Abrazar al monstruo. Escribir para el lector que no disimula
ENTREVISTA A MAGELA DEMARCO
“Hay que escribir como si el lector fuera siempre más sagaz y más sabio que el que escribe”, señalaba, por allá por 2006, Ricardo Piglia, ensayista, escritor, periodista y hábil caminante de la literatura argentina.
Pasaron casi 20 años, pero esta cita resuena hoy como un río. Porque, a contramano de Piglia, hay cientos de autores -consagrados y no tanto- a los que les cuesta correrse del ego que supone tener la lapicera -o el teclado frente al procesador de texto- y dar paso a una humildad que, finalmente, ponga de pie al lector.
El asunto se pone fragoso si, encima, ese lector sagaz es curioso, espontáneo, sin filtro. No duda en abandonar la lectura si no lo convoca. La escritura para infancias, y de eso estamos hablando, necesita romper algunos moldes. Acaso entregarse, de lleno, al lector que no disimula. Ése que muestra empatía, o ceño fruncido; cuyo “gracias”, a veces, no se escucha, pero lo asevera con una dulce mirada.
En esas aguas navega Magela Demarco, escritora bonaerense, madre, contadora de historias, licenciada en Periodismo. Sus obras “para chicos”, así las define, recorren escuelas, ferias, bibliotecas y espacios donde aún la lectura es un refugio, y no solo de niños. En su haber detalla 10 libros publicados en Argentina, 2 en España, 1 en Colombia, 1 en México y 12 en Perú.
“Nunca se me ocurrió que yo podía vivir de eso”, asegura Magela. La literatura aparece en su adolescencia, cuando escribía para adultos. “Para mí, es sanador escribir; yo necesito poner en un papel lo que siento, lo que me pasa”. En efecto, hay cuentos, poesías y relatos que no forman parte de sus libros pero ahí están, en la red, disponibles para ser leídos, compartidos y aquerenciados.
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Magela vivió en Zárate, Campana y la Ciudad de Buenos Aires. Creció entre libros, y ese amor lo volcó en una carrera universitaria. Así llegó a una licenciatura en periodismo, oficio y profesión que abrazó con fuerza por más de 15 años, atravesados por una etapa en un diario masivo. En paralelo, se presentaba a certámenes de literatura.
Inés Garland, escritora argentina –premiada en 2023 en Italia por su libro Lilo– dice que a la literatura hay que atravesarla con el cuerpo.
Magela abrevó en el campo literario todo eso que la convocaba: escribir desde las entrañas, de aquello que la enojaba, preocupaba o comprometía. Llegó así, en 2017, su primer libro infantil: Mi amigo el mar, la historia de una niña que descubre que el mar puede llevarse cosas, pero también puede traer amigos y hasta un novio para su mamá.
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María Elena Walsh decía que escribir para chicos era un género que daba más posibilidad de juego. Nuestra entrevistada escribe “simple”, así lo define. En Magela, escribir es un guiño, un abrir y abrirse al otro con temas que ocupan la realidad de miles de infancias.
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-¿Cómo ves vos tu escritura? ¿Cuál es tu manera de convocar a tus lectores?
-Siento que el periodismo me sirve y me sirvió un montón para mi escritura, porque mis cuentos están atravesados por la realidad y por lo social; no son cuentos de piratas, de dinosaurios, de astronautas, claro. De hecho, las historias tienen que ver con cosas vividas por mí o por personas cercanas.
-¿Cómo es tu método de trabajo? ¿Tenés una rutina?
-Yo escribo desde las cosas que me movilizan. Soy la persona más desorganizada del mundo. Soy desordenada, no puedo ponerme rutina. O sea, las únicas rutinas que tengo son ir a los colegios por las charlas o actividades, porque doy talleres. También para las presentaciones en ferias de libros.
Decisiones cruciales
El empujón inevitable y necesario fue Tobías. Fundamental, dice ella. Con el nacimiento de su hijo, se animó a dejar el periodismo, jefes y horarios, y dedicarse de lleno a la literatura.
-Empecé a pensar que Toby iba a crecer y me iba a preguntar si yo había cumplido mis sueños en la vida. El primero era ser mamá. Pero el segundo sueño tenía que ver con esto: con publicar mis historias. ¿Cómo le iba a decir a mi hijo que no pelee por las cosas que quiere si yo ni siquiera lo había intentado?
Tobías es hoy un adolescente, pisa los 14. Vino a este mundo a “enseñarle cosas”, a poner en juego sus miedos y deseos.
-Bueno, en aquel momento también me separé.
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Las vivencias personales, así como esa búsqueda de relatar de modo simple pero potente, están en la piel. Porque tanto ella como Caru Grossi, ilustradora de muchos de sus libros, fueron abusadas. En efecto, el eje de la obra Sola en el bosque aborda el abuso infantil y la violencia. Esta publicación ha sido declarada de interés general por la Cámara de Diputados de la Nación.
Para este proyecto, Magela y Caru fueron asesoradas por el Servicio de Salud Mental del Hospital Materno Infantil San Roque de Paraná, Entre Ríos, Argentina.
-Empezamos a leer libros, informarnos y brindar capacitaciones con más información porque había necesidad en la gente de saber. Así que estuvimos como un año y pico recorriendo bastantes provincias con Sola en el bosque.
Una nueva característica aparece: ese trabajo empático, de sobreentendimiento, que forjaron Magela y Caru, una barilochense radicada en Buenos Aires. Grossi estudió y trabajó como escenógrafa y vestuarista. ”Soy ilustradora porque necesito comunicar lo que siento, lo que veo, lo que me conmueve”, señala la definición que figura en la editorial La Brujita de Papel. Magela insiste en que Caru es tan autora de sus libros como ella, por esa conexión que trasciende en cada página de los libros.
Hay más coincidencias. Después de encontrarse, por primera vez en una feria del libro, descubrieron, además, que eran vecinas.

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-Tus libros, además, incluyen una guía didáctica para docentes. ¿Por qué pensaste en esa opción?
-Poder incorporar una herramienta como la guía cobra sentido para que se pueda trabajar. Mi vieja es docente de geografía jubilada. Yo sé lo duro que es que un docente, que se la pasa laburando 20.000 horas, tenga que escuchar a tipos diciendo que los docentes tienen dos meses de vacaciones. No, se la pasan corrigiendo, preparando clases.
Entonces, desde ese lugar, para mí es interesante darles una guía de actividades -que además están chequeadas por licenciadas en educación o psicólogas-. Me interesa que desde esa mirada se abarquen los libros.
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–Palabras semilla, Un papá con delantal, Sola en el bosque. En todos hay tramas de temas que son universales, como el duelo, el acoso, la violencia. ¿Hay una búsqueda consciente de abordarlos?
-Los temas son profundos. De hecho, los temas que vienen ahora que se van a publicar, sí, también tienen ideas profundas. Me movilizan esas cosas. Sí, resueno con esas temáticas, me comprometen. Y estaba pensando que tengo que escribir más libros de humor porque a mí me divierte también escribir de humor, pero no me salen solos.
Las obras de Magela -y de Caru- tienen la simpleza que convoca la mirada infantil, la emoción de los colores y detalles en sus ilustraciones; la profundidad de los temas, y la pincelada del humor en algunas obras. Por ejemplo, Un papá con delantal, que toca el tema de la igualdad de género, específicamente en la distribución de las tareas del hogar. Un pelo de monstruo, también con humor, introduce una historia tan común como difícil: el acoso escolar.
-En esta obra hay muchas palabras inventadas: “los monstruos brugen en vez de rugen. Son palabras que causan gracia”, señala.
Y es cierto que muchos se sienten Joaquín, el protagonista, que no quiere ir al colegio nuevo porque Vicente le pega coquitos en la cabeza. A Joaquín le gustaría que apareciera un monstruo verde gigante para asustar a su compañero molesto.
-Tengo un peluche, que es el monstruo, y lo llevo a las charlas en las escuelas. Desde jardín hasta sexto grado, todos quieren que el monstruo los acaricie. Hay una necesidad de cariño inmensa, de prestarles atención, de ser escuchados y escuchadas, de contención.
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Semilla que no para de crecer
“Nuestras palabras tienen poder. Nuestras miradas y gestos, también. Nos pueden entristecer, angustiar, derrumbar. O nos pueden acompañar, impulsar, abrazar y permitirnos descubrir que tenemos alas, por si queremos volar.
Plasmada en la contratapa de Palabras Semilla (2022), no es casual que este libro hoy sea un longseller. Presente en ferias, escuelas y otros espacios, el libro de Magela permite el diálogo sobre aquello que lastima, porque Palabras Semilla interpela con palabras llanas, sin caer en el dogmatismo o en el sermoneo.
Cuando la obra cala hondo, se traduce en metáforas visuales, en palabras honestas y hasta en marca. La biblioteca del Jardín N 940 de El Pato, Berazategui (Buenos Aires) eligió llamarse Palabras Semilla. Otra biblioteca, esta vez, del Jardín Municipal de Bernal, eligió nombrarse como Magela DeMarco.
-“Hay palabras cargadas con flechas”, “hay frases que pegan piñas en la boca del estómago”. Palabras Semilla construye su propio camino.
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Su amigo, el mar
Un lugar en el mundo. Villa Gesell, para nuestra entrevistada, es un paisaje que, como el oleaje, siempre vuelve. Pasó allí muchos veranos, en compañía de su entonces pareja -padre de Tobías- y su hijo, y muchas familias amigas. Muchos recuerdos, de los gratos, de risas saladas.
-Siempre digo que cuando sea más viejita o más grande, me voy a ir a vivir a Villa. Tiene un bosque lleno de eucaliptus y de pinos con un aroma que me encanta. Sí, yo podría vivir tranquila y feliz en el mar, en cualquier tipo de mar con olas, pero Villa es especial para mí.
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