Cuando en 1895 se hizo la primera proyección cinematográfica en un café del Bulevar de los Capuchinos en París, lo que sorprendió a los y las espectadoras fue que las fotografías que acostumbraban a ver, esta vez tenían movimiento.

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En ese momento no se pensaba en historias y se creía que el cine tenía fecha de vencimiento. Lo que se apuntaba como una atracción de feria, superó estos prejuicios y más de un siglo después es un  entretenimiento, un arte y una gran industria. 

Transitando su historia, el séptimo arte fue evolucionando y lo sigue haciendo. Algunos de los aspectos más valiosos de su progreso fueron impulsados por las innovaciones tecnológicas. Una de las más importantes fue el sonido. 

Las primeras experiencias sonoras  no tenían que ver con dispositivos tecnológicos, sino que se musicalizaba con orquestas y solistas tocando en vivo en la sala acompañando la proyección. Algunas de estás partituras eran escritas especialmente para las películas. A esto, luego se le fueron sumando  efectos sonoros ejecutados en la misma sala por intérpretes y máquinas. Claro que todo dependía del tamaño y características de la sala y la ciudad o pueblo en donde se realizaba la proyección.

Luego vino la época de combinar la proyección de la película en sincronización con la reproducción de músicas grabadas en dispositivos sonoros. Por ejemplo, en 1888 Edison y Muybridge buscaron combinar el fonógrafo con las imágenes en movimiento. O  Charles Pathe, que intentó que el fonógrafo y el cinematógrafo trabajen en conjunto. Sin embargo, estas intenciones no llegaban a lograr el efecto deseado debido a las limitaciones técnicas que se traducían en mala calidad o falta de volumen.

En 1918 un sistema llamado Tri Ergon logró imprimir el sonido en la misma cinta que se imprimía la imagen. En 1922 se estrena la primera película, Der Branstifer con este sistema lo que daría paso al Movietone. 

En 1926 Lee de Forest inventa el Vitaphone y ese es el sistema que se impone. Graba el sonido en un disco independiente pero sincronizado con la imagen. 

Ese mismo año comienzan a aparecer películas en que la novedad sonora era parte de la promoción. Warnes Bross estrenó Don Juan, primera película comercial con una banda sonora completa. Sin embargo, esta era solo musical, los diálogos seguían apareciendo en textos al igual que cualquier película de cine mudo.

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Al año siguiente, se estrena Old San Francisco que integró por primera vez los ruidos y efectos sonoros. 

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Sin embargo, el gran paso se dio el 6 de octubre de 1927 cuando en El cantor de Jazz, el protagonista luego de entonar una canción, pronuncia las primeras palabras de la historia del cine: “Esperen un momento, todavía no han oído nada, escuchen ahora”. La platea del teatro estalló en aplausos y una nueva era comenzó.

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Explotaron las ventas de dispositivos para cine sonoro, se produjo una fiebre de musicales y se duplicó la cantidad de espectadores. Los productores vendían la novedad de películas 100% habladas.

Pero no fue todo avance. Solucionado el problema de la proyección, ahora vendría el de la producción. El sonido hizo que se ocasione una regresión en el lenguaje cinematográfico, el blindaje sonoro tenía como consecuencia el encierro en los rodajes y la cámara se inmovilizó para que no hiciera ruido.

En la industria y el mundo del cine, no todos y todas  estaban felices. Chaplin declaró que los “Talkies” habían asesinado al arte más antiguo del mundo, al arte de la pantomima, manifestó que aniquilaba la belleza del silencio y prometió no hacer nunca una película con diálogos. En Tiempos modernos, su personaje Charlot, debe cantar en un restaurante, pero la letra de la canción se pierde y la canta con palabras inventadas. Esto podría ser una forma de exponer que el sentido de lo que se quiere decir no está en las palabras. 

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Sin embargo, cinco años después, Chaplin hace en El gran dictador, película que incluye uno de los monólogos más recordados de la historia del cine. De esta manera tiró por la borda su fidelidad al cine mudo.

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Otra voz opositora al cine dialogado fue la del teórico alemán Rudolf Arnheim, el decía que las posibilidades expresivas del cine nacían de sus limitaciones y que el cine sonoro, en color y relieve, es simplemente teatro.

De todas formas, la tecnología siguió avanzando en pos de la narración. En 1928 la Fox ya se había animado a rodar un talkie en exteriores, se llamó El viejo Arizona. Y en 1929 Micheal Curtiz hizo los primeros travellings con una plataforma con las ruedas bien engrasadas en The Gamblers (1929). 

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Pero el gran acierto fue separar el micrófono de la cámara, de esa forma se les dio independencia y libertad a los dos dispositivos para hacer los registros a su modo. Fue Aplauso (1929) Rouben Mamoulian el primer film que lo hizo.

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Otra dificultad que surgió a partir del cine dialogado fue que el idioma era una limitación para distribuir las películas en países con otras lenguas. Primero se optó por grabar distintas versiones de cada film, pero la solución definitiva a este problema llegó con el subtitulado y el doblaje.

Como todo avance y evolución, el sonido en el cine fue resistido. Sin embargo, se impuso y hoy son pocas las películas no dialogadas y esa característica es novedad cada vez que se estrena alguna. 

El sonido le aportó mucho al cine. Le aportó mayor continuidad narrativa al eliminarse los rótulos y el excedente de planos que solo servían para explicar o metaforizar. El sonido permite contar sin mostrar, esto a partir del fuera de campo: un grito lejano, una puerta que se abre, un auto que frena, una sirena que se acerca. 

También, hay algo muy importante que aportó el sonido en lo que generalmente no se repara, y es la utilización de los silencios como recurso narrativo. Entre tantos estímulos auditivos el silencio expresa y muchas veces tiene una intención dramática. Los silencios pueden representar emociones, reforzar diálogos anteriores o posteriores a él, puede crear suspenso, incomodidad y una infinidad de utilidades más.  

En cierta forma, como declaró el cineasta Robert Bresson, el cine sonoro inventó el silencio.

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