“tanta vida ahogué en juventud que
ya no vuelvo a
morirme de dios”

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El primer libro de poesía de Ludmila Cabana Crozza propone al lector el recorrido por un dibujo botánico. Compuesto por poemas distribuidos en tres partes, que encierran el proceso vital de aparición, es decir: la hoja, la flor y el fruto. El libro evoca y abre hacia una subjetividad que de sombra tiene el misterio.

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Muérdago, ¿qué es esta palabra? Cosa, amuleto, cuerpo, artificio. Conocida como hoja de la muerte, da nombre a una planta parasitaria a la que se le atribuyen propiedades curativas, tóxicas y hasta mágicas. Cuentan que antes fue árbol y que de su tronco se sacaron las maderas para construir la cruz del final de Cristo. Luego, por castigo o por vergüenza, el árbol se encogió a tal punto que se hizo vegetal diminuto que se apoya, se agarra de otros para alimentarse. Sobre-vive. No mata, claro está. Establece un equilibrio. Entonces, la poeta toma esta palabra y escribe mordiendo muerte: “mi existencia izada en la negación del / final”; y va un poco más allá, en una cruzada hacia el mito: “besar a un muerto hasta hacerlo vivir”.

De esta manera, la voz poética baila entre la vida y la muerte. Se inicia en “el día que nací”, para continuar con “todavía nazco”. La poeta disecciona los sentidos al borde de la muerte suspendida como en el poema titulado Flores de dinamita. Nos recuerda que olvidamos con facilidad que se es difunta por vivir. En el libro ese saber antiguo circula, disemina el poema en un mapeo incesante de cancelación, pausa y suspenso. Este poemario invita a ser leído bajo la sombra del misterio del muérdago porque…

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“Lo bello ay,
 es un eco
 después
 pájaros aleteando adentro
 lo agitan todo”

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Ludmila Cabana Crozza (1985) vive y escribe desde el norte de la provincia de Río Negro, Fisque Menuco, Muérdago, publicado por Ediciones Las guachas, 2022, es su primer libro y cuenta con una mención especial del Fondo Editorial Rionegrino, convocatoria 2019/2020.

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