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Una normalidad opresiva

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“Y los años pasaron sin que todavía pueda darme una explicación
de por qué nos encarcelaban,
por qué fui expulsada de mi familia,
por qué se me negó el acceso a la escuela.”

Lohana Berkins

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La normalidad nunca tuvo que explicarse. Se presenta como algo natural y obvio, a la vista de todos. La heterosexualidad y el binarismo de género configuran parte importante de esa “normalidad” que el sentido común hegemónico establece, atravesando nuestra subjetividad y nuestras prácticas. Tanta naturalidad construida alrededor de la heterosexualidad ha hecho que por mucho tiempo no haya parecido necesario ni siquiera nombrarla, “indecible por evidente”, en palabras de Vidarte y Llamas.

Algo que no se nombra se presenta como un tema poco digno de problematizar y por ende de conocer. El velo de normalidad con el que la heterosexualidad se ha cubierto intenta ocultar su condición de construcción para presentarse de modo esencialista, como una realidad desde el principio de los tiempos. De este modo se coloca en un lugar de lo no visible, de lo que no se habla y de lo que no se pregunta.

Afortunadamente, muchxs sujetxs no se han conformado con la supuesta verdad de la heterosexualidad y han planteado interrogantes y propuestas interesantes. Como un aporte en este sentido, Britzman retoma lo que considera el gran acierto de la Teoría Queer: la posibilidad de pensar la “producción de la normalización como problema de la cultura y del pensamiento.” Se trata de poner el foco en aquellos marcos normativos que impiden conocer porque han situado una realidad en los confines de lo ignorado. Aquí es fundamental entender la relación dialéctica que hay entre conocimiento e ignorancia. Lo que se ignora no es lo opuesto a lo que se conoce sino su límite, lo que no se tolera o no hay posibilidad de conocer en los marcos epistemológicos establecidos. ¿Por qué costó y cuesta tanto problematizar la heterosexualidad? 

Wittig propone pensarla como norma que se impone desde un acuerdo tácito que se hace en la sociedad. Las vinculaciones entre los sexos son las que contienen y dan forma a ese acuerdo. En este sentido, tal como señala Butler, “La categoría de “sexo” es, desde el comienzo, normativa; es lo que Foucault llamó un “ideal regulatorio”. La heterosexualidad puede pensarse entonces como un tipo de contrato social que posibilita un mandato regulador de nuestra sexualidad y subjetividad. Hablamos de un contrato heterosexual que abarca y comprende, como todo contrato social, las practicas, las relaciones, los modos de pensar y vivir. El contrato heterosexual ha configurado un sistema moral tradicional en el que las únicas posibilidades son las de ser hombre o mujer, según nuestros genitales, y relacionarnos amorosa y/o sexualmente con el sexo opuesto. Esto determina los límites de lo que se puede y lo que no se puede hacer en la vida social, o peor aún, de qué cuerpos pueden ser y cuáles no pueden ser en esta sociedad. En Cuerpos que importan (2002), Butler sostiene que el “sexo” no sólo funciona como norma, sino que además es parte de una práctica reguladora que produce los cuerpos que gobierna, es decir, cuya fuerza reguladora se manifiesta como una especie de poder productivo, el poder de producir -demarcar, circunscribir, diferenciar- los cuerpos que controla.

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Fotografías fuera de los márgenes de la normalidad

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“Hay un mito popular que dice
que el fotógrafo es por naturaleza un voyeur,
el último en ser invitado a una fiesta.
Pero yo no me estoy “colando”, esta es mi fiesta.
Esta es mi familia, mi historia.”

nan goldin

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Nan Goldin nace en 1953 en el seno de una familia judía de Washington. Luego de escapar de su casa a los catorce años, parte de su vida transcurrió en varios hogares con familias adoptivas de distintas ciudades de Nueva Inglaterra. En 1978 se gradúa en Escuela del Museo de Bellas Artes de Boston. En 1991 se marcha a Europa para cuidar a su amigo Alf Bold que estaba transitando los últimos momentos de su vida a causa del HIV. Desde entonces viaja desde Europa a Yale donde es profesora. En el año 2007 recibió el Premio Internacional de la fundación Hasselblad por su obra.

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Con respecto al trabajo de Nan Goldin, podemos decir que es una fotógrafa que pone su mirada en las complejidades de la experiencia humana, en las distintas circunstancias y momentos que van componiendo una vida. Sus producciones fotográficas son verdaderas narraciones sobre una persona o un grupo de personas, por lo que generalmente se presentan en el formato de Portafolio, es decir, de una serie extensa de fotografías tomadas a lo largo de periodos de vida de una persona allegada, un grupo de amigxs o de ella misma.

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“Mis modelos no son modelos, sino mis amigos y admiradores. A mí no me interesa la belleza estereotipada. A mí me interesan las profundidades a las que puedes llegar con alguien. Me interesa mostrar muchos aspectos de una misma persona, su íntima complejidad (por eso nunca expongo sólo una fotografía de cada persona) y persigo la historia de mi gente durante años y años”.

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Junto a las particularidades de una vida, Goldin hace foco en realidades que ponen en jaque los discursos hegemónicos. En el prefacio a su célebre libro de fotografías Balada para la Dependencia Sexual Goldin declara: “Las personas y las escenas en mis fotografías son particulares y específicas, pero yo siento que los temas que trato son universales”. Esos temas universales son aquellos que las fronteras de la normalidad han marginado, los que atraviesan a aquellas personas que no se amoldaron a la matriz heterosexista: gays, travestis, Drag Queens, lesbianas. Cuerpos discriminados y empujados a todos los límites, prohibidos en la escena social, vidas conducidas a los closets y el “underground” de las grandes ciudades.

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“Fue junto a estos cuerpos y estas vidas que Nan Goldin decidió construir su vida, su hogar y su familia en la vorágine contracultural de Estados Unidos. De este modo, sus fotografías se construyen a modo de un tradicional álbum familiar pero con una familia muy poco tradicional.”

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Drags Queens

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“Y ser marica, de por sí, ya es una lucha.”

Vidarte y Llamas

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Con quince años Nan Goldin entra a la escuela experimental Satya Community School en Boston y entabla amistad con quien fuera su mejor amigo el resto de su vida: David Armstrong. David estaba experimentando construirse como mujer y Goldin se volvió su fotógrafa de cabecera. A comienzos de los años ´70, cuando salen de la escuela, Nan, David
y otras Drags Queens deciden convivir juntas. La imposibilidad de salir a la calle o trabajar durante el día los hizo llevar una vida nocturna. Pronto Nan se convirtió en la fotógrafa que narraba la vida sentimental y sexual del bar de enfrente a su casa, que es el que frecuentaban todas las noches. Cámara en mano acompañaba a sus amigxs en sus performances y actividades nocturnas. Ella quería registrar su vida y la de sus amistades desde lo más íntimo por lo que confiesa que la cámara funcionaba en gran parte como su memoria.

Nan Goldin entiende que su trabajo sobre las Drag Queens las toma como un tercer género. “Tengo muchos amigos que viven yendo entre los géneros de ida y vuelta y pienso que hay muchos tipos de género y me he obsesionado con esa idea todo el tiempo. Todo, desde Drag Queens hasta físico-culturistas, es sobre la transformación del ser y el valor de manifestarlo”.

Con respecto a los parámetros de la heterosexualidad y el binarismo de género, la fotógrafa tiene una visión crítica. En la introducción a Balada para la Dependencia Sexual dice: “Como niños, estamos programados dentro de las limitaciones de las distinciones de género, los niños son guerreros, y las niñas son lindas y educadas. Pero a medida que crecemos, surge una conciencia propia que entiende al género como una decisión, como algo moldeable. Uno puede jugar con las opciones tradicionales: disfrazarse, deambular en auto, la postura rígida – o jugar en contra de los roles: desplegar la ternura o la dureza para contradecir los estereotipos (…)-. Más que aceptar la distinción de géneros, el punto es redefinir los géneros.”

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Nan Goldin eligió registrar sus días en familia desde un punto de vista muy intimista, desde su mirada de compañera, de hermana y de amante de aquellas persona en la que ella encontraba belleza y fuerza. Dice Goldin, “mi trabajo era todo del tipo “homenaje” porque pensaba que era la gente más hermosas que había visto jamás en mi vida”. Para ella los Drug Queens que retrataba no eran seres exóticos para capturar, siempre estuvieron ahí, retomando palabras de Berkins, no se trata de una cuestión posmodernista, ni de esnobismo: Drag Queens, travestis, gays y lesbianas siempre estuvieron acá, poniendo el cuerpo, aunque la heterosexualidad normativa haya querido ocultarlos.

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“Las personas en estas fotos son realmente revolucionarias.
Son los verdaderos ganadores de la batalla del sexo
porque se salieron del círculo”.

Nan Goldin

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En medio del estallido del punk y la emergencia de diversas manifestaciones contraculturales, las noches que habitaba Goldin rompían todas las líneas divisorias de la normalidad: mujer/hombre, privado/público, personal/político. Todo se desdibuja en una cruda instantánea de Nan. Poco le importaba respetar esos límites ni ponerle un rótulo a sus experiencias o las de sus amigxs. Vidarte y Llamas han sostenido que ser gay o lesbiana es romper con toda posibilidad de catalogamiento, no existen moldes ni prototipos de “maricas”. Ser homosexual es algo que no está al alcance de un heterosexual, un concepto al que no podrá arribar.

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COOKIE, GILLES Y GOTSCHO. El amor en tiempos de HIV

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“El glamour de la auto-destrucción había crecido con la muerte real entre nosotros. Pasamos
tragos amarguísimos y perdimos muchísimos amigos cercanos. Pero todavía creo en la liberación
sexual, todavía creo que el sexo es una afirmación de la vida. Ese deseo de intimidad y conexión es
absolutamente positivo y el SIDA no ha destruido esta creencia”

Nan goldin

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Cookie Mueller fue una muy querida amiga de Goldin, razón por la cual ella la fotografiaba cotidianamente. Goldin describe a Cookie como una especie de reina y de centro de las fiestas y reuniones “familiares” que compartían. Ambas eran bisexuales, como aclara Nan, “realmente lo vivíamos así, y digo no sólo en teoría, sino en el cotidiano.” Esto creó un fuerte vínculo entre ellas. Retomando a Adrienne Rich podemos pensar cómo estas vivencias suponen un acto más con el cual Goldin y su familia le hicieron frente a la heterosexualidad normativa.

Cookie se enamoró de un artista italiano con el cual se casó, siendo ambos VIH positivos. Finalmente su esposo fallece. Su muerte devastó a Cookie cuya enfermedad ya estaba avanzada y la había dejado sin habla y con problemas al caminar. Cuenta Nan que cuando fue a ver a Cookie a Provincetown, después de salir de rehabilitación, había perdido
la voz. Su risa y su agudeza verbal habían sido una parte importante de su personalidad. El hecho de que no pudiera hablar, el hecho de que no pudiera andar sin un bastón, era tan devastador que llamaba a cada doctor, gritando de la impotencia que sentía. En ese momento era como una niña pensando que los médicos te ayudarían, y no creía que no hubiera nada que ellos no pudieran hacer.

Cookie murió en 1989, tras ser fotografiada por su amiga durante 13 años.

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El HIV avanzaba frente a la perplejidad de Goldin y su familia que veían como esa emergente enfermedad se llevaba a sus seres más queridos. Entre ellos, el representante y entrañable amigo de Goldin, Gilles Dusein. “Gilles había enseñado el portfolio de Cookie. Él y su amante, Gotscho, creían que era importante que hiciera lo mismo con él para documentar la vida de Gilles y no se perdiera en el olvido. Fue así que Nan Goldin fotografió a Gilles y Gotscho entre
1992 y 1993. Este trabajo, conocido como Gotscho + Gilles, narra una historia de amor y muestra de cerca los cambios en el cuerpo a partir del HIV. Corona la serie un beso inolvidable que Gotscho da en la frente de su amado en el momento de su muerte.

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¨Yo intentaba conservar a la gente,
haciendo que no desaparecieran sin dejar rastro.¨

NAN GOLDIN

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La pérdida de sus amigxs hizo que Goldin sintiera la necesidad de tomar cartas en el asunto. En palabras de ella, “sólo era 1989, después de que Cookie muriera y montar su portfolio -15 fotos hechas a lo largo de 13 años, con un texto sobre nuestra relación-, cuando me di cuenta de que la fotografía no podía mantener a la gente con vida.”

En 1986 Goldin se acerca al artista Avram Finkelstein quien había colaborado en la fundación del colectivo Silence Equals Death, que se convertiría más tarde en ACT UP – AIDS Coalition to Unleash Power (Coalición del sida para desatar el poder)-, que mediante la acción directa intenta instalar socialmente la problemática del HIV. Las acciones de Act Up tuvieron y tienen gran repercusión.

El mismo día que Cookie murió, se inauguró la exposición Witnesses; Against Our Vanishing en el Artist Space de Nueva York donde Nan Goldin trabajo en el comisariado artístico. La muestra creó una controversia nacional ya que el gobierno retiró la subvención para la exposición por un texto de David Wojnarowicz en contra de la postura adoptada por el gobierno y la iglesia católica y su silencio en torno al HIV.

Tiempo después Goldin se sumó a Visual AIDS, organización de arte contemporáneo. Con este grupo crearon el lazo rojo, idea del artista Frank Moore. Además, en 1989, comenzaron con Day With(out) Art que se repite cada 1 de
diciembre. Actualmente Goldin vende parte de su obra a muy bajos precios para recaudar dinero en las organizaciones donde participa en la lucha contra el HIV. Una de sus últimos trabajos fue The Positive Grid en la que abundan fotografías de estilo renacentistas. Que en palabras de Goldin: “muestra a gente que era positiva, viviendo vidas positivas.”

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“Mi fotografía, al fin y al cabo, no hizo lo suficiente. No salvó a Cookie.
Pero a lo largo de los años, mis fotos, y otra fotografía sobre gente con Sida, ha ayudado.
Definitivamente ha servido para dar una imagen más humana a las estadísticas.
Necesitamos seguir mostrando imágenes ahí fuera.”

Nan goldin

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EL SEXO Y DESPUÉS. Balada para la dependencia sexual.

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“Lo que uno sabe emocionalmente y lo que desea sexualmente
puede ser salvajemente contradictorio.”

nan goldin

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La balada de la dependencia sexual comenzó presentándose en 1981 como un slideshow en uno de los bares donde Goldin trabajaba como moza. Fue en ese mismo bar donde se habían registrado la mayoría de las imágenes proyectadas, siendo así los mismos protagonistas, espectadores. Las diapositivas de 700 imágenes se proyectaron acompañadas de música Punk, Rock y Blues.

Esta serie fue uno de los primeros trabajos de Goldin en obtener relevancia pública y no tardó en comenzar a exponerse en otros bares, clubs, cafés y salas de cine de Estados Unidos y llegar a Europa. La obra se editó en 1986 en un libro, donde Goldin escribe una introducción memorable. La fotógrafa presenta el libro como un diario íntimo. “Mis diarios escritos son privados (…) Mi diario visual es público. Se expande a partir de una base subjetiva con la contribución de otras personas.”

En este trabajo Goldin dice estar “obsesionada” por la dependencia que existe en torno a la sexualidad. ¿Por qué a pesar de que dos personas puedan tener un vínculo destructivo necesitan permanentemente reafirmar su dependencia a través del sexo? En ese sentido plantea que el sexo puede llegar a ser una adicción. Cámara en mano registra a sus amigxs y a ella misma teniendo sexo y las situaciones que se generan una vez que el acto ha sido concluido. Una de las series consiste en fotografías de ella y Brian, su pareja de entonces, teniendo sexo y justo después de tenerlo. Goldin usaba para esto un trípode y un cable disparador. Las fotos no eran armadas, simplemente iba disparando fotografías en distintos momentos. Cuando las vio notó lo significativo que era la distancia que había entre su mirada buscando intimidad y la actitud de Brian, dándole la espalda, fumando ensimismado. Ambos, a entender de Goldin, se ven tristes. Brian fue su pareja desde 1981 a 1984 cuando, a raíz de golpizas que le propinara a Nan, se separarían.

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“He enseñado mi propia foto tomada un mes después de haber sido golpeada con la intención de no volver nunca más a aquella situación.”

NAN GOLDIN

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PARA NO OLVIDAR. Fotografías de una deriva deseante.

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“Yo tenía once años cuando mi hermana se suicidó. Fue en 1965, cuando el suicidio adolescente era un tema tabú.
Yo estaba muy cerca de mi hermana, y era consciente de las fuerzas que la habían llevado a elegir el suicidio.
Vi el papel que la sexualidad y la represión jugaron en su destrucción. En esa época, principios de los sesenta, las mujeres que estaban enojadas y eran sexuales daban miedo; estaban fuera de los márgenes del comportamiento aceptable, fuera de control. A los dieciocho años, mi hermana se dio cuenta de que la única manera de escapar era acostarse en las vías del tren.”

nan goldin

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La pérdida de su hermana, ha atravesado toda la obra de Goldin. Casi podría decirse que es la razón por la que decidió ser fotógrafa. En el 2004 la artista produce una instalación llamada Hermanas, Santas y Sibilas en la que proyecta fotografías y videos en la Chapelle de la Salpêtrière, un renombrado hospital psiquiátrico de mujeres de París. Junto a la diseñadora Ryamonde Couvre montaron tres pantallas de cinco metros de ancho en el edificio en las que proyectaron imágenes que narraban la vida de mujeres que habían sido estigmatizadas a través de la historia, algunas conocidas, algunas anónimas. La vida de Santa Bárbara, la de Goldin y la de su hermana, el suicidio, las internaciones para rehabilitación, registros de vidas alejadas del manual de la buena esposa. A raíz de este trabajo Goldin
produce su único film Hermanas, Santas y Sibilas.

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“Entendí que en muchas formas, yo era como mi hermana. Veía la historia repetirse.
Su psiquiatra había profetizado que yo terminaría como mi hermana (…)
Sabía que era indispensable que me fuera de casa, así que a los 14 años me escape.”

nan goldin

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Nan Goldin necesitaba recuperar lo perdido, reconstruir ese rostro querido que ya no estaba. Así comenzó a “obsesionarse”, dicho en sus palabras, con registrar su vida y la de las personas que la formaban. Personas que, como ella, habían sido exiliadas de los territorios de la normalidad.

Aquí es interesante retomar lo que Néstor Perlongher plantea: un lugar específico, digamos Nueva York, tiene un mapa oficial, tendiente a mantener los límites que el sistema exige para la producción de sujetos normales. Afortunadamente, siempre es posible construir un mapa otro, el mapa de devenires minoritarios – Drag Queens, lesbianas, homosexuales fruto de procesos de marginalización y minorización. Estos cuerpos recorren y agitan el cuerpo social, poniendo en tela de juicio las fronteras y las identidades creadas por la normalidad. Aquí devenir denota un proceso de deseo, no el de transformarse en otro sino el de aliarse, contagiarse de lo diferente para quebrar los sentidos hegemónicos.

Para conocer esos mapas otros es necesario tener una mirada deseante y activa, una mirada que nos permita ir construyendo otros sentidos a medida que describe los territorios que transita. Retomando esta idea, estamos en condiciones de afirmar que Nan Goldin es una “cartógrafa deseante”. Tomó con amor fotografías que registraban y narraban vidas en los bordes -in the Otherside como se llamó uno de sus trabajos. Vidas cercanas y queridas, conocidas y compartidas, una “diversidad de derivas deseantes” que invitan a creer que otras construcciones son posibles y que los binarismos que separan mujeres de hombres, heterosexuales de homosexuales, ´normales´ de ´anormales´ pueden romperse.

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La obra de Goldin ha transgredido no sólo lo que la sociedad no soporta ver, sino también un modo academicista de hacer fotografía. En una época en la que la fotografía se esforzaba por lograr la perfección en las imágenes, Goldin sacaba fotos caseras, instantáneas, donde nada estaba montado ni había modelo alguno. Fotos fuera de foco, muy parecidas a un recuerdo. Goldin está muy lejos de la estética fotográfica habitual del documental, sus fotos parecerían no ser las de una fotógrafa. La novedad quizás sea que ella no intenta estetizar sus imágenes, las muestra crudas y tal cual son, muestra la vida en lo más complejo, en las alegrías pero también en las contradicciones y en el sufrimiento.

Donde el contrato heterosexual y el binarismo de género expandieron su manto de invisibilidad, Nan Goldin centró su mirada para acariciar a aquellxs que escogió como su familia. Se construyó y reconstruyó en sus fotografías como quien escribe un diario íntimo. Eligió narrarnos la vida de sus seres queridos en sus complejidades y profundidades y no sólo en las situaciones típicas de posar para una foto. Sus registros captaban todo: amores, desamores, encuentros, deseos, alegrías, tristezas, despedidas, muertes. Nada de ediciones ni de montajes, se trata de personas tal cual se presentan en distintos momentos de su vida.

¿Puede la fotografía vencer al olvido? Nan Goldin apostó a intentarlo, porque quizás sea esa la mejor promesa del arte. Ella ha repetido en varias ocasiones que la idea de olvidar la obsesiona, por eso su cámara es el bastón de su memoria.

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¨Durante años, estuve obsesionada con el registro diario de mi vida. Actualmente me he dado cuenta que mi obsesión tiene raíces más profundas: realmente no recuerdo a mi hermana. Recuerdo mi versión de ella, de las cosas que ella decía, de las cosas que ella me decía. Pero no recuerdo el sentimiento tangible de quien era ella, se presencia, su mirada, su voz. Nunca voy a aceptar la versión de otra persona con respecto a mi historia. Nunca más voy a volver a perder el recuerdo de alguien.¨

nan goldin

Natalia Navia @naty.navia

Nan Goldin: Fotografías de una deriva deseante

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En los años 70 desde los feminismos comenzó a cuestionarse el lugar asignado a las mujeres en el arte. Varios colectivos de artistas, como Women Art Revolution por nombrar sólo uno, realizaron acciones concretas para cuestionar el androcentrismo en el universo artístico. Gran parte de la crítica se basó en la falta de obras de mujeres en las galerías y museos. Otra línea crítica se centró en la construcción de La Historia del Arte como relato hegemónico del quehacer masculino y la negación de las mujeres como productoras.

En ese entonces Linda Nochlin realizará un pregunta fundamental: ¨¿por qué no ha habido grandes artistas mujeres?¨ Esta pregunta suscitó otras iguales de productivas, como la que se formula la Crítica de Arte Griselda Pollock: ¨¿puede la historia del arte sobrevivir al feminismo?¨

Lo cierto es que pensar a las mujeres en la cultura exige deconstruir completamente el discurso del arte y de su historia. Con esta premisa y en un contexto de crecimiento del Movimiento de Arte Feminista, las pintoras y escultoras Judy Chicago y Miriam Schapiro crean en 1971 un Programa de Arte Feminista para las egresadas de Calarts, Instituto de las Artes de California. 

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El principal objetivo de estas artistas era desarrollar en las mujeres que se sumaban al programa una identidad propia y crítica que les permitiera librarse de las definiciones estereotipadas de lo considerado ¨femenino¨. Se trataba de fundar una comunidad artística sólo de mujeres que permitiera  construir conjuntamente una identidad, descubriendo las opresiones y las potencialidades en común. 

El Programa de Arte Feminista se caracterizó por construir una relación dialéctica entre el trabajo teórico y la práctica artística. Sumado a las lecturas compartidas, se construía en conjunto una reflexión sobre la creación de las mujeres a partir de sus vivencias como tales.

La principal técnica que se utilizó para esta producción fue la del ¨despertar de la conciencia¨: las mujeres reunidas contestaban preguntas sobre una temática clave como la sexualidad, la familia o el trabajo, usando ejemplos de sus propias vivencias. Luego, el grupo usaba esos testimonios para reflexionar sobre el trasfondo político de aquellas problemáticas que se inscribían en el sentido común como ¨problemas personales¨. La recopilación de distintos relatos de vida permitía vislumbrar que las penurias y forcejeos de la vida propia no eran problemas individuales por lo cual ninguna mujer podría resolverlos sola. Es por esto, que esta propuesta pedagógica instaba a accionar y pensar estrategias colectivas, a la vez que colaboraba con escritos y conclusiones a la sistematización y producción teórica de lo elaborado. 

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La propuesta de Chicago y Schapiro fue disruptiva también en lo que refiere a la construcción del conocimiento. Se partía de la base de que es imposible dejar la subjetividad de lado. El saber se construía creando, poniendo sobre la mesa los sentires, realizando una apuesta a una visión integral de cada sujeta en la que las separaciones modernas de cuerpo, intelecto y afectos pudieran superarse.

Si bien El Programa de Arte Feminista suponía una propuesta contrahegemónica, en los ’70 fue centro de varias críticas a raíz del esencialismo a partir del cual comprendía a las mujeres. Esto se ve claramente en la propuesta artística que, en varias ocasiones, presenta el ser mujer a partir de lo biológico. No es mi intención abordar dichas críticas en este escrito, las cuales no desconozco. Sin embargo, considero necesario rescatar esta propuesta desde lo que sumó en la experiencia histórica de los movimientos feministas y reconocer la fuerza política que tuvo en el contexto en el que apareció. Es importante considerar que los conocimientos no se construyen de una vez para siempre. El Programa de Arte Feminista representó una base para producciones posteriores que se sumaron al Movimiento de Arte Feminista haciéndolo crecer. 

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WOMANHOUSE

La producción artística más importante creada a partir del Programa de Arte Feminista fue Womanhouse, considerado uno de los proyectos de mayor relevancia posterior para el arte feminista. Esta muestra se presentó en 1972, cuando una casa antigua de Los Ángeles, ocupada durante seis semanas por dieciséis mujeres que vivieron y trabajaron allí, abrió sus puertas al público.

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Toda la casa se montó como muestra, convirtiendo el espacio doméstico en espacio expositivo. El público era invitado a transitar por habitaciones en las cuales podía encontrarse con instalaciones o performances. La intimidad del hogar montada como exposición ponía en tensión las fronteras establecidas entre lo privado y lo público. 

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Le Nurturant Kitchen

La cocina se construyó como una instalación que representaba una metáfora clara de la carga que supone alimentar durante toda la vida a los demás. En el techo podían verse huevos fritos que al caer por las paredes iban tomando la forma de pechos. Huevos y pechos evocaban el cansancio de ser fuente alimenticia de por vida, la frustración de vivir al servicio de otros porque, como bien señaló Silvia Federici ,¨eso que llaman amor, es trabajo no pago¨.

Susan Frazier, Vicki Hodgetts y Robin Weltsch fueron las artistas encargadas de este espacio. 

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Performance pene y vagina

Faith Wilding y Janice Lester representan una discusión doméstica entre un cuerpo equipado por un pene exagerado construido como escultura suave, y un cuerpo con una vulva redonda construida de igual forma.

El guión fue escrito por Judy Chicago quien estableció una relación directa entre lo biológico -los genitales- y lo cultural -los roles asignados a cada género-.

Un ejemplo es el pedido que la mujer hace al hombre para que lave los platos, a los que él responde con una negativa y se explica en el simple hecho de tener un pene. Más tarde, luego de tener relaciones sexuales con el hombre, la mujer le manifiesta que le gustaría tener un orgasmo. Acto seguido, él la mata. 

El cuarto de Leah

En otro sitio de la casa, Karen LeCoq y Nancy Youdelman ofrecían una instalación performática llamada Leah´s room. Para la instalación realizaron una reconstrucción del tocador de Leah, el personaje principal de la obra Chéri de Collette. La novela se ubica en Francia de principios del siglo XX y cuenta la historia de amor entre una mujer mayor y un joven a quienes las convenciones sociales separan. Al reencontrarse luego de un tiempo, el joven Chéri encuentra a una mujer envejecida. 

La instalación se basó en la reconstrucción del tocador de Leah. La performance intentaba captar un drama que la sociedad impone a las mujeres: el drama de envejecer y dejar de ser objeto de deseo. El mandato de ser siempre bellas y ocultar las señales de la edad de nuestro cuerpo y nuestros rostros. 

Al entrar a la habitación podía verse a Leah mirándose ansiosamente en el espejo, maquillando y desmaquillándose incesantemente en un gesto de angustia y desesperación. Las artistas dijeron sobre esta propuesta artística: ¨queríamos hacer frente a la manera como las mujeres se sienten intimidadas por la cultura de mantener constantemente su belleza y el sentimiento de desesperación e impotencia una vez que se pierde la belleza¨. 

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El baño de la menstruación

En esta instalación Judy Chicago presentaba un baño de extrema pulcritud, blanco y reluciente, en contraste con un tacho de basura rebalsado de tampones y toallitas higiénicas usadas… ¨la sangre, lo único que no puede taparse¨ diría la artista al respecto. 

La propuesta de una escena contundente intentaba polemizar con el tabú establecido alrededor del tema. El baño como el lugar donde esconder los rastros de la sangre y a su vez como santuario donde la menstruación se desarrolla sin tapujos. La puerta de ese baño cubierta por un lienzo a través del cual se apreciaba la instalación: un intento por presentar el espacio como una especie de santuario. Judy Chicago nos habla de la mujer que sangra todos los meses y el misterio que genera en el hombre.

Cuarto tejido

En una de las habitaciones de la casa podía apreciarse una instalación de Faith Wilding. Entrando al cuarto, el público se encontraba frente a una construcción realizada totalmente con tejidos de crochet.

La construcción parecía por momentos una especie de choza que algunos críticos de arte pensaron como las chozas africanas donde las mujeres se escondían para menstruar lejos de los ojos del resto de la comunidad.

Por otro lado bien podía representar las construcciones que una madre pone en funcionamiento para cobijar a sus hijxs: un nido, un techo, un espacio cálido y acogedor.

Algo a destacar de este tipo de propuestas de Womanhouse es la redefinición que plantean a la oposición que la cultura androcéntrica estableció entre el arte culto y arte considerado menor. Tejer es asociado por el sentido común a las prácticas propiamente femeninas. La gran artista paraguaya, Faith Wilding, toma justamente de estas consideraciones la fuerza crítica de su obra. Resignifica la labor del tejido y lo coloca en el campo del arte. 

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Waiting

Waiting es un poema y una performance de Faith Wilding. En una de las habitaciones, la artista se encontraba sentada pasivamente, con sus manos sobre el regazo, balanceándose hacia adelante y hacia atrás en tono de espera. Una mujer esperando las únicas opciones que la sociedad había impuesto a su vida: crecer, ser linda, enamorar, casarse, tener hijos, que los hijos crezcan…

La propuesta constaba de un monologo de 15 minutos, un hermoso poema que en 1972 fue publicado en su totalidad por la revista Ms. Magazine. 

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Fragmento de Waiting un poema de Faith Wilding

Esperando. . . esperando. . . esperando. Esperando a que alguien venga 
Esperando a que alguien me abrace
Esperando a que alguien me alimente
Esperando a que alguien me cambie mi pañal. 
Esperando. . . Esperando a garabatear, a caminar, esperando a hablar
Esperando a que me miren 
Esperando a que alguien me invite a salir 
Esperando a que alguien juegue conmigo
Esperando a que alguien me invite a salir 
Esperando a alguien me lea, me vista, me ate mis zapatos 
Esperando a que mamá me cepille el pelo
Esperando a que me rice el pelo 
Esperando para ponerme mi vestido de volados
Esperando a ser una chica linda 
Esperando a crecer. 
Esperando. . . 

Esperando a que me crezcan los pechos 
Esperando a ponerme un corpiño
Esperando a menstruar
Esperando a leer libros prohibidos
Esperando a dejar de ser torpe
Esperando a tener buen tipo
Esperando a mi primera cita
Esperando a tener novio

Esperando a ir a una fiesta, a que me saquen a bailar, a bailar pegados 
Esperando ser hermosa
Esperando el secreto
Esperando a que comience la vida. 
Esperando. . . 
Esperando a ser alguien
Esperando a llevar maquillaje 
Esperando a que desaparezcan mis granos
Esperando para pintarme, para llevar tacones altos y medias
Esperando para vestirme elegante, para depilarme las piernas
Esperando a ser guapa. 
Esperando. . . 
Esperando a que sepa que existo, a que me llame
Esperando a que me pida una cita 
Esperando a que me haga caso 
Esperando a que se enamore de mí 
Esperando a que me bese, me toque, toque mis pechos 
Esperando a que pase por delante de mi casa 
Esperando a que me diga que estoy linda
Esperando a que me pida salir formalmente 
Esperando a acariciarnos, a enrollarnos, a ir hasta el final 
Esperando a fumar, a beber, a salir hasta tarde 
Esperando a ser mujer. 
Esperando. . .
 

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Las prácticas puestas en marcha en el Programa de Arte Feminista de Judy Chicago y Miriam Schapiro lograron llevar adelante un proceso educativo en cual las mujeres pudieron cuestionar desde su propia corporalidad y subjetividad los mandatos patriarcales y construir una propuesta artística sin precedentes. Womanhouse irrumpió como denuncia del androcentrismo estructural en el campo del arte, poniendo en tela de juicio no sólo los espacios de circulación, sino también las lógicas de legitimación de las obras. 

En ese espacio hogareño re-construído por las artistas, la decisión estética y política de incorporar soportes artesanales, como el bordado por ejemplo, fue fundamental. De esta manera, aquello cuya realización se confinaba a la privacidad del espacio doméstico, salió a la luz para presentarse como obra en el espacio público de una casa otra, de un espacio resignificado por el arte.  

Entre tejidos y charlas en la cocina, hablando un lenguaje doméstico, con huevos fritos, mantas y tampones, Womanhouse pone al descubierto eso que el capitalismo y la cultura patriarcal han sabido tan bien maquillar con cuentos de amor romántico. Se quita el velo. El hogar y la familia comienzan a vislumbrarse como epicentro de opresiones. Lo doméstico comienza a sentirse como un transcurrir del tiempo en el que siempre estamos esperando.

Se abren las puertas de la casa: la vida cotidiana comienza a desnaturalizarse, el ámbito de lo privado se vuelve público… lo personal es político.

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Womanhouse y el Programa de Arte Feminista

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