Kevin Johansen lo repite como un mantra en el Son del mp3, una amable cumbia del disco ¨Logo¨ (2007).

¡Podés escuchar la nota acá!

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Allí, Johansen expresa con alegría latina, la fortuna popular apoyada en las tecnologías y la banda ancha que puso en problemas a la industria discográfica: la piratería. Y con ella la noción de que los productos de las industrias culturales, películas, discos, libros, estaban al alcance de la mano, en la calle, en el kiosco y en The Pirate Bay.

Descargar, copiar y pegar, copiar y pegar, copiar y pegar, así, hasta el infinito y sin la pérdida de calidad del mundo analógico. Por esos años también proliferó en el mundo del arte y la cultura una necesaria reinvención de los oficios, sobre todo en materia financiera. En las academias se acaloraba el debate sobre el copyright vs copyleft; y emergían proyectos de financiación colectiva que sacudían los paradigmas tradicionales.  Y mientras el mundo se desplomaba (otra vez) con una crisis financiera global con epicentro en Wall Street, corrían entre los cables interoceánicos líneas y líneas de código para fabricar una nueva moneda capaz de eludir la megaestructura financiera, una moneda digital: el BitCoin

Bien, esa tecnología, instaló en estos días un nuevo verbo en el mundillo del arte que está haciendo furor y no sabemos si es otra burbuja (que no sabemos si explota en algún momento) o si realmente es fenómeno revolucionario. Muches artistas están tokenizando, le están añadiendo una única firma digital a sus obras digitales que pueden ser ilustraciones, sonidos, videos, cuadros, memes, todo aquello que tenga un píxel o un bit, y no sólo ello, las están vendiendo en el mercado internacional a cambio de cripto monedas. Y con ello otro sustantivo: Cripto Arte

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Trabajo realizado por la estudiante de IUPA, Delia Susana Zabala.

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¿Cripto qué?

Para entender de qué viene todo esto sería bueno empezar a entender de qué  se trata todo esto del mundo criptográfico, las cripto monedas, los tokens y demás términos que merodean en toda esta nube de conceptos. Haremos el intento. Vamos.

Básicamente las criptomonedas son monedas digitales, cuyo respaldo de valor está puesto en la creación de escasez artificial. Sí, hay por definición, de antemano, la creación de un número finito de monedas en el mercado y es, lo que en principio, se constituye como fuente de valor. Luego toda esta suerte de fiebre de corredor de bolsa de valores, donde compran y venden, suben y bajan al calor de tuits y rumores libertarios, tiene más que ver con la carrera por consolidarse entre las favoritas de los usuarios. Se estima que hay más de 8 mil  criptomonedas buscando su lugar en el mundo y todas le siguieron a BitCoin porque su creador, bajo el pseudónimo de Satoshi Nakamoto (no sabemos hoy si es un tipo o un equipo de trabajo), la desarrolló allá por 2008 con código de fuente abierta.

La receta de la cripto es pública. Pero, el Bitcoin, ciertamente es la moneda más popular,  y dispone de 20 millones de unidades, de los cuales se han  minado el 90%, restan poco menos de 2 millones para cerrar la fábrica. Y hablamos de fábrica, porque básicamente, cual si fueran billetes que se imprimen, aquí se calcula cada unidad -que es única e irrepetible- y se eyecta al mercado. A diferencia de las monedas tradicionales cuyo valor está respaldado por otros activos como el oro, o reservas en los bancos centrales, por ejemplo, las cripto están respaldadas por cálculos matemáticos. Allí es donde aparecen los “mineros”, usuarios comunes o verdaderas pymes que se ocupan de disponer de sus fierros para el cálculo. Una red global, abierta y descentralizada fuera de la órbita de los bancos es la que se dispone para que ello suceda, para que los “mineros” hagan su trabajo. La tecnología que lo posibilita se llama BlockChain, una suerte de escribano omnisciente en formato software, que va certificando de manera encriptada (segura) esas operaciones de cálculo para luego emitir monedas. Según coinciden divulgadores especializados, el BlockChain puede entenderse como un libro abierto, público y distribuido que registra todas las transacciones efectuadas entre dos usuarios, de una manera permanente y verificable. En este caso este dispositivo intangible, se emplea para fabricar criptomonedas pero también para certificar las transacciones que suceden después con ellas, cuando se mercadea.

Se llama cadena de bloques en español, porque ciertamente, cada vez que se añade una capa de información (un nuevo bloque en este caso) a un activo digital, se valida por toda la red y se sella para siempre.

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Trabajo realizado por la estudiante de IUPA, Ana Laura Farías.

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Pero como les decía, para todo eso es necesario un buen poder de procesamiento computacional y el respaldo está dado por esa red abierta y descentralizada de usuarios, que decíamos, son ellos quienes disponen sus computadoras para calcular el número único de cada unidad o fragmento de la divisa. A cambio de ello les vuelven algunos dólares o bitcoins. Ahí está la zanahoria. De allí es que se ha disparado el precio mundial y también la escasez  de placas de video, dado que usuarios de todos lados, se suman al cálculo desde sus hogares en virtud de hacerse de unos morlacos. Así como tu vecino o vecina han hecho de algunos dólares quemando placas de video; también han proliferado verdaderas granjas de cálculo, galpones repletos de estantes, computadoras y aires acondicionados para enfriar el ambiente para que la maquinaria minera trabaje 24/7.

¿La idea detrás? Validar procesos, producir y vender criptos para el mercado o bien como reserva de valor. El fenómeno tiene tanto impacto que se está poniendo en cuestión el hasta hoy virtuoso mundo de las cripto, ese que desafía al monopolio de los bancos tradicionales. Y la clave es ecológica, porque tiene que ver con el consumo eléctrico y cómo se produce. Las cripto consumen a diario lo mismo que toda la matriz energética de Argentina, 121 TeraWatts por hora. ¿Ciento veintiún teraguats, ciento veintiún teraguats…? diría el Doc Emmet Brown. Monstruoso, considerando que otras operaciones digitales que también dejan huella de carbono como las transacciones de la tarjeta Visa en todo el mundo, el envío de correo electrónico o les niñes clavándose varias horas de Youtube o Twich. Los datos se desprenden de un estudio de la Universidad de Cambridge que pueden ver aquí.  Sorprende.

  • Hey, capo, todo bien pero hasta ahora nada de arte. 
  • Cierto, pero falta. 

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Los tokens no fungibles y el cripto arte. 

Como si el tema de las criptomonedas no fuera suficiente, aquí vienen los tokens. Hay quienes ya lo conocen de aplicaciones bancarias o de sistemas de salud. Pero veamos cómo roza el mercado del arte. Aquí está el impacto. 

Resulta que bajo el empleo de la misma tecnología de BlockChain para certificar monedas, también se pueden certificar obras, particularmente de arte digital. 

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¿Y qué es una obra de arte digital? 

Toda pieza concebida con herramientas digitales, por procesos computacionales: una foto digital, una ilustración, un videojuego, video, una escultura modelada con software 3D, y varios etcéteras. Y como te imaginás, este universo de artistas digitales que se constituyó también con las bondades de la cultura digital que propiciaba la copia, el remix, los mashups, también estuvo marginada hasta ahora del mercadeo de las obras tangibles. Ciertamente no podían vender algo que podían copiar, hackear. Sin embargo con el advenimiento de estas nuevas tecnologías, explotó este año la venta de obras.  Los artistas digitales ahora pueden firmar con un token su obra, y garantizar autenticidad, con ello asegurar al propietario comprador ser el único poseedor.  Este fenómeno es definido por la prensa como Cripto Arte, no porque la criptografía sea un soporte, una herramienta o técnica que estimule la producción artística. No, lejos de ello tiene que ver con la venta y distribución. Las obras son digitales y se venden porque están encriptadas, ahora son únicas.  

El 12 de abril de 2021 Pak, un artista digital del que se desconoce su verdadera identidad, tokenizó un pixel y lo subastó bajo el título The Pixel por más de un millón de dólares, o su equivalente en cripto moneda. Sí, vendió un píxel, un bloque de color gris, la mínima unidad de luz que ilumina tu pantalla, quizás el puntito del a “i”.

Del mismo modo, Zoe Roth, una joven estadounidense que monetizó el estigma de haberse constituido involuntariamente en un meme muy popular. Zoe autenticó/tokenizó y vendió por cerca del medio millón de dólares, su foto original, aquella que la tiene como una niña que mira a cámara con aires de venganza, mientras detrás una casa arde a la vista de los bomberos. 

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Una locura, ¿no? Quizás sea tan burbuja, tan “encriptado” como el mundo del arte contemporáneo. Pero hay algo de toda esta incandescencia que puede abrir algunos caminos. En el mercado del arte, en el oficio de los y las artistas digitales que hasta el momento se resignaban a la cultura del copy paste, ahora encuentran con los tokens no fungibles un modo genuino de autenticar sus obras y, sobre todo, venderlas. Así como las cripto monedas desafían las superestructuras, corren por la periferia  al  imperio financiero de los bancos e imponen una regulación más abierta, los y las artistas quizás puedan encontrar en esta tecnología nuevas oportunidades. Mientras todavía se quema carbón en una caldera para producir electricidad para el Blockchain, un nuevo paradigma de comercialización y distribución asoma.

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Todo está por verse. 


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Si quedaste tokenizade, acá tenés más cripto:

  • Si querés saber más sobre la temática criptomonedas, podés seguir a bitcoinargentina.org y en Twitter a @BitcoinAr, una ONG argentina que promueve y divulga sobre el uso descentralizado de la tecnología. 
  • Otraferia.com Seguilos como @otraferiadearte en Instagram. Una feria de arte contemporáneo de modo contemporáneo. ¿Por qué?, porque la venta de sus obras es exclusiva por criptos. 

Las opiniones y comentarios desarrollados en esta publicación responden a la subjetividad de lxs autorxs que participan.