ENTREVISTA A DAVID GUDIÑO
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Identidad marrón es un colectivo de artivistas que a través de obras de teatro, producciones audiovisuales, muestras de artes visuales, poesías, y otras expresiones, van transformando los lugares donde las identidades indígenas han sido históricamente discriminadas y marginadas.
Identidad marrón es una propuesta, es una manera de ser, de vivir, de pararse en el territorio. Identidad marrón es repensar los espacios públicos, la educación, la salud, la política, la justicia, las leyes, los derechos vulnerados, la pacha, el arte, la cosmovisión del mundo. Identidad Marrón viene a poner en la mesa la discusión sobre el racismo en Argentina. Sangre, pieles y caras indígenas que estarán hasta en las verduras de tu sopa.
En esta oportunidad entrevistamos a David Gudiño, nació en Tartagal y se crió en Tierra del Fuego, es actor, productor, director y dramaturgo recibido en la UNA, en uno de sus monólogos habla, interpela, pregunta y responde sobre el ser marrón:
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¿Qué significa en Argentina ser un artista marrón?
Ser un artista marrón significa actualizar la ancestralidad indígena que nuestro genotipo aloja y nuestro fenotipo refleja. El mito de la argentina blanca ha calado tan hondo en la identidad Argentina que nuestros rasgos marrones/indígenas son extranjerizados y más allá del Colectivo Identidad Marrón no es sencillo encontrar artistas que busquen retratar nuestros cuerpos como signos de belleza y empoderamiento para alejarse del primitivismo y la sumisión.
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¿Cómo es escribir, guionar y actuar en relación a esta identidad?
Para mí fue volver a mirar todo, desde haber crecido en una casa con un pozo hasta haber finalizado 4 trayectos académicos universitarios ¿Por qué crecí pobre? ¿Por qué sabía que debía estudiar tanto? Entonces escribo desde ese lugar, sabiendo que mi familia no eligió ser pobre sino que existió/existe una estructura que no permite que el pueblo marrón argentino progrese en su totalidad, entonces para quienes logramos hacerlo conlleva un doble esfuerzo y es por ese esfuerzo de mis padres que con mis hermanas soy la primera generación en mi familia que accede a la Universidad. Crecí pensando que nada de esto tenía valor porque jamás lo vi representado en los medios, jamás vi mi color de piel asociado a algo que no sea el sufriente. Entonces ahora que puedo decir soy marrón con orgullo, todo el proceso de creación se potencia para seguir desplegando mi mundo marrón.
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¿Cómo se rompe desde el arte estos estereotipos?
Trato de ocupar espacios en los cuales no se me imagina, en donde mi cuerpo no está en el imaginario. Por eso juego a ser modelo o videoclips noventeros, me obligo a ponerme en esos imaginarios para dar cuenta que el mercado no nos elige para estar ahí. Lo mismo es mis videos de #EnElControl me pongo como el que le dice a todos los periodistas blancos lo que tienen que decir, decido ocupar ese lugar de poder. Romper los estereotipos tiene que ver con eso, que quienes somos marrones/indígenas comencemos a mostrar otras posibilidades de existencia ¿Alguna vez viste un nene con rasgos indígenas como cara de una marca de yogurt? Sin embargo hay provincias casi enteras que contienen población racializada que compran los productos que se les ofrecen, sin embargo nuestros cuerpos no son elegidos para representar su consumo.
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Y en la calle, fuera del ámbito artístico, ¿qué pasa con los cuerpos marrones?
El otro día estaba en una actividad y había participantes de Buenos Aires y otras provincias y al final cuando nos íbamos a sacar una foto. Unos chicos dijeron mirando a los participantes de Buenos Aires “No se quieren sacar fotos con nosotros porque somos coyas”, la verdad no se si los participantes de Buenos Aires dijeron eso, pero me dejó pensando que es tan profunda la colonización, las consecuencias postraumáticas del genocidio indígena que los rasgos indígenas son percibidos extranjeros, que son ajenos y que nada tienen que ver con la ciudad, ni la ciencia, ni la belleza, ni el progreso y eso genera dos problemas.
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¿Cuáles serían esos problemas?
El primero es que es muy difícil en un contexto adverso decir “Soy indígena” porque ¿Quién quiere ser indígena? Si a mis antepasados los mataron, si prohibieron mi lengua, si se me envía al exterior, si no es un valor, si se me niegan mis tierras. Es obvio que nadie que no haya crecido en una comunidad indígena querrá decir “soy indígena” y ahí aparece “identidad marrón” como una posibilidad de habitar la urbanidad como un sujeto político que sufre racismo y que debe realizar un doble esfuerzo por acceder y participar de los espacios. A mí siguen sin pararme los taxis si tengo gorrita, y a veces de día, aunque no tenga gorrita, siguen sin querer llevarme a los lugares donde tengo que ir. El racismo no cambia, lo que pasa es que ahora lo digo y no duele tanto. Y el segundo es que los Estados han sesgado el derecho a decir “Soy indígena” . Para recibir algunas becas como indígena debés tener una carta de un miembro de la comunidad que avale que sos indígena. Entonces cómo hacemos los que habitamos y crecimos en la urbanidad que tenemos rasgos indígenas y sufrimos racismo ¿Cómo accedemos a nuestros derechos? Y nuevamente el poder decir “Soy marrón” aparece como una posibilidad de comenzar a hablar sobre derechos civiles, porque nada se logró diciendo que somos trigueños, morochos, negros cabezas. Mientras tanto el marrón sigue tiñendo las cárceles y la pobreza.
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¿Qué pasa o cómo entendemos la discriminación en nuestro país?
A los medios en general en Argentina les da mucho miedo hablar de racismo porque sigue siendo un tabú. Sigue habiendo un entendimiento de que racismo ocurre en Estados Unidos y no se entiende que el racismo es un concepto territorial, que no puede ser analizado homogéneamente en todo el globo. Entonces se llama discriminación, que es un acto aislado, a lo que debemos llamar racismo estructural. Que consiste en ese tratamiento diferencial que impide que la población marrón/indígena pueda acceder a sus derechos. Es increíble como el caso de Fernandez Báez Sosa que fue asesinado por los rugbyers mientras le gritaban negro de mierda, es increíble como ese caso no es tratado como un ataque racista cuando fue puesto en palabras por sus atacantes, es impresionante que sus abogados no lo mencionen. Así como también el caso de Lucas González que lo mató un policía mientras manejaba luego de entrenar con sus amigos, da bronca que los abogados no hablen de perfilamiento racial y racismo institucional.
En ese sentido, ¿por qué nos cuesta tanto hablar de racismo?
Y cuesta porque las leyes no incluyen a la población indígena como depositarios del racismo estructural, la ausencia de nuestras comunidades en los tratados internacionales hace que no exista porque ya sabemos que lo que no se nombra no existe. Y cuesta hablar porque los que están sentados en las mesas de delegaciones de derechos humanos no incluyen a personas marrones/indígenas que hayan atravesado por sus cuerpos el racismo. Antirracismo es acción.
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¿Qué pasa con la idea instalada, desde los aparatos hegemónicos, de que los argentinos descendemos de los europeos?
Fijate Gran Hermano y decime qué Argentina quiere contarse al mundo que existe. Argentina es aspiracionalmente blanca, pero nos estamos despertando, estamos acá y somos millones.
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¿Qué es para vos el territorio?
Mi primera obra de teatro antirracista la escribí en el 2018 se llama “Olvidados en la orilla” y denunciaba el caso de niño Gastón Arizpe Huaman que cayó en un pozo en el barrio Rodrigo Bueno, a raíz de su muerte el barrio pudo lograr una urbanización. Esa obra la escribí sentado enfrente del barrio en el museo La Carcova de la Universidad Nacional de las Artes de un lado miraba el barrio y del otro lado las torres de Puerto Madero construida por los mismos obreros que hicieron sus casas en Rodrigo Bueno. El territorio es irónico, es pícaro, pero es desde el espacio real que pueden construirse las piezas más poderosas y sensibles para ser contadas.
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Cerrando la charla con David pensaba de la importancia de hablar de racismo en nuestro territorio, hablar de las identidades marrones, indígenas, poner en palabras y en hechos en cada espacio donde ponemos el cuerpo. Preguntarnos ¿qué tipo de ciudadanía necesitamos? ¿qué tipo de instituciones? ¿qué políticas públicas queremos? ¿somos capaces de vivir colectivamente? ¿de ampliar derechos? ¿de ser realmente democráticos?.
El intercambio de realidades diferentes nos permite crear nuevas posibilidades, de eso se trata de ponerle el cuerpo a las causas. Una de las claves es volver a mirarnos.
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