El próximo año, se cumplen cien años del nacimiento de Astor Piazzolla, uno de los grandes compositores de nuestra música ciudadana. Hablar de Astor me lleva inevitablemente a los comienzos de mis estudios con el bandoneón, ya que la primera obra que estudié fue una de su autoría con arreglo para solo de bandoneón de mi primer maestro, Orlando Tumini. Me gustaría compartirles un poco cómo fue mi camino hasta encontrarme con el bandoneón y con el genio de Astor Piazzolla y toda su música.
Cuando era chico, siempre me llamó la atención el tango. Los veranos, cuando iba a visitar a mi abuelo, lo miraba pasando horas y horas con su radio en la oreja escuchando las clásicas orquestas de tango. Era un apasionado del género y un fan de la orquesta de D’arienzo y del cantor Ángel Vargas. El tango me atraía, pero en mi infancia y adolescencia no me hacía mucho cargo de eso. Digamos que siempre lo miraba de afuera. Con el tiempo, ya cerca de mis dieciocho años, comencé a tocar mis primeros tangos con una armónica cromática. Me hice amigos músicos que estudiaban en IUPA, en aquel entonces INSA, y me invitaron a conocer el instituto. Paseando por los pasillos recuerdo ver a Orlando Tumini, profesor titular de la cátedra de bandoneón, dando clases en el aula 14. Fue gracias a él que escuché por primera vez un bandoneón en vivo y, a partir de esos momentos, quedé maravillado con el instrumento. Tal fue mi emoción, que una noche de esas asistí a un concierto del Quinteto de Tango de la Fundación Cultural Patagonia, donde Orlando tocaba. En ese concierto me encontré por primera vez con la obra de Astor Piazzolla, con la interpretación del tango “Lo que vendrá”. Ahí mismo supe que todo lo que vendría, sería maravilloso.
Por esa época me encontraba estudiando la Licenciatura en Comunicación Social y decidí embarcarme en la carrera de bandoneón en el INSA, con Orlando. Intenté seguir con las dos carreras a la vez pero mi entusiasmo por la música era mucho más grande y a los tres meses, abandoné Comunicación y me aboqué por completo al bandoneón. Fue una decisión difícil porque empezar una carrera de música a los 21 años no era muy esperanzador para mí ya que, por lo general, cualquier carrera artística se recomienda comenzarla a temprana edad, pero contra todo pronóstico puse primera y le di para adelante.
Ya en el primer año de la carrera, luego de unos cuantos estudios y escalas, Orlando me dio la primera obra musical para estudiar: Chiquilín de Bachin, música de Astor Piazzolla y letra de Horacio Ferrer, con arreglo musical de mi maestro Tumini.
Debo reconocer que no fue nada fácil mi recorrido como estudiante de música. ya que, al año siguiente de haberme decidido a estudiar bandoneón, falleció Orlando, y quedamos, junto a varios compañeros, a la deriva sin profesor de instrumento. Pero no bajé los brazos, continué cursando el resto de las materias teóricas, y estudiando el instrumento de forma autodidacta. Luego de cuatro años de ausencia de un profesor, llegó a la institución Ricardo Fiorio, nuevo docente bandoneonista, con quien pude terminar la carrera en tiempo y forma, rindiendo libre los cuatro años anteriores. En el repertorio de mi examen final de graduación toqué, entre otras piezas, curiosamente, la primera obra que conocí de Piazzolla en aquel concierto del Quinteto, Lo que vendrá.
Sin dudas, pensar en lo que vendrá, sigue siendo algo lleno de expectativas y marcando los comienzos de grandes cosas.
Hoy en día me desempeño como profesor de bandoneón, ocupando el lugar que ocupaba mi gran maestro Orlando, cuando recorría sorprendido los pasillos de la institución en aquel entonces. La llegada de la música a mi vida fue algo inesperado y, por eso, me gustaría dejar dos humildes consejos: primero, escuchen la música de Piazzolla, porque es una obra de arte en sí misma. Fue un vanguardista y un innovador en el género, y segundo, no elijan una carrera por los réditos económicos. Hagan y estudien siempre lo que les dicte el corazón: aquello que les guste y los haga feliz. Así, van a empezar a mirar de adentro y no de afuera, como cuando yo era un chiquilín.
¡Viva el tango, viva Piazzolla y viva la música!