El autorretrato, como género artístico, es ejercido por diversxs artistas para tratar innumerables temas abordados por sus cuerpos, con la particularidad de que el/la fotógrafx adquiere el triple rol de autorx, sujetx y espectadorx, decidiendo cómo presentarse y posar ante la cámara, para después tomar distancia para su visualización.
Cuando se construyen imágenes con el cuerpo propio, parece inevitable una reflexión sobre el concepto de identidad en diálogo con el contexto sociocultural que la sostiene. Los resultados de este diálogo cultural suelen ser identidades validadas, en crisis o que producen cierta incomodidad.
Esta selección de fotografías propone un recorrido anacrónico y diverso, donde se manifiestan críticas, ideas, reflexiones personales, anhelos, atesoramiento de recuerdos, construcción de estatus social, citas, ironías, fake news, cruces temporales, diálogos entre dolores y placeres, ocultamientos que visibilizan rasgos de la personalidad, incomodidades y ficciones, siendo muy pocas las personas que deciden retratarse con el mero objeto de tener una copia exacta de su fisionomía.
Vivimos una época que pareciera tener la urgente necesidad de mostrar, y custodiar, imágenes de nuestro cuerpo, fenómeno que ha crecido en paralelo a la tecnología. Demasiado a la ligera podríamos despachar la práctica como una consecuencia del narcisismo, consideramos esta práctica como una poderosa herramienta de autoconocimiento y empoderamiento, que nos lleva a preguntarnos, ¿existe algún yo que pueda conocerse plenamente o solo accedemos a breves instantes de luz? ¿de qué es capaz un cuerpo?
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Amanda Mujica
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24 cuerpos propios
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Estas formas aportan significados opuestos, contradictorios y ambiguos, albergando connotaciones positivas y negativas, por lo tanto, dependerá de quién y cómo lo diga para poder hacer una lectura plena. Entre las connotaciones negativas están el vestirse ridículo, ser llamativo, tratar mal, y entre las positivas nombrar con orgullo esta identidad mestiza. Por otro lado, la RAE define cholo como “mestizo de sangre europea e indígena”, “un indio que adopta los usos occidentales”.
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Este pensamiento es heredado de la época de las primeras colonias europeas y de los movimientos de naciones latinoamericanas del siglo XIX y principios del XX. Los choles son vistos por algunos como seres mestizos producto de la unión de blancos e indios, heredando las pasiones de ambas culturas. Hoy en día, esta identidad se ha convertido en una suerte de amenaza al órden social para las construcciones nacionales homogéneas.
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En el año 2006 se inicia el primer mandato presidencial de Evo Morales, con él se produjo un fortalecimiento en las economías de las sistemáticamente relegadas, generando una nueva clase media, que en muchos casos ha logrado incrementar fuertemente sus riquezas, creando incipientes fortunas. El tener acceso a bienes materiales deseados ha posibilitado la construcción de una forma de pensar el arte y la experiencia estética de forma genuina en esta cultura.
La estética y cultura chola se aleja del gusto por la moderación, el ahorro y la modestia propia de la burguesía tradicional. La hibridación producida por les choles mezcla sus raíces indígenas andinas con la influencia occidental, inyectando una fuerte dosis de información producida por medios de comunicación masivos y populares como la radio, televisión y gráficas publicitarias que influyen notablemente en la construcción de este lenguaje estético.
La estética chola se viste de una recargada decoración, con un abundante uso de objetos y ornamentación en sus creaciones que van desde la indumentaria, escenografías festivas, disposición de objetos en sus negocios, interior de hogares, arquitectura y gráfica. Existe una palabra en idioma quechua que la define este estilo: Warawas, término que sirve para nombrar los adornos superfluos. Esta estética se puede comparar con el Horror vacui, exagerada experiencia estéticanacida en la época Barroca, sin dejar de ser unas producciones genuinamente andinas, que no dejan espacio al vacío. Es una estética complicada, colorida y excesiva que busca hacerse notar y ser admitida en el espacio cultural.
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La Nueva Arquitectura Andina es conocida popularmente con el nombre de Cholet, término quenace de la mezcla de los términos cholo y chalet. Son edificios creados por la burguesía chola que responden a criterios utilitarios, manifestación de rasgos distintivos de su cultura, creencias religiosas y la necesidad de reconocimiento social de sus dueñes. Los primeros edificios fueron construidos en El Alto, a menos de 15 kilómetros del centro de La Paz y a más de cuatro mil metros de altitud. En menos de veinte años su popularidad se ha extendido por toda Bolivia, Perú y Ecuador. Este tipo de edificación busca la aceptación simbólica de construir cultura bajo sus propias reglas y necesidades, creando fastuosos inmuebles con un lenguaje propio donde convergen la cultura andina con la occidental reflejando el orgullo de la condición indígena del chole.
Gracias a este lenguaje arquitectónico la cultura chola híbrida, crea y negocia su identidad a través de su llamativa imagen. El Cholet se ha convertido en símbolo de su identidad, erigiéndose como una forma de resistencia que busca cambiar las estructuras de poder y el legado colonial de códigos estéticos donde la ciudad es un lugar no indígena, favoreciendo la exclusión de pueblos originarios.
Estas construcciones urbanas son de amplias dimensiones y funciones. Suelen ser propiedad de una familia y tienen varios pisos: los superiores suelen funcionar como viviendas, teniendo como característica constructiva relevante techos a dos aguas en las cimas de los edificios que recuerdan a un chalet suizo. Las plantas inferiores contienen diversos negocios, generadores de trabajo e ingresos para la familia y personas que allí trabajen. Estos suelen ser espacios comerciales, salas de fiestas, restaurantes, habitaciones para alquilar, talleres para múltiples oficios, cancha de vóley, fútbol y piletas.
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El exterior de estas edificaciones tiene una apariencia colorida y futurista, construida a base de tramas y simbología andina. Por dentro, gozan de una decoración excesiva, llena de colores, columnas que muchas veces solo cumplen la función de adornar, lámparas de cristales de araña y murales de grandes dimensiones, en su mayoría abstractos hechos con tramas y módulos andinos, y algunas veces figurativos que representan escenas costumbristas de la zona. Este impactante decorado genera la sensación de estar dentro de un mundo irreal donde puede suceder cualquier cosa. Sin duda, son construcciones que no pasan desapercibidas y generan fuertes emociones en las personas que las conocen.
Destaca la presencia del arquitecto Freddy Mamani, pionero en la creación del lenguaje la Nueva Arquitectura Andina. Su primer edificio fue construido en el año 2003 a pedido de un próspero sastre. Gracias a este edificio, de impactante apariencia, género fama y revuelo de forma inmediata, rápidamente, la ciudad de El Alto se convirtió en el reino de este estilo arquitectónico.
Los cholets de Mamani transgreden con cánones arquitectónicos occidentales, se alejan de la academia, se impregnan de la experiencia y vivencias sociales. Mamani es un trabajador infatigable que ha construido alrededor de 100 edificios en menos de veinte años, se ha ganado la admiración y repudio de colegas alrededor del mundo. Abundan acusaciones necias, meritocráticas que le exigen títulos académicos, a su vez lo colman de piropos enamorados, personas que resultan anonadadas con su trabajo y la carga simbólica que representan.
En definitiva, el Cholet es un arte en medio de un combate cultural que busca hacerse lugar.