Me encuentro dentro de una clásica secuencia de plano-contraplano: detalle de mis ojos concentrados, corte a la pantalla de mi compu y el cursor que titila sin piedad.
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Pienso en cómo empezar. El miedo a caer en lo obvio, en los clichés, me paraliza y mucho más de lo que me gustaría admitir.
Conforme mi vida avanza, aprendo -afortunada y privilegiadamente- sobre el ser humano, la construcción social, el arte, el cine. Conozco vida y obra de gente demasiado zarpada. Desde leyendas idealizadas que vivieron en otra época, hasta pares de carne y huesos que rozan los míos. Entiendo que, existiendo elles, no hay razón clara por la cual alguien quisiera escuchar lo que tengo para decir. Pienso en lo importante de la inspiración. No me refiero a una suerte de espíritu santo que llega inesperadamente y fecunda una obra, conservando la virginidad de no tener que pasar por tortuosos procesos de escritura; sino de la verdadera inspiración, la humana, la que refuerza nuestra vocación al ser testigues de cómo otras personas se animan, hablan y hacen. Esas que a su paso dejan un rastro de combustible en el suelo de nuestras ideas y nos invitan a animarnos a prender el fósforo y lo más difícil… soltarlo.
Este año tuve la suerte de toparme con dos autoras que despiertan en mí esa admiración tan profunda que viene con una cuota de envidia -sana- de su genialidad y deriva en esta tan anhelada inspiración que menciono. Ellas son Phoebe Waller Bridge y Michaela Coen, creadoras de las series Fleabag y I May Destroy You, respectivamente. Ambas son, también, guionistas y protagonistas. ¿Algo más, chicas?
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Las tramas de las dos series exploran la sexualidad, los vínculos, las pérdidas, los miedos, la profesión, los mandatos, los roles de la mujer en la sociedad, entre muchas otras temáticas de la tupida agenda de la deconstrucción. Nos presentan personajes tan cercanos que se sienten personas, así, reales, como nosotras; que lidian con las mismas cosas y en el mismo mundo, enfrentándose a la doble moral del ser humano.
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Ya con base en ser series concebidas y llevadas adelante por estas dos mujeres brillantes, el feminismo se respira en cada escena sin ser burdamente explícito. Las protagonistas militan con su sola existencia y permanente toma de decisiones. Y es que es un mundo tan hostil para ellas como lo es para mí y como lo es para todas. También esperan de ellas las mismas cosas por ser mujeres, les exigen cumplir los mismos roles, los mismos estándares de belleza, les quieren imponer las mismas limitaciones sexuales y son abusadas de las mismas maneras. Todos los personajes femeninos son interesantísimos y diversos. Las historias nunca se sienten ajenas. A pesar de que conocemos ese mundo, vivimos en él y sabemos cómo funciona, la trama nos incomoda permanentemente. Incluso les que más trabajo hacemos por identificar las fugas en el patriarcado, nos sentimos perdides ante ciertas situaciones que las autoras eligen abordar y todo se complejiza cuando te das cuenta de que son muy recurrentes en la vida real, donde tampoco sabemos qué hacer ni cómo.
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¿No les llama la atención que les espectadores respondamos con tanto interés al incentivo de que se trate de historias de personas comunes? Es increíble el poder de interpelar y acompañar en simultáneo que tiene el arte y cómo siempre ha sido una poderosa herramienta en los continuos procesos de cambios sociales, a la vez que un espejo fiel de ellos.
Nada que ver con nada y todo que ver con todo. Me pregunto, ¿cómo se puede ser tan genial? ¿Cómo se puede escribir algo tan inteligente? Es imposible no sentir profunda admiración por mujeres de mi edad que sacan adelante piezas artísticas de este calibre, con este nivel de responsabilidad social y de representación, siendo tremendas autoras y liderando, al mismo tiempo, el circuito comercial desde las plataformas que las financian y los premios que las avalan.
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No paro de pensar en cómo mi yo adolescente sentía admiración por los cuerpos femeninos hegemónicos, mientras que mi yo adulta ahora lo hace por las mentes de mujeres brillantes y creativas, que nos inspiran tanto en el arte, como en la vida. Algo bien estamos haciendo en el grupo de les que luchamos y sufrimos día a día por deconstruirnos, sobre todo Phoebe y Michaela.
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