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Señoras y señores, esto es BOCART

Cuando el mundo del arte y el mundo futbolero se cruzan pasan cosas increíbles. La originalidad y la reinvención de un clásico del arte, sumado al folklore y la cultura popular que genera el fútbol, nos permiten fantasear con un idilio.

Recuerdo perfectamente que la primera vez que me topé con Bocart flasheé en colores: ¿qué es esto? esta gente está completamente loca!

Se lo compartí a mis hermanos, luego a mis amigas y amigos bosteros, después a personas vinculadas al arte clásico, luego a artistas visuales, a diseñadoras gráficas y la reacción era similar: ¡esto es una locura hermosa!

En ese guiño intertextual, donde las obras dialogan una con la otra, donde se concentran diversas tradiciones, culturales y populares, Bruno nos cuenta cómo lo logró.

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¿Cómo nace la idea BOCART? 

El nombre es muy simple de develar Boca + Arte = Bocart. La idea nace como un chiste. Recuerdo que quería encontrar una imagen que sintetice el poder del club más grande de la Argentina, el club ante el que todos se rinden. Ahí me crucé con el cuadro de Raffaello Sanzio, La Transfiguración. Esa obra es acerca de la aparición de Cristo. La composición es muy potente y dramática. La figura divina arriba y el resto abajo. En el lugar de Jesús puse el escudo del Club Atlético Boca Juniors. La gente reaccionó de manera muy positiva y ahí me di cuenta que eso podía expandirse a miles de obras con diferentes significados. 

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¿Cómo elegís los cuadros que vas a intervenir? 

La elección depende mucho de tres cosas: la calidad de la imagen, el significado de la obra y qué elementos se le pueden agregar para que tenga elementos relacionados al club.

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¿De dónde partís? ¿Del resultado del partido? ¿Del cuadro?

Es un poco de las dos cosas. Me gusta estar viendo cuadros todo el tiempo y guardarme los que me llaman más la atención. Después siempre me gusta atarlos al resultado de un partido o algún evento que sea relevante. A veces tengo suerte que coincide. Algunas veces dejo algunos preparados. Depende de la situación del momento.

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¿Cómo bocetás? ¿Trabajás partes en papel o solo digital? 

Todo es digital. Generalmente hago las pruebas muy por encima para ver los colores y otras cosas y después en lo que más se va el tiempo es en los detalles.

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¿Con qué programas de diseño trabajás? 

95% Photoshop.

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¿Cuánto tiempo te lleva hacer un Bocart? ¿Y los detalles minúsculos?

Depende mucho de la obra y de la cantidad de detalle que tenga. Diría que en promedio una semana. Si encuentro la imagen en buena definición ahí me puedo divertir más con los detalles. Muchas veces posteo los detalles en forma de Zoom porque sino pasan de largo.

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¿Qué tira más, la pasión deportiva o la pasión artística? 

¡La deportiva sin dudas!

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¿Preferís ver jugar a Boca que desplegar tu arte? 

Me gusta más ver un partido que pasar horas retocando un cuadro. Sin embargo, me da un inmenso placer ponerme a hacer un Bocart cuando el equipo ganó. Es algo que hago con mucha alegría.

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¿Tenés relación con el club? 

Toda mi familia  y yo obviamente somos hinchas de Boca pero no tengo vínculo con el club. Soy solo un hincha más. 

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¿Sabés si algún otra/o artista realiza estas obras en otro lado del mundo?

Vi algunas cosas similares en algunas páginas como Bleacher Report de Inglaterra. Pero fue por una ocasión especial del Fútbol + Arte.

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¿Vendés tus obras? 

No. Es algo que le debo a las personas que me escriben. Espero poder vender pósters pronto. La mayoría de las personas bajan de internet las imágenes y las imprimen en láminas, tazas, remeras, etc.

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¿Hasta dónde soñás que puede llegar un Bocart?

Mi sueño máximo es que algún día haya un Bocart en algún lugar de la Bombonera. Ya sea colgado en algún lado o en forma de bandera. 

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Así cerraba la entrevista con Bruno mientras pensaba que sin dudas sucederá. Imagino no sólo sus intervenciones xeneizes en la bombonera sino también en todos los puestos de venta de la Boca y mucho más allá también. Esto de la industria cultural, la reproducción de obra que puede llegar a muchos hogares en cualquier lugar del mundo. 

La intertextualidad en Bocart nos sirve para reflexionar sobre la cultura y el arte y su relación con la sociedad. Nos interpela a pensar sobre los límites de una obra, la reacción de los diferentes y diversos públicos, también el lugar que ocupa el arte en el mercado, el arte como medio de comunicación masivo, su perdurabilidad y trascendencia en el tiempo, y así podríamos seguir de manera infinita. 

Por último, lo que genera el fútbol en los argentinos, esa pasión que no se puede comparar con absolutamente nada. Los detalles mínimos e imperceptibles de una cara ante un gol o una derrota, los gestos, las miradas, la complicidad. Esas sensaciones las logra captar Bruno de Bocart a través de obras de arte clásicas de todos los tiempos que nos llegan hasta los huesos.  

La obra de Bruno es un grito de GOOOOOL!!!!!

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Bruno es un publicista que trabaja como Director Creativo en Los Ángeles, Estados Unidos.
En su carrera tuvo la oportunidad de trabajar en muchos comerciales relacionados con el fútbol.
Desde su cuenta de Twitter comenzó a hacer intervenciones artísticas de obras de arte famosas
y el fenómeno se volvió viral. Los trabajos se pueden ver en @estoesbocart en Instagram.

La pasión de la cancha en el arte

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Mariana Pessoa

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18 Crónicas Patagónicas, la primera antología que publica la FPP, reúne los mejores textos que participaron del Concurso entre 2019 y 2021. En sus páginas, las y los cronistas del sur, narran esta región inconmensurable para definir una nueva cartografía en la que a pesar de las distancias, dejamos de sentirnos lejos.

Una línea azul conecta la casa de Camila Vautier con la mía: desde El Hoyo, Chubut, hasta General San Martín, La Pampa. Son 1.128 kilómetros según Google Maps. Camila dice por teléfono que acaba de dormir a su niño, ahora sí puede hablar más tranquila. La imagino mirando a través de una ventana, observando un paisaje blanco y montañoso, tan distinto al que ven mis ojos ahora. Camila tenía cinco años cuando llegó a la Comarca Andina. Sus padres dejaron Buenos Aires y compraron una cabaña en el bosque donde exprimió las horas de luz que le daban los paneles solares para leer todo lo que encontraba a su paso. Estudió Periodismo en La Plata y después regresó a la montaña, al frío en la cara. Hoy tiene 27 años, trabaja en el área de Comunicación del municipio, y le gusta, tanto como a mí, escribir crónicas.

¿Sólo la ruta nos conecta?

Emilio Risoli termina de pintar una pared en Viedma, Río Negro, a 961 kilómetros de Camila, y vuelve a lo suyo: ese universo hecho de palabras que descubrió cuando lo mandaban a dormir la siesta y él se metía en la cama con alguna novela que sacaba de la biblioteca de su madre. Pronto supo que quería escribir como Verne, como Salgari. En la secundaria tuvo un profesor de literatura que era periodista y el círculo se cerró. Al terminar el secundario estudió unos años en TEA, viajó al exterior, después volvió a Viedma y empezó a trabajar en el Diario Al Día. Hoy tiene 45 años y es responsable de prensa de la Defensoría del Pueblo.

En extensión, la Patagonia argentina representa casi un tercio del territorio del país, todo parece quedar lejos.

Para el examen de inglés, Sara debía escribir una carta. Estaba en tercer año del secundario. Su relato epistolar comenzó así: “It’s four in the morning, the end of december, i’m writing you now just to see if you’re better. Caleta Olivia is cold, but I like where I’m living”. Esas líneas no eran de ella sino del poeta Leonard Cohen, el comienzo de la canción Famous Blue Raincot -aunque la letra original menciona Nueva York, no Caleta Olivia. Sara aprobó, pero aprendió otra cosa: el arte nos expande. Sintió más ganas de leer que nunca y supo que de ahí en adelante ella escribiría sus propias historias. Vive a 1.642 kilómetros de Emilio, en Río Gallegos, Santa Cruz, tiene 40 años, hace dieciocho que es periodista, trabaja en Diario Austral.

Esta es la región más despoblada del país: unos 2.3 millones de habitantes, de los 47 mil millones que somos de acuerdo al último censo.

Cuando Bruno Oliva era un niño podía escuchar el sonido que hacía una chapa al volarse por el viento. Ahora eso no existe en Neuquén, la ciudad que más ha crecido a nivel demográfico en las últimas décadas. A Bruno y a Sara los separan 1.878 kilómetros. Bruno tiene 36 años, es DJ, consultor de ventas para empresas, y hace unos años una crisis existencial lo reconectó con una práctica que había puesto en pausa: la de la escritura.

Y sin embargo esa distancia que se mide con precisión, se acorta cuando nos sentimos menos solos.

A 2450 kilómetros de Neuquén, Alicia Lazzaroni fantasea con una vida nómade. Tiene 68 años, vive en Ushuaia, Tierra del Fuego, y el año pasado recorrió durante semanas la Patagonia, inspirada en el libro de viajes de Cortázar: Los Autonautas de la Cosmopista. Sintió que se aburría, que no encontraba historias nuevas para contar en su ciudad y convirtió su auto en un motor home y subió a la ruta. No es casualidad, siempre le encantó leer y escribir y ese espíritu curioso que aún moviliza su vida también la llevó a buscar caminos nuevos para contar. Así, hace apenas algunos años, comenzó a narrar en clave de no ficción.

La Fundación de Periodismo Patagónico nació en 2019 sin imaginar que podía armar su propio mapa, conectar a tantos y tantas cronistas.

Martín Loinhaz se mudó en 2005 a Bariloche. La nueva vida, además del impacto ante la belleza del Lago Gutiérrez, le trajo otra sorpresa: el diagnóstico de insuficiencia renal. Cuando inició la diálisis exprimió el tiempo de tratamiento para investigar su patología. Sintió que le faltaban herramientas, que le costaba interpretar algunos textos y decidió estudiar una carrera universitaria. Se anotó en Antropología y empezó a interesarse por la rama de su profesión vinculada a la salud y a trabajar en la escritura de ensayos y ponencias. Pero al leerse reconocía que aún faltaba algo, era mucha teoría, él quería transmitir más. Durante la pandemia dio otro paso, se animó a hacer un taller de escritura creativa primero, después descubrió la crónica.

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Necesito recorrer 992 kilómetros para unir Bariloche, la ciudad de Martín, con el pueblo donde vivo. ¿Quién dice cuánta distancia es mucha distancia?

Hice ese trayecto en colectivo a fines de 2019, cuando fui finalista de la primera edición del Concurso Crónica Patagónica y me invitaron a la premiación. Si lo pienso ahora, casi cuatro años después, me parece una vuelta a la manzana en relación a lo que ha crecido la Fundación de Periodismo Patagónico, al hecho de que me acerqué a este espacio con el deseo de contar una historia y hoy me encuentro siendo parte como editora de En Estos Días.

Camila, Emilio, Sara, Bruno, Alicia y Martín también participaron del concurso entre 2019 y 2021. Nuestros textos forman parte de 18 Crónicas Patagónicas, la primera antología de la Fundación.

Las otras historias del libro fueron escritas por Migue Roth de Santa Teresa, La Pampa; Emiliana Cortona, de Neuquén; Vanina Strobl de Esquel y Beatriz Muglia de Puerto Madryn, Chubut; Ludmila Cabana Crozza y Jonathan Paineman de General Roca; Pablo Pezzoni, Ariel D Adler y Roberto Díaz de San Carlos de Bariloche, Río Negro. A las que se suman dos crónicas de yapa, una de María Eugenia de Cicco y otra de Santiago Rey.

El libro es un sueño que se hizo realidad gracias al apoyo de la Editorial de la Municipalidad de Viedma y la Fundación Friedrich Ebert. Narrado desde adentro, es capaz de atravesar la geografía de las seis provincias del sur, de ir más allá del sonido del viento y la prepotencia del paisaje para encontrar nuevas voces, otras miradas. Santiago Rey, presidente de la Fundación, dice que “sensibilidad, capacidad narrativa e investigación, recorren las páginas de 18 Crónicas Patagónicas y anidan en historias de mujeres que se sumergen en el Canal del Beagle; de asistentes sociales que recorren parajes inhóspitos; de mujeres militantes por partos humanizados; de pueblos que depositaron toda su esperanza en un político; de mujeres trans sorprendidas por haber llegado a viejas; de ceremonias mapuches que ni la pandemia de Covid pudo frenar”.

En el recuento de temas que serpentean la edición, Rey menciona también relatos “de la soledad y el esfuerzo en una carrera de alta montaña; de la espera y el renacer de un trasplantado; de una mujer que desafía prejuicios en el interior de una mina; de movimientos globales contrapublicitarios que se piensan desde la soledad de un bosque; de la poesía que nace desde lo que se estigmatiza como “locura”; de la lucha de inquilinas descartadas por el mercado inmobiliario; de la contaminación de un río que fue vida; de los pesares y alegrías de una dieta de moda; de las manos curtidas de una pulpera; de los sabores que evocan abuelas; de la búsqueda de los orígenes de decenas de bebés secuestrados y secuestradas; y hasta de lo que de poeta soñador le queda a un presidente latinoamericano”.

Hojear 18 Crónicas Patagónicas en papel o en formato digital es una experiencia que emociona. No sólo porque la lectura nos demuestra cómo este lugar vasto, inconmensurable, desafiante, puede comprimirse en 168 páginas, sino porque las y los cronistas del sur –los que forman parte del libro, los que se van sumando a esta red, los que aún están por venir– nos sentimos cerca, abrazados por los límites de la región y amparados en un proyecto que sin borrar las distancias, no nos deja caer del mapa.

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La publicación se puede leer on line o comprar, siguiendo este enlace: https://www.periodismopatagonico.org/libro-18-cronicas-patagonicas. El libro ya se presentó en San Carlos de Bariloche, en Viedma y en Ushuaia, y la idea es que siga recorriendo las ciudades de nuestras provincias del sur. Esta reseña fue publicada en https://www.enestosdias.com.ar/

Ángeles Alemandi / @angelesalemandi / Periodista, escritora y editora del medio digital.

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Un libro de crónicas, un mapa propio

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Aguada Primavera trae de la mano 

al pequeño hombrecito 

que cierra los ojos del papel 

será porque llueve a mares 

o porque una ratonerita se refugia 

en el templo de lavandas 

Será porque no quiero espantar el llamado del monte 

Vuelve siempre del monte 

yo te pedía el silencio, Luciano 

por el concierto infinito de la tarde en llamas 

el rumor de las alas, los llamados, 

las brasitas ya perdidas 

o los pechos colorados 

yo te pedía el silencio, también, porque estaba cansada 

Lo sé ahora que es septiembre

y Aguada Primavera te trae de su mano 

y no quiero espantar los silbidos del monte 

pequeño hombrecito, Luciano 

Van para vos estos conciertos de calandria en lluvia 

la brasita perdida, la tijereta que pelea con el tero en el alambre 

esos sonidos son todos tuyos 

ahora que otras películas van y vienen por tus ojos 

hay un baile de plumas 

tantos rastros que se van cruzando 

y yo tan de lluvia

Tan de lluvia que una ratonerita honra mi patio y lo hace monte

tan de lluvia, tan sabiendo que te elegí pájaro, hijo, 

caballo desbocado, desde antes 

para vos son estos solos de guitarra 

para vos el monte los derrama en luz

en sangre tibia

en papel nido 

desde siempre 

torcacita

María Inés Cantera

Licenciada y Profesora en Letras, poeta. Nació en Carmen de Patagones, provincia de Buenos Aires, lugar donde reside. 

Aguada primavera

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El lugar es poco conocido, muchas personas dicen saber dónde queda pero pocas son capaces de explicar cómo llegar y casi ninguna de ir hacia allí. Se lo llama Bajo Negro o Bajo de las Ánimas. Se dice que sus tierras están muertas y no crecen las plantas y que la energía que las caracteriza es especialmente óptima para prácticas rituales esotéricas.

Ese lugar ha sido objeto de disputa territorial, entre las comunidades originarias y el Estado nacional a finales del siglo XIX cuando éste último se proponía conquistar, a través de prácticas genocidas, un territorio que no estaba desierto. Hoy, ese mismo lugar es objeto de una batalla, ya no a través de las armas, sino del significado, del lenguaje y de las creencias. 

Cuando era chico, no me parecía extraño que en algunas ocasiones nos divirtiera ir a jugar a la escondida al cementerio de noche, intentar encontrar el Bajo Negro en repetidas ocasiones, descubrir trabajitos en las puertas de las casas o escuchar la historia de la chica que se aparecía en la ruta en medio de la oscuridad. Todo siempre relativamente oculto, subterráneo, clandestino, anónimo.

Por esos años comenzaba a entender que al pueblo se lo nombró Cinco Saltos, pero tuvo otros nombres, aunque uno corre paralelo al oficial: Colonia La Picasa. Su origen se relaciona con la leyenda oral que sostiene que había una yegua baguala que habitaba estas tierras cuando los primeros pobladores blancos comenzaron a llegar, a finales del siglo XIX y principios del XX. Negra con manchas blancas –picaza-, era la líder de una tropilla de caballos salvajes, dicen que indomables, algo rebeldes y huidizos. 

Para esa época en la Patagonia los caballos se hacían salvajes en la medida en la que pudieran aprovechar las peleas o distracciones de los hombres. Así, las guerras de conquista y colonización que el Ejército Nacional efectuó contra los pobladores originarios de estas tierras y todo lo que eso movilizó: escaramuzas, malones, por solo nombrar algunos de tantos ataques de terratenientes blancos sobre la población indígena, eran motivos de escape para yeguas y caballos que continuaban sus vidas en las llanuras, estepas y valles patagónicos.

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En el Bajo Negro pasó algo comprobable. Dadas las condiciones geográficas del terreno, un grupo de hombres al mando de Sayhueque emboscó a una tropa pequeña del Ejército Nacional, que cayó en ese lugar fines del siglo XIX. Cuenta la leyenda que esos muertos no tuvieron cristiana sepultura, razón por la cual sus ánimas están vagando en esa zona –Bajo de las Ánimas-. Este hecho lo convirtió en un lugar con la espiritualidad necesaria para la práctica de ritos y para intentar vínculos con quienes fallecieron a través de las almas de los soldados muertos.

De ese enfrentamiento pudo haberse escapado La Picasa, producto de los ruidos de los trabucos, la sangre y las corridas de la escaramuza. Ese podría ser el origen del mito de la yegua, rebelde e indomable, parada en dos patas, incontrolable, brava.

En mi adolescencia me enteré sobre el Bajo Negro, los rituales, el hallazgo por esos años de una niña momificada encontrada en el cementerio y el abandono de la fábrica Indupa, que dejó un edificio enorme apto para las prácticas esotéricas y unas tierras muy contaminadas. Así, me di cuenta que estos eventos no sucedían en todos los pueblos que rodean a Cinco Saltos.

Con mis amigos intentamos ir al Bajo Negro muchas veces, no sé si lo logramos, pero siempre nos interesó indagar sobre el origen del pueblo, buscar conexiones con las prácticas y creencias populares, ir tras el rastro de la yegua salvaje e intentar decodificar esas historias.

En esas búsquedas hallamos –ya siendo un adulto y miembro del museo local- que en una crónica de 1970 sobre el origen de Cinco Saltos, se cuenta que, antes de La Picasa, este lugar era conocido como el País del Diablo. Otra leyenda dice que la zona no estaba habitada por pueblos originarios porque según ellos, aquí ocurrían desgracias. La expansión de estas creencias encuentra su correlato en los videos y páginas que, en la actualidad, citan a Cinco Saltos como uno de los lugares más embrujados del mundo. Incluso en Wikipedia aparece como parte de un supuesto e incomprobable ranking mundial en el puesto 5.

Lo cierto es que estas creencias existen. El rito, el trabajito, el Bajo Negro y quienes se involucran en las prácticas rituales son generalmente sectores populares que la mayoría de las veces dirigen su atención a cuestiones vinculadas con el amor o el dinero. Amarres de magia negra y blanca, rituales, flores envueltas en determinadas plantas, pintadas en piedras, búsquedas por recuperar un amor, por conseguir trabajo, por recibir dinero o para romper una relación, son las razones más comunes de los ritos. La necesidad imperiosa de creer en algo para subsistir. 

Generalmente quienes los practican reciben críticas de toda índole entre las que vibra un tono clasista y católico. Incluso, hablan de limpiar el pueblo de esas voces que sólo conocen a Cinco Saltos por su esoterismo, una suerte de intento por eliminar las prácticas populares o por lo menos de silenciarlas, como Washington Otis en El Fantasma de Canterville queriendo limpiar las manchas de sangre con el limpiador incomparable campeón y el detergente Paragón. Este tema en Cinco Saltos plantea una dicotomía social muy clara. Por un lado, tenemos las clases sociales más acomodadas, cristianas y conservadoras. En frente las populares, que cuentan con un abanico más amplio de creencias entre las que se cuenta la convicción en la efectividad de los ritos esotéricos. Ritos que, por momentos, ocupan el lugar que algunas de nuestras constituciones y Estados a veces han llamado derechos cuando se involucran ritos por cuestiones económicas.

La creencia popular en el rito es esencialmente anónima, colectiva y, en estos casos, impalpable por necesidad. Su disimulo es su esencia porque de nada serviría que pueda ser practicada por cualquiera, como tampoco que pudiéramos precisar el lugar exacto donde está el Bajo Negro y descifrar sus enigmas.Lo que sí es observable es que hay una disputa de sentidos alrededor de esos rituales, como lo hubo alrededor del Bajo Negro y las tierras patagónicas en el enfrentamiento con el Estado Nacional: hay una relación de poder. Y, si bien es cierto que la brujería permanece asediada por el lenguaje oficial y clasista que la denigra, la intenta silenciar y la considera una mancha para el pueblo y sus Primeros Pobladores, oculto entre quienes habitamos este pedacito de Patagonia, sabemos que un fantasma recorre nuestras casas. Es el fantasma de los espíritus, de las brujas de Cinco Saltos que se manifiestan todos los días y quienes alguna vez estuvieron por aquí, saben que las hay, las hay. Es cuestión de creer o reventar.

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¿Qué es un fantasma? Un hombre que se ha desvanecido
hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia,
por cambio de costumbres.

James joyce

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Guido Riccono/ IG. @ricconoguido

Profesor de Historia y Doctor en Educación por la Universidad de Buenos Aires. Investigador de Conicet. Docente universitario y Coordinador de la Licenciatura en Enseñanza Universitaria de las Artes, en IUPA.  Dirigió algunos años el Museo de la localidad de Cinco Saltos.

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Cinco Saltos: creer o reventar

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Reconozco en la obra de Valeria un valor singular, que es el de permitirme volver a pensar en una disciplina tan noble desde perspectivas descentradas, habilitando otros modos de ser del dibujo, que lo emancipan de los roles minorizados a los que ha sido relegado durante siglos de historia del arte occidental.

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¡Podés escuchar la nota acá!

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© Valeria Conte Mac Donell – Conquista de lo inútil (2011) Foto: Santiago Gaudio

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Desde que estudié artes plásticas en el INSA -hoy IUPA-, encontré placer en todas las disciplinas que formaron parte de mi carrera. Esto, hizo difícil elegir una cuando llegó el momento de hacerlo; podría haber elegido cualquiera, y finalmente, hice escultura. Sin embargo, una que no estaba en el menú es la que siempre disfruté más: el dibujo. Esto, que en ese momento no estaba muy claro, fue marcando un rumbo en mi carrera con emergencias y descubrimientos que hoy veo como episodios que trazaron un recorrido.

El dibujo tenía esa particularidad de no ser una disciplina elegible, pero aun así, era considerada muy importante en el decir de les docentes, y algo que se hacía explícito en el plan de estudios; de hecho, tuvimos dibujo en todos los años de nuestro cursado. Algunos conflictos en torno a la disciplina estaban siempre flotando. Por ejemplo, la pregunta por los límites: ¿cuándo un dibujo deja de serlo y pasa a ser otra cosa? Una pintura, por ejemplo.

Este interés me llevó a sostener el dibujo como una práctica que nunca abandoné, al menos en mi quehacer cotidiano, donde se ha constituido como una forma de pensamiento en acto. También, el mismo interés me ha hecho leer e investigar sobre dibujo y seguir preguntándome sobre sus límites, su definición, su especificidad, e indagar sobre todo en las causas de su emergencia: ¿por qué desde hace unas décadas ha dejado de ser un medio para proyectar y bocetar para, en cambio, ocupar un lugar central en el campo del arte?

En este trayecto, me encontré hace varios años con la obra de la artista Valeria Conte Mac Donell, que en su producción aborda el dibujo de modos que expanden sus límites tradicionales.

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Valeria

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Valeria dibuja con lápiz sobre papel, pero también dibuja en el espacio. En este caso, lo hace con filamentos, es decir, con líneas que se emancipan del plano bidimensional. Según cuenta, su forma de producir está ligada al proceso manual, su forma de pensamiento visual se produce con herramientas en las manos: En este caso, un alambre y una pinza. Lo que tradicionalmente se considera como un proceso de boceto, el dibujo en lápiz sobre papel para pensar y crear, se desplaza en esta artista al espacio tridimensional.

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© Valeria Conte Mac Donell Foto: Santiago Gaudio

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Las obras elaboradas por Valeria, desde esta práctica del dibujo tridimensional, no solo fueron adquiriendo dimensiones monumentales, sino que además, se exiliaron del interior de las salas de las galerías y museos para, en cambio, habitar espacios abiertos en los alrededores de San Martín de los Andes, la ciudad en la que reside desde hace años. Algunas de sus piezas resultan hoy ineludibles para entender las apuestas poéticas que enhebran su producción. Una de ellas es Conquista de lo inútil (2011), realizada en una zona rural próxima al lago Lolog, entre San Martín de los Andes y Junín de los Andes. Esta instalación es un dibujo tridimensional que la artista realizó en un terreno que había adquirido con su pareja. Según narra, la casa era un proyecto futuro que, a través de la obra, pudo ser visible y palpable cuando aún no podía concretarse. La pieza es una representación a escala real de la casa proyectada. Los materiales elegidos fueron hierros para la estructura y alambre para el tejido de las paredes. Pero esta estructura lineal adquiría una materialidad singular cuando Valeria la regaba por las noches, permitiendo cristalizar las paredes:

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Tejo con hielo las paredes de mi casa.
La riego por las noches.
Cuando sale el sol, la veo derretirse y desaparecer.

© Valeria Conte Mac Donell – Conquista de lo inútil (2011) Foto: Santiago Gaudio

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La casa de hielo, como se la conocía en los alrededores, era visitada durante el día, cuando el hielo aún no se había descongelado. La convocatoria para visitarla era realizada por las redes y medios de comunicación, y la premisa era llegar antes de la una del mediodía. Durante los meses que duró, la propuesta tuvo esta vida cíclica que se torna retórica, describiendo la evanescencia de un proyecto que aún permanece en estado de latencia.

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El frío va a pasar, es otra intervención realizada en el mismo sitio, próximo al lago Lolog, en el invierno de 2013. Para esta época, la casa ya estaba construida y habitada por la familia de la artista, pero el frío se manifestaba implacable. En esta obra, la artista usó como soporte el terreno, blanco por la capa de nieve del invierno cordillerano. Valeria dibujó con alambres un grupo de muebles a escala real:

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Dibujo con alambre el interior de mi casa.
Está nevando.
Aparece mi cama, la escalera, la biblioteca, la salamandra prendida, una mesa…

Estoy en casa.
Me arrimo a la estufa para calentar mis manos.
El frío va a pasar.

© Valeria Conte Mac Donell – El frío va a pasar (2013) Foto: Santiago Gaudio
© Valeria Conte Mac Donell – El frío va a pasar (2013) Foto: Santiago Gaudio

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El dibujo aparece en esta obra sumamente etéreo. Los finos alambres contrastan como trazos sobre la nieve, delineando los esqueletos de los muebles figurados.

Por último, en la obra Que el cielo sea el fondo (2015), la artista no solo presenta un dibujo en el espacio, sino que además involucra su cuerpo en una acción performática. Dos postes de hierro tensan cables de acero que sostienen el dibujo a realizar. Valeria subía a dibujar con alambres en esta estructura, observada por el público ocasional que se acercaba al lugar.

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© Valeria Conte Mac Donell – Que el cielo sea el fondo (2015) Foto: Santiago Gaudio

Quiero que un dibujo me soporte.
Suspendida en mi dibujo despliego líneas en el aire.

© Valeria Conte Mac Donell – Que el cielo sea el fondo (2015) Foto: Santiago Gaudio

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El entramado de líneas se enmaraña en dibujos abstractos y móviles, sobre todo eso, mutables. El dibujo performático se despliega así como una acción, como un proceso, lo cual nos permite vincularlo con las prácticas gráficas más cotidianas, donde dibujar, borrar y volver a dibujar son acciones que se suceden de forma dinámica, dejando siempre el dibujo como un proceso abierto, inconcluso, eventual. En otras palabras, se manifiesta como un acontecimiento.

En otras producciones, la artista ha realizado intervenciones en espacios interiores, obras performáticas y otras transdisciplinares. Pero, las experiencias referidas aquí tienen en común que han sido desarrolladas en una zona periférica de la ciudad de San Martín de los Andes, alejada de los centros urbanos. Así, el público se ha visto implicado en una experiencia que requiere desplazamientos y produce situaciones de convivencia y encuentro. El dibujo aparece expandido en estas propuestas, donde los límites disciplinares resultan transgredidos.

¿Pero qué es entonces el dibujo? Esta pregunta resulta estéril en el presente, ya que los desplazamientos e hibridaciones del arte contemporáneo habilitan exploraciones productivas que no requieren encasillamientos rigurosos. Pero sí me parece interesante destacar el modo en que Valeria potencia aspectos vertebrales del dibujo: su capacidad de proyectar futuros posibles, prefigurar universos, y la posibilidad de mantener el pensamiento activo, de transformar el universo imaginable con ductilidad, habilitando así la posibilidad de pensar en el futuro como una realidad que se puede dibujar y redibujar.

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© Valeria Conte Mac Donell – Conquista de lo inútil (2011) Foto: Santiago Gaudio

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Datos de las obras

  • Conquista de lo Inútil

​5000 mts de tanza transparente tejida en vertical sobre hierros de construcción. Regada y congelada.
Lugar de emplazamiento: Terreno familiar de 2500 mts.

Villa Quilquihe, Neuquén, Argentina.
Invierno del 2011.

​Crédito fotográfico: Santiago Gaudio.
Producción: Tomás Campbell.

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  • Que el cielo sea el fondo

Dibujo-acción. 
60 kg de alambrón.
100 kg de alambre de atar.
8 mts de altura. 25 mts de largo. 4 mts de profundidad.

Villa Quilquihue, Lago Lolog. Junín de Los Andes.
Asistente de producción: Tomás Campbell y Yago Gazali.
Asistente en ideas: Caco Fernández.
Colaboradores: Marta Caorsi, Clint Rickards, Wolf Herold.

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  • El frío va a pasar

Intervención de alambre y tanza.

80 mts cuadrados. 

Villa Quilquihue, Lago Lolog, Junín de los Andes. Neuquén.
Invierno 2013.

Crédito audiovisual: Paola Sferco y Santiago Gaudio.
Asistente de producción: Tomás Campbell, Horacio Occhi y Mauro Rojas.

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Página de la artista, Valeria Conte Mac Donell: www.valiconte.com

Las opiniones y comentarios desarrollados en esta publicación responden a la subjetividad de lxs autorxs que participan.

La línea emancipada: sobre la expansión del dibujo en la obra de Valeria Conte Mac Donell

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¡Podés escuchar la nota acá!

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A un año y medio de estar en proceso de investigación en el equipo Arte, naturaleza y paisaje: prácticas artísticas contemporáneas en territorio rionegrino, un espacio donde conjugan diferentes disciplinas artísticas, empezamos a pensar de qué manera podíamos vincularnos atravesando una pandemia. Esto derivó en tener que reformularse o quizás re-inventarse en la adversidad, lo cual operó como motor para pensar cuál era el espacio que podíamos crear para llevar adelante nuestro proceso de investigación.

Esa transformación acelerada del paisaje provoca cierto sentimiento de pérdida y desconcierto. Esto se debe a que vamos descubriendo la existencia de leyes y patrones de ocupación que transforman ese territorio que habitamos.

Así nos reunimos nosotras en aquel momento en el ámbito de la investigación donde reflexionamos juntas, con intereses e inquietudes similares, con más preguntas que respuestas y con vivencias para compartir.

Ambas procedentes del campo del arte, nos posicionamos frente a temáticas y problemáticas que nos intranquilizan y que forman parte del territorio que habitamos, aquel espacio geográfico en el que tanto una como la otra, de distintas maneras, echamos raíces y construimos la vida. Pero el territorio al cual hacemos referencia en este escrito no es solo el suelo, lo estrictamente geográfico anclado a una lógica de la ciencia moderna. El territorio es memoria, es archivo, es identidad y hablamos desde este territorio vivido, desde la experiencia misma de habitar el territorio norpatagónico y ser parte del entramado de sentidos que le han dado forma.

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En ese habitar el espacio, es donde nos situamos para dialogar, es decir, se trata de una reflexión geosituada, un pensamiento cartografiado. En este sentido, consideramos que pensar en una sola manera de abordar ciertos temas es complejo. Creemos que si hay algo que nos amalgama es el advertir desde qué lugar nos sentimos más cómodas para encontrarnos creando y de esta manera afrontar la escritura de un modo fluido a través del intercambio de información. Hablar mucho y sobre el diálogo montar los conceptos en imágenes, al tiempo que habitar los procesos artísticos desde una resignificación contemporánea que implique territorializar nuestras experiencias. Nuestra búsqueda entonces, no es lineal y acabada, se transforma en un laboratorio de ideas constante, que por momentos decanta en pensar escenarios de micro ensayos audiovisuales y por otros reposa a la espera de nuevos procesos creativos.

Articulamos lo escritural, lo visual y lo audiovisual como algo vivo que habilita cruces a partir de los cuales tejer cartografías identitarias y reflexivas.

El arte contemporáneo permite ciertas licencias y es un campo propicio para dejar preguntas más que certezas, peculiaridad propia de nuestros tiempos, sin dejar nada establecido, sino invitar a abrir nuevos interrogantes que nos hagan pensar/actuar. A partir de la década del ´60, muchos pensadores como Andreas Huyssen plantean un cambio radical de paradigma que termina de desmoronar los cimientos del arte moderno. El campo del arte se descentraliza y las temáticas se multiplican en relación a las múltiples geografías y subjetividades que en su emergencia comienzan a ser visibilizadas.

¿No es acaso el momento de pensarnos heterogéneas y correrse de los lugares esencialistas para pensar el espacio que habitamos?

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– ¿Por qué nos hacemos preguntas? → nuestra forma de investigar: borradores como insumo.

Tal como mencionamos más arriba, el campo del arte contemporáneo habilita a nuevas y otras formas de llevar a cabo la investigación. Cuando hablamos de investigación en el arte nos encontramos frente a una problemática, ya que por lo general se espera poder llenar ítems, hablar de objetivos, resultados obtenidos, es decir todo aquello que responde a un modo protocolizado en formalidades que resulta conflictivo llevar al arte. Se intenta replicar una metodología propia de las ciencias duras que nos ponen frente a un tipo de conocimiento pensado en bloque, a un tipo de exigencia metodológica que resulta problemática para las prácticas artísticas. En el arte hay un elemento manifiesto que es lo corpo-vivencial y el involucramiento con lo simbólico, entonces estas exigencias formales resultan forzadas. En este sentido, no tiramos por la borda la metodología, sino que lo que planteamos en ciertas ocasiones es permitirnos esos corrimientos.

De esta manera, en el trayecto mismo esas preguntas a veces sin respuesta con las que nos encontramos son el eje de la investigación. A su vez, la operación misma de cuestionarnos constantemente, en torno a una temática, pero también en relación a nuestras propias prácticas, nos introducen al juego de pensar, habilitar y habitar las contradicciones. Estas preguntas tienen como objetivo interpelar(nos) y abrir al debate con un otre como interlocutor, no como un mero espectador.

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– Los videos. Escenarios posibles como una derivación del cuestionamiento. El descarte que nos sirve.

En esta línea los videos surgen como una posibilidad más que como una finalidad, advertimos que en los borradores de los escritos que comenzamos a desarrollar habían preguntas y tópicos a abordar que estaban en proceso o que simplemente tenían la función de ayuda memoria. Esto nos pareció interesante como recurso, es decir aquello que posteriormente, al finalizar un escrito, se descarta, a nosotras nos pareció válido retomarlos como estrategia y como producto mismo. A partir de esto, surgió la posibilidad de construir nuestra propia manera de trabajar, donde las anotaciones y el descarte de esos escritos son la materia prima para la posibilidad de crear y poner en imagen y sonido nuestro proceso de investigación.

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Los videos que nos encontramos creando funcionan de alguna manera como una bitácora audiovisual donde no se trata de un producto acabado, sino que los utilizamos como un diario personal colaborativo donde podemos dejar reposar nuestras incertidumbres para retomarlas y hacerlas parte del proceso de investigación que abordamos escrituralmente.  De esta manera la indagación se apoya en un cine de la posibilidad de que quien mira complete, como un audiovisual de la potencia que discute de alguna forma las relaciones de poder.

Si hay algo que procuran tener nuestros vídeos-ensayo, es una conversación previa con escritos, ideas y reflexiones que hacemos en crudo, y entre charlas hay algo que va y que viene donde el relato y nuestra voz narradora modifica la manera de mirar esas imágenes.

Las preguntas que nos hacemos parten de la construcción de la idea del desierto, de cómo interpretamos la estepa y qué nos pasa con eso. Aparece un relato sobre cómo podemos construir, mirar y derrumbar imaginarios, teniendo presentes todas las convenciones que nos atraviesan territorializando esa experiencia.

Por otro lado, investigar invita a reflexionar sobre la propia disciplina, hay una serie de decisiones éticas que se toman al momento de pensar una puesta y plantar una cámara. Es entonces cuando pensamos en establecer el lugar de la mirada, y en este sentido es fundamental transparentar que somos nosotras mirando esas imágenes contando desde una visión de la historia que buscamos desarmar pero que a la vez se re-arma desde de esos relatos fragmentados, atravesados y desde una resignificación contemporánea de cómo interpretamos el territorio. Trabajamos en parte sobre algo que varies venimos hablando, algo que se intentó mantener en silencio, y que colectivamente necesitamos desempolvarlo. Nos preguntamos entonces por qué nos encontramos hoy reflexionando sobre lo mismo. Sin ánimos de dar una respuesta cerrada, consideramos que estamos frente a una problemática socio-histórica, que data de finales del siglo XIX, momento en el cual, bajo el lema de progreso y desarrollo, con Julio Argentino Roca a la cabeza, se produce el exterminio de poblaciones originarias con la finalidad de expandir las fronteras territoriales de un Estado Nación incipiente. Las secuelas siguen vigentes en nuestros días, bajo otras modalidades de apropiación del territorio que responden a estrategias moderno-coloniales. Por caso, la militarización del territorio en la meseta neuquina para posibilitar el ingreso de las empresas multinacionales para la explotación hidrocarburífera y con ello generar la diáspora de comunidades indígenas y campesinas. Son estas heridas abiertas las que nos convocan a reflexionar sobre estas temáticas, a mirar(nos) en y a nuestro territorio.

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En relación a los videos, en uno de ellos el interés está puesto en una serie del artista regional Mauro Rosas. En Territorio violento el artista suple el pincel por un sello que tiene la forma de un fusil Remington, estrategia que claramente refiere al genocidio de la población originaria. El relato que acompaña el proceso de producción del artista, da cuenta de su propuesta estética, política y poética en la cual se recupera el paisaje de la estepa patagónica, de la meseta y del valle, reproduciendo fotografías tomadas a finales del siglo XIX y principios del XX, momento en el cual se produce una transformación del paisaje, a partir de su inclusión en los regímenes de producción y explotación globales.

En esta producción artística entonces, se retoman aquellas imágenes fotográficas que construyeron y ficcionalizaron el territorio considerado como un espacio a ser ocupado y transformado. Mediante su propuesta gráfica/artística las reactualiza poniendo en tensión el discurso que en ellas se sostiene y legítima.

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En esta línea y bajo la pregunta ¿en qué pensamos cuando hablamos de la Patagonia? ¿Y particularmente cuando hablamos de Río Negro? surge Territorio cartografiado en el cual el relato es el que guía la imagen y esa imagen se sostiene en la autarquía que refiere a un método técnico, donde todo se relata en un plano, propio del cine de los inicios, aquel denominado pre-cine o cine primitivo de fines del siglo XIX y principios del XX. Se construye una puesta en escena en función del plano.

Situamos el paisaje y la cartografía como eje central y factor de ordenación territorial, donde en un lienzo sostenido por una estructura frágil de fibra de carbono y atada con alambre aparece dibujada la República Argentina, en la cual se resalta la provincia de Río Negro. En su interior encontramos distintos conceptos de ordenamiento que parecerían construir cierta identidad y patrimonio colectivo territorial. Nos preguntamos entonces ¿A partir de qué cosas o ideas se re-conoce a la provincia? y entre conversaciones y experiencias pensamos en aquellas características mediante las cuales, desde una mirada enajenada y externa, se la identifica. Por ejemplo, ideas tales como peras, manzanas, sky, nieve, truchas, chocolate, frambuesas, y demás peculiaridades que de alguna manera exotizan y estereotipan el paisaje, ocultando las historias y relatos que lo construyen. “Y en esta línea, los paisajes culturales, la identidad y el patrimonio en la ordenación territorial pueden jugar un papel relevante, porque constituyen la expresión de la memoria, de la identidad de una región” (González y Bel; 2009: pp. 23).

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El proceso va por dentro: reflexiones que nos quedan.

Podríamos terminar este escrito compartiendo algunas preguntas que a nosotras nos interpelan y nos trajeron a estar acá escribiendo juntas. ¿Qué imágenes y discursos construyen el territorio patagónico? ¿Cómo nos vinculamos nosotras con ese territorio? ¿Cómo poder articular los diferentes modos de hacer y pensar la investigación? ¿Es necesario dar respuestas?

Cuestionarnos permite dejar abiertas las ideas, invitar al diálogo, permitirnos reflexionar y entender que a veces no hay más pretensiones que estas. Nuestra manera de pensar en torno a algo que nos inquieta se vincula con el observar y por momentos dejar eso en reposo para que de pronto encuentre su punto de ebullición. Esto es lo que nos entusiasma.

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Bibliografía

  • Huyssen, A. (1986) El mapa de lo posmoderno en Después de la gran división. Modernismo, cultura de masas y posmodernismo. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora.
  • Penhos, M. (2017) Las fotografías del álbum de Encina, Moreno y Cía. (1883) y la construcción de la Patagonia como espacio geográfico y paisaje en Patrimonios Visuales Patagónicos. Territorios y sociedades. CABA: Ministerio de Cultura de la Nación.
  • Galindo González, J. y Sabaté Bel, J. (2009). El valor estructurante del patrimonio en la transformación del territorio en APUNTES, vol. 22, núm 1. Bogotá, Colombia.

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* Imágenes obtenidas de: Patrimonios Visuales Patagónicos. Territorios y sociedades. CABA: Ministerio de Cultura de la Nación y la selección que acompaña el escrito fue realizada por Mariano Álvarez. 

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Las opiniones y comentarios desarrollados en esta publicación responden a la subjetividad de lxs autorxs que participan.

Arraigadas en territorio: imaginarios en derrumbe

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¡Podés escuchar la nota acá!

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Allí, un grupo de artistas diagramaron una constelación de talleres y un circuito expositivo cautivador y singular.

Balsa Las Perlas es un pueblo de Río Negro ubicado en la margen sur del río Limay frente a Neuquén capital, a 20 kilómetros de la ciudad de Cipolletti, de la que desde 1987 depende administrativamente. Es un lugar muy particular ya que por irregularidades políticas, desidia del Estado e intereses de negocios inmobiliarios las tierras se lotearon sin ningún servicio y la gente se arregla como puede para obtener agua, calefacción y hasta hace poco, electricidad. Sin embargo, pese a todas esas dificultades, es uno de los pueblos con mayor índice de crecimiento de la provincia.

Desde este territorio en eclosión, que muchas veces llega a los medios de difusión por las carencias que aquejan a sus habitantes pero que igual genera constantemente propuestas y soluciones comunitarias a sus problemáticas, siete artistas abrieron sus casas/talleres y propusieron un circuito para visitarlos. Hoy, en exclusiva para Árida, te invitan a que los acompañes en la crónica del recorrido a través de los diferentes barrios de esa Tierra de Nadie(n).

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Plataforma de lanzamiento

Desde la borrosa frontera entre Puente Santa Mónica y Río Sol, en el extremo oeste de Las Perlas, la casa taller del artista Gastón Pereira operó como plataforma de lanzamiento. Puntualmente, a las 17 dió comienzo la recorrida recibiendo a la gente con té, bizcochuelos y el riquísimo café servido por Cacho, un conocido vecino de la región. Un cartel nos indicaba que era el comienzo del circuito, y en la entrada a una casa de barro, una antena con la constelación pintada confirmaba que era el punto. Además de las obras que podían verse dentro de la casa, en el patio había montada una muestra flotante de pinturas, como una galería de paredes invisibles. Podés hacerte una idea de cómo se veía esa muestra flotante visitando IG: @gaston_pereira.

Una parada en Costa Esperanza

Media hora después, la caravana de vehículos se desplazó hacia el barrio más populoso de Balsa Las Perlas donde, el artista visual y escultor en barro, Emanuel Gutiérrez Paredero nos esperaba en la puerta de su casa/escultura de barro. Ingresando por turnos para respetar protocolos de pandemia, les invitades pudieron recorrer no sólo la exposición, sino también la casa diseñada y hecha por el propio artista, quien la considera también parte de su obra. Las personas más osadas comenzaron con el brindis que propuso el dueño de casa. Recorré imágenes increíbles de su casa-escultura y sus obras en @gutierrezparedero.

Vuelta por el espacio… Arte!

La tercera estación se ubicó sobre la avenida principal del pueblo, donde funciona el taller de la artista visual contemporánea Julieta Sacchi, quien en esta ocasión cobijaba en sus generosas paredes las obras de Silvana Coy, artista multidisciplinaria -que en simultáneo con TdN(n) estaba exponiendo obra en la sala neuquina Deriva Teatro-, y de Fabián Urban, quien define su práctica artística como indisciplinaria. En el Espacio Arte había collages, pinturas, videoarte y criptoarte. Además, podías adquirir fanzines de la investigación sobre la escena del arte contemporáneo del Comahue, editados por el proyecto Fe, De Fractura expuesta, que llevan adelante Fabián Urban y Julieta Sacchi. Asimismo, les dos artistas protagonizaron la performance Galimatías antes de partir hacia la siguiente estación. Podés encontrar más sobre Julieta, Fabián y Silvana en IG: @silvanacoy, @fabi_urban, y julietasacchi.wordpress.com.

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Caminata cósmica hacia la galaxia Deambrosi

Luego de dejar los vehículos en las afueras del barrio Santa Mónica, la comitiva de exploración que conformamos emprendió una caminata por la orilla del río Limay, con las últimas luces de la tarde, hacia la casa de Daniel Deambrosi. El artista visual y escultor, nos esperaba con un fuego encendido, para entibiar el frescor de la noche y el aire del río que a esa hora despliega toda su fragancia, y con sus esculturas en el exterior e interior de su casa. Para apreciar algunas obras de Daniel podés buscar su perfil personal de FB o visitar @fulanes_fulanes.

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Viaje a través de la noche

Volviendo por el mismo sendero, pero ahora atravesando las sombras nocturnas que se apoderaron del camino, el grupo se dirigió a las 33 hectáreas para la última parada. Una muestra de las obras textiles y las pinturas de Cecilia Tappa, artista visual neuquina que explora en su obra el tema de los vínculos, los relatos acerca del amor y la identidad de género. Cecilia, actualmente está exponiendo la muestra Nosotras en la sala de arte Marta Such, en la ciudad de Zapala. El patio de la artista se llenó de sabrosos aromas cuando dieron las 21 horas y se hizo el brindis de rigor para compartir un generoso guiso vegetariano de lentejas con el que repusieron fuerzas quienes participaron de la travesía. Podés ver obras de Cecilia en: @artececiliatappa, @ceciliatappa.artista.

Todo concluye al fin

Fue un viaje lúdico y descontracturado, pero no por eso menos cuidadosamente organizado y meditado. La travesía permitió un vínculo fresco y novedoso entre artistas y personas aficionadas. 

También fue una oportunidad para que quienes nunca antes habían comprado arte se animen a iniciarse en el coleccionismo de obras originales. Para participar de la gira en la que Silvana Coy, Daniel Deambrosi, Emanuel Gutiérrez Paredero, Gastón Pereira, Julieta Sacchi, Cecilia Tappa y Fabián Urban abrieron sus casas-taller para el recorrido de exposición y venta, había que abonar entrada. Fue una apuesta por parte de la organización en relación a fomentar la saludable costumbre de reconocer remunerativamente el trabajo artístico y cultural.

La denominación Tierra de Nadie(n) fue elegida durante numerosas reuniones organizativas por quienes integramos esta edición inaugural. En este marco, también diagramamos el circuito de cinco estaciones que traza un recorrido por diferentes barrios de Las Perlas enlazando casas-taller y espacios de arte para exponer la obra y la realidad cotidiana de siete artistas que viven en la localidad.

La mayor parte de las reuniones en las que se preparó este proyecto tuvieron lugar en la casa de Cecilia. Acercamos ideas clave que ella nos compartió respecto de la experiencia:

¨La propuesta permitió conocernos, ya que somos artistas con recorridos diferentes, así también como con propuestas formales diversas¨.

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“La idea fue desarrollándose en reuniones a lo largo del verano, realizando el recorrido por los diferentes espacios, habitándolos colectivamente, entrando en la intimidad creativa de cada une. Y esto nos incentivó la idea de hacer red en el territorio, un territorio muchas veces difícil, austero, distante de muchas maneras. Coincidir en esta actividad generó un impulso vinculado a la vitalidad de todo lo que germina”.

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“Podemos determinar la diversidad de las propuestas artísticas como algo particular de TdN(n). Tal vez azarosamente, nos convocó esta geografía y a la vez nos planteó los desafíos de poder convivir y construir una propuesta colectiva que se nutra de las diferentes miradas que ejerce cada une”.

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Lo que se gestó durante las tardes-noches del verano balsero ya es una experiencia compartida.

Y mientras el invierno propone cuidadosas introspecciones para decantar las transformaciones que desencadenó este compartir, algo nuevo se dispone a germinar en otro ciclo. Algo que muta como el paisaje de Las Perlas, interpelando con sus insinuaciones a quienes lo contemplan, no importa cuando leas esto.

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Las opiniones y comentarios desarrollados en esta publicación responden a la subjetividad de lxs autorxs que participan.

Guía de viaje por la Tierra de nadie(n)

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