En esos sabores que causan grieta y que provocan amor y odio, siempre estoy del lado del amor. Para mí no hay mejor combinación de helado que dulce de leche granizado con la polémica menta granizada. Cuando fumaba, fumaba Parisiennes. Me gustan las pasas de uva, los caramelos Media Hora, la pizza de anchoas y el cilantro me da felicidad. 

No sé si esos sabores tienen solo mala prensa o es que son verdaderamente feos para el común de la gente y yo soy un payaso polémico o un angurriento al que no le gusta convidar, pero claramente pertenezco a El Club del Asco.

El gusto es uno de los sentidos del ser humano y permite mediante receptores, la detección de sustancias químicas en la boca. El sabor es la sensación que causan las sustancias al introducirse en la boca. El gusto está regido por factores fisiológicos como las papilas gustativas, el cerebro y los nervios, y por factores no fisiológicos como la cultura, la geografía y las experiencias personales.

Ahora, ¿por qué hay sabores considerados feos, o por lo menos polémicos para la mayoría de la gente? Fijate de qué lado de la mecha te encontrás y busquemos las razones para defender tu zona. Yo voy a defender la mía.

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Empezamos por las razones para los “normales” a los que no les gustan estos controvertidos alimentos. Hay sabores que, según la psicología, el cerebro los puede registrar como peligrosos o por lo menos negativos (amargo = veneno, pungente = podrido). También otros sabores nos pueden remitir a cosas no comestibles y esto causa repulsión (menta granizada = pasta de dientes, caramelos Media Hora = crema muscular). Es necesario hacer referencia acá a un grupo genético de personas que percibe al sabor del cilantro como detergente. 

De otra manera, ciertos comestibles pueden relacionarse con una identidad ajena (Media Hora = caramelos de viejos, Amargo “Terma” = lo tomaba mi tío abuelo). Otro factor que se le puede  atribuir a los alimentos que entran en este ficticio Club del Asco es la traición. Por ejemplo, las pasas de uvas que descolocan al comensal: ¿por qué aparece algo tan dulce y gomoso en una empanada o en un pastel de papa? ¡Hay que estar dispuesto a este descolocón!. 

También puede ocurrir que en la comida se dé la batalla “presente -vs- pasado”. Esta era dulce y ultra procesada quizás choca un poco con los sabores del Club del Asco más relacionados a lo duro a incomplaciente. 

Saltando la mecha y defendiendo mi bastardeada zona, van mis argumentos.

La reacción de nuestro cerebro ante algo que este puede traducir como ardor, dolor o algo negativo, como por ejemplo el picante, puede hacer que se liberen endorfinas y dopamina, lo que provoca directamente una sensación de placer.

El segundo argumento también puede ser utilizado por quienes están en la otra vereda y es que las experiencias que vivimos mientras comemos algo, pueden interferir directamente en la futura aceptación o rechazo de estos sabores. Reconozco que si no hubiera sido mi abuelo el que me hizo probar las DRF de anís, quizás hoy no las defendería a capa y espada. 

Por último, más que un argumento es una predicción y una invitación a sacar el carnet de socio de nuestro club.  Hay una cuestión que tarde o temprano te va a convertir en un miembro más del club o, por lo menos, mirarnos con más simpatía. Con la edad las papilas gustativas van disminuyendo, la sensibilidad se reduce y esto hace que necesitemos sabores más intensos. Tranquilos, la exposición repetida a ciertos sabores nos hacen aceptarlos y con el tiempo hasta disfrutarlos. ¿Te acordás de tu primer mate?

De esta manera nos despedimos, invitándolos a disfrutar sus últimos años de normalidad, mientras usan estos sabores para romper el silencio y la timidez de alguna nueva relación. Acá los esperamos con una rica pizza de anchoas, una ensalada repleta de cilantro y de postre un heladito de menta granizada.

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