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No hay cosa que sufra y disfrute más que una buena crisis existencial que me obligue a replantearme la vida entera, y cuando esa crisis la genera una película no me queda otra que detestar y estar eternamente agradecida con quien creó tal obra de arte que me interpela a niveles que aún no conozco y que debo descubrir.

En este caso se trata de David Lowery, con su película del 2017, A Ghost Story o Una Historia de Fantasmas. Esta es una historia sobre el tiempo y la existencia que se desarrolla a través de la imagen clásica de un fantasma cubierto por una sábana. Es trágica, cómica, nostálgica y melancólica, la película habla sobre la pérdida, los ciclos, la humanidad, el hogar, el apego y el pastel, que muchas veces es el único que puede llenar el vacío que sentimos. El eje central gira en torno a una pareja y su casa, C (hombre) sufre un accidente en el que fallece y su espíritu en pena regresa a la casa donde vivía con su esposa (M), quien se muda un tiempo después. Desde ese punto al final de la película, el fantasma de C nos guía a través de su permanencia en la casa por los altibajos y misterios de la existencia.

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Toda la película es un juego con el tiempo, los primeros 20 minutos parecen 3 horas, con planos eternos, casi totalmente estáticos y con acciones que, siendo realistas, no tienen mucho contenido, más allá de la simpleza de la vida humana; cuando M empieza a sanar del duelo por la pérdida de su pareja, los días, las semanas y los meses pasan en un parpadeo, hasta que se muda de la casa, dejando al fantasma de C atrás. El tiempo se expande y se comprime, como el universo mismo al que hacen referencia una y mil veces, y se entremezcla gracias a la acción del montaje, el cual tiene una gran importancia; dentro de la hora y media que dura la película convive la realidad humana más cotidiana, con sus tiempos naturales, lo cual termina resultando tedioso, y el fin de la humanidad o tal vez del universo entero, y su reinicio en un segundo, lo cual resulta vertiginoso. 

Si bien nuestro fantasma esta completamente cubierto por una sabana, impidiéndonos ver hasta sus ojos, los cuales aparecen como dos agujeros completamente negros, es increíble la capacidad de expresión que una sabana puede tener, y lo clara que puede ser al transmitir lo que esta sintiendo. Es una película que presenta muy pocos diálogos, y la mayoría es comunicado por la construcción del sonido y el ambiente, por ejemplo a través de la colorimetría. La casa presenta colores cálidos en los periodos en los que hay vida habitándola, y colores fríos durante los períodos de duelo y soledad.

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La relación de aspecto que presenta es de 1.33:1, la imagen no solo se ve más pequeña – con forma cuadrada – y por ende más íntima en la pantalla grande, lo cual se ve acompañado por la espontaneidad de las actuaciones y su naturalidad, sino que además nos da la sensación de estar viendo un álbum de fotos viejo, y a esto también suma lo bien pensados y bellísimamente compuestos que están los planos que, literalmente en cualquier fotograma que pauses, parecen una fotografía pensada al milímetro. 

Toda esta parte técnica no hace más que sumar a lo que la película quiere expresar filosóficamente, sobre la gran variedad de temas que la atraviesan. En definitiva, A Ghost Story busca. como mínimo, generar una crisis existencial y logra, por lo menos en mí, su cometido. El tema central, en mi opinión, es el sin sentido de la vida humana, que se ve claramente relatado en el increíble monólogo que corta el hilo narrativo previo y que además rompe la cuarta pared y le habla directamente al fantasma en la habitación.

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Según la teoría budista, y acá meto mi valoración personal espiritual, nuestra realidad está regida por las tres marcas de la existencia; la impermanencia, el sufrimiento y la no identidad. La impermanencia habla de lo efímero de las cosas, de que lo único constante y natural es el cambio, y que nada es para siempre. El sufrimiento, es un estado natural que tratamos de evadir pero al tener una relación abierta con él, nos dota de libertad; lo que nos priva de libertad es el malestar que genera el apego y el rechazo del yo. Por último, la no identidad, que nos plantea como un espacio más grande, lleno de sabiduría y compasión, más allá del yo, y que no hay cosa, lugar o persona que nos pueda definir. Vemos a lo largo del film situaciones que no nos dejan alejarnos de la realidad humana quizás más pura y evadida, el verdadero fantasma en la habitación de la humanidad es el sin sentido de su existencia, es reconocerse ínfimamente pequeña en un universo que le es ajeno, es verse atravesada por fenómenos como el tiempo sobre el cual no tiene ningún tipo de control pero que está presente en su vida a cada instante. No podemos mentirnos, el mensaje es completamente desalentador y deprimente, pero esta bien que así lo sea, porque nos obliga a cuestionarnos qué es realmente lo importante cuando vivimos en un mundo efímero, totalmente cambiante en el que nada nos pertenece y todo va a desaparecer, nos obliga a cuestionarnos qué hacemos con nuestro tiempo, cómo nos abrimos al sufrimiento, al duelo y la pérdida, nos hace replantear donde está la verdad de nuestra esencia, quién o qué somos, y qué queda cuando el cuerpo ya no está.

En resumen, Una Historia de Fantasmas nos habla de la realidad humana más pura de la forma artística más bella, Una Historia de Fantasmas nos hace pensar en el fantasma que algún día seremos y posiblemente, el humano que hoy queremos ser.

Oriana Hermosilla / @jabruu_ / Estudiante de Artes Audiovisuales del IUPA

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El fantasma que somos: protegidos por la sábana

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