En los últimos años, la gestión cultural tomó un rol estratégico en el entramado cultural, introduciendo herramientas y miradas que puedan amplificar los sentidos y las miradas contemporáneas, comunitarias o territoriales de los proyectos artísticos y culturales.

Buscando generar discursos a través del arte, de lo social, de lo ambiental, de lo económico, la joven disciplina de la gestión cultural complementa y consolida los proyectos culturales con herramientas y estrategias de planificación, organización o evaluación. La gestión cultural se va construyendo en el hacer, de manera colectiva y circular, generando una gran “caja de herramientas” que pueda ser tomada por otros y otras en situaciones más o menos similares.

Con estas nociones en mente, hace ya siete años propusimos una idea al IUPA, la Universidad Patagónica de las Artes: crear un espacio de acompañamiento basado en herramientas y estrategias desde la gestión cultural (abordando temas como planificación, financiamiento, vinculación, comunicación, roles y equipos, sostenibilidad…) para los diferentes proyectos culturales de estudiantes, docentes o egresadas y egresados. Esta idea partía de un diagnóstico que veíamos y que se repetía: muchísimo conocimiento disciplinar (música, teatro, danza…) pero una gran dificultad para que los proyectos culturales extra-institucionales se sostengan en el tiempo.

La idea cuajó: le llamamos “vivero de proyectos”. Este nombre contenía un posicionamiento que reflejaba las particularidades de los proyectos culturales, que tienen otros ritmos, otras necesidades, otras vinculaciones con la sociedad y con su ecosistema cultural. 

El diagnóstico inicial de la idea del vivero cultural partía de 3 fenómenos que se complementan y dan un panorama -a grosso modo– del sector cultural:

1. Por un lado, la dificultad generalizada del sector para activar retornos monetarios para la creación artística y también la dificultad para consolidar estrategias de financiamiento. Aquí notamos que faltaban herramientas para pensar en la sostenibilidad de los proyectos culturales, para pensarlos a medio y largo plazo y también para pensarlos como procesos con impactos variados en la sociedad.

2. Por otro lado, el contexto en el que creamos, distribuimos y consumimos cultura está en constante cambio. Los y las creadoras culturales también tienen que desarrollar contenidos, tienen que adaptarse al modelo de plataformas, tienen que usar las redes sociales de manera estratégica… Aquí hemos detectado que faltan herramientas para la comunicación, pero también para pensarse en comunidad, para pensar sus proyectos culturales de manera participativa, como espacios de encuentro de personas con intereses similares. 

3. Por último, la fragmentación y desconexión del sector cultural entre disciplinas y entre sectores. Esta “atomización” se detecta en el poco cruce de lenguajes, de disciplinas, con sectores muy compartimentados (todos aspectos que por suerte están cambiando), pero que muestra un camino basado en lógicas poco cooperativas, además en un entorno geográfico con pocos espacios para la circulación. Al mismo tiempo, faltan espacios horizontales y autónomos para reconocer(nos), para detectar problemáticas comunes o soluciones colectivas. Aquí es interesante introducir una mirada basada en la colaboración, en el intercambio, en pensarnos desde una lógica de ecosistema, de abundancia, de vinculación y complementariedad, de trabajar sobre procesos, no tanto en base a disciplinas o sectores sino desde temáticas comunes que permitan una mirada transdisciplinar.

La idea siempre fue usar el vivero como espacio -mínimo, micro- donde poder complementar la formación artística que se brinda en la Universidad con capacidades de planificación, de comunicación, de mediación… El objetivo era también instalar caminos de profesionalización para el sector cultural. Con esa mirada, desde el vivero de proyectos también quisimos darnos unas metodologías de trabajo particulares: otras instancias de acompañamiento eminentemente prácticas, focalizadas, donde las herramientas y metodologías de gestión cultural se aprenden porque se aplican sobre los mismos proyectos, donde se piensan de manera colaborativa diferentes estrategias, con miradas externas que complementan las de los artistas y trabajadores culturales que lideran los proyectos. Así, los espacios que propone el vivero son espacios de formación situados y de acompañamiento personalizado.

Los proyectos culturales que llegan al vivero son siempre proyectos independientes, por fuera de lo académico, donde la Universidad se pone al servicio de su ecosistema cultural. Esto significa también que el ritmo del acompañamiento lo van poniendo las mismas personas y el camino que toma cada uno de esos acompañamientos es definido por el mismo estado del proyecto. Son tutorías de una hora, semanales, personalizadas, con una duración anual: comenzamos las tutorías con un diagnóstico inicial más o menos similar para ponernos a tono con el proyecto en un par de sesiones, pero luego el camino específico que toma cada uno es particular y desde el vivero nos adaptamos a esas necesidades específicas con herramientas y metodologías específicas.

En este tiempo ya han pasado más de 30 proyectos muy diversos: algunos llegaron como ideas de proyectos, otros ya venían con un recorrido; proyectos de todas las disciplinas, algunos más de investigación, otros que se pensaban como plataformas, otros con un tinte de cultura comunitaria, otros que podrían insertarse tranquilamente en mercados culturales, otros más artísticos, otros directamente desde el activismo. Hemos tenido proyectos de estudiantes, de docentes, de egresados y egresadas. Hemos hecho tutorías presenciales, virtuales, híbridas, con proyectos individuales y otros con muchos participantes. Toda esa diversidad nos ha mostrado la necesidad de crear nuestras propias herramientas y metodologías, de dotarnos de una “caja de herramientas” que nos permita adaptarnos y tener la flexibilidad para acompañar el ritmo y necesidad de cada proyecto. A veces usamos unas herramientas, a veces usamos otras, y muchas veces nos encontramos inventando nuevos métodos para conseguir los objetivos comunes que marcamos con los proyectos.

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En IUPA hemos lanzado el Vivero de Proyectos en 2017 con el nombre de Puertas Abiertas, proyecto que fue creciendo orgánicamente hasta convertirse en 2022 en el Programa SINERGIAS [Laboratorio de Gestión Cultural], que se ha conformado como el espacio institucional dedicado a la temática. Formalmente, depende de la Prosecretaría de Extensión Cultural. Su página web institucional es https://iupa.edu.ar/sitio/sinergias/, donde se puede obtener más información.

SINERGIAS se compone de:.

  • Tutorías – acompañando a 5 proyectos al año con tutorías semanales constantes. Además de ese acompañamiento, se ha incorporado la figura de las mentorías, con sesiones puntuales de la mano de profesionales destacados y especializados en la temática de cada proyecto.
  • Un espacio de Ventanilla Permanente, abierto a las consultas puntuales de personas que se acercan a SINERGIAS y que se pueden abordar en 2 o 3 sesiones. Estas consultas muchas veces están relacionada con el listado de convocatorias culturales externas que forma parte de los newsletters institucionales a la comunidad educativa..
  • Formación transversal, con seminarios, talleres o masterclasses que complementan los espacios académicos, profundizando en temáticas clave de la gestión cultural como comunicación, financiamiento o vinculación a redes culturales.
  • Vinculación con ferias y mercados que permitan a los proyectos relacionarse con las industrias culturales y aumentar así sus capacidades de profesionalización y sostenibilidad.


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Estos años de consolidación y crecimiento del vivero cultural dentro de la Universidad han dado varios aprendizajes que compartimos a continuación, ya que compartir es bueno y pueden ser útiles para otros viveros culturales en instituciones públicas..

  • Un vivero cultural es un espacio poroso, que se mueve dentro/fuera de la Universidad. Al abrir el vivero cultural a proyectos independientes, se creó un espacio poroso que permitió una mayor conexión entre la Universidad y la comunidad creativa local y regional. Esto generó un intercambio de ideas y experiencias valiosas para el crecimiento de los proyectos y para la propia institución, ya que se amplió su capacidad para involucrarse con la comunidad y estar al tanto de las iniciativas culturales emergentes.
  • Se aprende haciendo, se aprende sobre los mismos proyectos. El aprendizaje de las diferentes herramientas de gestión cultural no se hace de manera conceptual o abstracta, sino que se experimentan en los mismos proyectos, con una retroalimentación constante y reflexión sobre las experiencias. Lo que se llama “aprendizaje significativo”.
  • Con un vivero cultural se promueven unas lógicas vinculadas con los procesos más que con los resultados. Se instalan hábitos y prácticas de pensamiento estratégico que permiten un crecimiento de los proyectos independientes. En estos años hemos detectado que, de a poco, se consolidó la importancia de la planificación, la identificación y gestión de recursos o la construcción de relaciones de colaboración a largo plazo.
  • La Universidad se puede posicionar con un rol de “activador” del ecosistema creativo local y regional. Esto implica no solo apoyar los proyectos que surgen en su seno, sino también colaborar con otros actores de la comunidad para generar un impacto más amplio, fomentando la diversidad cultural y el tejido cultural de la comunidad.
  • Prácticas de colaboración en la enseñanza artística: creemos que la experiencia del vivero cultural también ayuda en la instalación de la idea de colaboración en la enseñanza artística, lo que es especialmente importante para la formación en arte y cultura, recalcando la importancia de trabajar en equipo y colaborar con otros agentes (de diversos ámbitos) para lograr objetivos comunes.
  • Búsqueda de autonomía y sostenibilidad de los proyectos: desde el vivero se intenta enfatizar la importancia de que los proyectos busquen la autonomía y la sostenibilidad a largo plazo, de manera independiente y desde una mirada de la autogestión. Así, se trabajó en la construcción de modelos sostenibles y se exploraron nuevas formas de financiamiento y colaboración para asegurar el crecimiento continuo de los proyectos. Esto es de suma importancia para su carrera profesional.
  • Relaciones que perduran en el tiempo entre el Vivero y los proyectos independientes. Esto se debe, creemos, al conocimiento en profundidad que se tiene de los proyectos, luego de tutorías semanales durante todo un año. Y eso ha generado, también, oportunidades de colaboración y aprendizaje mutuo. 
  • Aprendizajes de ida y vuelta: aprenden los proyectos, aprende la Universidad. Hemos notado que el proceso de apoyar a proyectos culturales independientes también puede ser una fuente valiosa de aprendizaje para el mismo vivero y la Universidad. Al trabajar con proyectos que operan fuera de los marcos institucionales convencionales, se ha aprendido mucho sobre nuevas prácticas y enfoques de gestión cultural, que pueden ser valiosos para la innovación institucional en la cultura contemporánea y en las Universidades.

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¿Quedan desafíos para el desarrollo de los viveros culturales? ¡Por supuesto! Siempre quedan desafíos, cosas por mejorar, cosas por intentar y especialmente para quienes trabajamos la cultura y con una mirada transformadora de la cultura.

Compartimos algunos hitos que queremos seguir indagando desde SINERGIAS como vivero cultural del IUPA y como espacio institucional dedicado a la gestión cultural. Dejamos este apartado abierto al intercambio con otras experiencias más o menos similares (monstruosas, híbridas) que estén surgiendo desde instituciones públicas, para intercambiar y aprender de otros caminos.

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  • Convocatorias temáticas. Vivimos tiempos de gran complejidad e incertidumbre. Estamos convencidas que los procesos culturales pueden aportar muchísimo a fortalecer el debate público, el intercambio de miradas, el diálogo, la democracia. Por eso estamos pensando en incentivar el desarrollo de proyectos culturales que busquen, explícitamente, el cruce con otras disciplinas y ámbitos del conocimiento y el entrecruce con temáticas relevantes como el cambio climático, la tecnología o el espacio público.
  • Tutorías colaborativas. Para profundizar el cruce de proyectos dentro del vivero, creemos que es importante fomentar más momentos de tutorías colaborativas entre los mismos proyectos. Estos momentos de encuentro pueden ser una oportunidad para que los proyectos aprendan unos de otros, compartan conocimientos y habilidades y establezcan conexiones.
  • Mentores de otros proyectos. La figura de las personas mentoras ha sido un acierto y queremos seguir potenciándola. Esas sesiones puntuales con “expertas” externas abren nuevas posibilidades de desarrollo y creación para los proyectos. 
  • Mayor vinculación con industrias culturales. Avanzar en la vinculación de los proyectos con las instancias de las industrias culturales como mercados o ferias puede ser una manera de apoyar la sostenibilidad de los proyectos. Estas conexiones pueden abrir nuevas oportunidades de financiamiento, visibilidad y colaboración para los proyectos y permitirles alcanzar un público más amplio.
  • Estrategias de sostenibilidad para los proyectos con una vertiente de cultura comunitaria. Hay que seguir profundizando en herramientas y estrategias para la sostenibilidad de proyectos que tienen una mirada de cultura comunitaria, siempre fomentando la participación y el compromiso de la comunidad en los proyectos, para asegurar que sean sostenibles a largo plazo.

El camino ha sido largo, se ha ido construyendo de a poco, a fuego lento, con aciertos y errores, pero siempre con la satisfacción de trabajar con muchísimos otros proyectos que nos presentaban desafíos cada semana. Si hablamos de viveros culturales, el proceso que hemos transitado entonces ha sido parecido a prácticas de “jardinería cultural”, a través del acompañamiento cercano a proyectos. Y por supuesto que nos quedan muchas preguntas: ¿qué proyectos han tenido más éxito dentro del vivero cultural y por qué? ¿Qué herramientas son más valiosas para los proyectos culturales y cómo se pueden proporcionar de manera más efectiva a las participantes del vivero? ¿Cómo se puede medir y evaluar el impacto del vivero cultural y cómo se puede sistematizar y utilizar esa información para mejorar el programa?

La creación y consolidación de SINERGIAS como espacio institucional dedicado a la gestión cultural podría servir como un experimento inspirador para la creación de nuevos viveros culturales en otras instituciones. La Universidad Nacional de Córdoba, por ejemplo, estableció en 2020 su propio vivero basado en la experiencia del IUPA. Se puede pensar en la creación de nuevas alianzas con organizaciones culturales o educativas para brindar recursos adicionales a las personas participantes, en la creación de nuevos módulos de formación para abordar temáticas que actualmente no se cubren o en la expansión del programa a nuevas ubicaciones o grupos de participantes.

Estamos inmersos en un proceso de innovación institucional (lo vemos así), en constante evolución y mutación. Es la cultura la que está en constante evolución, lo que significa que nuestras respuestas institucionales también deben adaptarse. De esta manera, podemos estar seguros de estar a la altura de las necesidades y potencialidades del sector cultural regional.

En esas estamos.

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