hablo hasta por los codos.
Yo creo que Josefina es una artista en búsqueda constante. Una artista muy curiosa y con muchas ganas de conectar con el otro. Lo que la mueve son las personas y sus ritos, cómo se vinculan y relacionan, cómo son las diferentes culturas. Creo que es eso lo que más la define.
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¿Cómo es tu proceso de formación en el arte?
De chiquita siempre estuve vinculada al arte. Cuando tuve que decidir qué estudiar lo primero que se me ocurrió fue Bellas Artes. Sin embargo, encontraba ahí algunos aspectos demasiado abstractos o alejados de la gente. De chica siempre participé en espacios vinculados al trabajo social, y en ese momento de elección académica decidí estudiar Diseño de Indumentaria, porque entendía que era un arte aplicado que enseguida me iba a ayudar a conectar con la gente. Todo eso, sumado a que siempre hice mi ropa.
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Siempre la marca social, entonces.
Sí, además por suerte enseguida conseguí trabajo y pude meterme en talleres textiles y conocer de cerca los procesos y sus vinculaciones con la comunidad. En ese contexto, armé una organización que se llama Dibago que hace mucho trabajo territorial y ahí conocí muchos lugares y situaciones bastante hostiles. Ahí mismo me di cuenta que hay muchos mensajes que no se pueden amplificar desde la práctica como tal, sino que el arte puede ayudar a amplificar esas voces desde un nuevo lugar, mucho más activo.
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Me gusta mucho la idea de amplificar.
Sí, creo que hoy estoy parada en un lugar del arte como amplificador, que reúne las voces de mucha gente y que intenta rescatar lo mejor.
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¿De qué se trata Dibago?
Dibagoes una empresa que diseña e implementa programas de desarrollo local y comunitario fomentando la creación de empresas de impacto social y ambiental. Trabajamos con comunidades y construimos en conjunto proyectos y emprendimientos y así es que hacemos red.
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Contame de la obra Reto y cómo allí se evidencia toda esta intención de ponerle voz a mucha gente.
Reto es una obra inmersiva que nos invita a reflexionar sobre el personal sanitario de primera línea que estuvo y está en la atención cuerpo a cuerpo frente a la pandemia COVID – 19. Es una instalación que busca promover la reflexión, apoyo y visualización de las exigencias a las que están y estuvieron expuestos y, que con valentía y esfuerzo, hacen frente a esta crisis mundial que nos atraviesa para entender la salud pública como un derecho. Al recorrerla se descubren los testimonios, registros y voces de los enfermeros y enfermeras del área externa del Hospital Regional y el personal de vacunación Nro. 2 de Comodoro Rivadavia y en sus voces está el eco de todos los trabajadores de la salud.
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¿Cómo surgió la idea?
Comenzó porque justo me encontraba dándole asistencia técnica en un programa de emprendedurismo a una enfermera que trabaja en el área de externos del hospital y en una charla me contó cómo venía la situación sanitaria. Me habló de todos los miedos con los que iban a trabajar, el hecho de no saber de qué se trataba ese bicho o de cómo ibas a terminar si te contagiabas. A partir de ahí comencé un proceso con ella y después fui al hospital a grabar un par de veces y a ver qué sucedía. Enseguida me llamó la atención esa mezcla de susto con valentía porque seguían haciendo y accionando, y la calidad humana no se perdió nunca. Realmente quería hacer algo con todo eso, tratar de homenajearlos más allá de los aplausos y los medios. Justo estaba cursando el máster de la UNA así que fue la excusa perfecta para ponerme a hacer obra, acompañada por el grupo de docentes.
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De alguna forma, esta obra reúne un poco todos esos intereses que te rodeaban cuando tenías que elegir qué hacer a los 18 años Desde la cuestión social hasta lo clásico del dibujo, lo inmersivo y performático.
Sin duda, Reto tiene un montón de soportes y desarrollos en el tiempo. Creo que hoy en día es lo que más me gusta: pensar en que no se trata sólo de hacer una obra y que cierre en sí misma y de una sola manera, sino de que se sostenga en el tiempo, poder ver qué pasa con las primeras pruebas e intentos y qué pasa con lo más nuevo que vas agregando. Me gusta cuando logro entender que una obra va mutando, que no termina y se reinventa.
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Hablemos de la obra Devociones, ¿Qué me podés contar?
Devociones es una obra que propone una puesta en valor de las devociones y los ritos populares en analogía al uso de la conectividad y la tecnología; busca la sensibilización de nuestro vínculo con la tecnología utilizando las devociones como puente de presentación.
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Me parece interesante rondar en el término devoción.
Mucho tiempo trabajé en Jujuy y Catamarca con grupos de comunidades vicuñeras y ahí hay algo muy fuerte con la devoción, con los rituales y los mitos que ayuda a reforzar todo aquello en lo que cree la comunidad. Son ritos muy folclóricos y profundos. Ocurre allí algo muy mágico que se va entrelazando con otros tantos mitos populares que me parecen super interesantes para analizar desde el arte. Por más desdibujados que estén desde muchas perspectivas y desde la objetividad, sabemos desde la intuición que existe algo más allá que nos ayuda a avanzar y lo reafirmamos y que tiene que ver con una fuerza o una energía vinculada a la fe.
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¿Hay en el acto de dibujar una especie de rito?
Sí, totalmente. Es casi maniático. Hay algo de repetición en el gesto de dibujar, en buscar y buscar hasta encontrar una forma y después de encontrarla, seguís buscando.
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¿Tenés rituales?
Soy muy disciplinada con casi todo, pero creo que soy muy cabulera. Siempre tengo una cadenita que representa a alguien. Además, soy una persona que medita y respira profundo siempre. Creo que me quedó un poco el gesto del rezo de cuando era chica. Si bien ahora no creo en esas mismas figuras o instituciones, sí me parece que hay algo de esas formas de contemplación y meditación que me quedaron y que me hace bien implementarlas.
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Josefina Goñi
Diseñadora de Indumentaria y Textil (FADU – UBA), con una Diplomatura Superior en Organizaciones de la Sociedad Civil (FLACSO), especialista en diseño y gestión de proyectos socio-productivos con orientación social. Cofundadora de DIBAGO, empresa social de desarrollo de proyectos de inclusión. Artista plástica, con estudios de extensión en la Universidad Nacional de Artes, residencia artística en New York Academy of Arts, Salzburg Global Forum for Young Cultural Innovator.
Su obra se liga al terreno de la videocreación, las acciones e instalaciones y ha sido expuesta en numerosos espacios internacionales entre los que destacan el MNCARS, Bassel o el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Podés ver todas sus obras aquí: jaimevallaure.com
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¿Quién es Jaime?
No me lo suelo preguntar de esa forma. Yo creo que un artista se está preguntando constantemente quién es, entonces es muy difícil tener una identidad muy estable. Uno puede ser una cosa y luego otra y después cambiar y creo que en toda esa multiplicidad se puede encontrar una unidad. Entonces, supongo que esa es una parte muy importante de mi día a día; no sólo preguntarme quién soy, sino qué quiero, cuáles son mis deseos más profundos y mis amores más profundos también. Eso es lo más importante, en definitiva. En ese sentido, para la sociedad soy un artista que se define más conceptual o multifacético o de muchas ramas, digamos un artista que recorre muchos modos de expresarse, según las circunstancias o el momento de la vida. Básicamente soy un inquieto que intenta entender la época que le ha tocado vivir y que no quiere perder la fascinación por las grandes preguntas.
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¿Qué preguntas o cuestiones aparecieron en la pandemia para ese Jaime en constante redefinición?
Digamos que la pandemia o esta ¿post pandemia? nos ha aportado cosas terriblemente interesantes, digo terrible porque es una situación terrible pero a la vez es una situación donde lo extraordinario se ha vuelto ordinario y lo imposible, posible. Entonces, esa posibilidad de lo imposible nos ha acercado mucho más al pensamiento de lo artístico, al pensamiento de la creación. Y si hay algo que tienen los artistas de interesante es que con muchísima anticipación tocan temas y plantean posibilidades que a nivel social se tratan cien años más tarde, y poder estar en ese lugar es maravilloso.
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Teniendo en cuenta el contexto donde te formaste como artista, ¿cómo hiciste para salirte de determinadas estructuras establecidas y construir las narrativas rupturistas a las que nos tenés acostumbrados? ¿Cuál fue la herramienta que creés que fue útil en ese contexto?
Una cosa que yo tengo muy clara, es que muchas veces las limitaciones o las carencias en realidad son apoyos muy importantes para avanzar. El asunto es que los tienes que detectar como un escalón y no como un agujero o una carga. Para eso yo aplico mucho la idea de pozo-escalón. Yo nací en una ciudad pequeña en la provincia de Asturias, al norte de España, y pude irme a estudiar Bellas Artes a Madrid en 1984. Imaginate que en ese momento no teníamos referencias de arte contemporáneo en mi provincia, así que irme a Madrid significó mucho para mí en términos de formación e intercambio con muchísimos referentes culturales. Ese empeño y Madrid como epicentro de muchas movidas, me permitieron dar un salto gigantesco y tener una visión de un arte vivo muy interesante. Cuando vine a Madrid gobernaba el partido socialista, después de salir de una dictadura en el ´75, y esa situación provocó en el mundo del arte un impulso hacia el exterior, que coincidía con un acercamiento hacia la pintura, lo que fue la transvanguardia, el neo expresionismo alemán, la pintura posmoderna norteamericana, y se creó un grupo de artistas muy jóvenes que funcionaron como embajadores de un nuevo arte español. Ese apogeo de la pintura y esa fe en un arte tan antiguo y hecho por gente tan joven, generó un clima muy fascinante durante esos años aquí en Madrid.
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Y en ese clima te formaste vos.
Creo que lo interesante no es sólo que yo crecí allí, sino que se me contagió esa necesidad de ir más allá de una pintura como mero gesto u ocurrencia gráfica, una pintura que no tenía un trasfondo conceptual y en ese contexto, me encontré en un territorio de artistas que venían de la época del franquismo, que obviamente no eran artistas a favor del franquismo pero era la época que les había tocado formarse. Eran artistas vinculados al arte de acción o performance y con ellos conocí otra forma de entender el arte a través del cuerpo, el espacio y el tiempo.
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Digamos que fuiste parte de un lugar y un tiempo bisagra a nivel social y cultural.
Sí, claro. Madrid es una ciudad muy dinámica que en muchos momentos ha tenido brillos especiales. Hay veces que ese brillo especial es un espejismo o un falso brillo, como una bengala que enseguida se apaga. Y allí uno tiene que aprender a moverse y saber cómo llegar a otras posibilidades en cuanto al corpus artístico. Madrid ha tenido durante mucho tiempo esa efervescencia que permite que se generen muchos espacios y oportunidades si uno sabe cómo verlas y aprovecharlas.
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Volviendo a las oportunidades desde la idea de pozo-escalón. ¿Pensás que el juego y el azar tienen un papel importante en esa relación?
Yo he crecido desde lo artístico con referencias muy potentes, sobre todo desde el ámbito de la pintura impresionista y postimpresionista, que fueron mis grandes héroes porque fueron artistas que le dieron una gran vuelta a la pintura clásica del s. XIX, que lucharon hasta el final por entender el cuadro de otra manera. Un súper ejemplo es Cezanne que yo creo que es de los peores dibujantes de la historia del arte, y precisamente en esa torpeza e incapacidad de repente fundamenta una de las bases más importantes de las vanguardias clásicas, lo que es el cubismo y todo lo que viene después. En ese sentido, yo siempre me imaginaba que el artista se acercaba mucho a un acto de voluntad, es decir que eras artista porque voluntariamente te empeñabas a serlo. Y en mi vida, a pesar de ser una persona voluntariosa, creo que gran parte de mis empeños voluntarios en el arte no han dado los resultados que yo he querido que dieran y, en contraparte, lo que ha empezado a tomar forma, cuerpo y oxígeno, ha sido aquello que no ha estado pretendido de una manera voluntaria.
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La magia creadora nace cuando menos lo esperás.
Es como cuando aprendes a andar en bicicleta, que hay un momento mágico que dices “mira, estoy andando”. Si lo piensas demasiado, seguramente te caes. Si te lo crees demasiado, te estrellas porque es muy difícil entender cómo está funcionando eso de que hay un aparato que está sostenido por dos ruedas y tus pies van sueltos del piso, que se mantiene casi de la nada. Sin embargo, hay un momento maravilloso que es cuando te das cuenta que puedes mantener el equilibrio y es fascinante. Creo que toda esa imagen de la bicicleta es lo que más se acerca a cómo uno empieza a vincularse con el mundo del arte: sin pretenderlo de repente estás en ese equilibrio inestable.
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El azar como herramienta infalible.
En base a eso, he ido descubriendo que mi proceso de creación está mucho más ligado al azar y a la predisposición que a la voluntad, aunque la voluntad es una herramienta fundamental del ser humano, pero no es determinante. Al azar, en cambio, lo convocas o juegas con él, a partir de las múltiples posibilidades que se te presentan.
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Poéticamente hablando, ¿creés que la pandemia fue azarosa?
Con la pandemia, más allá de los aspectos sanitarios y clínicos, creo que se ha generado una forma nueva de percibir la realidad. Digamos que muchas de las bases que teníamos respecto a nuestro entorno y a la realidad como tal, se han venido abajo. Pretender ahora volver a una situación normal es un absurdo, es un contrasentido que no tiene pies ni cabeza. Y sin duda en todo esto hay un punto de azar, de decir aprovechemos lo que ha pasado para pensar de repente una especie de solución o para iniciar una nueva senda. El artista o la mente creativa tiene que aprovechar esta situación, que es azarosa por excelencia. Evidentemente, este bicho nos demuestra que no controlamos nada y el azar se trata de eso también.
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¿Qué pensás del vínculo artista-espectador cuando hay crisis?
Creo que ese vínculo va mutando constantemente. De hecho, tengo una teoría que justo estoy abordando ahora y es que la realidad se ha convertido en una performance porque al mutar esto de lo extraordinario en ordinario de repente hemos entrado en un nuevo concepto del tiempo, del espacio y del cuerpo en el tiempo y el espacio.
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Me gusta mucho cómo abordas el concepto del tiempo y la velocidad de creación en muchos de tus proyectos, ¿cuál es la unidad de velocidad de los artistas?
Creo que eso varía mucho de acuerdo a los proyectos y a los artistas. Hay una parte de mí que cree mucho en el gesto como ligado a la improvisación, a aquello que puedes aportar en el momento que decides lanzarte al vacío. Sin embargo, ese gesto o esa manera de trabajar tiene que estar regulada o sustentada por un pequeño andamio, ese andamio que a veces está más firme u otras veces no, según las circunstancias y según las necesidades del creador.
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El derecho a crear en otra velocidad.
El arte muchas veces te da la fuerza suficiente como para saber que tienes algo pero a la vez también te ofrece una voz que te da la posibilidad de creer en ello a muerte. Esa certeza de ir atrás de algo, sin saber muy bien qué es o adónde te lleva, no está muy presente en la vida, pero en el arte es casi un manifiesto y sí o sí tiene que ver con la velocidad de creación, de proceso que tienen los artistas.
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¿En qué estás ahora?
Por un lado, estoy en un proyecto performativo sonoro con mis hijos. Yo no tengo formación musical, pero me considero un buen escuchador de música de toda la vida y mis hijos sí son músicos. Me interesa mucho la idea de entenderme a través de lo sonoro y poder ver cómo una relación paternofilial se puede redirigir a través del sonido como un lugar de entendimiento y comunicación. Con Los Torreznos, que es un dúo performativo de exploración en el ámbito del arte de acción que tengo con Rafael Lamata, estamos preparando una pieza nueva sobre las palabras y las cosas.
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Bueno, digamos que estás subido en la bici.
Sin duda, siempre viviendo en esa adrenalina del proceso creativo.
Comunicadora. Docente y co-directora de la Plataforma Cultural Árida en IUPA. Me gusta contar historias a través de la fotografía y hablo hasta por los codos.
La Familia Plómez es una conspiración nacida al calor de las cañas entre amantes de la tipografía que, habiendo probado los placeres de la composición con plomo, decidieron pasar a la acción, firmar papeles, aligerar el bolsillo, y montar un taller en Madrid con sus máquinas gordas y sus señores con barba para pasárnoslo estupendamente, mancharnos mucho y reírnos más.
Nos fijamos otro objetivo, enseñar y difundir lo que supiéramos acerca de las técnicas de impresión, la tipografía y cualquier cosa relacionada con la letra. Y esto, ¿por qué? ¿qué nos ha movido a abandonar la comodidad del mundo digital y nos arroja al mundo de la tinta, el disolvente y el plomo? Es la facilidad del ordenador la que nos ha quitado algo a la hora de utilizar tipografía. Todo va muy deprisa y este oficio se aprende con calma. ¡Ya está bien de líneas asépticas e impolutas! ¡Viva la imprenta rancia! ¡Los pelos como escarpias!
Roberto: La Familia Plómez nace a finales de 2011 entre cervezas y tapas en una reunión en un bar de antiguos alumnos del curso de Tipografía Digital del IED en Madrid, donde la semana de clase en la Imprenta Municipal con Eva de la Rocha hizo que muchos descubriesen los placeres del plomo y la tinta y quedasen con ganas de más.
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La mejores cosas nacen en un bar.
R.: Sí, claro y más aquí en Madrid. Digamos que las mejores cosas nacen en un bar y después de dos o tres cervezas entre amigos (risas).
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Cervezas milagrosas que crearon nada más y nada menos que Familia Plómez.
R.: Sí. Sin mucha planificación, decidimos montar el taller.
Juanjo: El pequeño plan se convierte en un gran proyecto con unas cuentas hechas en una servilleta y sin la menor idea de cómo llevarlo a cabo. (Risas).
R.: Para ese entonces no sabíamos bajo qué nombre legal iba a estar. No sabíamos si sería una asociación o una imprenta comercial. Finalmente decidimos ser una asociación cultural con un objetivo claro que es la preservación de las técnicas de composición e impresión artesanales.
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¿Por qué una asociación?
R.: No nos veíamos como una empresa o una sociedad limitada o Pyme, porque cada uno de nosotros tiene su propio oficio o trabajo afuera, más allá de Familia Plómez, entonces no íbamos a poder dedicarnos full time a este proyecto. Como Asociación tenemos la posibilidad de facturar como cualquier empresa, pero a nivel contable nuestro ejercicio económico no tiene beneficios particulares.
J.: Digamos que podemos tener gastos pero no beneficios. Podemos perder dinero pero no ganarlo.
Nico: Nos sale caro ganar dinero (risas).
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¿Cómo está compuesta la Familia?
J.: Apenas comenzamos éramos doce miembros fundadores.
N.: Ahora somos catorce. Yo soy de la parte añadida, de los adoptados más tarde. A mí particularmente me cambió la vida Plómez. Es que es un proyecto que ha hecho muchísimo por la difusión, por rescatar cosas antiguas, por preservar la tipografía. Además, Plómez es un proyecto de amigos; yo estoy aprendiendo todo el tiempo y además, haciendo lo que me gusta. Digamos que te ensucias las manos, literalmente, pero haciendo lo que disfrutas. Eso vale mucho.
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No sólo Familia Plómez es un proyecto que nace entre cervezas y amigos, sino que se mantuvo en el tiempo, reunió a más personas y funciona totalmente. Todo eso tiene doble mérito.
R.: Bueno, bueno, hemos tenido nuestros grandes altibajos. Esto no ha sido idílico.
J.: Pero aquí seguimos.
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¿Cuáles son las bases de Familia Plómez?
R.: Cuando creamos Familia Plómez nosotros queríamos imprimir, hacer cosas desde el punto de vista del diseño actual, pero utilizando técnicas de impresión antigua. Además queríamos aprender la técnica y enseñarla.
J.: Nuestro plan es dedicarnos a tres cosas: imprimir lo que nos apetezca y venderlo en una tienda online, hacer encargos sencillos sin pretender convertirnos en una imprenta convencional y hacer talleres y cursos de cualquier cosa relacionada con la letra, desde nuestros propios talleres de composición e impresión con plomo y madera hasta cursos de caligrafía con profesores invitados.
N.: Organizar los talleres a los que nos gustaría asistir y que nadie hace en Madrid.
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¿Qué es Familia Plómez en una palabra?
R.: Una vez mi hija fue al taller y puso un cartel en la puerta que decía: “los de Familia Plómez son unos frikis” y creo que eso nos define muy bien. Frikis.
J.: Sí, sin duda.
N.: Yo creo que ahí coincidimos los tres y los once restantes también (risas).
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En Argentina serían manijas.
N.: Unos frikis manijas.
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Volviendo al trabajo tipográfico, ¿cómo te podés enamorar de una letra?
R.: Uy, yo por ejemplo cuando doy clases a los chavales que tienen dieciocho o veinte años, suelen odiar la clase de tipografía o piensan que es una asignatura pesada. Lo que pasa es que a la tipografía la empiezas a valorar un pelín más tarde. Cuando ya empiezas a entender que la tipografía es muy importante para ser diseñador gráfico, y además es algo que está constantemente a nuestro alrededor. De repente, ves un cartel o un libro y lo primero que observas es la tipo. Ahí es donde comienzas a ser un enfermo de la tipografía.
J.: Un friki de la tipografía.
N.: En mi caso, como diseñador y profesor también es una pasión que fue creciendo poco a poco. Muy determinante fue el curso de tipografía digital de Plómez, que se hace cada dos años. Ahí fue el flechazo final con la tipografía. Lo más bonito y noble me parece que es poder enseñar el amor a la tipografía.
J.: Sin dudas. Nos pasa cuando damos talleres que la gran mayoría de los participantes quedan enganchados. Nos volvemos a ver una y otra vez. Digamos que todo este mundillo de la tipografía es pequeño y al que le interesa, se mete y no lo suelta más.
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¿Qué pasa en los talleres con la gente que no es diseñadora o trabajadora de la imagen?
N.: A veces damos talleres a empresas y viene gente que no está para nada vinculada con lo visual: los contables, administrativos y todo eso y, generalmente, son los que más exploran e improvisan, haciendo cosas maravillosas.
R.: Los no diseñadores son los mejores alumnos.
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Hay algo muy genuino e intuitivo cuando sos ajeno a un lenguaje. Pero sobre todo me parece importante pensar en el juego como aliado en todo lo que tenga que ver con lo creativo.
R.: Sí, hay un componente lúdico en todo lo que hacemos. A veces damos talleres para niños y a la hora de contar el trabajo tipográfico, lo hacemos explicando todo como si fuera un puzzle de piezas. Es una forma muy dinámica de entender el oficio.
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Entonces, ¿qué le dirían a alguien que tiene que diseñar su propio cartel y no tiene mucha idea de tipografía?
R.: Que tenga en cuenta que las letras comunican constantemente, más allá de la forma que tenga el texto. Que las letras nos dan pistas y que es muy importante conocerlas para poder comunicar exitosamente los mensajes.
N.: Que ante la duda, siempre utilizar la Times (risas).
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¿Y qué pasa con la cuestión técnica? ¿Las máquinas que utilizan requieren de mucho conocimiento?
N.: Yo tuve la suerte de tener a Roberto y Juanjo de profes y me enseñaron todas las mañas de las máquinas: dónde no tenía que meter la mano o cómo funcionan los detalles. Es importante conocer el funcionamiento de las máquinas desde cero.
J.: Sí, a ver, son máquinas que tienen cuatro o cinco trucos que sí ó si tienes que conocer. Son máquinas muy sencillas, un poco complicadas de usar pero en cuanto tienes que imprimir algo y quieres que quede bien, no te queda otra que aprenderlo. Pero no deja de ser algo mecánico; basta con aprender dónde hay que apretar o tocar y listo. Después sale solo.
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La famosa prueba y error.
R.: Sin duda, aprendimos a usar las máquinas a base de ensayo y error.
J.: Nuestros primeros carteles ahora nos parecen horribles. (Risas) N.: Eso lo fuimos aprendiendo. Está bueno poder experimentar la prueba y error pero en algo que te gusta hacer.
J.: Sí, al principio queríamos aprender a hacer un montón de cosas y terminábamos haciendo tarjetas de casamiento o chucherías de ese tipo y después nos dimos cuenta que, en realidad, ese tipo de encargos vienen bien porque ganas un poco de dinero, aprendes a hacer cosas que no sabías a hacer, pero luego piensas y no vienes al taller todas tus tardes, después de tu trabajo, a hacer una tarjeta de casamiento de alguien que ni siquiera conoces. Entonces ya la cosa comienza a cambiar: venir al taller a hacer lo que nos gusta y eso es imposible que se agote.
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¿Los visitan mucho en el taller?
R.: A veces estamos trabajando en el taller y notamos una mirada desde afuera y es un señor jubilado que está ahí viendo las máquinas y que fue impresor. Nos cuenta de su juventud y nos enseña a usar mejor las máquinas y a llamar las cosas por su nombre.
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¿Qué se necesita para mantener un taller como el de Familia Plómez?
J.: ¡Pasta! (risas)
R.: Yo creo que la tolerancia es lo que más se necesita. Todos nos conocemos mucho y somos distintos pero hay una base de tolerancia que es clave. Y bueno, como dice Juanjo, se necesita dinero para cubrir una serie de gastos mensuales.
N.: Como en toda familia, tenemos nuestros momentos de desencuentro pero lo más importante es el cariño que nos tenemos.
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Las opiniones y comentarios desarrollados en esta publicación responden a la subjetividad de los autores que participan.
Las Vulvalsur. Está formado por Mariana Torres, Natalia Navia y Silvina Torres. Comienza a gestarse en el año 2013 como colectivo artístico interdisciplinario, con el objetivo de abordar cuestiones de géneros, corporalidades y sexualidades a través de las artes visuales. Se conjugan diferentes disciplinas artísticas como teatro, danza, performance y fotografía. Las obras nacieron a partir de indagaciones provenientes de los estudios en ciencias sociales de sus integrantes.
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¿Quiénes son las Vulvas?
Silvina Torres: A mí me gusta hablar del origen de la colectiva para hablar de quiénes somos. En ese origen todo empezó jugando: juntarnos a probar cosas, a sacarnos fotos, a ver qué pasaba, juntarnos a jugar. De hecho, cuando hicimos El té de conchas que fue, de alguna forma, nuestra primera obra oficial, se dio a partir de una juntada. Yo justo me había mudado a la casa que era de mis abuelos, una casa gigante que todavía tenía todas las cosas de ellos. Sus tazas, sus manteles, vajillas, todo. Así que armamos una mesa para tomar té, un té súper cheto pero de mujeres desnudas. En ese momento hicimos las fotos, nos reímos un montón, pero era eso, un juego que quedaba en esa tarde de risas y encuentro entre nosotras.
Mariana Torres: Sí, es que hacíamos eso. Nos juntábamos a jugar y a probar cosas, pero era algo que hacíamos para nosotras, sin ningún objetivo puntual.
Natalia Navia: Siempre estábamos atravesadas por algo divertido.
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Pero un día pasó algo y de un juego entre ustedes pasaron a un Salón de Artes Visuales.
ST: Sí, una locura. La muni de Cipolletti estaba organizando la muestra y fue Naty quien comenzó a decirnos que teníamos que mandar alguna de las fotos que habíamos sacado esa tarde de té.
NN: Sí, en realidad fue Guadalupe Lazzaroni, una gran compañera e impulsadora de las Vulvas, quien nos dijo que nos presentemos. Yo no me animaba a decirle a las chicas pero a la vez, creía que teníamos que darle alguna entidad a la producción y se los planteé y ahí nomás, dijeron que sí.
MT: Dijimos que sí, pero también seguía siendo un juego porque nadie pensó que nos iban a seleccionar. Nos teníamos que poner un nombre porque, claramente, no teníamos nada.
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Y ahí nacen oficialmente Las Vulvalsur.
NN: Eso fue muy loco y gracioso, porque pusimos ese nombre en chiste, era como “bueno, mandale algo relacionado a la vagina y al té de conchas” y listo.
MT: Pero nos seleccionaron y nos tuvimos que hacer cargo del nombre y de todo (risas).
ST: Bueno, igual queríamos que esté vinculado a las mujeres, a las vulvas y a nuestra foto del té, pero también a la cuestión territorial. Había mucho de eso en nuestras intenciones. El cuerpo femenino, el territorio, cómo nos movíamos en el lugar, y esas cosas. Y la verdad, queríamos ser explícitas. Y nos salió (risas).
NN: También había algo de metáfora en toda esa idea. Hay un tema de Spinetta que habla de la vagina como un ojo que mira al sur, para abajo, y lo relacionan como un ojo que tiene otros saberes, una magia distintiva.
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Entonces, se presentan al Salón de Artes Visuales, medio en chiste, pero quedaron seleccionadas. ¿Qué pasó ahí?
ST: Fue loquísimo todo, porque no sólo quedamos seleccionadas sino que obtuvimos una mención especial.
MT: De repente, de cero a cien éramos artistas.
NN: Sí, pero además habíamos sido seleccionadas y teníamos una mención con la foto del Té de conchas. A la gente le generaba muchísima incomodidad, desde mirar la foto hasta nombrarla.
ST: Claro, además estamos hablando del año 2015. No hace tanto tiempo pero en el medio pasaron muchas cosas. Fue un momento donde no era tan fácil o tan común poner algunas temáticas sobre la mesa, sobre todo acá en la zona.
NN: Sí, de hecho nos censuraron en esa muestra. Justo una conocida fue a ver la exposición y nos avisó que nuestra foto tenía una tela negra que la tapaba.
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¡Qué locura!
NN: Sí, pero era un poco el contexto. Nosotras habíamos hecho un texto para la muestra que hablaba un poco sobre qué pasaba cuando las mujeres poníamos sobre la mesa las cosas que, se supone, tenemos que esconder bajo la línea del mantel. Así, literal.
MT: Sí, tan literal que van y nos ponen un tela negra encima.
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Súper absurdo.
ST: Totalmente.
NN: Igual yo celebro mirar atrás y ver todo esto que sucedió y cómo sucedió porque nos argumentó un montón de cosas y de ejes con los que trabajamos después.
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De alguna manera, toda su argumentación respecto de la obra y este hecho en concreto, muestra clarísimo que todo lo que hicieron funcionó a la perfección.
ST: Sí, tremendo. Yo creo que de golpe empezaban a funcionar un montón de cosas y no éramos conscientes de eso. Estábamos vibrando tan bien y juntas que no nos dábamos cuenta de lo que pasaba alrededor.
MT: Sí, la verdad es que nosotras seguíamos jugando y alrededor nuestro pasaban un montón de cosas. Después de la mención fuimos todos los participantes de la muestra a una cena y nosotras éramos parte del grupo de artistas, pero no nos sentíamos artistas. De nuevo, para nosotras era todo parte de un juego.
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¿Cuándo se dieron cuenta que empezaba a ser más que un juego?
NN: Después de todo esto, pasó que quedamos seleccionadas para una muestra en Trelew, en un espacio que se llama Distrito 1, y yo ahora, lo veo a la distancia y me doy cuenta de todo. Nosotras nos mandábamos, sin saber dónde estábamos paradas. Íbamos, conocíamos gente, pero siempre desde un lugar re tranquilo. A Trelew llevamos la foto del té pero además, instalamos una mesa súper bonita, con mantel, tazas de porcelana, llevamos magdalenas, comida rica. Era una clásica mesa de té y queríamos ver si alguien se animaba a sentarse ahí.
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El gran salto a lo performático.
MT: Sí, pero ninguna era consciente que estábamos haciendo performance. Para nosotras, de nuevo, era todo experimental.
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¿Y se sentó alguien?
ST: No, ¡¡nadie!!!
NN: No se sentó nadie así que cuando pensamos que ya había terminado todo el evento, nos sentamos nosotras porque teníamos hambre (risas). Entonces, muy inocentemente, nos pusimos a comer nuestras cositas.
ST: Y de repente, empieza a volver la gente que, en realidad, no se había ido porque no había terminado nada, y nos rodean todos y empiezan a vernos tomar el té y comer (se ríen juntas). Como si eso fuera parte de la obra.
MT: Hay una foto que nos sacaron, que se ve a todo el mundo mirándonos muy atentamente. De golpe éramos unas súper contemporáneas, haciendo performance, pero ¡¡había sido sin querer porque teníamos hambre!!
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No saber que estás haciendo una performance también es performático.
NN: Fue muy gracioso y genial. Pero de nuevo, estábamos siendo super inocentes con todo lo que nos pasaba. En Trelew conocimos a Judith Bensimon, que fue una gran maestra junto a mucha gente que nos hemos ido cruzando durante todos estos años. Ella nos dijo que dejemos de decir que no éramos artistas y que todo nos sale de casualidad. Fue como un consejo súper amoroso pero real.
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Hacerse cargo de que sí eran artistas y estaban haciendo arte.
NN: Claro. Y también un poco ser conscientes de los lugares que estábamos ocupando.
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¿Y qué pasó después?
MT: Comenzamos a reunirnos más seguido a hacer fotografías, y compartir procesos, siempre rodeadas de mujeres que nos contaban sus experiencias.
NN: Sí, ahí nos empezamos a dar cuenta de algunos ejes que nos atravesaban: el cuerpo, el territorio, las historias de las mujeres que se juntan.
ST: ¿Qué pasa cuándo las mujeres se juntan?, fue nuestra pregunta a partir de ahí, una guía.
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¿Y qué pasa cuando las mujeres se juntan?
MT: Magia.
NN: Bueno, esa pregunta nos llevó a pensar un montón de cosas. Por ejemplo, empezamos a instalar la mesa del té con dos sillas en distintas situaciones, buscando que alguien se pueda sentar y compartir un momento con alguna de nosotras que esté sentada ahí. Y ahí, pasaban cosas tremendamente hermosas. Siempre se sentaban mujeres y nos contaban su vida y nosotras les servíamos un té. Extraño mucho eso.
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Hablemos de El Foco en el deseo.
ST: Ahí vuelve a aparecer Guada.
MT: Guada venía trabajando hace mucho años con las chicas de la asociación Conciencia VIHda y Vidas Escondidasy quería que nos juntemos con ellas para hacer algo juntas. La idea era trabajar algunos ejes vinculados a la creatividad pero en torno a sus historias de vida y procesos.
Conciencia VIHda nació en 1995 y es la primera organización de la Patagonia con trayectoria y continuidad en el trabajo de concientización y prevención sobre el HIV con perspectiva de género.
La organización Vidas Escondidas está integrada por personas trans y fue impulsada por la hermana Mónica Astorga. Entre otras cosas, cuenta con un lugar de contención y refugio para mujeres trans donde funcionan talleres de oficios, de costura y peluquería.
NN: Guada quería que llevemos la mesa de té y que las agasajemos. Y así fue.
ST: Fuimos con todo: tortas, teteras, tazas hermosas, flores, manteles. Todo divino. Nos presentamos como colectiva y compartimos una tarde con ellas.
NN: Todo fue muy hermoso. Compartimos nuestra mesa de té y desde ahí empezamos a ir más seguido y construimos un vinculo muy lindo..
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Eso pasa cuando las mujeres se juntan.
MT: Cuando se juntan alrededor de un té. La mesa del té es el conector de todos nuestros procesos, el que posibilita que las historias salgan y se cuenten.
NN: Sin duda. Desde ahí, surgieron muchas cosas de la mano de las chicas. Las acompañamos en algunas fechas claves respecto a sus luchas, resignificando muchas cosas, a través de estrategias y acciones.
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En ese contexto aparece la beca del Fondo Nacional de las Artes.
NN: Claro.
ST: Justo ese año se abrió en el FNA una convocatoria de Arte y Transformación Social, y entonces armamos todo ahí y salió. Era una beca para producir y bueno, hicimos un cronograma de trabajo con las chicas, porque claro, teníamos plazos establecidos y ya era otra la historia.
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¿Y cómo fue el planteo general?
NN: Armamos todo para que esté atravesado por sus historias de vida. Teníamos muy claro que queríamos mostrar todas las cosas que ellas son, porque sucede mucho que estas identidades se solidifican todo en que son trans y nada más que eso. Cosas donde la sociedad adhiere toda la identidad de una persona a eso y nada más. Nosotras queríamos mostrar todo lo que son: sus sueños, deseos, sus historias, de dónde vienen, en qué creen. Nos reunimos con cada una, con el objetivo de escucharlas y armar retratos a partir de saber más de ellas. Y estábamos horas charlando y escuchándolas… Era muy hermoso.
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ST: La tarea era que a partir de los relatos de ellas armábamos una foto posible. Primero teníamos un encuentro de charla y de conocerlas, después pensábamos cómo pasar todo eso a una imagen y las volvíamos a ver para contarles la idea del retrato y ahí hacíamos la producción de las fotos. Para nosotras era super importante que esa imagen reúna lo que ellas son, pero sobre todo que ellas al verse se sientan bien, que se gusten en esa foto.
NN: Ahí tener la beca del FNA fue clave, porque pensábamos todo: si ellas querían salir en las fotos con un vestido de tal o cual forma, íbamos y se lo comprábamos, porque para eso era. Esa posibilidad económica estuvo buenísima para acercarnos a crear esa foto que mejor las represente también.
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Hablar con Mari, Naty y Silvi siempre es un regalo. Podría estar horas. No hay forma de resumir en una entrevista tanto amor y compromiso en torno a temáticas tan importantes que nos atraviesan a todas. Antes de entregarnos a una tarde de mates y fotografías juntas, alrededor de una pileta y mucho color al mejor estilo caribeño, les quise preguntar si hoy sí se sentían artistas. Las respuestas no las voy a incluir, porque me parece que no es necesario.
Nace en 1983, en Río Negro, Argentina. Artista visual egresada de Artes Visuales del IUPA y Máster en Lenguajes Artísticos Combinados en la UNA. A través de la fotografía manipulada digitalmente, el fotomontaje y el video, en sus obras incursiona temas como el cuerpo, las mujeres, escenas rituales y el vínculo con los entornos naturales y construidos. Estos proyectos incluyen la puesta en escena, el trabajo con el cuerpo, el cruce de lenguajes, entre otras herramientas abordadas desde las técnicas digitales. www.julietaanaut.com.ar
En Destierro del Mar, Juli nos ofrece su cuerpo para hablar del intermedio entre dos mundos: su lugar de origen y el lugar donde elige estar hoy. En ese intermedio está la virtud creadora. En ese intermedio ocurre la magia Anaut. En ese intermedio está el arte más puro y genuino. Ese arte del corazón, que nos hace lagrimear juntas en un encuentro virtual, rememorando la Patagonia y sus efectos colaterales.
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¿Quién es Juli?
Soy una artista sumergida en la intimidad, marcada por el no pertenecer y grabada por la imagen del valle y el desierto. Llevo los paisajes y los cuerpos de otras mujeres dentro de mi cuerpo, para darles surgimiento a través de un río, en nuevos mundos imaginarios de plantas, serpientes, jarrones y adornos frágiles.
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¿Cómo te encontró el 2020 con su cuarentena?
Mi vida no cambió tanto con la cuarentena porque yo suelo trabajar en casa. Suelo trabajar mucho con lo que me rodea, con mis cosas personales. No voy a negar que me sentí muy rara por no poder viajar. La verdad es que utilizo mucho el viaje para mi trabajo, porque voy recolectando paisajes, objetos, fotografías; todas esas cosas que en este momento echo mucho de menos. Estar varada en Buenos Aires es raro, tengo esa necesidad extrema de querer salir y transitar esos lugares. Por otro lado, tengo mucho material de archivo propio recopilado, así que este también fue un momento de volver a mirar mucho y de revisitar un montón de viajes y estadías en otros lugares.
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Teniendo en cuenta esa añoranza de paisaje y naturaleza, aspectos tan presentes en tu obra, ¿pensás que se resignificó tu idea de los lugares, entre tanto encierro?
Siento que el fotomontaje, que es uno de los lenguajes que más utilizo, cobra más sentido que nunca en este contexto. Se resignifica porque al no poder estar en esos lugares que quiero, los creo desde ese imaginario que me permite la técnica. Por ejemplo, hice un retrato con mi hija caminando en el medio del desierto, que es una situación que me gustaría vivir, pero que todavía no viví nunca. Por suerte, la puedo generar a través de esa composición.
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Digamos que el fotomontaje es un gran salvavidas.
Sí, con el fotomontaje puedo concretar eso que imagino y no puedo vivenciar directamente.
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¿Cómo fue que llegaste al arte digital?
Al intentar reinterpretar y encarnar escenas rituales a partir de experimentar con la puesta en escena, la ficcionalización, la incorporación de elementos performáticos, incluyendo diferentes intereses expresivos, como el trabajo con el cuerpo, los materiales, objetos, vestuarios, escenografías, dibujos o sonidos, fue que me sentí atraída por las posibilidades de las técnicas digitales, como el video o la fotografía y su postproducción, que me permiten unir todos esos elementos que me interesan y que finalmente componen la obra.
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¿Y respecto al cruce de lenguajes?
Desde mi primera formación en pintura y grabado desarrollada en el IUPA, sumado al posterior trabajo en fotografía, cine y video que comencé a realizar en Buenos Aires desde el 2007, mi producción fue incorporando diferentes formaciones, nuevos conocimientos y exploraciones sensibles. De a poco mi trabajo comenzó a orientarse hacia lo multidisciplinario y al cruce de lenguajes, donde el deseo va más allá de lo que una técnica o una disciplina permite, apuntando continuamente a ampliar el proceso de construcción de las imágenes.
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¿Estás donde querés estar, Juli?
Ay, esa pregunta. Me interesa mucho. Creo que muchos de mis trabajos surgen desde ahí. Creo que uno nunca pertenece cien por ciento a los lugares; porque aunque vuelvas al lugar de origen, ya no sos la misma persona, porque las cosas no significan lo mismo ahí y por otro lado, tampoco sos del lugar nuevo en el que estás. De alguna forma, estamos siempre en un intermedio. Creo que mucho de mi producción tiene que ver con esa sensación. Uno está donde quiere estar porque lo elige, pero a la vez, somos ese intermedio, ese tránsito.
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Para mí, podés vivir en mil lugares, visitar mil ciudades y tener mil vivencias en distintos sitios, pero la Patagonia es la Patagonia. Hablemos de lo árido y de la influencia de ese paisaje en tu obra.
Como artista del Alto Valle y la Patagonia, me siento identificada con ese paisaje que me es propio, el del desierto. He nacido y me he criado en ese contexto árido y despojado. Hacer arte en esos lugares me ha llevado a habitarlos de otro modo, en un sentido más cercano y profundo. Las espinas, los cactus, la tierra seca y quebradiza, son parte de los escenarios que a veces se observan en mis trabajos. La relación con el agua también surge desde esa existencia y ese contraste. Me interesa la poética del desierto que se aleja de la idea de vacío, la que puede llevar al descubrimiento de un mundo extremo, sencillamente sutil y lleno de una vida nómade y silenciosa. También es un mundo que puede plagarse de fantasías misteriosas, que puede pensarse a partir de lo antepasado presente, de la prehistoria que vive bajo esa tierra, en sus huesos petrificados. Allí se despierta el sacrificio y la transformación que éste conlleva, como un sitio propicio para la introspección, un acercamiento a la soledad, un encuentro con seres esenciales.
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La introspección en el paisaje. Me encanta.
Quizás por esa razón también incluyo mi cuerpo junto a imágenes del desierto o del río en mi trabajo, para comprender las propias vivencias a través de la producción, entendiendo la práctica artística como modo de generar lazos con un determinado lugar. Entonces ¿qué sucede cuando ese lugar es el propio pero está lejano? ¿El arte puede ser una manera para afrontar el desarraigo, como un ritual que permita una conexión con lo perdido? Es probable que sí. Quizás me ayude a mantener presente un registro emocional y sensible para afirmarme en un nuevo espacio, pero siempre manteniendo la mirada que fue conformada por esa relación primigenia. Así, confluyen en las imágenes el lugar de origen, los tránsitos, lo ajeno y lo fundante. Los registros fotográficos y de video pueden almacenarse como las imágenes de la memoria con un sentido mágico y evocativo. Me permiten reconocer un lugar de pertenencia, en relación a la procedencia, y a su vez, como el lugar que se visita desde la lejanía o la añoranza, haciendo visible el conocerse y desconocerse constante del desarraigo. Hecho que inevitablemente se hace eco en las creaciones que he emprendido.
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En cuanto a tu nuevo libro, editado por ArtexArte, Fundación Alfonso y Luz Castillo, me llama mucho la atención que sea una recopilación de todas tus obras, a través de los años. ¿Cómo fue reencontrarte con todas esas “Julietas” para unificarlas en una publicación?
Yo siento que mi trabajo es una especie de espiral, porque los temas siempre se retoman, incluso las imágenes son similares entre sí, a lo largo de las series y los años, y se están referenciando constantemente.
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Eso habla de muchísima coherencia.
Yo siento que eso es porque los temas que me interesan fueron siempre los mismos, que cambian, de alguna manera porque están atravesados por los diferentes momentos que voy viviendo, pero la esencia de las temáticas es siempre la misma.
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¿Cómo fue el trabajo de edición del libro?
Fue muy interesante desde la mirada retrospectiva, poder compilar todas mis series de todos estos años, fue muy lindo. Disfruté mucho todas las etapas de creación del libro, desde la selección de las imágenes, el diseño gráfico, la confección de textos, la impresión. Y ahora viene la difusión y promoción.
Artista trans(in)disciplinar. Nació en 1990 en São Paulo, Brasil, donde tuvo sus primeras experiencias con el dibujo y la danza. Lo sensorial es la herramienta principal de su trabajo, desde el cual teje diversas formas de expresión, que se despliegan en producciones individuales y experimentaciones colectivas con grupos de diversidad perceptiva. Investiga las texturas y tesituras del cuerpo y del lenguaje, en su fisicidad y virtualidad, buscando crear en la fricción de los sistemas colonizadores del cuerpo y sus devenires. Inició sus estudios en Diseño Gráfico y los hibridó a los estudios de Antropología y Artes Escénicas. Realizó el Máster en Artes y Profesiones Artísticas de el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Participa como artista-investigadora en proyectos como ARCHES, en el Museo Thyssen-Bornemisza, que estudia la accesibilidad en museos de Europa con personas con diversidad neuronal/ cognitiva. Recibió la Beca Pilar Juncosa por un proyecto de Educación Artística titulado Poéticas de la materia que está en andamiento en la Fundación Miró Mallorca. Vive y trabaja entre Madrid y Mallorca.
El sol le pega en la cara y sus ojos me dicen que es muy consciente de lo valiosa que es esa Vitamina D en su cuerpo. Es que Fabi tiene algo muy especial que tiene que ver con la capacidad de mirar eso que nadie mira. Quizás es simplemente amar los detalles, prestarle mucha atención a lo cotidiano, saber que somos un instante y nada más. Sí, cosas que todos sabemos pero, ¿las aplicamos?..
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¿Quién es Fabiana?
Es una pregunta súper difícil. Fabiana, en realidad, es el nombre que me dieron los otros en el mundo. Pero bueno, soy una persona que está en tránsito todo el tiempo. Saliendo de un lugar y yendo a otro. Soy una persona que ama los lugares naturales y cuando estoy en un lugar con mucho cemento, como ahora, me siento como un animal sin entender mucho. Pero la realidad es que me gusta el movimiento, entonces cambiar y estar en tránsito es muy importante para mí. Vengo de Brasil y aunque hace algunos años no regreso a mi país, todas mis raíces están identificadas con él y echo mucho de menos a mi familia y a mi lugar. Pero a la vez, me alimento con el viaje y los cambios. Soy todo eso.
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¿Cómo estuvo el 2020 para vos?
Ese año tan particular me mudé a Mallorca (España), por un proyecto de Educación Artística en la Fundación Miró, en el que me seleccionaron. Los primeros meses del 2020 estuve ocupada ahí. Era un proyecto de creación plástica, a partir de la poesía y de ejercicios con el cuerpo, para personas con diversidad funcional y cognitiva y sus cuidadores. Fue una experiencia súper linda porque todo el tiempo seguí aprendiendo cómo nos comunicamos entre nosotros, cómo es posible lograr una comunicación hermosa y afectiva entre personas que quizás no ven o no escuchan, o que no pueden moverse. De golpe nos encontrábamos todos juntos intercambiando sobre poesía y arte, y es maravilloso ver el efecto que tiene todo eso en las personas. Vi muchas cosas lindas ahí, muchos cambios en la gente y sobre todo en mí. Poder permitirnos ver esas cositas no racionales que nos están dando vueltas todo el tiempo y que a veces no vemos.
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¿Qué pasó cuando apareció el Covid-19?
Se suspendió todo, como en todos lados. Fue muy triste, pero me quedé confinada en la isla, en una casa muy hermosa, con jardines y mucho espacio y ahí pude crear con todo lo que había. Me permití desconectarme del mundo y estuvo muy bien. Cuando levantaron el confinamiento, cerramos los talleres y me vine a Madrid.
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Madrid siempre llama.
Sí, atrapa. Aunque la ciudad me ahoga un poco y necesito de la naturaleza, acá en Madrid están los amigos y varios proyectos.
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Volvamos el tiempo atrás, ¿cómo fue que empezaste a trabajar con grupos de diversidad perceptiva?
Fue en Brasil. Estaba estudiando Comunicación visual porque siempre me interesó mucho la imagen, pero durante ese proceso de estudio empecé a pensar en la -no imagen-. ¿Cómo es no ver y crear imágenes mentales?. En el lugar donde estudiaba había un grupo de fotógrafos formado por personas ciegas y me llamó muchísimo la atención. Quería saber cómo hacían fotografías y cómo era su proceso. Por otro lado, siempre estuve muy conectada con el movimiento y la danza, entonces llevé la inquietud a otras cuestiones sensoriales y vinculadas a la relación del cuerpo con el entorno. Al hablar con estos fotógrafos no dejaba de pensar en la relación que tengo yo, que puedo ver, con el entorno y con la palabra. Lo primero que me surgió pensar es cómo explicarle a alguien que jamás vio cómo es la luna y no quería caer en esa respuesta típica y banal de “es algo redondo que está en el cielo y se ve de noche, tiene manchitas y bla bla bla”. Teníamos que tener otro lenguaje, más artístico, más patético, más vivo para transmitir la sensación de la luna. Pensar en su brillo, en todas las canciones que hablan de ella, en ese magnetismo. Y este ejemplo con todas las cosas que nos rodean. Es posible explicar lo que somos de otras formas. En ese contexto, aparece también el tacto. Privarse de un sentido abre en realidad un espectro de muchas otras capacidades del cuerpo, así empecé a interiorizarme y a conocer personas con otras diversidades y aprendiendo de ellas algo totalmente distinto, que no veo nunca en mi cotidiano.
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Eso explica el nivel de sensibilidad que tenés y que tiene tu obra.
Sí, en realidad yo no sé qué vino antes. No sé si empecé a trabajar con personas con diversidad porque sentía alguna inquietud y una seguridad de que existe un mundo maravilloso y sensible ahí, o si trabajar con ellos me ayudó a conectarme con otros tipos de comunicación y de escucha y eso sí o sí aflora una sensibilidad particular y una forma muy particular de percibir. Pero creo que ambas cosas van juntas: es la manera en que estoy en el mundo y lo que hago con el mundo.
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Es que de golpe todo lo que vos veías con determinadas reglas, a partir de ese intercambio, cobra otro sentido. Me imagino que cuando analizas un cuadro con una persona ciega, todas las interpretaciones que tenías sobre la obra cambian y empezás a verla distinto. Se caen todas las teorías del arte y eso me parece maravilloso.
Sí, sin duda. Nosotros que hemos estudiado de memoria la teoría de por qué tal pintor hizo tal cosa o tal otra, cuando lo comentamos caemos en lo racional, y empezamos a hablar de cosas del cuadro que en realidad no están en el cuadro. En el cuadro hay otra cosa, está eso que Picasso transmitió en el momento que decidió pintar, pero que ahora mismo también nos está transmitiendo algo. Claro que es muy importante saber la historia y el contexto de una obra, pero eso no es todo. Hay que salir de ese nivel racional e ir más allá. Un cuadro también puede ser una poesía, una sensación, un sonido, una palabra, un movimiento. Cuando se entiende desde ese lado, es más fácil y accesible explicar una obra, porque si hay un amarillo fuerte como el fuego, hablas del calor del fuego, del sonido de un leño prendido, de cuando quema el fuego. Son imágenes mentales y sensoriales que aportan mucho a la obra también.
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Hablemos de la palabra.
Yo entré mucho en la palabra porque es la unidad más básica que nos une a todos. Usamos la palabra para remitirnos a todas las sensaciones y experiencias. La palabra a veces pone un límite a lo que es una cosa, pero también me deja transmitir esa cosa, entonces como puedo jugar con ese límite que a su vez, también es un puente. La palabra es un puente, que nos conecta y nos da inicio. A partir de ahí yo busco materializar.
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El inicio es la palabra y el desenlace puede ser cualquier expresión artística. Hablemos de la Fabiana que experimenta lo visual pero también lo performático y el movimiento.
Cuando incorporamos la palabra y lo que nos transmite, comienza la experiencia corporal, porque es en el cuerpo donde está todo lo que somos, están mis historias, mi subjetividad. La performance y la danza están muy presentes en mi obra porque son la mejor manera que encuentro de digerir las palabras y transformarlas en algo diferente y propio, pero que a la vez pueda comunicarle algo sutil y verdadero a los demás.
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Y tu obra tiene referencias infinitas de tu intercambio con los demás y de tu trabajo para con el otro.
Sí, últimamente estoy pensando mucho en la influencia que tienen todas esas experiencias con diferentes personas en mi obra material y en ese trabajo que, de alguna manera, hago sola, en mi taller o en mi casa. Creo que los aprendizajes de esos espacios colectivos están presentes siempre, en todo lo que hago y en todo lo que pienso, en mi forma de estar en el mundo, así que si ó si se transmite en lo que materializo.
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Y la resultante es una obra súper coherente.
La coherencia es muy difícil. Me cuesta mucho no pensar en lo que está de moda en el arte, pero me doy cuenta enseguida que ahí no está lo que yo quiero. Pensar en lo que me mueve es lo más importante, porque sino nada va a ser bueno ni se va a mantener en el tiempo.
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Lo que pasa es que las temáticas con las que trabajas son transversales, además de necesarias. Tenemos que parar un poquito y pensar.
Sí, es muy político también y lo político es muy necesario en todo lo que hago. Pero a veces esa idea de meterme en lo político del arte, me vuelve loca porque es una forma de volver a lo racional y si me meto cien por ciento ahí, no hago nada. No sería artista si me meto ahí por completo.
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. Una película:El cielo sobre Berlin, de Wim Wenders . Una canción:Obatalá, de Metá Metá . Un libro: Baba de Caracol, de Chantal Maillard . Un color: Azul . Un olor: La hierba justo después de la lluvia . Una sensación: Estremecimiento . Una comida: Moqueca de peixe . Un/a artista inspirador: Manoel de Barros
Padre de una estética musical personal, de una nueva estética del tango, que fue y es, sin lugar a dudas, influencia de las generaciones más jóvenes del género, y de la música popular toda. Este artista se convierte en un punto de encuentro de distintas tradiciones y se transforma, a través de la experimentación y exploración de distintas culturas musicales, en faro para las nuevas camadas de músicos, sin perder la esencia de ser un generador de música argentina.
Cuentan sus organizadores que el formato de cátedra libre permite el estudio minucioso de la obra del Maestro Piazzolla, hecho que en la realidad de las cátedras de las carreras de grado del IUPA no se realiza con tal profundidad, por el devenir propio de las cursadas, que se ajustan a los distintos planes de estudio.
La Cátedra Astor Piazzolla abre el juego, expandiendo los límites institucionales y busca constituirse en un espacio en el que converjan músicos con distintas experiencias. Está dirigida a músicos profesionales o amateurs que estén interesados en la obra del músico, en ser parte del ensamble e instruirse en conceptos de rítmica, contrapunto, armonía, orquestación, etc., tomando como eje principal el extraordinario trabajo de Astor Piazzolla.
Conversamos con Leonardo Álvarez, director general, y Nicolás Guerscheberg, director académico de la Cátedra Libre. Ambos nos cuentan sobre el proceso de creación del proyecto de la cátedra, que comenzó a gestarse en el año 2017.
“Fueron muchos años de trabajo. Primero armando la propuesta y, durante el 2017 y 2018 estuvimos esperando que el proyecto se apruebe y en el 2019 y primera etapa del 2020, ya con el proyecto aprobado y definido, comenzó el trabajo fuerte de recolección de materiales, de bibliografía y de contactos. Todo vinculado a la gran obra de Piazzolla. Nosotros, con Nicolás y el Pipi Piazzolla, nos encargamos de generar el contenido académico propio, que tiene que ver con la experiencia musical de cada uno.”, cuenta Leonardo.
Para dimensionar la génesis de este proyecto, es importante entender la importancia que tiene la música popular en un contexto institucional y universitario. Que haya una cátedra dedicada a Piazzolla tiene que ver con la unión entre lo popular y lo académico, y la obra de Astor es un gran ejemplo, porque reúne todo eso.
En cuanto al estreno de la cátedra, hace casi un mes, en el contexto pandémico, nos cuenta Nicolás que fue muy importante adaptarse y aprovechar las posibilidades que la tecnología brinda, porque incorporar la virtualidad en el proceso de la Cátedra, ayudó a que mucha gente de otros países pudiera conectarse y participar de esta propuesta.
“Hace unos días tuvimos un conversatorio con todos los participantes de la cátedra, y fue muy importante para conocer el balance del primer mes de la cátedra. La realidad es que el trabajo virtual no deja de ser un trabajo bastante solitario y este espacio fue muy lindo, en el sentido de encontrarse y ver cómo venía cada uno de los participantes y docentes.” cuenta Nicolás.
Nicolás Guerscheberg y Leonardo Álvarez
“La obra de Astor es muy basta y abordarla requiere de muchísimo tiempo y trabajo. Todavía hay mucho para hacer y seguramente, cuando volvamos a lo presencial, podamos reacomodar cosas y mirar todo desde un nuevo lugar. Ahora estamos en el momento de administrar toda la información y adecuarla a este momento, pero estamos muy contentos”, resume Leonardo.
Tan importante es el detalle de adaptarse a la situación de estar en casa, que los participantes de la Cátedra Libre interpretaron Libertango, de nuestro maestro en cuestión, desde sus hogares.
“Libertango” de Astor Piazolla, interpretado por la Cátedra Libre “Astor Piazolla” del Instituto Universitario Patagónico de las Artes, en celebración de 100 años de su nacimiento.
Ambos directores coinciden en el aspecto inspiracional y motivacional que tiene la obra de Piazzolla, más allá de una cuestión técnica musical.
“Es interesante pensar en el legado Piazzolla desde la curiosidad. Astor era un hombre que estaba siempre muy actualizado con todo lo que pasaba a su alrededor. Le gustaba la pintura, la poesía, la danza. Era muy inquieto. Eso es un aspecto transversal y es clave”,cuenta Nicolás, muy acertadamente.
Nos quedamos con ese Astor rupturista, curioso e inquieto para que sirva de ejemplo para todas las disciplinas artísticas y, por qué no, no artísticas también.
Artista multimedial. Fue seleccionado en la beca de formación del FNA en 2015. Participó del Seminario de Arte Contemporáneo en la UCAsal, del 3er Coloquio Internacional CIUNSA-Perspectivas en torno al Arte Contemporáneo y de una clínica dictada por Raúl Flores en el marco de Proyecto BOOM. Su primera muestra individual fue en La Fotogalería del Teatro del Huerto. Participó de varias muestras colectivas y ferias de arte. Obtuvo una mención en el Salón Provincial de Artes Visuales de Salta 2016. En 2017 y 2018 formó parte de Perfuch y de Mechudes, muestras que realizó con Rodrigo Moraes y Mónica Heller en UV; y expuso en BAphoto. Actualmente, se encuentra en Buenos Aires realizando el Programa de Artistas 2019/2020 en la universidad Torcuato Di Tella.
Cuando Borges empezó a perder la visión, el último color que tuvo la oportunidad de ver fue el amarillo. Matías es artista multimedial, vive en Buenos Aires pero es bien, bien salteño. Cuando ingresa a la pantallita para que charlemos, mueve sus manos con mucha alegría para saludarme. Lo primero que me dan ganas de hacer es abrazarlo porque me hizo sonreír y eso, en estos tiempos, es una tarea bastante difícil. Dicen que el amarillo es el color de la felicidad. Para mí Matías es amarilloso por eso, aunque él, ya verán, haya encontrado mil formas mucho más inteligentes de definir por qué elige el amarillo y no otro color.
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¿Quién es Matías?
Soy un chico de 25 años que vivió en Salta casi toda su vida, pero ahora vivo en Buenos Aires. En este momento estoy pasando por una gran transformación porque antes de llegar a Buenos Aires, me movía muy cómodamente en el mundo digital: trabajaba en video y fotografía, más que nada. Al llegar a Capital y cursar el Programa de Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella 2019-2020, donde quedé seleccionado, cambió todo porque empecé a intercambiar con otros artistas, con otros lenguajes y con otras materialidades; y de a poco, mi obra mutó a algo mucho más material. Además, acá en Buenos Aires vivo en la Residencia Zona Imaginaria, donde también tengo la posibilidad de experimentar en talleres de distintos tipos y con varios artistas. De golpe, abandoné un poco el mundo digital para meterme a experimentar con otros lenguajes donde trabajo el proceso creativo de otra manera.
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Digamos que fuiste al revés de todo el mundo en esto de lo digital, en medio de tanta virtualidad.
Sí, cuando empezó la cuarententa y todo se volvió más virtual que antes, en algún punto me saturé. Entonces pasé, con más razón, a la materia, a la idea de poder tocar lo que hago, de trabajar en el proceso. Ahora estoy experimentando con cerámica, por ejemplo, y tengo que hornear, esmaltar; y eso significa tener que esperar para ver lo que trabajé y también tiene un gran factor sorpresa que me emociona mucho. Yo soy super impaciente y esto me viene genial. Todo esto hizo que tenga nuevo sentido en un tiempo en donde no todo tiene mucho sentido.
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Me encanta que hayas pasado de lo digital al trabajo más material, pero más allá del formato, ¿sos consciente de lo performática que es tu obra?
Sí, el otro día participé de un taller y les contaba que me encantaría hacer performance, pero que me re cuesta lo escénico, porque soy muy tímido y tengo pánico. Mientras contaba esto, una chica del taller me dijo que yo ya estaba haciendo performance, ya sea por decisión de trabajar el amarillo o por mi forma de comunicar lo que hago, a través de mi cuerpo presente en la obra. Eso estuvo bueno y me abrió otras posibilidades.
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¿Por qué el amarillo?
Hace seis años que el amarillo está en mi vida. Primero, comenzó como algo muy estético o visual, cuando salí de la escuela y empecé a hacer cursos de diseño y fotografía. Al principio, empecé a hacer experimentaciones con fotografías monocromáticas, donde yo me mezclaba con el contexto. Por ejemplo, veía un auto azul y yo me ponía con algo azul al lado del auto. Cuando empecé con el amarillo, justo me había comprado unos zapatos amarillos y me saqué una foto en una pared amarilla. A los pocos días, estaba caminando por Salta y una chica me paró y me dijo: “Pará, pará, ¿vos sos el de los zapatos amarillos?”. Me pareció muy gracioso y singular lo que pasó. A partir de ahí, empecé a investigar el color. No es casualidad que el amarillo sea tan memorable visualmente. Entonces, comencé a sacar fotos del amarillo y a subirlas a las redes. Mis amigues empezaron a regalarme cosas amarillas, me avisaban cuando veían algo amarillo en la calle para que vaya a sacar fotos. A partir de ahí, todos mis intereses y ejes temáticos se hilaron perfectamente con el amarillo. Digamos que se convirtió en algo que iba justo conmigo y lo adapté como una marca, ya no tanto como una cuestión visual o estética. De golpe, el amarillo englobaba mi infancia, la relación con mi madre, la familia, la timidez y muchos temas que me movilizaban.
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Contame más sobre esos temas.
Es todo muy autobiográfico y sobre todo, de mi infancia. Todo lo que pasa en esa etapa de la vida, sí o sí queda para siempre. Yo tengo un súper apego a mi madre. Mis padres se separaron cuando era chico y mi madre me permitió crear desde muy pequeño y con mucha libertad. Eso es importantísimo. Yo veía Utilísima y los programas de manualidades con ella. Hacíamos collage juntos, me compraba lápices, me alimentaba mucho el lado artístico. Hay muchos de mis retratos donde ella aparece. Y lo bueno de esos momentos, donde posa para mí o donde estamos juntos trabajando mis imágenes, es que tenemos charlas sobre mi infancia o sobre cosas que pasaron. Y es muy valioso poder compartirlo con ella y darme cuenta, cuando ve las obras terminadas, que entendió todo. Mi mamá y mi infancia están presentes en mis trabajos amarillos.
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Debe ser muy sanador poder trabajar así con tu mamá, y una hermosa manera de afianzar tu vínculo con ella.
Sí, claro. Mi mamá es mi referente principal. Está en todo lo que hago.
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¿Y qué otros referentes tenés?
Mis referencias principales son musicales. En la escuela, por ejemplo, pasaba los recreos escuchando música y eso me conectó desde otro lado con muchas cosas. Además, la música y mi vínculo con ella vienen siempre acompañados con la imagen. Las letras me inspiran bastante en lo visual y en todo lo que hago. Me parece re importante que un artista visual tenga referencias musicales. Lady Gaga está en mi top. David Bowie también. Y de referentes visuales, Andy Warhol siempre. Creo que me gusta esa idea de que los referentes siempre vengan acompañados por una imagen que, de alguna manera, es memorable o que queda en el tiempo. Si hoy ves una Marilyn multiplicada con colores saturados, sabes de quién se habla. Si ves un rayo en una cara, también. Son esos gestos o íconos simples que se repiten en el tiempo y se vinculan a esos referentes. Esa idea me inspiró a mí también.
El amarillo está vinculado a ese juego de hacer algo que sea memorable y sostenido en el tiempo.
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Me encantan los íconos de la Cultura Pop que utilizás en toda tu “performance”, esa idea de incorporarte vos en imágenes de tus referentes en distintas situaciones. ¿Cómo es ese proceso?
Sí, generalmente utilizo imágenes que están en internet, y con Photoshop me incorporo a través de fotomontajes en situaciones muy específicas de esos famosos. Casi siempre es con Lady Gaga. Y lo que hago es incorporarle objetos de nuestra cultura, como un mate o algo más cercano a mí; y además, juego con los comentarios de las fotos. Me gusta llamarle “Fotos con mis chicas”. Darle esa vueltita de humor a una imagen de una famosa vestida con ropa de diseñador, pero que de golpe está tomando un mate o comiendo una empanada y caminando conmigo. Ese imaginario popular llevado a la importancia de la amistad con “mis chicas”, que son mis amigas de Salta que siempre están conmigo y las homenajeo de esta manera. Volviendo a mi infancia nuevamente, yo me la pasaba jugando con mis amigas y eso era raro para el resto. Yo lo que más quería era estar con ellas. Algo tan simple para mí pero que estaba “prohibido” o no se podía hacer porque yo era varón y tenía que hacer cosas de chicos.
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¿Extrañás Salta?
Sí, un montón. Más ahora, en este contexto.
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Contame de la nueva muestra donde estás exponiendo tu obra.
Ahí presento una instalación que habla sobre la intimidad, en una muestra que se llama Toque de Ceda, en la galería La Quimera en Capital, curada por Nancy Rojas. Se puede ir solo con cita previa y está hasta octubre. Fue una Expo que se armó toda por Zoom y salió buenísima.
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¿Por qué intimidad?
Mi infancia siempre presente. La intimidad y el baño, más que nada. El baño como mi escenario de la infancia. Ese lugar refugio donde me encerraba y bailaba frente al espejo, sin que nadie me mire. Y donde podía hacer lo que quería. Me pareció que podía ser interesante recuperar los objetos que están presentes en ese lugar, como el peine o el jabón, y colocarlos en una instalación.
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¿Cómo imaginás el futuro de la escena cultural?
De alguna manera, creo que es importante que se active un poco más el aspecto federal de la cultura. Hay un montón de espacios y de artistas en otras provincias que no son Buenos Aires que son geniales y deben visibilizarse y poder vincularse. Por ejemplo, en Salta sólo tenés el Profesorado de Artes Visuales y la mayoría se va a Capital Federal a estudiar o formarse como artista. Y obviamente, eso lo podés hacer si tenés recursos o la suerte te acceder a una beca, pero no todo el mundo puede. Se tiene que dar más importancia a lo que sucede en las provincias. Están ocurriendo muchas cosas y son todas geniales.
Creo que si viviera en la misma ciudad que Matías, seríamos grandes amigos. De esos de la infancia, que están en todas y te hacen viajar con palabras y anécdotas. Me encanta que Matías nos regale el amarillo para que no sólo sea el último color que vemos, sino también el primero. Sobre todo a la hora de emprender ese camino a ver nuestras cosas más íntimas, siempre desde un lugar diferente y revelador.
Muchas preguntas se hacen inevitables en estos días de incertidumbre. ¿Qué supone toda esta crisis en lo que respecta al sector cultural? ¿Existen estrategias para que los procesos creativos puedan continuar en este contexto mundial? ¿Qué tipo de proyectos tienen más posibilidades de sobrevivir? ¿Podría ser este un buen momento para plantear nuevas iniciativas para resignificar los procesos creativos y resurgir el arte contemporáneo de una manera innovadora?
En Árida creemos que la cultura no puede aislarse y, por eso, conversamos con diferentes referentes del sector para saber cómo están viviendo estos días de larga cuarentena y cómo imaginan los que vendrán.
Gente caminando por la calle con tapabocas, gobiernos enloquecidos hablando de aplanar la curva, familias enteras encerradas en sus casas, desesperación, miedo y confusión generalizada. ¿Qué pasa cuando la realidad supera a la ficción? Varias son las series, películas y obras que anticipan las posibles catástrofes y enfermedades que terminarían con el mundo como se lo conoce. Pero no basta con afirmar que el arte anticipa la realidad, es importante remarcar su superpoder para que conocerla no sea una pasada amarga.
“En el arte todo es posible. Es justamente el arte el que ha pasado y superado miles de pandemias y crisis, por eso va a haber una transformación y en esa transformación se va a reflejar todo lo que estamos viviendo en estos días”, asegura Silvina Mañueco, artista escénica, docente e investigadora, junto a Juan Rolón, su compañero de vida y también de profesión, sobre todo arriba del escenario. Y en la calle, porque ambos investigan y practican la estatua viviente como una composición escénica, que manifiesta la dualidad entre detención y movimiento, a través de un acontecimiento teatral.
Silvina Mañueco y Juan Rolón
Detención y movimiento,¿qué mejor para aplicar en estos días?
Como estatuas vivientes, remarcan la importancia de encontrarse con la contemplación en estos momentos de cuarentena, de volver a lo importante y mirar alrededor con otros ojos. “Siempre pienso en mi abuelo, que era chacarero y me decía que las respuestas a todas mis preguntas las busque en la naturaleza, en todo lo que está alrededor mío, en los pequeños detalles cotidianos, en lo que siempre me acompaña pero a veces no me doy cuenta”, recuerda Silvina.
“Nosotros somos artistas y convivimos, nos une lo familiar y lo laboral, sin embargo cada uno tiene su proceso en este momento. Siento que el teatro está más vigente en estos días, aunque no podamos salir al escenario ni estar en la calle. El teatro es aquí y es ahora, es la acción, es el interior, el cómo estoy, el revisar mi cuerpo, y creo que más que nunca estamos viviendo bajo todo lo que nos enseña el teatro”, resume Juan.
Por su lado, Marina Cisneros, artista y fotógrafa neuquina, también insiste en la meditación como una herramienta muy necesaria para sobrellevar la cuarentena.
“En la medida que cada uno pueda, pienso que es momento de frenar. Todos estamos experimentando un estado de incertidumbre. Son días muy personales. El mundo está cambiando y los artistas estamos acostumbrados a crear en crisis, somos estrategas de supervivencia porque creamos para sobrevivir. Yo nunca fui optimista y de repente, en esta pandemia, me brotó toda una cuestión de optimismo total, porque siento que frenar me ayudó a darme cuenta que hay que encontrar nuevas herramientas”.
Marina Cisneros
Como artista y coordinadora de diferentes talleres enfocados en nuevas pedagogías para trabajar y repensar la imagen, imagina el futuro de la escena cultural a través de una rebelión que rompa con la idea de normalidad que impone el sistema del arte. Una rebelión de artistas que se unan, pero no para compartir obra, sino para compartir inquietudes y plantear nuevas herramientas para un trabajo más profesional y menos precarizado en el arte.
“Para mí esto de estar en casa y trabajar desde casa es un estado ideal porque yo vivo siempre así; me pasa que me cuesta mucho adaptarme a los sistemas de vida comunes. Estar adentro me resuelve muchas cosas que tienen que ver, justamente, con la imposibilidad de vivir normalmente. Creo que este es el momento de unirnos y dejar de pensar en el arte como una cuestión meramente expresiva, y pensar que muchos artistas trabajamos profesionalmente. Entonces imagino una rebelión con la idea de ampliar la conciencia del ser artista, del ser trabajador del arte y de la cultura. Mirarnos de una nueva forma, repensar todo lo que somos y trabajar en red”.
Entonces, poner en cuestión la idea de normalidad, donde la cultura ocupa un lugar no privilegiado, se vuelve un dilema. Los impactos de la cultura es un debate que ya estaba emergiendo antes de la pandemia y ahora se está presentando, debido al acompañamiento que está significando lo cultural en esta crisis.
Mariano Martino, politólogo, gestor cultural y docente de IUPA, ve la cuarentena como una oportunidad de hacer borrón y cuenta nueva en lo que respecta al sector; de intentar pensar que si lo que se hacía hasta hace seis meses sigue siendo sostenible, viable y si se conecta con la comunidad. “Es importante pensar en transformar lo que hacíamos a lo que nos está sucediendo ahora. De alguna forma, todo esto nos obliga a adaptarnos a nuevas cosas, a tener contactos más estrechos con la comunidad, para saber cómo la están llevando nuestros pares y pensar el trabajo cultural como un trabajo conjunto”, resume Mariano.
Por su lado, Ingrid Quiroga, artista, gestora cultural y docente de IUPA, responsabiliza a todo trabajador de la cultura para poder ubicar al sector en el lugar que le corresponde.
“Está en nuestras manos empezar a visibilizar los impactos diferentes que tiene nuestro trabajo, tanto a nivel personal como a nivel comunitario. Hay un laburo que hay que replantear y ver cuáles son las formas en que medimos lo que hacemos. Antes de que esto comience, la cultura ya se encontraba en un lugar periférico, y es nuestro deber que no vuelva a estar ahí, cuando esto termine”.
Mariano Martino e Ingrid Quiroga
Tanto Ingrid como Mariano trabajan en el proyecto Puertas Abiertas, un espacio de acompañamiento y orientación para que las ideas o proyectos creativos de la comunidad de IUPA se fortalezcan y obtenga visibilidad. “Cuando trabajamos en las tutorías, algo que recalcamos mucho es la necesidad de tener aliados y pares con quien construir. En el pensar junto al otro, en el concepto de ecosistema, es donde se generan los mejores diálogos y es la mejor forma de posicionar a la cultura como ente vincular de todo lo que nos rodea”, concluyen.
El mundo está cambiando y no queda otra que hacer de la crisis una oportunidad. La cultura ya estaba viviendo un sacudón. Quizás la pandemia aceleró las cosas, llegó para generar nuevos interrogantes y crear nuevos mundos. No va a quedar otra que cambiar la percepción y la consolidación de los procesos creativos para poder estar a la altura.
Marina Cisneros Artista, fotógrafa, community manager y social media. Dicta talleres sobre producción y análisis de imagen, administra redes sociales de emprendimientos comerciales y artísticos. Desde 2007 participa de exposiciones colectivas en eventos culturales y galerías de arte con obras fotográficas. Ha sido jurado en concursos fotográficos. La serie de retratos autoreferenciales acompaña a la artista como una colección de estampitas de diferentes credos o postales de un viaje alrededor de varias vidas. Escribe sobre arte y artistas del Alto Valle para MejoInformado.com @marinacisneros_fotografia
Ingrid Quiroga Artista, curadora y gestora cultural. Lic. en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, Máster en Dirección de proyectos expositivos de arte y diseño por Elissava Escuela de Diseño – Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Coordinadora de Puertas Abiertas, vivero de proyectos artísticos y culturales del IUPA (Instituto Universitario Patagónico de las Artes), docente de la materia de Gestión Cultural del IUPA y del programa formativo de Gestión Cultural Pública del Ministerio de Cultura de Nación 2016-2017. @EnjambreCulturaColaborativa
Silvina Mañueco Actriz, Artista investigadora, Profesora de Teatro y artista visual. Se formó en la UNA (Buenos Aires) y con distintos maestros de la escena nacional e internacional. Continuó sus estudios en IUPA y sigue en formación permanente. Actualmente trabaja en IUPA y en producciones artísticas independientes. Se desarrolla como estatua viviente desde el año 2012. @silvina.manueco
Mariano Martino Politólogo y Máster en Gestión de la ciudad. Especializado en planificación cultural y políticas culturales. Autor del Plan Estratégico Integral de Desarrollo de Bariloche en el eje Social-Cultural. Experiencia institucional en diseño de políticas públicas enfocadas en el desarrollo cultural, procesos de innovación social y generación de redes de colaboración. @EnjambreCulturaColaborativa
Juan Rolón Actor. Estatua viviente desde 2007. Es docente del Departamento de Arte Dramático de IUPA. https://estatuaviviente.com/