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Es una talentosa y multifacética mujer, actriz, dramaturga, cantante y poeta mapuche que ha tejido historias junto a su pueblo recorriendo el territorio. Pero dejemos que Luisa nos diga quién es.

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Le preguntamos a Luisa por los personajes de una de sus obras más reconocidas, Es bueno mirarse en la propia sombra (Fei c´mei ahihuiñ tuhun), trabajo que remite a acontecimientos históricos de nuestra región. Queríamos ahondar en las características de esta pieza teatral estrenada en 1987, que relata la historia del pueblo mapuche que vivía en la Patagonia hasta que llega “el blanco”. En este encuentro la dama antigua es asesinada. Pero surge desde el campo la abuelita Erminda con la memoria de sus ancestros y su hija Julia, que vive atropellada por la cultura moderna dominante y se debate entre el olvido o recobrar su verdadera identidad.

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En primer lugar, nos interesaba saber, ¿cómo nacieron los personajes de Es bueno mirarse en la propia sombra?

Por la preocupación que tenía por mi identidad, por poner en cuestionamiento, por ponerle interrogantes y también preguntar más, y por mostrar no sólo mis propias preguntas y tradición. También desde una posición de dignidad, de respeto, de sano orgullo. Creo que haberme animado a hacer esta obra fue un proceso de mucho dolor, de mucho… de mucho trabajo, de mucho temor, de muchas dudas pero trabajé mucho y mucho tiempo; pensé mucho y sí, pasó por mi cuerpo, por mi sensibilidad, por mis valores, por mis carencias.

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¿Cuál fue el puntapié para comenzar con este escrito y con los unipersonales?

Yo escuchaba, cuando se pudo hablar, con el advenimiento de la democracia, un poco antes con el tema de Malvinas, que todo el mundo hablaba de su pueblo o se hablaba de la Argentina y de lo nacional, del origen. Y entonces, empecé a interrogarme, a querer entender por qué tanta discriminación, por qué siempre nos convocaban para hacer los trabajos más humildes o en cualquier momento de alteración se nos insultaba o se nos utilizaba como ejemplo de lo “malo” o de lo “feo”. Así que, todas esas preguntas empezaron a darme vueltas de manera más profunda y empecé a entender este impulso que yo tenía de seguir jugando, de seguir cantando, de seguir combinando cosas para que la vida sea un poco mejor. Y entonces, con esa idea, me fui acercando al Teatro. 

Pero fundamentalmente, alguien me dijo que quería hacer un Taller de Teatro, que no se animaba, que la acompañara. Yo me digo: “bueno, la acompaño, total yo no voy a hacer teatro” -eso pensaba, porque había visto una obra y no me había gustado-. Entonces, la acompañé a esa clase, pero yo quedé en la platea mirando. Y en ese momento, Eugenio Felipeli, que era el maestro que venía en esa época y que yo no conocía porque nunca había ido a Casa de la Cultura ni al teatro que había en ese momento, me dijo: “bueno, ahora te toca a vos que estás sentada en la platea”. “No”- le contesté- “yo no vine a tomar la clase. A mí no me gusta el teatro”. “Pero subí”, insistió Eugenio. Y bueno, subí. Él me dio unas pautas para hacer improvisaciones y desde entonces me olvidé en dónde estaba y ya no me bajé más.

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¿Con cuál personaje de la obra se identifica más? ¿Por qué?

Para hacer práctica de la honestidad intelectual, voy a decir que son dos los personajes, en este caso. La abuelita Erminda, la abuelita mapuche que hago, y su hija Julia, el personaje de la joven en la obra Es bueno mirarse en la propia sombra.

En el caso de la abuela, es por toda esa capacidad de amor, de llevar la vida, de estirar los brazos -como digo-. Y en el caso de Juli, por toda esa confusión, ese dolor y esa posibilidad que se le quita a algunas personas cuando no se les da la posibilidad de vivir una vida más natural, más cariñosa y familiar con pertenencia. A veces, somos nosotros mismos los que ejercemos la agresión o lo dejamos afuera al otro. No somos conscientes pero hay un sistema que nos va modelando para ser individualistas o para no permitirnos ser más solidarios o estirar los brazos, por eso creo que la obra fundamentalmente llama la atención en ese sentido también. ¿Qué están haciendo con nuestro ser, con nuestra vida? ¿Qué estamos dejando, qué estamos permitiendo que hagan con nuestra vida?

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El personaje de “la Juli” en la actualidad, ¿cómo se imagina usted que sería?

Viviría con dos celulares hablando, llamando a la mesa a los hijos a través del celular. Este personaje histriónico, doloroso, dramático, resulta ser quien más interpela al sistema de vida establecido por el consumismo, la desigualdad, el individualismo y la historia. Estos son los pilares o las inquietudes más profundas que yo he tenido. En este oficio nunca me sentí más lúcida ni más inteligente que nadie, así como se comparte un pan. Por eso la abuelita Erminda comparte un pan, eso que viene desde la mujer, del alimentar, no vaya a ser que alguien esté teniendo un poco de hambre, hambre de cariño, de escucha o de ser mirado, por eso “Es bueno mirarse en la propia sombra”. 

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¿De qué forma se preparaba para hacer cada personaje siendo tan diferentes?

Desde el comienzo, desde la inquietud de dar una versión de la historia de cómo nos sentimos o de qué fuerza tenemos o de qué dolores, qué ilusiones, qué no sabemos… De toda esa mezcla de sentimientos, de pensamientos… también a la vez ir apuntando como si tuviese una inspiración, si venía alguna imagen de personaje, ya  buscaba algo de ese personaje. 

Yo creo que “Es bueno mirarse en la propia sombra” y me emociona mucho decirlo… arrancó desde la abuelita Erminda, que es la abuelita campesina que sería la generación de mi abuela, entonces desde ahí y con ese elemento fue como un proceso intenso, no desesperado sino con entusiasmo con mucha… yo insisto mucho con la impecabilidad, el equilibrio, con los silencios, siempre. Y yo la incorporé para mi trabajo la palabra higiene como un instinto que no solo desde lo doméstico tiene que estar todo limpio, sino porque nosotros trabajamos con nuestro cuerpo, con nuestro organismo con todos nuestros sentidos… entonces yo entiendo que no es desde el caos. Así que tenía las cositas que se me iban apareciendo como necesarias, las iba trayendo y fue llenando la mesa y yo escribiendo de cosas que también desde el principio fue así ¿no? Cada objeto para mí tiene un destino, un cuidado… creo que la gente más cercana que me conoce sabe que de mi parte no ha visto nunca ni los zapatitos ni el pañuelito ni ningún poncho dejado así… todo es cuidado porque después eso a mí siempre me ayudó a ingresar en lo profundo o en el universo de esos personajes. Con los que dialogo también, los amo porque siento que me han acompañado, que se han configurado y no se han ido.

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¿Cómo ve la participación de la mujer en estos tiempos y especialmente en los encuentros de mujeres?

Creo que en los últimos 20 años la mujer ha ido ocupando espacios y apareciendo en todos los ámbitos y especialmente, en el cultural, en el de los derechos humanos; en fin, en todo lo que tiene que ver con lo artístico y cultural. Porque tenemos mucho para decir y mucho para hacer, y también una sensibilidad especial, no digo mejor que lo masculino, pero tiene esto de lo que estamos conformadas las mujeres… de hermandad de hijas, de vecinas, de luchadores, de gente del arte, de gente del servicio social, de la salud… para mí en esos ámbitos se han encontrado las compañeras. Es muy importante la producción que ha venido generando la mujer en toda la cultura. En el ámbito de nuestra provincia ha sido muy destacado, son muchas las compañeras que hoy son referentes y que marcaron los primeros caminos.

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¿Qué ha significado Es bueno mirarse en su propia sombra, para usted?

Una gran inquietud, una gran preocupación, muchos desvelos, fundamentalmente mucha interpelación interna y también hacia afuera; yo me pensaba con mi familia, me pensaba con mis vecinos, en sus tiempos con mis hermanos, con mis paisanos, con referentes que ya tenía en distintos lugares del país. También los referentes han sido para mí impulsos, ejemplos y también amparo y una responsabilidad. Tener una responsabilidad porque esos referentes han sido muy importantes y lo siguen siendo, aunque no puedo trabajar o seguir produciendo… tampoco es importante que yo siga produciendo, siguen ahí latiendo y yo sigo aprendiendo muchas cosas. Encontrando en cada lugar donde fui esos aprendizajes, ese amparo en los barrios, en el campo, en los distintos grupos de teatro de nuestra provincia del sur, de otras provincias también… sólo agradecimiento y sigo aprendiendo, defendiendo ese teatro, esa expresión y esa riqueza que tenemos como país,  esas herramientas, esas memorias de nuestros abuelos, de nuestra gente, de nuestras luchas que han hecho nuestros hermanos del país. Así que… no solo indígenas, siempre cuando tenemos un impulso y nos pensamos con el otro seguro que aparece un camino para seguir.

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Actrices Investigadoras de la Patagonia está compuesto por Ivana Noel Véscovi, actriz, profesora de teatro, Lic. en Educación, investigadora y docente del IUPA. Lilén Quintín, actriz, prof. de teatro, investigadora y docente del IUPA. Ana Micaela Arias, actriz, prof. de teatro, cantante, doblajista, investigadora y docente del IUPA. Georgina Guerrero, actriz, prof. de teatro, tallerista, investigadora y estudiante de la Lic. de Arte Dramático del IUPA.

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Las opiniones y comentarios desarrollados en esta publicación responden a la subjetividad de los autores que participan.

“Fei c’mei ahihuiñ tuhun”

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