ENTREVISTA A MATÍAS DE LA GUERRA
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Los invito a los viajes del mundo imaginario de Matías a bordo de su submarino. Amarillo, claro.
Cuando Borges empezó a perder la visión, el último color que tuvo la oportunidad de ver fue el amarillo. Matías es artista multimedial, vive en Buenos Aires pero es bien, bien salteño. Cuando ingresa a la pantallita para que charlemos, mueve sus manos con mucha alegría para saludarme. Lo primero que me dan ganas de hacer es abrazarlo porque me hizo sonreír y eso, en estos tiempos, es una tarea bastante difícil. Dicen que el amarillo es el color de la felicidad. Para mí Matías es amarilloso por eso, aunque él, ya verán, haya encontrado mil formas mucho más inteligentes de definir por qué elige el amarillo y no otro color.
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¿Quién es Matías?
Soy un chico de 25 años que vivió en Salta casi toda su vida, pero ahora vivo en Buenos Aires. En este momento estoy pasando por una gran transformación porque antes de llegar a Buenos Aires, me movía muy cómodamente en el mundo digital: trabajaba en video y fotografía, más que nada. Al llegar a Capital y cursar el Programa de Artistas de la Universidad Torcuato Di Tella 2019-2020, donde quedé seleccionado, cambió todo porque empecé a intercambiar con otros artistas, con otros lenguajes y con otras materialidades; y de a poco, mi obra mutó a algo mucho más material. Además, acá en Buenos Aires vivo en la Residencia Zona Imaginaria, donde también tengo la posibilidad de experimentar en talleres de distintos tipos y con varios artistas. De golpe, abandoné un poco el mundo digital para meterme a experimentar con otros lenguajes donde trabajo el proceso creativo de otra manera.
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Digamos que fuiste al revés de todo el mundo en esto de lo digital, en medio de tanta virtualidad.
Sí, cuando empezó la cuarententa y todo se volvió más virtual que antes, en algún punto me saturé. Entonces pasé, con más razón, a la materia, a la idea de poder tocar lo que hago, de trabajar en el proceso. Ahora estoy experimentando con cerámica, por ejemplo, y tengo que hornear, esmaltar; y eso significa tener que esperar para ver lo que trabajé y también tiene un gran factor sorpresa que me emociona mucho. Yo soy super impaciente y esto me viene genial. Todo esto hizo que tenga nuevo sentido en un tiempo en donde no todo tiene mucho sentido.
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Me encanta que hayas pasado de lo digital al trabajo más material, pero más allá del formato, ¿sos consciente de lo performática que es tu obra?
Sí, el otro día participé de un taller y les contaba que me encantaría hacer performance, pero que me re cuesta lo escénico, porque soy muy tímido y tengo pánico. Mientras contaba esto, una chica del taller me dijo que yo ya estaba haciendo performance, ya sea por decisión de trabajar el amarillo o por mi forma de comunicar lo que hago, a través de mi cuerpo presente en la obra. Eso estuvo bueno y me abrió otras posibilidades.
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¿Por qué el amarillo?
Hace seis años que el amarillo está en mi vida. Primero, comenzó como algo muy estético o visual, cuando salí de la escuela y empecé a hacer cursos de diseño y fotografía. Al principio, empecé a hacer experimentaciones con fotografías monocromáticas, donde yo me mezclaba con el contexto. Por ejemplo, veía un auto azul y yo me ponía con algo azul al lado del auto. Cuando empecé con el amarillo, justo me había comprado unos zapatos amarillos y me saqué una foto en una pared amarilla. A los pocos días, estaba caminando por Salta y una chica me paró y me dijo: “Pará, pará, ¿vos sos el de los zapatos amarillos?”. Me pareció muy gracioso y singular lo que pasó. A partir de ahí, empecé a investigar el color. No es casualidad que el amarillo sea tan memorable visualmente. Entonces, comencé a sacar fotos del amarillo y a subirlas a las redes. Mis amigues empezaron a regalarme cosas amarillas, me avisaban cuando veían algo amarillo en la calle para que vaya a sacar fotos. A partir de ahí, todos mis intereses y ejes temáticos se hilaron perfectamente con el amarillo. Digamos que se convirtió en algo que iba justo conmigo y lo adapté como una marca, ya no tanto como una cuestión visual o estética. De golpe, el amarillo englobaba mi infancia, la relación con mi madre, la familia, la timidez y muchos temas que me movilizaban.
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Contame más sobre esos temas.
Es todo muy autobiográfico y sobre todo, de mi infancia. Todo lo que pasa en esa etapa de la vida, sí o sí queda para siempre. Yo tengo un súper apego a mi madre. Mis padres se separaron cuando era chico y mi madre me permitió crear desde muy pequeño y con mucha libertad. Eso es importantísimo. Yo veía Utilísima y los programas de manualidades con ella. Hacíamos collage juntos, me compraba lápices, me alimentaba mucho el lado artístico. Hay muchos de mis retratos donde ella aparece. Y lo bueno de esos momentos, donde posa para mí o donde estamos juntos trabajando mis imágenes, es que tenemos charlas sobre mi infancia o sobre cosas que pasaron. Y es muy valioso poder compartirlo con ella y darme cuenta, cuando ve las obras terminadas, que entendió todo. Mi mamá y mi infancia están presentes en mis trabajos amarillos.
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Debe ser muy sanador poder trabajar así con tu mamá, y una hermosa manera de afianzar tu vínculo con ella.
Sí, claro. Mi mamá es mi referente principal. Está en todo lo que hago.
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¿Y qué otros referentes tenés?
Mis referencias principales son musicales. En la escuela, por ejemplo, pasaba los recreos escuchando música y eso me conectó desde otro lado con muchas cosas. Además, la música y mi vínculo con ella vienen siempre acompañados con la imagen. Las letras me inspiran bastante en lo visual y en todo lo que hago. Me parece re importante que un artista visual tenga referencias musicales. Lady Gaga está en mi top. David Bowie también. Y de referentes visuales, Andy Warhol siempre. Creo que me gusta esa idea de que los referentes siempre vengan acompañados por una imagen que, de alguna manera, es memorable o que queda en el tiempo. Si hoy ves una Marilyn multiplicada con colores saturados, sabes de quién se habla. Si ves un rayo en una cara, también. Son esos gestos o íconos simples que se repiten en el tiempo y se vinculan a esos referentes. Esa idea me inspiró a mí también.
El amarillo está vinculado a ese juego de hacer algo que sea memorable y sostenido en el tiempo.
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Me encantan los íconos de la Cultura Pop que utilizás en toda tu “performance”, esa idea de incorporarte vos en imágenes de tus referentes en distintas situaciones. ¿Cómo es ese proceso?
Sí, generalmente utilizo imágenes que están en internet, y con Photoshop me incorporo a través de fotomontajes en situaciones muy específicas de esos famosos. Casi siempre es con Lady Gaga. Y lo que hago es incorporarle objetos de nuestra cultura, como un mate o algo más cercano a mí; y además, juego con los comentarios de las fotos. Me gusta llamarle “Fotos con mis chicas”. Darle esa vueltita de humor a una imagen de una famosa vestida con ropa de diseñador, pero que de golpe está tomando un mate o comiendo una empanada y caminando conmigo. Ese imaginario popular llevado a la importancia de la amistad con “mis chicas”, que son mis amigas de Salta que siempre están conmigo y las homenajeo de esta manera. Volviendo a mi infancia nuevamente, yo me la pasaba jugando con mis amigas y eso era raro para el resto. Yo lo que más quería era estar con ellas. Algo tan simple para mí pero que estaba “prohibido” o no se podía hacer porque yo era varón y tenía que hacer cosas de chicos.
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¿Extrañás Salta?
Sí, un montón. Más ahora, en este contexto.
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Contame de la nueva muestra donde estás exponiendo tu obra.
Ahí presento una instalación que habla sobre la intimidad, en una muestra que se llama Toque de Ceda, en la galería La Quimera en Capital, curada por Nancy Rojas. Se puede ir solo con cita previa y está hasta octubre. Fue una Expo que se armó toda por Zoom y salió buenísima.
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¿Por qué intimidad?
Mi infancia siempre presente. La intimidad y el baño, más que nada. El baño como mi escenario de la infancia. Ese lugar refugio donde me encerraba y bailaba frente al espejo, sin que nadie me mire. Y donde podía hacer lo que quería. Me pareció que podía ser interesante recuperar los objetos que están presentes en ese lugar, como el peine o el jabón, y colocarlos en una instalación.
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¿Cómo imaginás el futuro de la escena cultural?
De alguna manera, creo que es importante que se active un poco más el aspecto federal de la cultura. Hay un montón de espacios y de artistas en otras provincias que no son Buenos Aires que son geniales y deben visibilizarse y poder vincularse. Por ejemplo, en Salta sólo tenés el Profesorado de Artes Visuales y la mayoría se va a Capital Federal a estudiar o formarse como artista. Y obviamente, eso lo podés hacer si tenés recursos o la suerte te acceder a una beca, pero no todo el mundo puede. Se tiene que dar más importancia a lo que sucede en las provincias. Están ocurriendo muchas cosas y son todas geniales.
Creo que si viviera en la misma ciudad que Matías, seríamos grandes amigos. De esos de la infancia, que están en todas y te hacen viajar con palabras y anécdotas. Me encanta que Matías nos regale el amarillo para que no sólo sea el último color que vemos, sino también el primero. Sobre todo a la hora de emprender ese camino a ver nuestras cosas más íntimas, siempre desde un lugar diferente y revelador.
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