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Hablo verborragicamente para que no te des cuenta que tranquilamente podría saltar encima tuyo sin mediar palabras.

Te reís y todo se pone más complicado y sin decir, mi cuerpo dice que ojalá te quedaras hasta que los ojos se nos partan de rojo.

Temario random.

La única manera de no sembrar sospechas.

Hago la pregunta equivocada y el aire se apuñala con mis palabras y la sangre te tiñe de silencio.

Tu incomodidad, repentina e inesperada no me asombra.

Mi hobbie es arruinar momentos, por eso no me asombra.

Todo es ruina.

Tu lata de birra queda arriba de la mesa que improvisé para los dos.

Y como a la cenicienta, mi ilusión se convierte en un zapallo triste y desabrido.

“Me tengo que ir”. Lo sé.

“Tengo que comprar algo”. Nadie compra nada a las once de la noche.

“Mañana hablamos” Mentira, mañana no vamos a hablar.

No me queda otra que aceptar con una sonrisa.

Acá no pasó nada de nada.

Y cuando te vas miento una ida al quiosco para poder acompañarte afuera y hacer que todo dure un poco más.

Aunque sea poco.

O nada.

Tato Cayon – IG @tatocayon

Noche

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.Enero. Una chacra a orillas de la Ruta 22 en la Ciudad de General Roca. Soledad, una joven de 25 años, llega desde Tucumán a trabajar en la temporada de cosecha de manzanas en reemplazo de su padre que está enfermo.

Entre el miedo a lo desconocido y los kilómetros que la distancian de su familia y de su pequeño hijo, el Dieguito, conoce a Fabián, encargado del predio y a Paola, su esposa, quienes la reciben cordialmente.

A medida que transcurren los días, entre las dos mujeres se genera un vínculo muy cercano en el que afloran sentimientos que remueven historias pasadas de la vida de Paola. Fabián percibe algunas situaciones confusas que, sumadas a las fantasías que arma en su cabeza, se comienza poco a poco a tensionar la relación entre la pareja. Esa tensión indefectiblemente tiñe lo laboral y también afecta a Soledad, dejándola en un estado de absoluta vulnerabilidad y de indecisión de cara a su futuro y la continuidad en la chacra.

A este contexto de vínculos extrañados, se le suman las escasas condiciones laborales a las que, en este caso, son sometidos los trabajadores golondrina y que particularmente en Soledad juegan un rol importantísimo y fundamental, ya que todo el dinero que recibe semanalmente es enviado en gran parte a Tucumán para afrontar los gastos de la enfermedad de su padre.

Golondrina Soledad muestra un entramado complejo de situaciones que constantemente pone a los personajes en riesgo y los obliga a tomar decisiones que en la urgencia de lo inmediato, terminan teniendo un costo muy alto.

Lo no dicho se hace presente constantemente y de alguna manera resignifica lo que de manera verbal se expresa, a veces con los escasos recursos con los que los tres personajes cuentan.

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Sobre el proceso dramatúrgico

La imagen de una casa y una chacra  a orillas de la Ruta 22 fue el disparador para escribir Golondrina soledad.

Esa casa existe, la veía de paso en algunas idas al río en verano. Siempre había una mujer que lavaba ropa y una camioneta estacionada en la entrada.

Hace mucho tiempo que quería escribir sobre los trabajadores golondrina. De hecho, lo intenté en dos oportunidades pero me costaba ordenar qué quería contar acerca de eso.

Desde mi regreso a Roca a fines del 2018 reconecté con la región, con la tierra de uno y aunque Río que va, texto que escribí en 2016 viviendo en Buenos Aires, tenía como contexto a Chimpay y una casa a orillas del Río Negro, estar instalado definitivamente me permitió volver a estar en sintonía directamente con aquello que se pierde estando en ciudades grandes: las costumbres, los tiempos y las vivencias propias de un modo de vivir absolutamente distinto a la vorágine y el caos de la capital.

Estar acá me pedía escribir algo netamente propio de la región y específicamente de nuestro Alto Valle. Así fue, entonces, que los intentos dejaron de ser intentos y lo que rodaba como una idea, se pudo concretar.

Durante mi larga estadía en Buenos Aires, mi guía en la escritura fue Andrés BInetti, un reconocido director y dramaturgo. Gracias a sus clases escribí y estrené varias obras. Pero cuando empecé con el proceso de Golondrina Soledad, el mundo se había detenido a raíz de la pandemia del Covid-19. Todo había cambiado y eso era angustiante, al menos para mi. Ya el sólo hecho de pensar cuánto tiempo iba a pasar hasta que los artistas pudiéramos volver a nuestras actividades, me angustiaba. En ese contexto, apareció un taller que dictó Lucas Lagré, dramaturgo, director y Licenciado en letras, y todas esas emociones que continuamente se mezclaban en mí, las pude volcar en lo que con el transcurrir de los meses se convirtió en la obra en cuestión.

¿Sobre qué quería hablar? ¿Qué quería contar y cómo? Si bien esas preguntas tenían una respuesta, lo más difícil era encaminar la escritura para poder encontrar un equilibrio entre lo dramático propiamente dicho y el contexto que tenía varias aristas y con el que, según mi criterio, había que ser muy cuidadoso, es decir, tratar una temática existente como la de los trabajadores golondrina con responsabilidad, más allá de la ficción.

Los personajes aparecieron inmediatamente, así como también aquello que los caracteriza en sus comportamientos cotidianos. Hay un momento en que pareciera que los personajes hablan solos y es ahí cuando la escritura fluye, porque solo hay que meterlos en el barro, ponerlos en conflicto y hacerlos explotar, para que luego de eso, no vuelvan a ser los mismos.

Estaba seguro, cuando comencé con los primeros acercamientos al texto, que la pareja de Paola y Fabián iba a estar quebrada por dentro y que la noticia de un posible embarazo en este contexto tan hostil, los iba a poner en jaque todo el tiempo. Por otro lado, cuando pensé a Soledad me dejé llevar. Solo tenía claridad con respecto a quién era y por qué llegaba a esta chacra, pero no mucho más.

Lo cierto es que conforme iba escribiendo, volvía para atrás y me daba cuenta que entre ella y Paola sucedía algo especial a lo que sólo había que darle forma. Gracias a este vínculo, al conflicto que propone de por sí el contexto, se le sumó el que se gesta entre los tres personajes.

Golondrina soledad, es un juego de palabras. Soledad, por el nombre del personaje, pero también, al no aparecer como un nombre propio, al sentir de muchos de los que dejan sus hogares y que viajan miles de kilómetros por el dinero que deja la temporada de cosecha en el Alto Valle.

Golondrina soledad, es una pieza sensible de principio a fin. Todo está ahí, a flor de piel, como me sentía yo mismo durante esos meses interminables de encierro e incertidumbre.

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En noviembre del 2021 la obra Golondrina Soledad quedó seleccionada entre 177 proyectos de todo el país para ser producida por el Teatro Nacional Cervantes, a lo cual se sumó Casa de la Cultura y Cultura Río Negro.

La obra escrita por Tato Cayón y dirigida por Nicolás Caminiti, del grupo Escena Urgente, junto a la producción local de Soledad González, transitó por diferentes lugares de la provincia de Río Negro, realizaron 22 funciones en total durante el 2022.

Actúan Ana Muzzin, Laura Raiteri y Mauricio Jorquera, con la música en vivo de Marcelo Chorus. Además el equipo cuenta con la Asistencia de Dirección de Verónica Martínez Durán, el Diseño de Escenografía de Fernanda Bohigues y el Diseño de Iluminación de Dio Fernández. 

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Tato Cayón / @tatocayon / Actor, director y dramaturgo

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Golondrina soledad

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