Cuando era chico, un día le pregunté a mi mamá por qué me llamaba Ramiro y a quién se le había ocurrido ponerme así. Me respondió que ella había elegido ese nombre, simplemente, porque le gustaba. En ese momento me quedé conforme con la explicación. Después de un tiempo, ya de grande, empecé a hacer conjeturas sobre el motivo de la elección: quizás era el nombre de algún antiguo novio de mi mamá o era ese nombre que elegía para ponerle a sus muñecos cuando era pequeña. De lo único que estaba seguro era de que mi nombre tenía una historia detrás o alguna explicación un poco más interesante. La mayoría de nosotros hemos querido saber el origen de nuestro nombre y el por qué de la elección, porque es una forma de saber de dónde venimos y cuando averiguamos más sobre nosotros mismos estamos hablando de conocer más sobre nuestra identidad. Un nombre da identidad.
Con los lugares pasa lo mismo. Quién no se ha preguntado alguna vez por qué las ciudades tienen los nombres que tienen o cuál es el origen de sus denominaciones, o quién se lo puso y qué significa. Saber de un nombre nos explica muchas cosas porque tiene el poder infalible de la palabra. Esto es lo que hace Ezequiel Epifanio en Toponimia ilustrada de Río Negro. Este libro es una prueba de que la palabra vale por mil imágenes. Cuando se nombra el lugar donde uno vivió, donde uno pasó cosas y que uno quiso, se vienen a la memoria diferentes sentimientos vinculados a los recuerdos, a personas, a sensaciones.
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El libro cuenta con las ilustraciones de Juan Pablo Jerez que complementan las explicaciones de los nombres y nos deja algunas imágenes oníricas, surrealistas, literarias, incluso icónicas para la provincia de Río Negro.
El libro Toponimia Ilustrada analiza el conjunto de los nombres de la provincia de Río Negro y esto nos da una sutil idea de su historia. Por ejemplo, en la Línea Sur prevalecen nombres de origen mapuche, en el Valle y en las ciudades más grandes prevalecen nombres de miltares, políticos, ingenieros, en general apellidos europeos. Hay localidades con nombre de sacerdotes, un santo, caciques, un escritor, hay militares, navegantes, una diosa, accidentes geográficos, un ministro de la Nación, animales, plantas, la esposa de un presidente. El panorama es variado. Epifanio hace un valiosísimo aporte al conocimiento toponímico e histórico de la provincia al haberse tomado el trabajo no solo de investigar documentos sino de haber charlado con residentes de las localidades lo que aporta el plus de la memoria oral, viva, esa que no está en los libros de texto sobre el tema.
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Cuando vi el libro por primera vez pensé, qué importante es poder contar de dónde vienen los nombres de los lugares de la provincia, su etimología, historias relacionadas, anécdotas. Uno podría seguir preguntándose a nivel más micro sobre calles, negocios, instituciones, escuelas, clubes.
Alguien dijo que a los lugares donde hemos sido felices no hay que tratar de volver. ¿Y adónde vamos a querer volver? ¿Adónde no hemos sido felices? El libro indaga, busca, bucea en los nombres no solo de las localidades, sino también de los departamentos, los parajes, los barrios y los accidentes geográficos de la provincia de Río Negro. A través de la lectura conocemos las historias y leyendas de esos rincones y sus nombres. Es un libro que no intenta agotarse en la materia sino que pretende seguir buscando, conociendo, aprendiendo e invitando a que otros también lo hagan.
Como dice Ezequiel, cuando uno mira hacia atrás, analizando la historia de la toponimia de estos nombres no juzga si están mal o bien, solo quiere comprenderlos, explicarlos y entenderlos.
Si al final uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida.
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