Sobre el Mercado de Arte Contemporáneo de Córdoba 2025
El Mercado de Arte Contemporáneo (MAC) de Córdoba viene consolidándose como uno de los espacios más relevantes para la circulación, formación y encuentro en torno al arte contemporáneo en nuestro país. Su edición 2025, llevada a cabo el fin de semana del 4, 5, 6 y 7 de diciembre pasado, curada por Sofía Torres Kosiba y Manuel Coll, se ordenó bajo el concepto de “lo mercurial”, una noción que puso en el centro la versatilidad, la agilidad y los desplazamientos de las prácticas artísticas en un tiempo de grandes transformaciones. En ese marco, el MAC volvió a mostrar un mercado como espacio de encuentro, de aprendizaje mutuo y de actualización de escena. Estar ahí permite ver qué se está produciendo en otros territorios, cómo dialogan las prácticas entre sí y qué preguntas están movilizando a artistas, gestores, instituciones y públicos.
Participar de un mercado implica mucho más que ocupar un stand. Es una manera de situarse dentro de una conversación mayor. El arte es demasiado importante como para no compartirlo, y compartirlo hoy implica narrar nuestras prácticas, decir desde dónde venimos, desde dónde trabajamos y reconocer que ese “desde dónde” forma parte de la obra y de las relaciones que la obra produce.
.

.
Recién ahora, entendiendo ese -desde dónde- puedo contar que viajamos desde el Alto Valle de Río Negro y Neuquén hacia Córdoba para participar en esta nueva edición del MAC. Fuimos cuatro artistas patagónicas, como parte de Las Cosas, un proyecto joven nacido este año, pensado inicialmente para debutar en esta feria.
Estar en la Patagonia es habitar una distancia que a veces parece insalvable. No hablo únicamente del hecho de estar “lejos” del centro político y económico, esa idea persistente de que Dios está en todos lados, pero opera en Buenos Aires, también lejos de varios -muchos- imaginarios colectivos. A veces la distancia no es física únicamente, también es simbólica pero, desde varias perspectivas me atrevo a decir que también es una posibilidad. Desde esta lejanía, tuvimos que activar/aprender otras formas de mirar, de decir, de construir sensibilidad. Las distancias se vuelven, en el contexto de la producción artística, una suerte de materia prima. Y cuando volvemos a mirar, a mirar mejor, cuando hacemos foco de verdad, nos damos cuenta de que todo el tiempo están pasando cosas. Estamos rodeados de activaciones, de encuentros, de gestos pequeños pero insistentes que sostienen una escena artística bien patagónica a pesar de todo.
Como artistas o creadores tenemos una responsabilidad especial. Encontrarnos, charlar, compartir, romper la idea de que acá, en el sur, no hay nada. Ir hacia otros territorios también es una forma de decir “acá estamos”, de poner en circulación las preguntas y los materiales que surgen de nuestro día a día, de nuestra geografía y de nuestros propios pronunciamientos.
.


.
En este sentido, el Mercado de Arte de Córdoba resultó un espacio valioso. Si bien existe para promover la venta, no reduce la experiencia a la transacción. Al contrario, la programación, los intercambios espontáneos, las conversaciones que se arman entre pasillos, los vínculos que se abren hacia futuros posibles, construyen una atmósfera donde el gesto artístico y la comunidad valen tanto como el hecho económico. Y eso, en un contexto tan frágil para la cultura, es casi una declaración de principios.
Llevar nuestras prácticas y obras desde la Patagonia a un contexto urbano más grande con galerías instaladas, con otro ritmo de mercado y otra densidad institucional, fue un ejercicio de desplazamiento, y no únicamente físico.. Nuestra propuesta se sostiene en lo cotidiano, en las huellas silenciosas que construyen lo íntimo, en fragmentos, caligrafías, materiales que sostienen la vida diaria. Una sensibilidad que se vincula con la austeridad de nuestro territorio, con sus tiempos, con sus resistencias. Ver esa poética dialogar con el ecosistema cordobés, contrastar y mezclarse, abrió lecturas nuevas.
Participar desde un territorio periférico también redefine el sentido de federal. Y me gustaría hacer una salvedad porque no quisiera utilizar este término de manera errónea o superficial. Prefiero hablar simplemente desde una circulación real. Moverse con obras, con historias, con economías y con cuerpos implica intentar torcer una geografía cultural que generalmente tiende al centro. Llegar desde el sur demuestra que la producción fuera del centro es una insistencia y también una resistencia, un modo de decir “acá existimos”, que necesita y merece espacios para manifestarse y ser.
Volvimos del Mercado con conversaciones y aprendizajes. Pero sobre todo con la confirmación de que, incluso en tiempos de crisis, el arte sigue siendo uno de los pocos lugares donde encontramos maneras de seguir conectados. Un territorio donde todavía es posible narrar nuestras prácticas, compartirlas y dejar que otros respondan desde sus propias distancias y cercanías.
Al final de todo, estamos más cerca de lo que creemos.
.

