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Entre 1949 y 1952 Ronald Richter, científico austríaco, desarrolla el Proyecto Huemul, con el apoyo del presidente Juan Domingo Perón, instalando un laboratorio secreto en dicha isla. Este proyecto buscaba generar energía nuclear por reacciones termonucleares, elevando la temperatura de manera concentrada, en palabras del científico buscaba crear un pequeño sol. El proyecto fue un fracaso.

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De esta historia se desprende el proyecto artístico y de investigación de Agustina Triquell y Manuel A. Fernández, llamado Huemul. El mismo se inicia en el año 2013 e incluye instalaciones, acciones efímeras, fotografías, site-specific y un foto-libro que integra el archivo de esta experiencia. Este dúo de artistas comparten experiencia en la investigación de la imagen fotográfica, Triquell se centra en la imagen de archivo y sus usos, mientras que Fernández en la encrucijada de la realidad y ficción de la imagen. Sus obras trabajan la recuperación de archivos, collages, instalaciones e investigaciones. 

Huemul trata sobre cómo las personas cuentan historias: rumores, secretos y verdades operan en un mismo nivel. Esta no es una historia coral, es una historia total y fragmentada a la vez, donde  la contradicción ocupa un rol protagónico. Aquí se cruza lo fantástico, con hechos históricos, chismes y ficciones, siendo imposible desenredar todas las versiones sobre un mismo hecho, el proyecto científico de Richter, descrito a muchas voces.

Al día de hoy, el proyecto de Triquell y Fernández ha dado varios frutos, se han hecho dos instalaciones, la primera fue realizada en la ciudad de Córdoba, se llama Episodio I: El hombre que amaba a los gatos (2018), transcurrió en la Academia Nacional de Ciencias. La segunda llamada Episodio II: Soberbia perspectiva de frondosos bosques (2022) fue realizada en la ciudad de Buenos Aires en Local de Artes Recientes. Por último, se ha publicado un foto-libro, en el cual nos centraremos en este escrito.

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El foto-libro Huemul mide 27 x 34 cm, tiene 60 páginas. Su materialidad remite a una revista de vanidades de la década de los 90´s con unas dimensiones un poco más grandes que las usuales de este tipo de publicaciones. El papel elegido es brillante, colabora a realzar el alto contraste tonal de las imágenes, la mayoría en blanco y negro, y pocas en color. A simple vista, destaca que la portada es una imagen que ocupa toda la cara y contra cara del libro, es en blanco y negro y del lago Nahuel Huapi visto desde el Cerro Otto, su particularidad reside en no visibilizar el nombre del libro, ni sus autores. El libro no está engrapado, generando la sensación de poder reordenarlo al antojo del lector. Todas las páginas tienen imágenes que ocupan casi toda la hoja, con un margen blanco de 3 cm donde se ubican los textos en tipografía negra, que, por contraste, al ser tan pequeños, llaman mucho la atención. Cuatro páginas son diferentes al resto, son de un papel opaco, mate, y contiene solo textos: la primera nos informa del título y los autores, la segunda está en blanco, la tercera contiene un texto de Ana Llurba, escritora cordobesa con varias novelas y libros de poesía publicados, y la cuarta contiene información editorial.

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Las imágenes que integran esta publicación/investigación poseen múltiples procedencias: Archivo General de la Nación, Revista Panorama, Revista Planeta, Revista Muy Interesante, postales y fotografías encontradas y fotografías propias de Triquell y Fernández. La pintura de Tomás Maldonado pertenece a la colección del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (reproducción de Viviana Gil). Las pequeñas notas fragmentarias a los márgenes de las imágenes son opiniones de entrevistados o conclusiones de los autores sobre el hecho histórico del Proyecto Huemul de Richter.

Este libro no se puede catalogar como tradicional, pero parece aportar una estructura narrativa clásica (introducción, nudo y desenlace), dividiéndose en cuatro apartados: I– El hombre que amaba a los gatos, nos contextualiza en la figura de Richter, su llegada a Argentina, paso por Córdoba y el encuentro con Perón, que da pie al proyecto científico nuclear. II- La Isla secreta, da pinceladas de la personalidad de Richter y la creación del laboratorio en Isla Huemul. III- Comienzo del fin, cuenta el momento de la decadencia del proyecto, cuando Carlos Balseiro y una comisión de investigación realizan un informe lapidario del proyecto, que da fin al mismo. IV-Conclusiones, este apartado incluye las impresiones de los autores sobre su investigación, donde destacan comentarios como los siguientes: “Al parecer dábamos la impresión de no saber nada” o “Tal vez tardamos mucho en entender eso. En asumir la convivencia de múltiples contradicciones. Porque las contradicciones son parte de esta historia”, rematando el libro con “Nuestra conclusión es que nadie sabe que paso, pero todos tienen sus ideas”.

¿Podemos enmarcar Huemul dentro del paradigma de la post- fotografía? La post- fotografía, para Joan Fontcuberta, artista y teórico de la imagen fotográfica, cuestiona la verdad que se supone en ella, reconsidera la figura del autor, la noción de creación, así como el papel del espectador y la propia figura de la fotografía como lenguaje. Defiende que la fotografía es escritura y lenguaje al mismo tiempo, del mismo modo que es arte y documento, desligando a su histórico uso de verdad y memoria.

El libro de Fontcuberta La furia de las imágenes, notas sobre la post- fotografía (2016), advierte algunas características de la imagen fotográfica en la contemporaneidad: la figura del autor no se identifica necesariamente con quien acciona el disparador, ampliando su campo de acción a todos los estadios de lo fotográfico. Problematiza la responsabilidad del creador contemporáneo que inmerso en un mundo saturado de imágenes, debe adscribirse a las lógicas de reciclaje, efecto del hacer fotográfico cotidiano y democratizador, que hace que todos seamos productores y consumidores de imágenes al mismo tiempo, con un resultado aceptable en calidad de imagen, donde la accesible tecnología pueda alterar la iconicidad de la captura con una facilidad pasmosa, diluyendo rápidamente la apariencia de lo real.

Huemul aborda un espacio-tiempo asincrónico, trata un pasado que mira a un futuro que parece una fantasía distópica, se enreda con las opiniones de actores del presente, viaja desde Austria a Córdoba y de allí al Nahuel Huapi, utiliza imágenes de archivos que son cortadas y reencuadrándolas sin pudor. De este modo, busca poner en evidencia nuestra forma de crear historias, y, por ende, construir la realidad. Manifiesta la apropiación, generando creación.  

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En Huemul la experiencia estética es producida gracias al fragmento, lo inconexo, el guiño al cine de ciencia ficción o una novela Pulp. Nos permite imaginar a Perón dudando de sus decisiones y Richter usando casco para pensar. Las anécdotas nos hacen desear saber más, y en estos vacíos podemos armar nuestra propia historia, fruto de lo que sabemos y nuestra imaginación. Como lectores se nos da la responsabilidad de completar la historia.

Existen muchos antecedentes en la historia del arte a lo que hoy llamamos post fotografía, nos centraremos en algunos ejemplos del Arte Cinético, corriente artística contemporáneas a la génesis del Proyecto Huemul de Richter y al Atlas Mnemosyne de Aby Warburg.

El cinetismo es un movimiento artístico que nace al finalizar la II Guerra Mundial, tiene como eje transversal que sus obras están atravesadas por el movimiento (real, óptico o a través de la acción del espectador), siendo especialmente importante en Latinoamérica y Europa. Los artistas pertenecientes a este periodo se hacen llamar artistas investigadores, buscando limar fronteras entre ciencias puras, ingeniería, arquitectura y ciencias sociales. Muchas veces sus obras no estaban firmadas, o eran firmadas por un colectivo, como es el caso de G.R.A.V (Groupe de recherche d´art visual) con un interés por la participación activa del espectador, la desmitificación del artista y búsqueda de trabajar para el gran público.

Este movimiento pone su mirada en el futuro y la ciencia, creando una estética que puede recordar a Los Supersónicos o La Guerra de las Galaxias. La obsesión con el futuro y la ciencia lleva a artistas como Nicolas Schöffer y de Gyula Kosice, a diseñar ciudades que gracias al movimiento, inspirado en la cibernética y el agua, buscan derribar el statu quo de la desigualdad. La inspiración del arte cinético proviene de la época en la que se sitúa, signada por el dinamismo, los descubrimientos científicos y vuelos espaciales. El hombre refleja y transforma para el ojo y el cerebro de sus contemporáneos aspectos determinados del universo que sus sentidos le permiten percibir.

Algunos años antes de la génesis del movimiento cinético, sale a luz de forma inacabada el Atlas Mnemosyne (1923) de Aby Warburg, historiador alemán que trabaja en contra del historicismo, convirtiéndose en una figura disruptiva en la escena académica del siglo XIX, propone una relación singular con la historia donde las conexiones se generan a través de redes que generan nuevos sentidos. El investigador recopiló hasta su muerte material gráfico para componer un archivo de imágenes que diera cuenta de temas, patrones y gestos visuales de la cultura occidental desde la Antigüedad hasta el Renacimiento y más allá. ¿Puede ser Huemul una suerte de Atlas del proyecto científico de Richter, que busca a través de nuevas conexiones descifrar la verdad oculta tras el famoso fracaso?

Cesar Aira, escritor argentino, dice en su novela Artforum (2014) “los hechos más disímiles pueden relacionarse de modo de participar en un mismo relato, y su incoherencia puede hacerse coherente”, ¿esto sucede en Huemul?, ¿del caos surge el cosmos? Este texto es una sinfonía compuesta por muchas voces enigmáticas que resultan elocuentes. Todo signo, están en lugar de otra cosa más misteriosa que no puede nombrar, en este caso, la verdad de lo ocurrido, que es transformada en una experiencia estética.

El foto-libro Huemul está editado en el año 2021 por la editorial Asunción, proyecto fundado por Agustina Triquell y Alejandra González. Esta editorial se dedica a la edición e investigación en torno a las prácticas fotográficas contemporáneas.

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Huemul

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Voy y vengo. Papelitos se superponen en la pared blanca. Múltiples versiones disparatadas hasta dar con una definitiva: Tiempo Muerto. ¿Los paperoles de Proust o el cortar y pegar de Joyce?, califico para ambas en un acto de honor auto otorgado. Me vuelvo a atar el pelo en la mitad de un cráneo tirante. Me levanto y me como un durazno, deliciosas son las frutas de carozo: que buena época para ser una fruta en el Cono Sur. Niños juegan fútbol en el tanque, gritan gol en coro. La pared marrón de la entrada de la casa reza “Aguante el reggeton. Polaka 100% blanca cumbiera”, reliquias de identidades fugitivas.

Brenda M. firmó estas palabras el día 01/12/2006, fecha en la que jamás había estado en Argentina. Marguerite Duras dice que escribir no es hablar, es callarse y aullar sin ruido, dice que todo escribe. Mi amiga A. me contó que vive sus tiempos muertos deshabitada, que observa atentamente sin ver, que su cuerpo es una estatua cálida, una simulación humana. El tiempo es la duración de las cosas sujetas a mudanzas, mientras que estar muerto es estar muerto, ¿la muerte está vetada de cambio? ¿El tiempo muerto puede ser una mente atolondrada con la mirada fija en una nube, mientras se quema un sandwuchito provocando un incendio? ¿El tiempo muerto es circunstancia o accidente? Deleuze sugiere que cuando el espacio se encuentra desprovisto de una presencia activa, es a través de una conexión de ensueño que nos conectamos con este.
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Solicitar un tiempo muerto en el baloncesto es una herramienta estratégica dentro del partido que transcurre a gran velocidad. Al solicitarlo, se otorga un minuto, en el que se pueden preparar pocas cosas. La pausa sirve para generar nuevas directrices y procurar modificaciones de actitud. El tiempo muerto busca poner orden donde había desconcierto, cambiar el ritmo y presionar al equipo contrario para generar que cometa errores fatales. Un minuto para pensar y decidir. Marguerite Duras, fruto de un tiempo muerto, describe con delicadeza la agonía y muerte de una mosca en un restaurante vulgar donde ella esperaba a un hombre. Lo hace de una forma tan elegante que la mosca, azul y negra, parece vestida de Armani.

A mi vera, hay una mosca patagónica, que se coló en mi vulgar habitación propia y la quiero matar, pero matar no puedo. Me produce inmensa repulsión el posible sonido de un bicho invertebrado aplastado sobre cualquier superficie, prefiero morir ahora mismo. La mosca tiene la soberbia de posarse en todas partes: el borde de un vaso
limpio, el teclado en el que escribo, mi hombro desnudo y sobre su propio libro: escribir. ¿Duras protege las moscas o las moscas son las protectoras de las escritoras?

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El mejor tiempo muerto se vive en absoluto silencio. La belleza de no escuchar nada se genera cuando se calla todo el mundo, los vecinos duermen y la gente no habla por teléfono. Las nubes dejaron de moverse. El silencio no es fácil de conseguir y suele ser caro, pero la terrorífica capacidad de adaptación del ser humano hace que tengamos la posibilidad de encapsular cualquier sonido, pudiendo vivir tiempos muertos en todas partes, a todas horas. El silencio, real o virtual, es fundamental para que un tiempo muerto se lleve a cabo, siendo este trascendente porque es el momento en que las ideas nacen. Arroja luz cuando no sabemos que hacer.

Defendemos el tiempo muerto para descifrar las claves de lo que acontece a nuestro alrededor, pasar página y dejar la mente en blanco. Respetamos el tiempo muerto porque todo escribe y hay que darle una oportunidad. Buscamos gozar la violencia irracional del tiempo muerto hasta la última gota.

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Amamos el silencio porque es fundamental.

Amanda Mujica @jugodenaranja1234

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Tiempo muerto

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