Era sábado por la noche y estaba acostada, a punto de agarrar mi libro de cabecera antes de conciliar el sueño. Vibra mi teléfono. Había ingresado un mensaje por instagram, en la bandeja de privados.

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¡Podés escuchar el audio relato acá!

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-¿Todavía escuchás a los Doors?

Leo la pregunta. La vuelvo a leer. Miro de quién viene, ingresa a mi teléfono su solicitud de seguimiento, acepto y comienzo a seguirlo también. Increíblemente apareció el que jamás pensé que iba a caer, pero sin embargo cayó. 

A mis catorce años, sí, así nomás, catorce años, vivía con mis padres, mis dos hermanos, muy pequeños por cierto, y mi abuela. Todas las tardes durante mucho tiempo, me visitaba un chico de diecinueve años, que aún no recuerdo bien dónde lo conocí, cómo sabía donde vivía ni por qué iba a mi casa. Charlábamos de todo, pero más que nada de música. Nunca lo hacía pasar, siempre nos quedábamos en el cantero de la vereda por horas. Él trabajaba y eso me llamaba la atención. Yo iba a primer año del secundario y veía muy lejos el mundo del trabajo. Él me gustaba, pero nunca me atreví a decirle, supongo por mi edad prematura. Él tampoco. Jamás me dijo nada al respecto. Un día desapareció por arte de magia y nunca más supe de él. Hasta esa noche. 

La realidad era que después de unos cuantos años no escuchaba más a los Doors, pero no quería pinchar la charla sin saber absolutamente nada de este ser. Me intrigaban detalles como si era padre, si estaba en pareja, si era gay, si era deportista, músico o lo que sea. Lo único que sabía era que vivíamos en la misma ciudad porque más de una vez, en la calle, había sentido su mirada en mi nuca.

-Sí, aún escucho los Doors. ¿Cómo te acordás de eso?
-Cada vez que los escucho me acuerdo de vos…
-Ahhh mira vos…qué bien!
-¿Fuiste a visitar la tumba de Jim Morrison como estaba en tus planes?
-Jajajajajaa, no fui, pero aunque no lo creas una amiga me trajo tierra de su tumba.
-¿Y dónde la tenés?
-¿Guardada? ¿A la tierra?


Cada vez entendía menos esta charla. Me había incorporado en la cama entre intrigada y divertida.

-Sisi, ¿dónde está?
-En una cajita, en mi cómoda… (Respondo ingenuamente)
-¿En San Martín 534?

Se me heló el corazón. Sentí un escalofrío. ¿Cómo este ser sabía exactamente dónde vivía?, automáticamente pensé si había puesto llave a la puerta. 

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-¿Cómo sabes dónde vivo?
– Porque esa casa fue la casa de mi abuela. Yo también viví allí durante mi infancia y, además somos vecinos, vivo a 4 cuadras, siempre te veo en la vereda.

Stop. Mi cabeza pensó cincuenta cosas a la vez…

  1. ¿Su abuela habrá muerto acá adentro?, ¿en este mismo cuarto donde estoy acostada ahora? Son dos dormitorios, no había muchas chances.
  2. Debe pasar por mi cuadra y me debe ver hecha un desastre barriendo la vereda.
  3. Claro, a 4 cuadras, en este pueblo todos los seres humanos estamos separados de a 4 cuadras, 4×4. 

-¡Qué casualidad! – me atrevo a responder, ahora que había vuelto mi respiración a la normalidad. 
-Siempre me quedé con ganas de darte un beso
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Leo. Vuelvo a leer. Ahora sí que estaba descolocada por completo. 

-Wooowww, qué confesión! – respondí haciéndome la canchera.
-¿Te parece?
-Sí, muy valiente de tu parte. – Sí, me gustó.
-Ahora mismo también te daría un beso…
-Ahora no se puede – respondo haciéndome más la canchera, total la situación inusual que vivíamos podía salvarme de cualquier episodio.
-Tengo permiso para circular. ¿Dónde estás? ¿En la casa de mi abuela? ¿Puedo ir a darte un beso?

Este chico de amor retardado, un viejo amor que no llegó a viejo pero tampoco llegó a ser amor, estaba ahí, frente a mí, muchos años después, haciéndome una propuesta tentadora. Rápidamente sentí que se le había fugado el deseo por algún lado.

Volví a concentrarme. Ya no podía hacerme más la canchera porque claramente iba en bancarrota. Dude de decirle que lo esperaba, que sí, que no, ¿quién era? Un desconocido al fin y al cabo, no podía decirle que sí, aunque reconozco que tuve ganas. 

-No estoy en mi casa, estoy en lo de mis viejos, 
-Ahhh, bueno voy a buscarte…
-Nono, ya no viven en el centro, viven lejos.
-No importa, voy,… ¿te busco? ¿Querés?
-No puedo en este momento salir,  pero si te parece organizamos una cita…
-¿De verdad? ¿Te gustaría?
-¿Por qué no? Me intriga…
-Tu boca

Con estos dos o tres mensajes encendió mi cama. Imaginé que golpeaba la puerta y nos besábamos hasta llegar a mi cuarto, mientras iba perdiendo la ropa por el camino. Hasta sentí que sabía bien, rico, mi temperatura corporal se había elevado a mil, casi que pensé en destaparme. Esa noche estaba helando, apague el velador, ya no iba a poder continuar con mi lectura nocturna, ahora yo había puesto el deseo en un desconocido… pensé en atarme el pelo y desencadenar ese efecto domino que llevaría a esa guerra que mi imaginación ya había desatado. 

Y así pasaron unos meses y nos seguimos comunicando por mensajes, yo desplegaba mi diccionario completo y el zeñor trabajador (de ahora en más ZT), era un monosílabo total. Se notaba que había usado toda su habilidad la primera noche que nos comunicamos, mejor dicho que él se comunicó conmigo y ya no más.  

Lo mío era cuestión de “bla bla bla bla”… sus respuestas eran: SÍ, NO, NO SÉ, BIRRA ARTESANAL, ASADO, AMIGOS, JA. 

Al fin accedí a la cita, creo que más de aburrida que de otra cosa. Fue en la casa de su abuela, o sea mi casa. Espíritu tercera edad dando vueltas más campari en mano: combinación rara. 

Charlamos cuatro minutos y medio, tour mediante por la casa de su abuela, y pasamos a mejor plan. Jamás nunca nadie me había poseído de tal manera, con tantas ganas y efervescencia, Fue genial sentirse así de deseada. Y así fuimos transitando unos cuantos meses. ZT tocaba el timbre, abría la puerta y directo a echar pasión. Más que eso no se podía hacer con él. A veces ampliaba su vocablo (escrito u oral) y entonces era: SÍ, NO, NO SÉ, CERVEZA ARTESANAL, ALE, IPA, AMIGOS, ASADO, FÚTBOL, JA. 

ZT me aburrió, tuve un sexo increíble pero no todo en el vínculo es el sexo, y ya no podía tolerar abrir las fotos que me mandaba. Me hacía mal. 

Stop. Descripción fotos: 

  1. Vaso con la consigna “salud, acá con los muchachos”
  2. Imagen de cadáveres de envases de cerveza “Hola, por acá fútbol” 

No se le caía una sola idea. Mi tolerancia con el género opuesto a esta altura era muy pequeña, y con ZT era sostener mucho, por unas horas al mes para jugar a ser caníbales. 

Al poco tiempo dejamos de vernos. Creo que su abuela estuvo de acuerdo. 

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