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Señoras y señores, esto es BOCART

Cuando el mundo del arte y el mundo futbolero se cruzan pasan cosas increíbles. La originalidad y la reinvención de un clásico del arte, sumado al folklore y la cultura popular que genera el fútbol, nos permiten fantasear con un idilio.

Recuerdo perfectamente que la primera vez que me topé con Bocart flasheé en colores: ¿qué es esto? esta gente está completamente loca!

Se lo compartí a mis hermanos, luego a mis amigas y amigos bosteros, después a personas vinculadas al arte clásico, luego a artistas visuales, a diseñadoras gráficas y la reacción era similar: ¡esto es una locura hermosa!

En ese guiño intertextual, donde las obras dialogan una con la otra, donde se concentran diversas tradiciones, culturales y populares, Bruno nos cuenta cómo lo logró.

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¿Cómo nace la idea BOCART? 

El nombre es muy simple de develar Boca + Arte = Bocart. La idea nace como un chiste. Recuerdo que quería encontrar una imagen que sintetice el poder del club más grande de la Argentina, el club ante el que todos se rinden. Ahí me crucé con el cuadro de Raffaello Sanzio, La Transfiguración. Esa obra es acerca de la aparición de Cristo. La composición es muy potente y dramática. La figura divina arriba y el resto abajo. En el lugar de Jesús puse el escudo del Club Atlético Boca Juniors. La gente reaccionó de manera muy positiva y ahí me di cuenta que eso podía expandirse a miles de obras con diferentes significados. 

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¿Cómo elegís los cuadros que vas a intervenir? 

La elección depende mucho de tres cosas: la calidad de la imagen, el significado de la obra y qué elementos se le pueden agregar para que tenga elementos relacionados al club.

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¿De dónde partís? ¿Del resultado del partido? ¿Del cuadro?

Es un poco de las dos cosas. Me gusta estar viendo cuadros todo el tiempo y guardarme los que me llaman más la atención. Después siempre me gusta atarlos al resultado de un partido o algún evento que sea relevante. A veces tengo suerte que coincide. Algunas veces dejo algunos preparados. Depende de la situación del momento.

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¿Cómo bocetás? ¿Trabajás partes en papel o solo digital? 

Todo es digital. Generalmente hago las pruebas muy por encima para ver los colores y otras cosas y después en lo que más se va el tiempo es en los detalles.

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¿Con qué programas de diseño trabajás? 

95% Photoshop.

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¿Cuánto tiempo te lleva hacer un Bocart? ¿Y los detalles minúsculos?

Depende mucho de la obra y de la cantidad de detalle que tenga. Diría que en promedio una semana. Si encuentro la imagen en buena definición ahí me puedo divertir más con los detalles. Muchas veces posteo los detalles en forma de Zoom porque sino pasan de largo.

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¿Qué tira más, la pasión deportiva o la pasión artística? 

¡La deportiva sin dudas!

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¿Preferís ver jugar a Boca que desplegar tu arte? 

Me gusta más ver un partido que pasar horas retocando un cuadro. Sin embargo, me da un inmenso placer ponerme a hacer un Bocart cuando el equipo ganó. Es algo que hago con mucha alegría.

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¿Tenés relación con el club? 

Toda mi familia  y yo obviamente somos hinchas de Boca pero no tengo vínculo con el club. Soy solo un hincha más. 

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¿Sabés si algún otra/o artista realiza estas obras en otro lado del mundo?

Vi algunas cosas similares en algunas páginas como Bleacher Report de Inglaterra. Pero fue por una ocasión especial del Fútbol + Arte.

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¿Vendés tus obras? 

No. Es algo que le debo a las personas que me escriben. Espero poder vender pósters pronto. La mayoría de las personas bajan de internet las imágenes y las imprimen en láminas, tazas, remeras, etc.

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¿Hasta dónde soñás que puede llegar un Bocart?

Mi sueño máximo es que algún día haya un Bocart en algún lugar de la Bombonera. Ya sea colgado en algún lado o en forma de bandera. 

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Así cerraba la entrevista con Bruno mientras pensaba que sin dudas sucederá. Imagino no sólo sus intervenciones xeneizes en la bombonera sino también en todos los puestos de venta de la Boca y mucho más allá también. Esto de la industria cultural, la reproducción de obra que puede llegar a muchos hogares en cualquier lugar del mundo. 

La intertextualidad en Bocart nos sirve para reflexionar sobre la cultura y el arte y su relación con la sociedad. Nos interpela a pensar sobre los límites de una obra, la reacción de los diferentes y diversos públicos, también el lugar que ocupa el arte en el mercado, el arte como medio de comunicación masivo, su perdurabilidad y trascendencia en el tiempo, y así podríamos seguir de manera infinita. 

Por último, lo que genera el fútbol en los argentinos, esa pasión que no se puede comparar con absolutamente nada. Los detalles mínimos e imperceptibles de una cara ante un gol o una derrota, los gestos, las miradas, la complicidad. Esas sensaciones las logra captar Bruno de Bocart a través de obras de arte clásicas de todos los tiempos que nos llegan hasta los huesos.  

La obra de Bruno es un grito de GOOOOOL!!!!!

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Bruno es un publicista que trabaja como Director Creativo en Los Ángeles, Estados Unidos.
En su carrera tuvo la oportunidad de trabajar en muchos comerciales relacionados con el fútbol.
Desde su cuenta de Twitter comenzó a hacer intervenciones artísticas de obras de arte famosas
y el fenómeno se volvió viral. Los trabajos se pueden ver en @estoesbocart en Instagram.

La pasión de la cancha en el arte

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Mientras armaba la entrevista pensaba en cuántas historias tiene para contar nuestro territorio. Muchas que superan la ficción, y lo saludable que es cuando el arte, en todas sus dimensiones, se vuelve federal y nos permite contarlas con identidad propia. Leandro nos cuenta una historia bien rionegrina y nos hace preguntarnos muchas cosas. ¿Toda película es política? ¿Qué valor político/social le da a este film? 

Vamos por ello. 

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¿Fuiste a la plaza cuando llegó Alfonsín a Viedma a realizar este anuncio? ¿Cuántos años tenías? 

Yo era muy chico, tenía 9 años. Recuerdo principalmente esa mezcla de sensaciones que trajo el anuncio del traslado, cierto orgullo porque mi ciudad se podía convertir en la capital argentina. Sin embargo, también recuerdo la preocupación que surgía en las conversaciones familiares de entonces. ¿Qué iba a pasar con cada una de nuestras vidas? ¿Qué iba a pasar con los trabajos de los adultos? ¿Cuánta gente iba a llegar a la apacible Viedma de aquellos años? Había mucha incertidumbre e incluso miedo ante aquello desconocido que se venía, era un cambio drástico en las vidas de las personas de la comunidad. 

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Sos parte de ese hecho histórico, ¿qué pasa con esta vivencia cuando la trasladás al cine?

Ser de Viedma, haber vivido esos años me permitió tener un acceso directo a quienes fueron testigos y protagonistas de esta historia. Eran familiares, vecinos o conocidos a los que podía contactar de manera directa para que me contaran sus recuerdos. Entonces, se dio de manera fluída y natural esa primera instancia de charlas informales, que más tarde serían el germen de una idea de guión y de película. 

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¿Cómo fue volver al sur con la mirada de cineasta? ¿Qué sentiste en ese volver y contar una historia tan rionegrina? 

Yo vivo en Capital desde chico y esta película es la primera que ruedo en el sur. Entonces tenía un sabor a reencuentro con mi gente y con mi entorno. De hecho mi padre, que era corresponsal de Télam en Viedma en el año 1986, participó de la película como entrevistado y falleció poco después de esa primera etapa de rodaje. Entonces todo el proceso de hacer la película en Viedma tuvo en lo personal una carga emotiva muy, muy fuerte. 

Creo que el hecho del traslado de la capital es un hito para los viedmenses, pero es bastante extraño ya que se trata de un hito que se refiere a algo que nunca sucedió. Entonces, sentía como viedmense un nivel muy alto de responsabilidad histórica al abordar un tema tan nuestro. Por lo tanto, viví con mucha ansiedad y expectativa las primeras proyecciones en Viedma. La gente acompañó, fueron cerca de 2.000 personas en un par de funciones y debo decir que la recepción fue excelente. Hubo mucha emoción, mucha nostalgia y la sensación, más allá de subjetividades y sutilezas, de que los hechos fueron de una manera bastante aproximada a como están narrados en la película. 

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¿Cómo conviven el proceso creativo y artístico con el proceso documental y de investigación?

Crear a partir de lo real es apasionante. Tal vez sea lo que más me estimula del cine documental. Ir configurando el relato a partir de los entrevistados que conocés, a partir del material de archivo que vas descubriendo. Hay que generar relato a partir del cruce de los recursos del cine (el plano, el montaje, la música) con los elementos de la realidad que están disponibles y que te vas a apropiar para contar esa historia. 

En el documental hay planificación, un guión tentativo con las escenas que uno puede imaginar, pero siempre la realidad es la que termina imponiéndose y muchas veces esa realidad es la que te regala momentos increíbles. 

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¿Hubo algo del proceso de la construcción de este relato que te sorprendió o modificó algún punto de vista que traías previamente?

Lo que más me sorprendió fue lo mucho que se avanzó en el proyecto de traslado de la capital. No fue, como podemos creer desde el presente, una idea alocada de Alfonsín dicha en un discurso. En el proceso de investigación y búsqueda de documentación fuimos descubriendo cómo se creó el ENTECAP (Ente de Traslado de la Capital), cómo se consensuó una ley en el Congreso de la Nación, cómo un estudio de arquitectura diseñó minuciosamente el nuevo distrito desde su planificación general hasta el tendido eléctrico o la calefacción central que tendría toda la ciudad. Esta sorpresa inicial es algo que también se está trasladando a la gente que ve la película en las salas. Los espectadores toman real dimensión de lo mucho que se hizo y de todo lo que pasó en aquellos años. En perspectiva, siento que si la coyuntura económica primero y la política después hubiera sido otra, con un gobierno más fuerte, con una economía más ordenada y con un Alfonsín que pudiera aspirar a un segundo mandato para llevar adelante los proyectos más ambiciosos, tal vez Viedma sería hoy la capital argentina. 

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 De lo que querías contar, una vez finalizado, ¿sentiste que cumpliste con ese objetivo?

Creo que la película cumple con contar, desde un punto de vista que tiene que ver con la nostalgia, un pedacito poco conocido de nuestra historia argentina y patagónica. Justamente en este año 2023, que se cumplen 40 años del regreso de la democracia tras los años más oscuros de la dictadura cívico militar, es interesante poner en discusión el país que tenemos y también el país que soñamos. En aquel lejano 1986 creo que todavía creíamos en la posibilidad de cambiar las cosas, en aspirar a construir un país mejor, más federal y más justo. Tal vez hoy seamos más escépticos pero ojalá que la película pueda poner en agenda y en discusión el espacio geopolítico que conforma a la Argentina.

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Como realizador, ¿cuáles son los desafíos que afrontás para su distribución y exhibición?, sobre todo en el género documental

Yo siempre digo que el documental es un poco como el hermanito menor del cine de ficción. Principalmente en la exhibición, necesita tener ciertos recaudos, ser programado con más cuidado, perspectiva y atención. Es toda una cadena, primero debemos conseguir que la gente se entere de que estas películas documentales que no tienen el apoyo de las grandes cadenas ni figuras públicas convocantes, existen. Una vez que esto sucede, debemos convencer a la gente que deje la comodidad de su casa y el consumo en las plataformas para ir a una sala de cine. Yo reconozco y agradezco que las plataformas hicieron que la gente vea más documentales que antes. Pero los documentalistas hacemos grandes esfuerzos para que nuestras películas sean vistas en su ámbito natural, en las salas de cine, con una pantalla grande, con el sonido adecuado y con la idea de un acto colectivo.

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¿Qué es lo que te resulta hoy interesante en el cine documental? 

Creo que en los últimos años el cine documental ha generado obras más potentes, creativas y diversas que el cine de ficción. Es un lenguaje en permanente ebullición y cambio. Cambios tecnológicos, cambios de formatos, cambios narrativos. Incluso en una época compleja y crítica como fue la pandemia, se han generado una serie de películas documentales intimistas y reflexivas muy ricas. Surgieron o se desarrollaron algunas modalidades como el “documental de escritorio”, que es un documental que adquiere la forma de la interfaz de un escritorio de computadora, en donde la conexión con lo real está ahí, en ese rectángulo, las entrevistas son por Zoom, los archivos son de Youtube, la documentación es de la propia web. Me parece alucinante que el documental mismo ponga en jaque y reflexione sobre la propia relación que tiene con lo real. 

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Voy a hacer referencia a una nota de Árida, Cine Patagónico, donde nos preguntamos y le preguntamos a muchos referentes del cine regional, si existe el cine patagónico, ¿qué pensás al respecto? 

En primer lugar, decir que conozco y admiro a muchos de los entrevistados y entrevistadas que participaron de aquella nota. También creo, como algunos señalaban, que son difíciles e incómodas este tipo de definiciones. No hay patrones identitarios tan claros ni siquiera en el cine argentino, así que creo que tampoco los hay en el cine regional. Y eso, en el fondo, me parece sumamente positivo, me gusta la idea de lo ecléctico y diverso. También creo que hay motivos para festejar que haya un cuerpo de películas pensadas y creadas en la región, cosa que tal vez algunas décadas atrás era absolutamente impensado. Creo que se debe fomentar el cine hecho en la región, con las herramientas que hoy existen e insistiendo para que estas herramientas se multipliquen.

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¿Toda película es política?

Por supuesto. Creo que hacer cine es un acto político, que busca mostrar situaciones, cambiar realidades, hablar de nosotros, hablar de los otros, hacer pensar al espectador. También en este sentido, ver cine y reflexionar sobre qué cine vemos también es un acto político. Justamente en el contexto actual, en donde hay una peligrosa homogeneización de las formas cinematográficas, de los discursos, de los relatos. En donde se ve igual y se escucha igual una película argentina, italiana o taiwanesa. Cuando las grandes plataformas globales se adueñan de nuestras historias y de nuestra historia, debemos proteger la soberanía cultural y contarnos nosotros mismos, con nuestros recursos y con nuestras herramientas.

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Luego de esta charla con Leandro, reafirmo algo que siento desde hace tiempo, y es que tenemos y que debemos recuperar nuestras historias, nuestra identidad. En ese contexto, el arte recupera y resignifica la memoria. Esta pieza audiovisual nos ayuda a comprender parte de nuestra historia y mirar con el ojo crítico. Militemos el arte patagónico, para volvernos más federales, y que no nos pase esto de la capital que no fue!

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VIEDMA, LA CAPITAL QUE NO FUE!
SALA INCAA ROCA (Uruguay 655 – 1er. Piso – G. Roca) – 20:30 hs.
Viernes 09/06 (estreno) y Miércoles 14/06
Entrada general $200 / Estudiantes y jubilados $100

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Filmografía

/ Los médicos de Nietzsche (2023)

/ Viedma, la capital que no fue! (2023)

/ La visita (2019)

/ Barrefondo (2017)

/ Los pibes (2015)

/ Gricel (2012)

/ Parador Retiro (2008)

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Viedma, la capital que no fue!

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Los No me baño son un grupo de artistas latinoamericanos que busca expandir su mensaje a través de las diferentes disciplinas que los conforman. IG: @nomebanio

El graffiti es lucha por el espacio público. Es una provocación. Es una práctica que genera amores y odios. Es arte contrahegemónico que se ubica en la popular, en el museo de la calle. Puede ser eterno y efímero a la vez. Puede ser intervenido todo el tiempo. Es movimiento y es cultura que va por lo prohibido, y de ahí su mística nocturna en el submundo, en la suciedad, en lo croto, y en el anonimato. De ahí en más arte callejero a tope. De ahí en más “no me baño”.

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Buenas y sucias tardes.

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Los No me baño, de ahora en adelante NMB, se conocieron  en una plaza en un barrio de Buenos Aires. Entre los skaters y los aerosoles se apropiaron de ese espacio. Se volvieron federales, en muchas ciudades y pueblos del país nos topamos con su arte. 

Desde el anonimato absoluto tuvimos un ida y vuelta vía e-mail. Ellos son dos, pero a esta altura todes podríamos ser NMB. Porque pensemos un poco ¿quién está feliz de bañarse?, o ¿quién no escribió en alguna pared random un “me rompieron el cora, ahora no me baño”?. NMB ya es promesa, es ritual, y también un acto de protesta ante una situación cotidiana simple y profunda. 

En la actualidad no sabemos cuántos son, pero tampoco nos importa. Son cientas las moskas activando en las calles en distintos lugares del país. Hay una apropiación abismal de su obra. Algo que hace que todes nos sintamos identificades con su artivismo, trascendiendo del graffiti tradicional del dibujo a la palabra, y algo de eso nos convoca y nos obliga a preguntarnos de dónde salieron estos pibes.   

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Nacieron en la mugre de la plaza de un pueblo y con el correr del tiempo se fueron fermentando, trascendiendo fronteras, hasta alcanzar un estilo de vida sucio. Tienen un canal de youtube “No me baño- estilo de vida” donde suben cortometrajes y videos, dirigidos por elles mismes. Sus personajes son moskas metidas en la basura, haciendo arte y recorriendo desde Capital Federal a diferentes sitios de Argentina. Tienen una cuenta de instagram @nomebanio con miles de seguidores, y merchandising nomebanio.com: gorros, remeras, piercings que muchos músicos vinculados al género del trap y rap las exhiben en sus redes como parte del movimiento.

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La propuesta de NBM es infinita, el concepto es infinito, y además, aseguran que su camino como artistas es infinito. El graffiti es la calle. Es resignificar el espacio público. Es transformar. Para ellos es un estilo de vida, para el cual hay que estar siempre listo con las herramientas necesarias para poder plasmar el mensaje que tienen para dar. El corazón es quien manda a liberar la creatividad.

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“Al formar parte del espacio público es un aporte que realizamos a la comunidad para que la libre interpretación tenga su lugar y lo hacemos desde el anonimato para que la obra no se personalice”

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También se vinculan con las artes visuales a través del estudio, para el aprendizaje de nuevas técnicas, y mediante la acción están en constante desarrollo del vínculo. 

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De la calle mutaron a diferentes galerías y espacios cerrados con la “Expo sucia”, para compartir la obra que hacen en el taller, donde tienen una búsqueda artística un poco más elaborada. 

Me atreví a preguntarles, en primer lugar, cómo es la sensación de mutar de un lugar como un baldío o una plaza a una galería de arte, y los NMB me contestaron, cortito y al pie: “vamos sin bañarnos”; y en segundo lugar, me interesaba saber si esa experiencia en los espacios formales de exhibición seguirá ocurriendo en algún futuro. Su respuesta, nuevamente cortita y al pie, me ayuda a ir cerrando esta nota. “Seguiremos yendo pero sin bañarnos”.

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Pensarlos así, lejos de la ducha, me agrada. Siento que la calle transforma los espacios cerrados de exhibición de obras y no al revés. No tenemos que perder el tono callejero. 

¿Cómo será ver el mundo desde los ojos de una moska?

NMB: Natural.

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Vengo a confesar que no me baño

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Identidad marrón es una propuesta, es una manera de ser, de vivir, de pararse en el territorio. Identidad marrón es repensar los espacios públicos, la educación, la salud, la política, la justicia, las leyes, los derechos vulnerados, la pacha, el arte, la cosmovisión del mundo. Identidad Marrón viene a poner en la mesa la discusión sobre el racismo en Argentina. Sangre, pieles y caras indígenas que estarán hasta en las verduras de tu sopa. 

En esta oportunidad entrevistamos a David Gudiño, nació en Tartagal y se crió en Tierra del Fuego, es actor, productor, director  y dramaturgo recibido en la UNA, en uno de sus monólogos habla, interpela, pregunta y responde sobre el ser marrón:

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 “No soy blanco ni soy negro, no me abren las inmobiliarias, no me paran los taxis, no puedo entrar con zapatillas. A veces, en las noches, la gente cuando me ve se cruza de vereda, cuando me subo al colectivo guardan sus celulares. No soy blanco ni soy negro, no soy el afroamericano de Estados Unidos y no soy el argentino europeo porteño. De qué color soy. (…) ¿De qué puedo actuar? De pibe chorro. En la cárcel, de peón, de pobre. ¿En qué publicidades puedo aparecer? En las de los planes sociales, en las campañas políticas. Parecés peruano, me dicen. De Filipinas, de Camboya, de Vietnam, de Indonesia. Todo menos argentino”.

DAVID GUDIÑO

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Monólogo David Gudiño

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¿Qué significa en Argentina ser un artista marrón?

Ser un artista marrón significa actualizar la ancestralidad indígena que nuestro genotipo aloja y nuestro fenotipo refleja. El mito de la argentina blanca ha calado tan hondo en la identidad Argentina que nuestros rasgos marrones/indígenas son extranjerizados y más allá del Colectivo Identidad Marrón no es sencillo encontrar artistas que busquen retratar nuestros cuerpos como signos de belleza y empoderamiento para alejarse del primitivismo y la sumisión. 

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¿Cómo es escribir, guionar y actuar en relación a esta identidad?  

Para mí fue volver a mirar todo, desde haber crecido en una casa con un pozo hasta haber finalizado 4 trayectos académicos universitarios ¿Por qué crecí pobre? ¿Por qué sabía que debía estudiar tanto? Entonces escribo desde ese lugar, sabiendo que mi familia no eligió ser pobre sino que existió/existe una estructura que no permite que el pueblo marrón argentino progrese en su totalidad, entonces para quienes logramos hacerlo conlleva un doble esfuerzo y es por ese esfuerzo de mis padres que con mis hermanas soy la primera generación en mi familia que accede a la Universidad. Crecí pensando que nada de esto tenía valor porque jamás lo vi representado en los medios, jamás vi mi color de piel asociado a algo que no sea el sufriente. Entonces ahora que puedo decir soy marrón con orgullo, todo el proceso de creación se potencia para seguir desplegando mi mundo marrón.

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¿Cómo se rompe desde el arte estos estereotipos?  

Trato de ocupar espacios en los cuales no se me imagina, en donde mi cuerpo no está en el imaginario. Por eso juego a ser modelo o videoclips noventeros, me obligo a ponerme en esos imaginarios para dar cuenta que el mercado no nos elige para estar ahí. Lo mismo es mis videos de #EnElControl me pongo como el que le dice a todos los periodistas blancos lo que tienen que decir, decido ocupar ese lugar de poder. Romper los estereotipos tiene que ver con eso, que quienes somos marrones/indígenas comencemos a mostrar otras posibilidades de existencia ¿Alguna vez viste un nene con rasgos indígenas como cara de una marca de yogurt? Sin embargo hay provincias casi enteras que contienen población racializada que compran los productos que se les ofrecen, sin embargo nuestros cuerpos no son elegidos para representar su consumo.

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Y en la calle, fuera del ámbito artístico, ¿qué pasa con los cuerpos marrones? 

El otro día estaba en una actividad y había participantes de Buenos Aires y otras provincias y al final cuando nos íbamos a sacar una foto. Unos chicos dijeron mirando a los participantes de Buenos Aires “No se quieren sacar fotos con nosotros porque somos coyas”, la verdad no se si los participantes de Buenos Aires dijeron eso, pero me dejó pensando que es tan profunda la colonización, las consecuencias postraumáticas del genocidio indígena que los rasgos indígenas son percibidos extranjeros, que son ajenos y que nada tienen que ver con la ciudad, ni la ciencia, ni la belleza, ni el progreso y eso genera dos problemas.

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¿Cuáles serían esos problemas? 

El primero es que es muy difícil en un contexto adverso decir “Soy indígena” porque ¿Quién quiere ser indígena? Si a mis antepasados los mataron, si prohibieron mi lengua, si se me envía al exterior, si no es un valor, si se me niegan mis tierras. Es obvio que nadie que no haya crecido en una comunidad indígena querrá decir “soy indígena” y ahí aparece “identidad marrón” como una posibilidad de habitar la urbanidad como un sujeto político que sufre racismo y que debe realizar un doble esfuerzo por acceder y participar de los espacios. A mí siguen sin pararme los taxis si tengo gorrita, y a veces de día, aunque no tenga gorrita, siguen sin querer llevarme a los lugares donde tengo que ir. El racismo no cambia, lo que pasa es que ahora lo digo y no duele tanto. Y el segundo es que los Estados han sesgado el derecho a decir “Soy indígena” . Para recibir algunas becas como indígena debés tener una carta de un miembro de la comunidad que avale que sos indígena. Entonces cómo hacemos los que habitamos y crecimos en la urbanidad que tenemos rasgos indígenas y sufrimos racismo ¿Cómo accedemos a nuestros derechos? Y nuevamente el poder decir “Soy marrón” aparece como una posibilidad de comenzar a hablar sobre derechos civiles, porque nada se logró diciendo que somos trigueños, morochos, negros cabezas. Mientras tanto el marrón sigue tiñendo las cárceles y la pobreza. 

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¿Qué pasa o cómo entendemos la discriminación en nuestro país? 

A los medios en general en Argentina les da mucho miedo hablar de racismo porque sigue siendo un tabú. Sigue habiendo un entendimiento de que racismo ocurre en Estados Unidos y no se entiende que el racismo es un concepto territorial, que no puede ser analizado homogéneamente en todo el globo. Entonces se llama discriminación, que es un acto aislado, a lo que debemos llamar racismo estructural. Que consiste en ese tratamiento diferencial que impide que la población marrón/indígena pueda acceder a sus derechos. Es increíble como el caso de Fernandez Báez Sosa que fue asesinado por los rugbyers mientras le gritaban negro de mierda, es increíble como ese caso no es tratado como un ataque racista cuando fue puesto en palabras por sus atacantes, es impresionante que sus abogados no lo mencionen. Así como también el caso de Lucas González  que lo mató un policía mientras manejaba luego de entrenar con sus amigos, da bronca que los abogados no hablen de perfilamiento racial y racismo institucional. 

En ese sentido, ¿por qué nos cuesta tanto hablar de racismo? 

Y cuesta porque las leyes no incluyen a la población indígena como depositarios del racismo estructural, la ausencia de nuestras comunidades en los tratados internacionales hace que no exista porque ya sabemos que lo que no se nombra no existe. Y cuesta  hablar porque los que están sentados en las mesas de delegaciones de derechos humanos no incluyen a personas marrones/indígenas que hayan atravesado por sus cuerpos el racismo. Antirracismo es acción.

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El biólogo Daniel Corach (doctor en biología, investigador de CONICET y director del Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la UBA) analiza qué ocurre con la población argentina desde el punto de vista de su información genética. Sostiene que es un error pensar que los argentinos descienden de los europeos, un 60% de la población tiene componentes genéticos amerindios. Para llegar a este resultado se tomaron muestras forenses de distintas regiones: Chubut y Río Negro (patagonia), Buenos Aires, Santa Fé y Mendoza (centro), toda la zona del litoral y Salta.

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¿Qué pasa con la idea instalada, desde los aparatos hegemónicos, de que los argentinos descendemos de los europeos? 

Fijate Gran Hermano y decime qué Argentina quiere contarse al mundo que existe. Argentina es aspiracionalmente blanca, pero nos estamos despertando, estamos acá y somos millones.

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¿Qué es para vos el territorio? 

Mi primera obra de teatro antirracista la escribí en el 2018 se llama “Olvidados en la orilla” y denunciaba el caso de niño Gastón Arizpe Huaman que cayó en un pozo en el barrio Rodrigo Bueno, a raíz de su muerte el barrio pudo lograr una urbanización. Esa obra la escribí sentado enfrente del barrio en el museo La Carcova de la Universidad Nacional de las Artes de un lado miraba el barrio y del otro lado las torres de Puerto Madero construida por los mismos obreros que hicieron sus casas en Rodrigo Bueno. El territorio es irónico, es pícaro, pero es desde el espacio real que pueden construirse las piezas más poderosas y sensibles para ser contadas.

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Cerrando la charla con David pensaba de la importancia de hablar de racismo en nuestro territorio, hablar de las identidades marrones, indígenas, poner en palabras y en hechos en cada espacio donde ponemos el cuerpo. Preguntarnos ¿qué tipo de ciudadanía necesitamos? ¿qué tipo de instituciones? ¿qué políticas públicas queremos? ¿somos capaces de vivir colectivamente? ¿de ampliar derechos? ¿de ser realmente democráticos?. 

El intercambio de realidades diferentes nos permite crear nuevas posibilidades, de eso se trata de ponerle el cuerpo a las causas. Una de las claves es volver a mirarnos.

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Argentina es marrón

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Estimado invierno,

¿Estás despierto?

¿Y ahora cómo hago para sorprenderte? 

Quisiera saber,

¿Dónde queda tu mente cuando me empezás a extrañar?

¿En qué lugar? 

¿Cuándo postergaste el deseo?

¿Cuándo tu cuerpo dejó de ser apocalíptico? 

¿Cuándo dejaste tremendamente de entender?

¿Cuánto vale tu palabra?

¿Por qué llegaste hasta acá y no hasta allá? 

¿Quién es tu testigo? 

¿Por qué te quedaste en el  frío? 

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Marina Cepeda / @marinalcepeda

Lic. en Comunicación Social. En IUPA, prensa y comunicación. Soy lectora compulsiva y vivo apurando el reloj.

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Estimado invierno

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