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Pasaron nueve años del lanzamiento y la posterior nominación a los Grammy Latinos de este disco que ya pasó a ser un clásico de la música argentina.

Escalandrum, toma una actitud expeditiva, de primer nivel. La misma convicción con la que ha abordado desde el ámbito del jazz otras músicas como aquellas del mundo de la composición académica en Sesiones ION donde tocan Alberto Ginastera y Mozart. En este caso, el recorrido es sobre la obra de Astor hecha claramente desde una lectura en clave jazzística, pero no menos tanguera. La sonoridad nos transporta a los discos de Piazzolla con el saxofonista barítono Gerry Mulligan y a su encuentro con Gary Burton. 

Las texturas de la sección de vientos se nos imponen con un desarrollo cuidado, donde aquellas melodías compuestas por Astor, que parecían haber alcanzado su cenit expresivo emergen nuevamente con nuevos contrapuntos antes no explorados; los ostinatos nos recuerdan la pregnancia del elemento rítmico; el groove sigue presente y no se desprende de este grupo de músicos, en especial de la sección rítmica que transita por una complejidad métrica alucinante de manera plenamente fluida. Basta con recordar los primeros compases de Libertango, y esa característica porteña que Piazzolla supo imprimirle al tango. A lo largo del álbum, los músicos dejan un importante espacio para la improvisación, una práctica que supo ser ajena al mundo del tango dominado por el arreglo. Este espacio del juego deja a cada músico un lugar excepcional para la búsqueda individual, descubrimos algo nuevo en cada escucha.

Abre el disco, la melodía de Lunfardo, reinstrumentada por los vientos del sexteto.  Aparecen después temas como Buenos Aires hora 0 donde la sección rítmica en primera línea, es secundada por el saxofón que varía el rol de los sonidos misteriosos y ondulantes que supo ocupar un lejano violín en el sexteto de Astor. Algo similar ocurre con el piano de Nicolás que me retrotrae al sonido que otrora fuera el de la guitarra de Cacho Tirao. En Oblivion el clarinete bajo de Martin, que se completa con la línea de saxo tenor en la trama sonora da inicio al tema principal remitiéndonos al nostálgico sonido del bandoneón de Astor. La intrincada Fuga 9 nos conduce por caminos melódicos que se cruzan, se separan para luego volver a encontrarse. No puedo más que sentirme agradecido por la destreza incomparable pero aún más profunda musicalidad de Nicolas en la introducción de Adiós Nonino. Cierra el álbum el tan reconocido Libertango a un tempo más estanco y firme que el original pero que no pierde nunca el carácter que supo imprimirle Astor.

Estos maravillosos músicos, inclaudicables exploradores de lo sonoro nos invitan a multiplicar a Piazzolla por dos, a bucear las profundidades de lo tanguero. Allí, donde los límites son difusos y lo identitario de lo porteño emerge con total potencia. Así como Piazzolla reinventa el tango, Escalandrum, reinventa a Piazzolla.   

El grupo está conformado por Damian Fogiel en el saxo tenor, Martín Pantyrer en clarinete y saxo, Gustavo Musso en saxo alto y soprano, Mariano Sívori en el contrabajo, Daniel “Pipi” Piazzolla en la batería, Nicolás Guerscheberg en piano y arreglos.

Grabado en agosto de 2010 en estudios ION por Facundo Rodríguez y publicado el 1 de marzo de 2011, mezclado por el mismo en estudio Quark y masterizado en Reveal Studios, Londres por Neil Pickles a cargo de la producción ejecutiva, Pipi Piazzolla.

Escalandrum: Piazzolla plays Piazzolla

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