Damas, caballeros la película que van a ver hoy es un homenaje al sin sentido, el más poderoso elemento de estilo.

“En la película “ET” de Steven Spielberg, ¿por qué el extraterrestre es marrón? Por ninguna razón. En Love Story de Arthur Hiller, ¿por qué los dos protagonistas se enamoran perdidamente? Por ninguna razón. En JFK de Oliver Stone, ¿por qué el presidente es asesinado de repente por un desconocido? Por ninguna razón. En la excelente The Texas Chainsaw Massacre de Tobe Hooper, ¿por qué nunca vemos a los personajes ir al baño, ni lavarse las manos como la gente hace en la vida real? Por ninguna razón en lo absoluto.

Peor, en El Pianista de Polanski ¿cómo es que este tipo tiene que esconderse y vivir como un vagabundo cuando toca tan bien el piano? Una vez más la respuesta es por ninguna razón. 

Podría seguir durante horas con más ejemplos. La lista no tiene fin. Probablemente nunca lo habían pensado, pero todas las grandes películas sin excepción, contienen un importante elemento de sin razón y saben ¿por qué? Porque la vida misma está llena de sinsentidos.

¿Por qué no podemos ver el aire a nuestro alrededor? Por ninguna razón en particular.

¿Por qué siempre estamos pensando? Por ninguna razón. ¿Por qué a algunas personas les gusta las salchichas y otras las odian? por ninguna maldita razón. Damas, caballeros la película que van a ver hoy es un homenaje al sin sentido, el más poderoso elemento de estilo”.

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Con este monólogo inicia la película Rubber (2010), digna obra de Quentin Dupieux, director y productor musical (a.k.a Mr.Oizo) francés, ejemplo contemporáneo del cine poco convencional y experimental, al que la mayoría de los directores franceses -como François Truffaut y Jean-Luc Godard-  vienen apuntando desde los años 50/60.

Ahora que ya los contextualicé voy a contar un poco de lo que va la peli, e intentaré no spoilear nada. Un hombre yace boca abajo en un desierto. Lentamente, se levanta y se sacude. Se tambalea y cae. Se levanta de nuevo y continúa tambaleándose por el interminable desierto. Sólo que este hombre en cuestión es una rueda (Roger, según los créditos). En este caso la rueda no es solo una rueda, sino que es un personaje que siente, es pasional, tiene ira y deseos. Y también poderes telequinéticos que usa para hacer explotar la cabeza de las personas.

La elección de una rueda como elemento amenazante resulta muy acertada, ya que por más que se trate de un objeto de caucho redondo, pieza clave en el desarrollo de la humanidad y cuya finalidad sólo puede ser girar, es también su carencia de esquinas, de reposo, de apoyo y reflexión lo que hace que logre su malvado objetivo, lo cual expone lo complejo del desafío que el autor tenía entre manos.

Tanto el monólogo introductorio como la elección de la rueda proponen a esta obra como un festín absurdista, donde el espectador, humano principalmente, se encontrará continuamente en la búsqueda de significados, debiéndose advertir de antemano que fracasarán ya que, se sabe, no existe una explicación racional capaz de explicarlo todo. Con estas peculiaridades, y además dotado de poderes telequinéticos, Rubber se apropia de la irracionalidad y de los espacios en blanco a los cuales el lenguaje cinematográfico nos tiene acostumbrados, arrastrándonos junto a él en acciones y situaciones totalmente absurdas, logrando de esta manera una crítica (¿o una elegante referencia?) a las elecciones narrativas del cine hollywoodense. 

Refuerza la paradoja que, en una película que dice estar dedicada al sin sentido, no hay ningún fotograma que no tenga un propósito, referencias y guiños claros a películas de terror de las que el director es fanático, como El ataque de los tomates asesinos (Attack of the Killer Tomatoes!, John De Bello, 1978) o Scanners (David Cronenberg, 1980). 

Eso sí, independientemente de lo que se piense sobre el subtexto y el significado de esta obra, no importa realmente si Rubber significa algo o no, porque la película está construida sobre un blend de comedia y terror, lo cual nos permite experimentar a nuestras anchas el sinsentido durante 85 minutos.  

Brenda Barrueto / @vrendavrendavrenda / Estudiante de Artes Audiovisuales del IUPA

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