¿A qué edad te fuiste de tu casa?
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Yo me fui cuando tenía 17 años.
Desde entonces
todos los meses
pago mi libertad condicional.
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Me gusta mucho ese epígrafe de un libro de Barthes:
“La única pasión de mi vida ha sido el miedo”.
Los que alquilamos sabemos lo que eso significa.
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Ninguno de mis amigos
es dueño de un techo.
Por momentos creo
que es lo único que nos une.
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A veces con mi novia
cuando queremos causarnos
un profundo dolor
nos detenemos en alguna inmobiliaria.
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Un cuento maravilloso
no tiene hadas ni dragones ni castillos encantados.
Para mí un cuento maravilloso
es una persona que te cuenta
que se compró una casa.
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Si querés que te de un ACV
andá a un banco
y pedí que te expliquen qué necesitás
para que te den un crédito hipotecario.
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Voy a armar un grupo de apoyo
para las personas que sufren una angustia enorme
porque saben que nunca les va alcanzar
para comprarse una casa.
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Cada vez que veo
un cartel que dice “se vende”
tengo la mala costumbre de llamar y preguntar el precio.
Es mi propia manera de practicar sadomasoquismo.
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Cuando nos suben el alquiler
dejamos de tener sexo por un buen tiempo.
Después vuelve todo a la normalidad.
Parece una reconciliación.
Y en algún sentido lo es.
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Comprar un terreno y empezar a construir
y vivir el chamuyo ese que dice
“terminar una casa te lleva toda la vida”
no es una opción.
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Construir en el fondo
o arriba de la casa de tus suegros
tampoco es una opción.
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Hay una palabra que no sé qué significa:
herencia.
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Peor es vivir con los padres.
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