"

¿Qué pasó en el medio? Celebramos el nacimiento de Internet, nos conectamos con el mundo, creamos comunidades, tuvimos oportunidad de compartir conocimiento, expresarnos, dejar una huella (digital). El soñado mundo hiper conectado, en red, colaborativo, se tornó un mundo oscuro. Las democracias globales de repente están fracturadas, los estados nación doblegados al imperio de las plataformas digitales que propician la cultura del desencuentro. El abandono de las instituciones de la modernidad se manifiesta como una crisis transversal. Surgen las ultraderechas que emergen en todo el globo, sustentadas en discursos tan chatos, agresivos, desopilantes como pegajosos. Noticias falsas, odio, terraplanismo, antivacunas, “trad moms” (madres tradicionales) y cripto bros. Tribus herméticas. Las utopías apadrinadas desde el campo de la tecnología y la comunicación, como “Aldea Global”, “Mundo Virtual”, “Ser Digital” bajo las hipótesis del libre acceso a la información, la inteligencia colectiva, de la red y la conexión global se desvanecen en el reflejo sombrío de la pantalla del black mirror. Hay una nueva batalla y se está dando en nuestras mentes. 

Play the game.

En una oficina del CERN en Berna, Suiza, Tim Berners Lee, mucho tiempo antes que Colisionador de Hadrones, la Máquina de Dios, hiciera chocar protones para generar pequeños big bangs a escalas medibles de laboratorio, oprimía el botón de la compu de escritorio de su oficina que albergaba el primer servidor web. Café en mano, esperando que arranque la compu de una vez por todas, reflexionaba sobre ajustes que le harían falta al código para operar su otro juguete científico, el primer sitio web. Cuando ya sorbía el café ni se imaginaba que el servidor y el código en los que había trabajado, serían revolucionarios. Nacía la World Wide Web y el protocolo que haría posible que la Internet pudiera salir del circuito cerrado del ARPANET, el sistema de defensa nacional norteamericana o los laboratorios universitarios que se conectaban punto a punto: emisor – receptor. 

La globalización era un concepto que resonaba en los medios, en la academia y era tangible hasta en el más remoto confín del planeta. Con el definitivo derrumbe del muro de Berlín y el fin de la era soviética, occidente imponía su relato. La cultura pop norteamericana se había consagrado con su narrativa de la libertad, la diversidad cultural, la transnacionalización de las empresas, los capitales. Nosotros con “Un osito de peluche de Taiwán”. El mundo ya estaba al alcance de la mano pero la globalización necesitaba por entonces un empujón, y Tim estaba allí para hacerlo. Diez años después de ese café, el mundo interconectado por internet rogaba que el Y2K, la transición electrónica del milenio, no nos llevara puestos como civilización. No pasó, claro. Pero la idea de que operamos en red, que la tecnología de las comunicaciones era trascendental para el funcionamiento del mundo globalizado quedó sellada allí, para siempre. 

En el furor especulativo del mundo financiero se suscitaron inversiones multimillonarias para empresas emergentes hasta llegar a su gran derrumbe. Entre  2000 y 2001 llegan a su máximo esplendor de capitalización. La burbuja de las punto com explota. Muy pocas grandes empresas sobreviven. Argentina tuvo sus unicornios, sueños de oro, que se fueron también con las vibras del 2001 local: yeyeye.com del baterista de Soda Stereo, Charly Alberti y elsitio.com de Pepe Cibrián que llegó a cotizar en NASDAQ. 

.

.

El nacimiento de Internet trajo mucho entusiasmo y motivación. Tuvo oportunidad para crecer. En el mundo académico se desarrolló la teoría de la hipertextualidad. Si bien era un concepto ya utilizado anteriormente, cobra relevancia con la expansión de posibilidades que traía la nueva tecnología web para poder hipervincular textos con otros textos, imágenes, videos, todos al alcance de la mano. La hipertextualidad era real. El discurso digital propicia la intertextualidad, el cruce de universos narrativos y la participación colectiva de modo instantáneo, con lo cual se conforma una cultura remix. Esta transacción tan fluida de contenidos, que se apilan, se mezclan, se citan mutuamente, es el caldo de cultivo de la cultura memética que hoy nos resulta tan familiar. (Ver nota MEME, ingenio popular en la narración de lo cotidiano)

Algo de lo que habla muy tempranamente Herny Jenkins del MIT sobre la cultura participativa y luego también desarrolla el académico argentino Carlos Scolari con su abordaje de las narrativas transmediales. 

Lo que había pasado en muy poco tiempo es que Internet no solo se constituía como una instrumento de comunicación masiva, algo a lo que ya el siglo 20 nos había domesticado, sino que traía ahora la novedad de la comunicación uno a uno, la comunicación red. En 2003 el sueco Robert Burnett y el australiano David Marshall, amplificaban en su Teoría de la Web, el entendimiento sobre lo que teníamos entre manos. La web no es solo una tecnología o una herramienta de información, sino un espacio cultural que reconfigura nuestras formas de interacción, producción y consumo de contenido. Se convierte en un lugar simbólico donde se construyen identidades, comunidades y discursos. Por su lado (y por estos lares sudamericanos) Jesús Martín Barbero (2002) reflexionaba sobre esta nueva configuración que se planteaba con la globalización económica e informacional que nos traía la red de redes. Existe para él una tensión entre las mutaciones tecnológicas, las explosiones e implosiones de las identidades y las reconfiguraciones políticas de las heterogeneidades. El cambio estructural es tan grande y significativo, que -adelanta-. está transformando nuestras identidades. Se aceleran las operaciones de desarraigo y se volatilizan las identidades que ahora “flotan libremente en el vacío moral y la indiferencia cultural” (p 14 y15).

Seguí participando.

Post caída y reorganización del escenario tech hubo otra gran revolución que encarnó el deseo humano de conexión. Nace la web 2.0 y con ella la posibilidad de que los usuarios puedan tener mayor protagonismo. Merced a los avances tecnológicos, ancho de banda y desarrollo de la industria del software aplicada a la web, los usuarios de Internet ganan en participación. Mark Zuckerber era apenas un adolescente aun cuando la web se vuelve colaborativa y los usuarios pueden abandonar la actitud pasiva que les imponía la navegación en portales. Sería ese joven Mark quien poco tiempo después se apropiaría de un incipiente proyecto universitario de Harvard genialmente retratado en el filme “The Social Network” (David Fincher, 2010). En 2004 nacía Facebook. En 2005 Youtube, ya conocíamos al buscador Google, pero también a Yahoo y un extinto Altavista. La telefonía móvil transicionaba al mundo smartphone. El mítico Steve Jobs con su clásica polera parado frente a un auditorio lleno de fans presentaba el Iphone y la historia tenía un nuevo giro. Internet, participación y portabilidad, una química perfecta para otra revolución. Todos fenómenos tímidamente emergentes. Hoy las big techs son grandes tanques hegemónicos. A eso vamos. 

Cumbio nena. El renacimiento influencer.

Recordemos que en tiempos de conexión Dial Up de 0,5 megas (en el mejor de los casos) veíamos los portales, los sitios de internet, pero la participación como internautas en ese gran foro de Internet estaba ceñida a los comentarios al pie, si es que el sitio lo permitía. Por lo general era una novedad  de los portales periodísticos o los blogs. Digamos que Internet era bastante unidireccional, pero con el temprano advenimiento de la web 2.0, una nueva configuración de la red que permitía como novedad otorgar participación a los usuarios hubo una joven que se hizo célebre de la noche a la mañana. Ahora que la tecnología permitía la bidireccionalidad, en Argentina nacía, a la par del boom de los cibercafés, el fenómeno Cumbio. Con su colección de fotos en la web logró devoción rockstar. El mérito: un rostro muy pregnante, encuadrado en 200 pixeles y esa estrella que solo te ilumina en el lugar y tiempo indicado. Los fotologuers o floggers amanecieron como una nueva tribu urbana digital pero que tenía su correlato territorial en los shoppings porteños. Agustina Vivero @soycumbio quien se define como la primera influencer argentina, era apenas una adolescente que, gracias a Fotolog.com y sus selfies irresistibles colgados en su perfil, logró cosechar miles de seguidores en un fenómeno cultural, novedoso por su procedencia digital: el movimiento flogger. Los pibes se laikeaban (me gustaban) en redes pero se encontraban en el espacio urbano. Un ritual que tributaba al culto de la personalidad, que se enriquecía con bailes, raros peinados nuevos, accesorios y, claro, una cámara digital para la selfie en el shopping. Inocencia. Pero el primer escalón de lo que viene.

.

.

¿Libres o sueltos? Sos tu propio CEO. 

Una joven universitaria atraviesa la ciudad en bicicleta, son las 21:35 hs, en un día de semana. Puede ser en cualquier ciudad del planeta, y pasa aquí al lado también. Corre a contrarreloj para que la hamburguesa que lleva en su mochila de Rappi no se enfríe. El riesgo de llegar más tarde de lo estipulado por la plataforma puede suscitar una penalidad que se traduce en menos viajes y menos guita para cerrar el ingreso que la sostiene día a día.  

La web 2.0 inauguró la era del protagonismo de los usuarios y el culto a la individualidad. Un hágalo usted mismo, menos soberano, digital, aunque más bien pixelado. La idea de lo colectivo comienza a licuarse en la batidora del ego en tiempos de baja autoestima. El advenimiento de nuevas plataformas a la compulsa por la atención de las audiencias trajo a la palestra plataformas como Twitter (hoy X), el clásico Facebook, Instagram, también Snapchat, y más cerca aquí en el tiempo la arrolladora de origen chino, Tik Tok. Los textos personales florecen en el microblogging de Twitter, y Snapchat inaugura el posteo de contenidos efímeros de los usuarios, aspecto que luego recupera Instagram con las historias, además de los conocidos carretes de fotos. Youtube se suma más tarde con los shorts. La narrativa de lo breve gana lugar. El concepto en todas las plataformas es el dominio de la individualidad, la brevedad y el scroll infinito. Carlos Scolari (2020) define este tramo de la posmodernidad como “Cultura Snack” donde prevalece lo breve, lo efímero, lo volátil, lo líquido, donde los usuarios consumen todo a demanda como si fuera cualquier bocado de producción industrial. 

 El algoritmo favorece la autoría propia y va modelando los relatos y narrativas en favor del usuario que produce con disciplina. El objetivo de las plataformas, en sociedad desigual con los productores de contenido, es la atención contínua de las micro audiencias, el gran commoditie de las nuevas plataformas. Cada segundo de mirada atenta sostenido en la línea de tiempo y el scroll, monetiza. La retención de la mirada vale oro, se comercializa como un producto para las marcas que, gracias a las plataformas, cada vez saben más de nosotros que nosotros mismos. Esas reglas globales, esos modos y estructuras para pertenecer y que los contenidos tengan oportunidad de circulación, operan transformando subjetividades de los usuarios/as, desanclaje de estructuras tradicionales, e incluso incomunicación en los mismos entornos familiares. Esa reconfiguración de los mecanismos de identificación y de construcción de identidad es algo de lo que explora, en tono de clima de época, el drama británico Adolescencia (2025). La trama social se rompe en todas las instituciones modernas: la familia, la escuela, la justicia y un largo etcétera.

Gente rota.  

La fractura de lo colectivo como dispositivo de construcción social se comienza a manifestar en todos los órdenes. Hablábamos de los consumos y producciones culturales, pero hay otro gran cambio paradigmático en la economía de las plataformas. Con la atractiva puerta de entrada alrededor de la colaboración colectiva y el desmantelamiento de gigantes de hierro de la era industrial, irrumpen plataformas como Airbnb donde los usuarios, propietarios de apartamentos comienzan a ofertar individualmente en el mercado inmobiliario y turístico. Del mismo modo Uber rompe con la extensa tradición del transporte urbano de colectivos y taxis y le otorga a usuarios propietarios de vehículos la posibilidad de ser transportistas de otros pasajeros/usuarios. El fenómeno Airbnb está produciendo un resquebrajamiento de la organización territorial y demográfica en todas las ciudades del mundo en un fenómeno llamado gentrificación. El saldo: hay menos oferta para cada vez más inquilinos y más plazas de alquiler temporario para la sobre-explotación turística. En el caso de Uber se dinamitan estructuras anteriores y los usuarios, ciudadanos comunes, comienzan a ejercer tareas sin regulación estatal y mucho menos con protecciones de derechos laborales. La misma secuencia de precariedad se replica para los trabajadores de plataformas como Rappi o Pedidos ya, tal como nuestra ciclista, gerente de su propia vida. 

Only Fans, una plataforma originalmente pensada para organizar comunidades de fans con posibilidad de retribuir a influencers creadores de contenido, de repente se convirtió en un gigantesco negocio de venta de contenidos eróticos y pornográficos a demanda. Ahora usuarios y usuarias desde la habitación de sus hogares en cualquier parte del planeta reciben recompensas en dólares de otros usuarios consumidores. La sexualidad está plataformizada, al punto que Tinder a través de su algoritmo categoriza estándares de belleza y favorece cierto tipo encuentros y nuevas prácticas a la hora del cortejo. 

En la era de las plataformas la vida ordinaria está cada vez más organizada por sistemas de autogestión con interfaces herederas del gaming. Todo aquello con lo que organizamos nuestra cotidianeidad: banco, compras online, inversión, romance, transporte, búsqueda laboral, amistad, viajes y turismo, y un largo etcétera, está de algún modo atravesado por una interfaz amigable, fácil, y con un sistema de recompensas. Todo tiene corazón, todo tiene un me gusta o acumula puntos. Dopamina. Satisfacción instantánea.

Las microculturas emergentes son fruto de esas reglas del juego. Este nuevo ecosistema global, por ejemplo, dio lugar al florecimiento de usuarios (predominantemente varones) que veneran la cultura financiera: los cripto bros. Jóvenes centennials que generan contenidos sobre finanzas, criptomonedas, estilo de vida suntuoso, culto al cuerpo “masivo” y sobre todo a la productividad. (Si querés saber más sobre criptomonedas podés leer la nota de Cripto Arte aquí en Árida) Así como florecen estas narrativas eufóricas, también prosperan situaciones complejas de ansiedad y depresión en niños, niñas adolescentes y adultos subsumidos al scroll infinito. 

La individualización frente a la colectivización en la economía de plataforma promueve trabajadores “libres”, o bien, sueltos, dispuestos a la compulsa minuto a minuto por la fuerza de trabajo mediada por algoritmos. 

Tecno qué? Criptobros al poder. 

El economista, catedrático y pensador griego Yanis Varoufakis está siendo trending topic de manera muy recurrente en las redes, los medios de comunicación y foros on y offline de todo el mundo, aunque suponga a esta altura que hablo desde mi propia burbuja. Lo cierto es que Yanis nos trajo una nueva mirilla para entender lo que está pasando. El muchacho de apellido difícil de retener, ha planteado que el capitalismo tal como lo conocemos está mutando. Eso ya lo sabemos, claro, pero trae una reinterpretación del concepto del viejo y conocido feudalismo, que puede servir para leer con claridad lo que parece que está pasando. Cambian los “patrones”: lejos queda el lobby del industrialismo y la producción, ahora, el nuevo poder se concentra en corporaciones digitales (los nuevos señores feudales) que no generan directamente valor, sino que extraen rentas a través del control de plataformas. Una arquitectura de poder tecnológico que se basa en la acumulación de datos de la humanidad, enterrados en grandes servidores desparramados en todo el mundo. Este concepto lo denomina tecno feudalismo, una estructura donde los grandes señores digitales —Alphabet (Google), Amazon, Meta, Apple— poseen los “feudos” digitales: ecosistemas cerrados, con sus propias reglas, a los que accedemos como “siervos” con cuenta y contraseña. Lo que pasa es que está mutando nuestra relación con el mundo, la condición de ciudadanía se sustituye por la de usuario o consumidor. Y en esa novedosa condición estamos gestionados por algoritmos que modelan nuestros hábitos, emociones, decisiones y deseos. La lógica no es productiva, sino extractiva: lo que se produce son datos, y lo que se monetiza es nuestra atención, convertida en materia prima. El único mercado libre que queda es el que lleva como marca la fintech más exitosa de Argentina con oficina central en Uruguay y próximamente en el paraíso fiscal del norte: Delaware. El mercado está sujeto a intermediarios que controlan el acceso y la visibilidad de todo lo que circula. Un capitalismo que se devora a sí mismo. La economía colaborativa, que prometía horizontalidad, ha sido absorbida por una lógica jerárquica de código y servidores. Los ejércitos tecno feudales, como los centinelas de la Matrix, son trolls que dan la disputa capilar en el territorio digital. Cripto bross, influencer fitness, trad moms, terraplanistas, coaches ontológicos emocionales, expresan la cultura emergente de CEOs de su propio destino. El odio es insumo de fracturación. 

El mundo ha cambiado, las tecnologías de la info comunicación que prometían una Aldea Global de horizontalización del acceso a la información, la comunicación en red, la colaboración y la inteligencia colectiva la vemos por el espejo retrovisor con cierta nostalgia. Lejos de ello, emergieron las plataformas que hoy dominan el mundo y trazan las políticas públicas con perspectivas de acumulación y no de derechos civiles. 

Los ricos no piden permiso.

En 2018 (ayer nomás), Mark Zuckerberg acudía al llamado del Senado estadounidense donde pediría perdón públicamente por el escándalo político internacional de Cambridge Analytica. Resulta que el magnate, vestido de traje para la cita, había “prestado” su plataforma para el uso indebido de datos de los usuarios de Facebook para favorecer a candidatos políticos o propiciar zonas de conflictividad en todo el mundo. A quién? A Cambridge Analytica, una consultora política con sede en Londres que atendía a clientes de todo el planeta (con capacidad de pago) y se valía de la virtuosa capacidad de análisis masivo de datos. Los datos los obtenía de la plataforma de Zuckerberg sin que la ciudadanía y el sistema político lo supiera (seguro dieron ok en la “Aceptación de condiciones de Uso”, la letra chica 😜). Ellos habían logrado establecer perfiles psicológicos bien sofisticados de los usuarios a partir de rastrear sus interacciones cotidianas. Unas cuantas decenas de likes eran suficientes para saber sus preferencias políticas o culturales y usarlas para agitar o consolidar sus posiciones sobre diversos temas. La capitalización masiva del sesgo cognitivo de los usuarios. En Argentina no quedamos afuera de ese laboratorio, el escándalo salpicó al gobierno de Mauricio Macri quien habría utilizado los recursos para agitar las redes durante su campaña de 2015 (Ver Nada es Privado (2019)

.

.

Lo cierto es que hasta entonces el Estado mostraba sus últimas cartas republicanas regulatorias. Los vetustos senadores no lograron entender lo que pasaba y lo que venía. A todo esto en 2021, el viejo Twitter (luego también Facebook) expulsaba de manera permanente a Donald Trump por su incitación a la violencia que llegó hasta el capitolio, cuando hordas de seguidores fanáticos querían interrumpir el proceso democrático que había llevado a Joe Biden a la Casa Blanca. Distópico. Se repetiría en Brasilia con los fanáticos de Bolsonaro frente a la asunción de Lula Da Silva. 

El escenario se modifica cuando el magnate de derecha Elon Musk compra Twitter, le cambia el nombre a X y Donald Trump vuelve fortalecido al poder. Hoy los billonarios de Silicon Valley ya no están confesando al parlamento sus -al menos cuestionables- políticas de uso de datos entre balbuceos, dudas y sudor frío, hoy los ex jóvenes promesas de las big techs son parte del gobierno. Plataforma mata urna. 

El último hilo de ciudadanía cruje en un mundo que se le escapa de las manos. Para las ciudadanías fracturadas urge pensar ese mundo nuevo, con un nuevo contrato social, digital, capaz de reconocer los derechos (perdidos). Suena lindo,  aunque es cierto, resulta difícil pensar futuros posibles mientras que pedaleamos contrarreloj para entregar el paquete a tiempo.  

En esta nota consultamos a:

Jesús Martín Barbero

Carlos Scolari

Henri Jenkins

Yanis Varoufakis 

Miramos:

Adolescencia (2025)

The Social Network (2010)

Nada es Privado (2019)

El Dilema de las Redes Sociales (2020)

La Historia de El Sitio ( elsitio.com)

Tecno Feudalismo por Caludio Álvarez Terán

Les influencers: Criptobros al poder

"
"

Conocí a Martina Carfagnini en IUPA cuando los dos éramos coordinadores de departamento, ella de Arte Dramático y yo de Artes Audiovisuales. Compartimos algún que otro mate, varias reuniones de trabajo y nada más. Ella era tan agradable y tenía tan linda energía que me parecía que la conocía desde hace tiempo. Sin embargo, no, no la conocía tanto.

Hace algún tiempo, me dijo que estrenaba una obra, se llamaba La Mother y además de haberla escrito,  la actuaba. Me gusta cuando conocidos y amigos estrenan, editan, presentan, exponen, hacen. Siento que los veo desde otra perspectiva y me dan ganas de hacerlo. Conocer el arte después que a la persona no es algo común, lo normal es conocer obra y después artista. Además creo que siempre es importante apoyar el arte local, si no nos apoyamos nosotros, nos devoran los de afuera y los de más afuera.

Intenté ir a ver la obra, fui sin reserva y no conseguí entrada. Meses después la repuso en otro lugar y agradecí no haber entrado la primera vez ya que gracias a eso conocí la sala Felisa Camú, de Roca. Un cálido  espacio de extraña distribución creado por la gran artista y referente mapuche Luisa Calcumil. 

El título de la obra, La Mother, me decía algo, pero a mi me gusta ver las obras y las películas sin saber nada de ellas. Así fui a la función, y esta vez, no siempre es así, me sorprendí para bien. Con La Mother sentí olores, sentí el frío cordillerano por más que estábamos en diciembre, me trasladé a un lugar tan real como onírico, tan biográfico como soñado. Conocí a la mamá de Marti que ya había partido hace un tiempo, su vida su lucha, su tozudez, sus deseos, sus carácter. También una época difícil en un lugar, difícil, en una  sociedad difícil. Pero sobre todo, la vi a Martina. La conocí desarmada, desgarrada, la vi secándose al sol después de limpiarse en el agua más pura. ¡Qué lindo es ver a artistas entregándose así! 

Como dice un amigo, si la obra o la peli pasa “la milanesa” es que es buena. Se refiere a que si cuando vas a comer después de verla, seguís hablando de eso, valió la pena. Vi La Mother con un amigo y pasamos toda la cena hablando de la obra. 

Pero no solo pasó la milanesa, pasó también las noches siguientes. Días después, mientras me seguían cayendo fichas, indagué y llegué a lo que es un biodrama, este término creado por la directora Vivi Tellas, que basa las obras en la vida de las personas. Martina lo hizo con la de su madre, pero a través de eso describió mucho más, como ya dije, lugares, épocas, ideas, almas, sensaciones.

Tuve la suerte de ver una función especial. Ese día veía la obra por primera vez el papá de Martina, por supuesto protagonista de la biografía que despertó La Mother. Emoción en el escenario, emoción en primera fila y emoción en cada butaca. 

Ayer me crucé a Marti y me contó que su papá había muerto hace un mes. Me salió darle un abrazo, abrazo que no hubiera sido tan sentido si no hubiera visto La Mother. Con La Mother conocí un género teatral que me cautivó, el biodrama. Qué prueba más que ese abrazo que ese género nos acercó, que  el teatro y el arte nos acercaron. 

Conocí a Martina en IUPA cuando los dos éramos coordinadores de departamentos, ahora que vi La Mother conozco a Martina.

Ezequiel Epifanio @ezeepifanio

La Mother

"
"

Ailín Schmidt

"
"

“En el otoño el colibrí se fue a viajar / en la primavera regresó / 

lo reconocí porque le faltaba un dedo / 

me puse muy contenta cuando lo vi regresar”. 

Poema escrito por Otoño Uriarte, 1999 

Lunes 23 de octubre de 2006. 

De noche.

A esa hora en la que se cierran las cortinas, se encienden las luces y flota en la cocina el olor de la cena, en la casa de Otoño Uriarte ya estaban todos sentados alrededor de la mesa. Roberto Uriarte, su papá, y Ana Becerra, su madrastra, una, dos, tres niñas y un niño, miraban la novela en la tele. Sólo faltaba ella: Otoño. Había salido temprano por la mañana para ir a la escuela y no había regresado.

Vivían en la zona de chacras de Fernández Oro, un pueblo pequeño del Alto Valle de la provincia de Río Negro que en ese entonces no tenía más de seis mil habitantes y sus vecinos todavía podían decir que “todos se conocían”. Una única calle unía la casa con el centro de la localidad. La calle Kenedy. Oscura, larga y de tierra.

La familia Uriarte había llegado a ese lugar con la esperanza de montar un proyecto productivo. Antes, había vivido en El Bolsón, donde Otoño pasó su infancia. Pero la falta de trabajo estable los obligó a emigrar al valle. Compraron sus animales. Una vaca, un chancho, conejos, un caballo, abejas y más de trescientas gallinas que corrían detrás de los niños y los niños detrás de ellas, en una convivencia natural. 

Por ese tiempo, los días transcurrían difíciles, austeros, pero tranquilos. Roberto trabajaba en un programa de control de plagas y hacía changas. Ana salía a vender huevos. Y Otoño, con 16 años, cursaba su tercer año de la escuela secundaria.

–¿Dónde estás? –le preguntó Roberto por mensaje de texto. 

No obtuvo respuesta. Probó llamarla. Nada. La noche empezó a caer. 

–Ella siempre nos avisa, es raro –dijo Ana. 

Roberto intentó tranquilizarla. Se habrá quedado con alguna compañera de voley, respondió. Pero Ana sentía algo en el pecho. Miró por la ventana y vió que pasaba el auto de la policía. Y otra vez la cosa en el pecho. 

Cerca de las 23 Roberto se calzó los zapatos, un abrigo y salió en su moto, una Zanella de color gris, a buscarla. Dio una vuelta por el pueblo. Pasó por el Polideportivo donde Otoño tenía clases de voley, pero las chicas ya habían terminado de entrenar. Fue a la casa del profesor y a la de una amiga. Dio otra vuelta. Nada. A eso de las 23:45 estaba de regreso en su casa, sin novedades, sin imaginar lo que había pasado, intentando pensar que su hija iba a volver. 

****

Otoño lleva algo de viento en su nombre. Lleva algo de viento que huele a tierra y agua. A barro. Una hoja que pende de un árbol y se mece en una lucha invisible por no caer, por no perderse en el olvido como tantas otras hojas. Como tantas otras muertas.

*****

Lunes 23 de octubre de 2006 

Por la mañana. 

Otoño se levantó temprano, se calzó el pantalón azul, la remera a rayas naranjas, amarillas y verdes y el buzo negro con una franja amarillo flúo a lo largo de la manga. Ató los cordones de sus zapatillas negras, colgó sobre su hombro la mochila de La Renga y a las siete y veinte de la mañana salió. No alcanzó a ver a su papá, que ya se había ido a trabajar. 

Se despidió de su hermano en la parada del colectivo que lo llevaría a la escuela primaria y siguió pedaleando en su bicicleta todo-terreno rojo despintado. Pedalear. Moverse. Flamear como el viento. Su papá dice que ella era fiel reflejo de su signo chino, el caballo: era así, de ir para adelante.

Casi a la misma hora, Leire Segovia se apresuraba a vestirse. Otra vez se le hacía tarde y estaba segura de que Ercilia Zarrabeitia, su compañera que vivía a la vuelta, ya se habría ido porque le encantaba llegar bien temprano a la escuela, ser de las primeras. En cambio pensó que podría encontrarse a mitad de camino con Otoño, su nueva amiga que venía desde la zona de chacras en bicicleta, la dejaba en casa de Ercilia o de Teresa Cau y seguían caminando junto a ella al colegio. 

Ya no tenía tiempo de desayunar, agarró al vuelo dos panes con manteca y dulce de leche, se calzó la mochila y salió. 

–¿Por qué te llevas dos? –alcanzó a preguntar su mamá que la venía casi empujando de atrás para que saliera de una vez. 

–Para la Oto, ma. Seguro me la encuentro en el camino.

A las 7:50, Leire salió de su casa y al pisar la vereda escuchó a sus espaldas el silbido que esperaba. Era Otoño en su bicicleta, pedaleando a todo dar. 

Otoño y Leire se habían hecho amigas ese año. Por varios días, Otoño había tenido que faltar a la escuela a causa de una varicela y empezó a ir a casa de Leire a buscar la tarea. Ella era la mayor de siete hermanos y como tal, se asombraba de la capacidad que tenía Otoño para empatizar con los niños como si fuera una más de ellos. Una vez, la pescó con el más grandote de sus hermanos saltando arriba de la cama de su mamá, a los puñetazos limpios.   

–¿Dejás la bici en lo de Erci? Yo te espero en la esquina –le dijo a Otoño, según lo declaró a la policía dos días más tarde, cuando su amiga ya no estaba.   

Ercilia ya se había ido, así que Otoño apoyó la bicicleta en la entrada de su casa y volvió junto a Leire. Buscaron a una compañera más y siguieron caminando las cuadras que faltaban para estar a las ocho en la puerta de la escuela. Sería un día largo: al medio día tenía informática y educación física, luego, pasaría por la casa de su amiga Adriana Salamanca y después iría a voley.

*****

Otoño nació el 24 de febrero de 1990 y el nombre se lo eligió su mamá. Dirán de ella que no pasaba desapercibida, que era impetuosa, teatrera como su madre, amiguera. Una chispa. Que le gustaba caminar y empaparse bajo la lluvia, jugar al voley y cantar canciones de Maná, La Renga o Los Piojos por los pasillos de la escuela a todo lo que da con su vozarrón de tanguera. 

También dirán que se fue con el novio. ¿Qué hacía caminando sola a esa hora, tan tarde?. Otoño volvé, dejá de hacer gastar plata, dirán. Y… con la familia que tiene, dirán. Hasta el subjefe de la Policía de Río Negro, Víctor Cufré, declarará a una semana de su búsqueda: “Estoy convencido de que Otoño se fue de su casa por su propia voluntad”.

*****

Julio de 2006

Tres meses antes de que Otoño desapareciera

Otoño lo abraza al Roly, todos lo quieren: es el perro más popular de la escuela. Mediana estatura, pelo corto, ondulado, cabeza marrón clarito y una franja blanca que le cruza desde el cuello hasta casi tocar el hocico. Entra a las ocho de la mañana y se va a la una del medio día, junto a su dueño Matías Bustamante, compañero y amigo de Otoño. Si el dueño falta, Roly asiste igual.

Pero este día están ambos. El perro posando para la foto debajo del brazo de Otoño, que lo abraza con la cabeza ladeada mientras mira a la cámara digital gris. Y Matías, el encargado de sostener la cámara. Otoño sonríe. Su pelo cae lacio hacia un costado. Click. 

Morena Sánchez, docente de plástica del CEM 14 de Fernández Oro que aún trabaja en la escuela, está saliendo de la sala de profesores cuando la sorprenden Otoño y Matías. 

–¡Profe, profe! ¿Nos sacamos una foto?

Posan abrazadas. Morena levanta el brazo derecho y saca la lengua, Otoño la imita. Morena está embarazada de su segundo hijo. Otoño tiene puesta la misma campera con la que fuiste vista por última vez antes de desaparecer. Click.

Agosto de 2006 

Dos meses antes de la desaparición

–¿Quién es esa piba? –cuchichearon por lo bajo las chicas de voley la primera vez que vieron entrar a Otoño al polideportivo. Cola de caballo, pelo castaño, un vozarrón. 

Otoño amaba jugar al voley y se convirtió en poco tiempo en una de las mejores. Tenía la altura ideal para hacer los remates y la actitud suficiente para tirarse al piso a rescatar la pelota en un embate mano a mano contra la gravedad.

–Vos te tirás al suelo y caes tipo gusano –le explicaba Otoño a su amiga Marina Anduelo.

La técnica se llama “secante” y Marina no se animaba a hacerla porque no tenía rodilleras, le daba miedo eso de tirarse al piso sin protección. Iba a voley desde niña, comenzó a los 9 años, mucho antes que Otoño, y aunque no jugaba tan bien como ella, nunca dejó de ir. “Mientras esté a su lado voy a aprender”, se repetía pensando algún día llegar al nivel de “las grosas”. 

Este agosto está cerca de cumplirlo. Va con Otoño a una concentración de dos días de entrenamientos físicos extremos junto a otros equipos. Tienen 16 años las dos. 

Aunque son parte de la práctica, los partidos se juegan a todo o nada. Suena el silbato, una de las contrarias cachetea la pelota con un remate que está a punto de perforar el suelo, pero Marina vuela  por el aire, estira los brazos, ondea su cuerpo tal y como le había enseñado su amiga, la rescata. ¡Pum, puntazo! 

–¡Bien, wacha!

Desde el piso siente la palmada enérgica de Otoño, que va corriendo desde atrás para felicitarla. Será la última vez que jueguen juntas.   

*****

24 de octubre de 2006.

Primer día sin Otoño.

¿Se enojó? ¿Se fue? Pero estaba su ropa, su documento, todo, pensó Ana. No podía ser.  

A eso de las ocho de la mañana, Roberto entró desesperado a la escuela, buscando a las amigas de su hija para preguntarles si la habían visto. Ella nunca se iba sin avisar. Era muy común que se quedara en casa de amigas a dormir, pero siempre, siempre avisaba. 

–El padre entró muy nervioso, buscaba a una de las chicas amigas de Otoño para preguntar por ella, yo le dije que espere, que antes tenían que ingresar al aula y pasar asistencia. Yo con el chip metido de lo que hay que hacer… nunca me imaginé –recuerda Nora García diecisiete años después de ese día. En ese entonces era vicedirectora del CEM 14. 

A las 10:40 Roberto radicó la denuncia en la Comisaría 26° de Fernández Oro. Ese mismo día, la Comisaría emitió un mensaje hacia las dependencias policiales de toda la provincia de Río Negro:

LUGAR: Cria 26° General Fernández Oro 

FECHA: 24 de octubre de 2006 

DESTINATARIO: Circular general 

DESTINO: Red Policial 

TXT N° 132 “D4-C” Raíz exposición policial radicada por ROBERTO ENRIQUE URIARTE solicito demora su hija OTOÑO URIARTE, de 16 años de edad, misma es de 1,70 estatura, cabello castaño claro, lacio, largo, ojos celestes, contextura física normal, vestía al momento de ausentarse pantalón buzo color celeste, campera negra y fucsia, remera con rayas varios colores, y una mochila color negra. Misma salió del domicilio el día de ayer, no regresando hasta la fecha. Habida que fuera proceder demora, fines restituida al hogar. Fdo. Crio VALLEJOS, JEFE DE UNIDAD 26°. GRAL FERNÁNDEZ ORO

Roberto luego dirá que ese día no informó a la Policía cómo estaba vestida su hija. 

*****

Ese primer día sin Otoño, Morena Sánchez no había ido a la escuela. Estaba de licencia porque le faltaba poco para dar a luz a su bebé. Dos compañeras profesoras fueron a visitarla. Tomando mates, una de ellas le dijo: 

–¿Viste que desapareció una estudiante nuestra? 

–¿Cómo que desapareció? 

No aparece, se fue a jugar al voley, no volvió a su casa, el papá hizo la denuncia, no se sabe si se fue con un novio. Todas esas cosas que se dicen cuando desaparece una mujer. 

****

Otoño está en un mural en la pared de su escuela, el CEM 14 de Fernández Oro, y es lo primero que se ve al entrar. Las uñas largas y grises de una mano encierran a una joven de vestido largo que parece un ángel. Detrás de ella, la muerte sostiene su hoz. 

****

Noviembre. Diciembre. Enero. Febrero. Marzo.

Sin novedad.

Desde que Otoño desapareció, la escuela se paralizó por completo. Se hicieron marchas todos los días para exigir la aparición de la estudiante. Sus compañeras, compañeros y docentes salieron a rastrillar por cada chacra, pastizal, canal y descampado, a la espera de encontrar algún indicio de ella. Sobre ese tiempo, Matías Bustamante recuerda que salían “guiados por un comisario” a rastrillar. 

Cada día al finalizar la jornada de búsqueda, toda la escuela, la familia, amigos, amigas, vecinos y vecinas y hasta el cura del pueblo que participaban de los rastrillajes, se reunían en el Polideportivo a recibir el parte del Comité de Crisis. 

–Todos los días era “sin novedad, sin novedad” –recuerda Roberto Pinilla, un docente que acompañó desde un principio la causa.

–Ya para el día siguiente de la desaparición nos empezamos a organizar con el curso para salir a buscarla. Me acuerdo patente que por en frente de mi casa pasa el colectivo y con una amiga nos subimos con un cartel con la foto de ella a preguntar si la habían visto. Todos los días lo hacíamos. Todos –cuenta Leire Segovia. 

****

Otoño está en una carta escrita por sus compañeras mientras la buscaban. Una carta guardada en una carpeta, en un armario de la escuela. Una carpeta desempolvada. Una carta que dice:   

A pesar de que no te conocí, no quiero que ocurra lo mismo que mi prima Daniela Calfupán. No quiero que se olviden de vos como de ella. 

Daniela Calfupán tenía 14 años cuando fue asesinada en 1995 en Fernández Oro y su crimen quedó impune. En toda su historia, en el pueblo hubo cinco femicidios. Hasta ahora, sólo uno había tenido condena.

****

En General Fernández Oro la mayoría de las calles son de tierra y tienen el mismo color ladrillo que sus casas de techos bajos. En verano es común pasar las tardes al río que le da nombre a la provincia, el río Negro. Hay quienes dicen que es un pueblo tranquilo y quienes sostienen que antes lo era, pero que ya no. 

–Siempre fue un pueblo tranquilo hasta que pasó lo de Otoño –dicen algunos. 

–¿Desaparece una chica y vivís en un pueblo pacífico? – preguntan otros.

–En Fernández Oro nos conocemos todos, creo. Y está faltando una persona. Esto no es normal.

La ciudad más cercana es Cipolletti, está a unos seis kilómetros y es conocida como la “Capital de los femicidios” por los dos triple crímenes. El primero fue en 1997. María Emilia González, de 24 años, su hermana Paula Micaela, de 17, y una de sus mejores amigas, Verónica Villar, de 22, salieron a caminar y nunca regresaron. Sus cuerpos asesinados fueron encontrados dos días más tarde y recién en 2021 fue condenado un único responsable: Claudio Kielmasz. El segundo triple crimen fue en mayo de 2002 y se conoció como “la masacre del laboratorio”, donde fueron asesinadas la bioquímica Mónica García, de 28 años, la psicóloga Carmen Marcoveccio, de 30, y la paciente Alejandra Carbajales, de 40 años, en los consultorios de la esquina de Roca y 25 de Mayo. 

El término femicidio se incorporó al Código Penal argentino en el año 2012. Hasta ese momento, no había manera de nombrar (y mucho menos de juzgar) a esa crueldad hacia el cuerpo de las mujeres. “Concebir de esta forma los asesinatos de mujeres por razones de género permite una comprensión más profunda del fenómeno y sus causas, entre ellas un componente social que pone el eje en el hecho de que todas las expresiones de violencia contra las mujeres están arraigadas en construcciones de poder que ordenan las relaciones sociales entre hombres y mujeres”, explicó la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el primer informe elaborado por el Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina.

En 2015 la rabia por el femicidio de Chiara Paez, ocurrido en Santa Fe, se volcó a las calles de todo el país bajo el grito que se convirtió en movimiento: “Ni una menos, ¡vivas nos queremos!”. 

Según el Observatorio Ahora que Sí Nos Ven, en Argentina se produce un femicidio cada 26 horas. Un informe de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, reveló que al 31 de diciembre de 2023 el 15% de las 246 causas judiciales por femicidios habían sido archivadas, el 82% aún continuaban en proceso judicial y de ese total, el 74% está investigación, el 7% en etapa de juicio y 1% con sentencia no firme. Sólo el 3% terminaron con sentencia condenatoria.

En 2025, el gobierno de ultraderecha de Javier Milei manifestó su intención de eliminar la figura del femicidio del Código Penal. De concretarse, esta política implicaría un feroz retroceso ya que todos los países de América Latina (excepto Cuba y Haití) cuentan con leyes que penalizan el femicidio. 

El femicidio es una muerte evitable, dolorosa, injusta. A Otoño Uriarte la buscaron durante seis meses incansablemente. En ese tiempo empezaron a llegar llamados anónimos que decían haber visto a Otoño en prostíbulos de distintos puntos del país. Así su padre viajó a San Martín de Los Andes, a Córdoba y a Santa Cruz en búsqueda de su hija. Las sospechas que la desaparición de Otoño podía estar vinculada a la trata de personas se agudizó cuando en 2007, meses antes del hallazgo del cuerpo, se conocieron unas escuchas que revelaban la connivencia entre proxenetas y efectivos de la policía de Río Negro. La complicidad policial y las dilaciones por parte del Poder Judicial fueron el centro de los persistentes reclamos de sus familiares ante una pregunta que esperaba respuestas: ¿Qué pasó con Otoño?  

La causa por Otoño no está caratulada como femicidio. Por ser anterior a la existencia de esta figura, fue juzgado como “privación ilegítima de la libertad agravada por la participación de tres o más personas, por ser la víctima menor de edad y por haberle ocasionado intencionalmente la muerte”.

***** 

9 de abril de 2007  

Se revelan las escuchas 

–¿Sabés qué? Tengo que llevar a una chica para fichar, loco –dijo el proxeneta.

–¿Cómo está (la chica)? –contestó el oficial.

–Está re buena.

–Uy, qué los parió. Esperá… Le preguntamos al subco.

Así comienza la conversación entre un regenteador del prostíbulo Las Vegas de Choele Choel, en el Valle Medio de Río Negro, a unos 200 kilómetros de Fernández Oro, con policías de la comisaría octava de esa localidad, reveladas por el Diario Río Negro en medio de la investigación por la desaparición de Otoño. Este prostíbulo se dedicaba a la trata de mujeres para la explotación sexual.

*****

Otoño está en un poema que escribió a sus nueve años, mirando la ventana. “En otoño el colibrí se fue a viajar / en la primavera regresó / lo reconocí porque le faltaba un dedo / me puse muy contenta cuando lo vi regresar”. 

*****

22 de febrero de 2007

Decime dónde estás  

Desde que había desaparecido su amiga, Leire Segovia estuvo meses durmiendo mal, despertándose a cada rato, tenía miedo de soñarla. Recién en enero recuperó el descanso profundo. Y en febrero la soñó. “Era lo que yo más miedo tenía”, confiesa casi veinte años después. 

En el sueño, Leire estaba en su habitación y veía a alguien entrar por la puerta. Era Otoño. Se sentó a los pies de la cama donde ella estaba acostada. 

–Oto, ¿dónde estás? Decime donde estás, está todo el mundo buscándote. 

Ella solo la miró, como sonriendo. 

–Yo ya no estoy. 

Otoño tenía su cara blanca, más blanca que nunca, con marcas como de golpes que se borraban, como un moretón deshaciéndose.

–Pero contame qué te pasó. 

–Mirá.

Y le muestra. Como si fuera una película. Un auto, como de la mitad hacia abajo, un auto y piernas de varones. Leire no reconoció ninguna voz. Era como un sonido confuso. Uh uh uh uh. Eran voces de hombres. La sacan de la parte de atrás del auto y la dejan en un lugar muy sucio, desprolijo, con yuyos y juncos. 

Al despertar, Leire, desesperada, le dijo a su papá: “¡Llevame al río porque Otoño está en el agua! Llevame al río, llevame al río…” 

****

24 de abril de 2007 

El cuerpo. 

Leire se preparaba para ir a la marcha, como cada lunes a las ocho de la noche, cuando el teléfono de su mamá sonó.

–Poné el canal 10. Encontraron a la piba -dijo la voz al otro lado de la línea. 

El cuerpo de Otoño fue encontrado en el desarenador del canal de riego de El Treinta, un paraje rural ubicado a las afueras del pueblo, en el límite con Cipolletti. 

Roberto se encontraba en la provincia de Santa Cruz siguiendo una pista falsa que lo había llevado hacia Las Casitas, un barrio de prostíbulos que era sospechado como destino para de la prostitución forzada. Primero, lo llamó su hermana. Después, la jueza.  

Mientras tanto, en la televisión mostraban la imagen de hombres con maletines y escaleras sacando de una rejilla los restos de un cuerpo que ya no era. El canal vacío, apenas un hilo de agua. Un bulto tapado con nylon y se ve. Es como si el nylon se levantara y se ve: la campera negra con el fluo amarrillo. Era ella. 

****

Otoño está en una canción escrita por su amiga Nadia Escobar, cantante de la banda de punk del pueblo, Neurona, y ahora de Dulce Ironía. “La luna cuelga callada y sin hablar porque alguien la puede apagar / la puede acabar”. Otoño los seguía donde tocaran, en la plaza, en el anfiteatro, en las vías del tren, el polideportivo. “Quizás el sol haga brillar hoy más el azul cielo / sus ojos cielo / quizás la luz pueda llenar el vacío de la estación”. 

****

12 años después

Fernández Oro

Para el aniversario de los 12 años, Marina Anduelo, la compañera de voley de Otoño, ya tenía a su hijo más chico y lo llevaba a upa. No miró a nadie, solo habló: 

–Hace 12 años que lloro a escondidas, que no encuentro el espacio, ni el lugar, ni las personas para hablarlo, que me marcó para siempre, que todavía no me puedo reponer. Es una herida tan grande que me ha llevado muchos años de tristeza. Si bien una hace cosas para ser feliz, es como un chicle pegado a la zapatilla. Lo llevas a todos lados. 

Dice que hubiera sido peor para ella quedarse en su casa sin hacer nada. “Empecé a militar, a ir a marchas por otras chicas. Me parecía muy movilizante ver la cara de Otoño, ver que otra gente lleva la remera, el cartel”. 

*****

2008/2016/2017/2020/2024

Dieciocho años pidiendo justicia

En agosto del 2008 fueron imputados por primera vez los cuatro acusados que llegaron a juicio: Ricardo Néstor Cau, su hermano José Iram Jhaffri, Maximiliano Lagos y Ángel “El Gato” Antilaf. Menos el Gato, el resto eran hombres conocidos en Fernández Oro. 

Más tarde, se sumaron dos más. Juan Calfiqueo, sobreseído en 2023 por la prescripción del delito que se le imputaba: encubrimiento. Y Federico Saavedra, la última persona que estuvo con Otoño ese día, un amigovio con el que había empezado a salir, también sobreseído por falta de pruebas en su contra. 

A este grupo de imputados, la jueza Sonia Martín los sobreseyó en 2016 con el argumento de que no existían pruebas para procesarlos. En 2017, el Superior Tribunal de Justicia revocó el sobreseimiento. La causa llegó hasta la Corte Suprema donde durmió tres años, hasta que en 2020 emitió una breve resolución que habilitaba a seguir investigando. 

Ese mismo año, el caso pasó a manos de la fiscal Teresa Giuffrida quien, junto a la abogada querellante Gabriela Procopiw, reunieron nuevos testimonios, volvieron a acusar a los hombres señalados inicialmente como responsables, y solicitaron la elevación a juicio a contrarreloj, apenas unas horas antes de que la causa cayera. 

En 2024, tras 18 años de espera, llegó el juicio. Durante las once jornadas de largas audiencias, la esquina entre las calles Urquiza y España donde se erige la Oficina Judicial de Cipolletti, se convirtió en un altar. Cada mañana, religiosamente antes de comenzar, las amigas de Otoño colgaron las banderas, sus docentes se abrazaron en ronda, su familia se tomó de las manos y las paredes se llenaron de carteles con la foto grande, bien grande, de Otoño.   

****

Una tarde de 2023

El Bolsón

Hay un hombre que mira por la ventana de una casita de barro. Afuera está el bosque, las ramas meciéndose tranquilas con una brisa que más tarde traerá lluvia. Ese hombre es Roberto Uriarte. Vive solo en su refugio, como lo llama. 

La casa está metida en un bosque de radales, notros y maitenes a varios kilómetros de la zona céntrica de El Bolsón, un lugar que le trae recuerdos de otro tiempo. Un tiempo en que Otoño era niña y todavía vivía y donde él podía ser lo que siempre quiso: un artesano de la feria, vendedor de aritos confeccionados de prolijos firuletes de metal y piedras que acaso atraigan a la buena suerte.

Pone la pava al fuego y se sienta a esperar que el agua se caliente. La espalda del hombre que ahora espera se arquea, como las ramas de los árboles que se mecen tranquilos del otro lado de la ventana. Tiene 62 años y se gana la vida con trabajos de electricidad. Tiene la piel marrón tierra, las manos curtidas, el pelo largo y algunas canas. Unos ojos profundos como el tiempo y claros como los de su hija Otoño.

Ya casi no da entrevistas. Dice que está cansado del Sistema, así, con mayúscula.

–La complicidad judicial y política estuvo siempre, pero es muy difícil de sacar a la luz. Mirá, no lo ha podido hacer Susana con todo el acompañamiento que tiene.

Se refiere a Susana Trimarco, la mamá de María de los Ángeles “Marita” Verón que se convirtió en referente de la lucha contra la trata de personas después de que su hija de 22 años fuera secuestrada el 3 de abril de 2002 en San Miguel de Tucumán. Roberto se reunió con Susana cuando comenzaron las sospechas de que la desaparición de Otoño podía estar relacionada con la trata de personas para explotación sexual.  

–Po-lí-ti-co,  ju-di-cial–, remarca. 

Aún así, Roberto seguirá hasta el final. Hoy espera pacientemente la llegada del juicio. Los huesos de su hija aún están en la morgue del poder judicial para realizar las últimas pericias, las que no pudieron hacerse a tiempo por “falta de presupuesto”. En todo este tiempo pasaron fugaces frente a sus ojos las infancias de sus otros cuatro hijos, su propia juventud. 

El hombre que arquea su espalda, que mira la ventana y recuerda, aguantará. No sabe todavía que el Tribunal conformado por la jueza María Florencia Caruso Martín, junto a los magistrados Amorina Sánchez Merino y Juan Pedro Puntel, declarará culpables a Néstor Ricardo Cau, Germán Ángel Antilaf, José Hiram Jafri y Maximiliano Nahuel Lagos por el delito de privación ilegítima de la libertad agravada, con resultado de muerte de Otoño Uriarte.

–No existe duda de que los cuatro traídos a juicio han sido responsables de la muerte de Otoño Uriarte. Todos en grado de coautoría. Todos tenían conocimiento y aceptaron la comisión de los hechos, respondiendo penalmente de la misma manera–, sentenciará la jueza Caruso Martín, para quien hubo un “plan previo” para secuestrar a Otoño. 

Para muchas amigas de Otoño será él, Roberto, un refugio. Alguien capaz de escuchar y mantener la calma, un ejemplo de templanza en momentos donde la rabia amenaza con desbordar los límites del cuerpo para salir a romper todo. 

El hombre que mira la ventana intentará no pensar en quienes fueron “los autores” porque su propósito es otro: exponer a las “organizaciones” y “personajes oscuros” que “manejan los hilos que para la sociedad son imperceptibles”. “Me encantaría, que queden evidenciados, que no es un capricho nuestro: existen, están ahí, y son parte de los poderosos”, dirá. 

–Puede presumirse que lo de Otoño fue un encargo y que luego sería llevada a un prostíbulo–, sostuvo el Tribunal acerca de la hipótesis de que a Otoño la pudieron haber secuestrado para la trata de personas. Sin embargo, aclararon que, si bien se “mencionó un fin sexual, una deuda” como motivación del femicidio, “no hay ningún otro dato que lo respalde”. Esto no hace que varíe la pena para los cuatro acusados. La prisión perpetua. 

Así como los árboles que se mecen tranquilos, Roberto inspira y llena sus pulmones de aire. Lo retiene y lo suelta casi sin mover un músculo. No quiere pensar en los autores porque si piensa en ellos le vienen ganas de matar:

–Digo, por ahí me puedo convertir en un asesino, en momentos de maquinar y maquinar.

Respira. 

–Mis hijas me sostienen, mi nieto también. Es ahí donde se continúa, en los que vienen.

Se para y saca de un estante una caja de madera. Ahí guarda las artesanías que pudo volver a hacer en sus ratos libres, como unos porta sahumerios de cerámica con forma de duendes. Los muestra orgulloso. Piensa en viajar en moto, hacer feria, música y escribir. 

Roberto ya no cree en la justicia, dice que si no la hay para los vivos, menos la habrá para los muertos, que justicia sería que su hija estuviera viva. Otoño Uriarte tendría ahora 35 años. ¿Sería veterinaria como soñaba de chica? ¿Iría a pasear a la feria de El Bolsón, donde pasó días enteros durante los veranos de su infancia? ¿Seguiría jugando al voley, tal vez, enseñando a las más chicas las técnicas que ella, como buena jugadora que era, sabía muy bien hacer?

Al final, Roberto se funde en un silencio largo. El hombre que ya no cree en la justicia, pierde la mirada en la ventana y espera, admite que hay una esperanza que todavía conserva: tal vez y sólo tal vez, si mira fijo a la ventana, vea a su colibrí regresar a casa. 

Por Camila Vautier – @camivautier

¿Otoño dónde estás?

"
"

Mora Juárez

"
"

El carnaval muestra, en su recorrido histórico hasta la actualidad, una fiesta popular que reúne todo lo que una manifestación cultural puede representar: Creatividad, representatividad, identidad, patrimonio, celebración, economía, exposición y cohesión social entre otras tantas, que rebuscadamente podríamos justificar. Pero no podemos dejar de analizar la historia y sus tensiones que el carnaval nos trae, como todo elemento cultural.

Esta celebración tiene su origen hace 5000 años, inicialmente como una ofrenda de dicha para la fertilidad del suelo, en los comienzos de la primavera en el hemisferio norte, y como un medio para para brindar alegría a los dioses: Dionisio en los griegos y Baco en los romanos-. En las denominadas jornadas dionisíacas y bacanales, respectivamente, se introdujeron lo escénico y el disfraz como una forma de disociar el yo individual de la realidad, con la burla y la parodia como estandartes de una oferta cómica hacia los seres supremos.

De aquellas celebraciones paganas, la iglesia católica, en su afán de imponer su culto religioso y evitar la invocación de otros dioses, impuso en el año 325, la celebración de la Pascua el primer domingo después de la luna llena del equinoccio de primavera en el hemisferio norte, junto con el periodo de cuaresma, de seis semanas de ayuno y penitencia. 

.

.

Las celebraciones y a modo de legitimar sus adeptos, fueron absorbidas y resignificadas dentro del calendario litúrgico. La iglesia permitió que ciertas prácticas continuaran bajo nuevas formas; previo a la cuaresma, aparece un espacio de liberación y exceso, asimilado al último día de poder comer carne, conocido como “carne levare” (quitar la carne, en latín). Así, esos espacios permitidos marcaban la última oportunidad para disfrutar de comidas abundantes y festejos antes del periodo del sacrificio religioso. De allí surge la palabra “carnaval”, que en sus raíces conserva antiguos rituales de inversión, exceso y liberación temporal del orden social, y que durante la Edad Media y el Renacimiento era visto como un momento de escape de las tensiones sociales, aunque con la regulación de la iglesia para asegurar el respeto y cumplimiento del periodo de cuaresma.

Fue Venecia el precursor de este nuevo carnaval organizado, expandiéndose a gran parte del territorio europeo. Con la llegada de los europeos al continente americano, la celebración de carnaval se mezcló con las tradiciones indígenas y la de los esclavos africanos. Era el único momento en que todas las cosmovisiones tenían la oportunidad de expresarse libremente. Con el tiempo, las celebraciones fueron apropiadas por las comunidades organizadas y facilitadas por los nuevos Estados que surgían en el continente. 

Es interesante analizar la analogía que se encuentra. Si en la Europa precristiana el carnaval estaba vinculado a ritos de fertilidad y ciclos naturales, en América las celebraciones de los pueblos originarios ya marcaban el tiempo de la siembra y la cosecha como momentos  sagrados de ofrenda y celebración. Con la llegada del carnaval europeo, estas cosmovisiones no desaparecieron, sino que se entrelazaron en una síntesis única, donde el exceso y la fiesta no solo representaban una forma de liberación, sino también la continuidad de un orden ancestral. Sería interesante, también, indagar más en este mestizaje, pero dejaremos a Kusch y la descolonialidad para otro momento.

.

.

En Argentina, el carnaval también fue introducido por los españoles y amalgamado con las tradiciones indígenas y africanas, aunque con muchas tensiones según la religión a lo largo de la historia. Su formato organizado es más reciente y se remonta a finales del siglo XIX o principios del siglo XX.

En el litoral, influenciado también por lo que sucedía en Brasil, principalmente en Río de Janeiro, donde los desfiles organizados se mezclan con las tradiciones guaraníes de cuerpos desnudos y pintados, sumado al toque del tambor africano, el carnaval se convirtió en un punto de encuentro en los espacios públicos. Con una fuerte presencia de la sátira y la parodia, es un momento de exhibición liberalizadora de los cuerpos. Ese espíritu se mantiene hasta la actualidad y lo configura como espacio queer por excelencia, tanto por los cambios en los roles de género como por ser un espacio de participación de las disidencias sexuales, porque justamente se trata de un acto performativo donde los cuerpos juegan, desafían y resignifican identidades. 

En la zona andina, por su parte, y determinado por la mezcla con los pueblos del altiplano del Alto Perú y del actual territorio boliviano, el carnaval se adaptó a los festejos por la llegada de la siembra y la cosecha. Es, quizás, el único formato donde el carácter de ritual se mantuvo intacto.

En Buenos Aires, el carnaval se mezcló con las costumbres africanas del toque del tambor, aunque en algunos casos la celebración se dividió en dos situaciones distintas. Durante el siglo XVIII, debido a las quejas de las clases altas, que consideraban bárbaros los festejos en la calle, se prohibió el tambor y se castigaba con azotes a quienes lo tocaban. Y si se permitía que las clases altas celebraran el carnaval, en tertulias o fiestas sus domicilios particulares.

En 1865, durante la presidencia de Sarmiento, se organizó el primer corso de tambores en las calles de Buenos Aires, aunque las celebraciones populares se mantuvieron en el ámbito de los espacios privados.

Sin embargo, a comienzos del Siglo XX, con la oleada de inmigrantes, principalmente españoles e italianos, los carnavales comenzaron a tener otra relevancia y otro tipo de manifestación, de participación popular en el espacio público. Muchos de esta nueva población argentina, obreros que traían consigo ideologías socialistas y anarquista, e involucraron en sus sátiras y críticas sociales y políticas. Replicándose en otras regiones del país. 

Esta nueva masa popular participante fue incluida en los procesos de celebración durante los gobiernos de Perón. El carnaval fue acompañado desde el Estado, en un marco institucionalizado, como plan político de incluir la cultura de  las masas trabajadores a la vida pública, consolidándose en un evento festivo de identidad y pertenencia política. La clase alta, con el afán de no mezclarse con lo popular, restringe sus propias celebraciones en ámbitos privados. Fue tal la fuerza que se construyó que se terminó por institucionalizar el feriado de carnaval en 1956 hasta 1976 que con la dictadura cívico militar de entonces se prohibió el carnaval y se eliminó el feriado excepto en Gualeguaychú, que orgullosos sostuvieron la celebración. 

En 2010, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, mediante el Decreto 1584/2010, modificó el calendario de feriados nacionales con el objetivo de fomentar el turismo, estableciendo nuevamente el feriado de carnaval, vigente hasta la actualidad.   

.

.

Todo proceso cultural engloba numerosas variables que se ponen en juego en el terreno de lo político, lo social y lo histórico. Tal es así que el carnaval es mucho más que una celebración popular: es un espacio de disputa simbólica donde se expresan tensiones de clase, identidad y poder. En Argentina, desde su apropiación por las clases trabajadoras hasta su institucionalización como parte de un proyecto político de inclusión, pasando por su censura y prohibición como modo de control sobre la identidad y la expresión popular, y su posterior restitución. En ese sentido, el carnaval es un reflejo de los ciclos de apertura y restricción de lo popular en el país.

Para fundamentarlo vamos a representar el Carnaval desde los procesos culturales. utilizando la triada  donde opera la gestión cultural: en los procesos creativos; en la capacidad de generar valor agregado en la economía y en la posibilidad de cohesión social. 

En el primer caso, las artes y el diseño desempeñan un papel fundamental. En este caso, el carnaval es una manifestación de creatividad colectiva, donde la música, la danza, el vestuario y las carrozas expresan la imaginación y el ingenio de representación de la realidad, a través de las letras, las melodías y la coreografías, ya sea en forma de parodia o de alegoría. 

Esa representación de la realidad refleja los rasgos distintivos de la cultura de cada región, al poner en juego las identidades y el modo en que podemos problematizar lo que nos pasa. Pero, principalmente, es una posibilidad de lograr afiliación y sentido de pertenencia a algo mucho más grande que el yo: el nosotros. Porque la celebración es el momento de la catarsis colectiva en un formato festivo y de comunión popular por el propio proceso de construcción del carnaval, en el que intervienen agrupaciones carnavaleras, barrios, ciudades, clubes y familias que trabajan en todo el proceso creativo. Esto fortalece lazos comunitarios, fundamentales en estos tiempos, en un camino invisible hacia la cohesión social. 

Este reconocimiento, nos demuestra que el carnaval es algo tan propio que forma parte de nuestro acervo cultural y de nuestro patrimonio. Las habilidades y técnicas creativas, así como los rituales que se manifiestan en esta celebración, han sido transmitidos de generación en generación. Por tanto, es un momento en el que la historia tiene vida en el presente.

Lograr dar visibilidad a este proceso no solo refuerza la imagen de la ciudad, sino que, con miradas estratégicas y una buena gestión integral,  en el marco de un proyecto contenedor y representativo, puede permitir la atracción de un público masivo para participar de los eventos. Y ahí se activa el mecanismo de generación de valor agregado, donde la microeconomía del propio proceso creativo inicia la cadena: la compra de telas, parches e instrumentos, la economía informal vinculada a las celebraciones (venta ambulante, servicios de cantina); y el impacto en la hostelería y la gastronomía,  gracias al turismo que genera y  permite activar otras ofertas en la región.

En síntesis, el carnaval aparece, más que como una simple festividad, como un campo de disputa: lo que comenzó como una celebración pagana de la fertilidad y el exceso fue absorbido por la moral cristiana como un respiro antes del sacrificio. Pero, ¿fue realmente un respiro o más bien una falla por donde se filtraba la desobediencia? ¿Cuánto de esa subversión ha quedado en el carnaval contemporáneo que vemos hoy?

Deberíamos poder preguntarnos, ¿qué nos dice el carnaval de la sociedad en la que vivimos? ¿quiénes lo desprecian, y por qué? Mientras buscamos estas respuestas, no dejemos de ver que hoy el carnaval puede ser un lugar de encuentro y de igualdad, donde. tal vez, sea buen momento de empezar a construir ese horizonte y reconocer que el valor del carnaval no solo radica en su impacto económico, sino también en su capacidad de expresar nuestra identidad colectiva, en la calle a través de la fiesta, la risa y la transgresión. 

.

  • Federico Prieto @fefoprietoGestor Cultural, entrerriano. Ex Secretario de Gestión Cultural de la Nación, entre otras.

.

¿Qué nos trae el carnaval?

"
"

– ¿Cómo se llama esa forma que no tiene ni principio ni fin, que te lleva como en un continuo y tiene un nombre rarísimo que jamás me voy a acordar?

– ¿Tiene forma de dona? un toroide?

– Sí, eso  

Separarse

Desgarrarse

Flagelarse

Invisibilisarse

Deprimirse

Descubrirse

Probarse

Reconectarse

Unirse

Volver a las bases

Expandirse

Romperse

Desconocerse

Comprometerse, con una, 

Encaminarse

“Roda du monde roda pianza roda muiño roda piaun, el tempo rodo en un instante las fodas de meu corazon”

Los ciclos corresponden a una serie de fases que, al traspasarse, vuelven a contarse de nuevo. Esa roda o dona, hoy viene a resolver una síntesis de un proceso que me interpela hace tiempo y me habita desde siempre.

Lo interesante de los ciclos vitales —los de mi vida, los de la tuya también— es que, por más que ciertas fases se repitan, algo cambia, algo siempre cambia. No es la misma rutina de ejercicios la de este martes que la del próximo, por más que la serie sea la misma. No es lo mismo el almuerzo de hoy que el de mañana, aunque coincidan en horario, lugar y alimento. No soy la misma que ayer, ni que hace una hora, ni que cuando empecé a escribir esta nota. En esa mutación de una y de todo, las fases de los ciclos, por más que pretendan igualarse, jamás lo harán.

Hay una magia en la repetición de las cosas y del hacer, donde prevalece la ilusión de orden y prefiguración, de control y autocontrol. La artista Martha Boto, pionera del arte cinético y cofundadora de Artistas No Figurativos de Argentina, realizó gran parte de su obra empleando materiales como plexiglás, acero y acrílico, junto a motores para generar móviles con juegos de reflexión de luz. El efecto hipnótico del movimiento constante se siente como la respiración: un continuo que no es siempre igual, que se proyecta y conecta con nuevas cosas.

En esta misma sintonía, la obra Infinity Mirror Room—Phalli’s Field de Yayoi Kusama, presentada por primera vez en 1965 en la muestra Floor Show de la galería Castellane (Nueva York), consta de pequeños puntos de luces LED equidistantes que flotan en la oscuridad e invitan al espectador a sumergirse en la obra. Al igual que las piezas de Boto, está inspirada en las experiencias alucinógenas de la época, y no parece casual, entonces, que la propuesta visual de la instalación se presente como caleidoscópica, con superficies reflectantes que trascienden las limitaciones físicas, dando una sensación de infinitud y dinámico reposo.

Entender los ciclos como formas trascendentales, de acontecer infinito y constante, de comprender su pulso como el latido de las cosas, nos lleva a una conciencia superior. La pieza de danza contemporánea Los recuerdos de Caronte, interpretada por Lara Arce y dirigida por Matías Valenzuela, representa el transcurrir de un alma, su pasaje por la vida y, fundamentalmente, el transcurrir de la muerte en su pasaje hacia la trascendencia. Este ciclo “álmico” se representa en la obra con referencias a la figura del toroide, que marca una circulación de energía entre dos polos, al igual que —según corrientes de la metafísica— circula y se configura energéticamente el aura de las personas.

Un ciclo que, en un contexto cualquiera, podría leerse como una rueda vital de resurgimiento y resiliencia, en otro muy distinto, sin remedio, puede entenderse como el inicio de un ciclo de destrucción y distopía. En Qué hay después del fuego, una serie de fotografías de Iván Deiana sobre lo que quedó del Cañadón de la Mosca —espacio natural ubicado entre Bariloche y El Bolsón— tras los incendios de 2023 y 2024, el artista nos acerca al horror de los incendios en los bosques nativos. En un intento de supervivencia, parece buscar esperanza luego de la destrucción, entre los “troncos lúgubres” y el “cementerio” que queda del bosque nativo. Capta el movimiento, lo que quedó, lo que quizá vendrá, lo que empieza a resurgir del apocalipsis. Sin embargo, la obra no deja de evidenciar la rueda de la decadencia ecológica.
Ver la obra de Iván Deiana

Los ciclos del horror también pueden ser personales. El sistema puede llevarnos inexorablemente a la repetición brutal, como una pala que cava constante y profundo. La obra Clown Torture de Bruce Nauman (1987) es una instalación de video en la que figuras de payasos quedan atrapadas en bucles de acciones repetitivas y angustiosas, en ciclos interminables, como metáfora del eterno retorno.

Y si hay ciclos que vale la pena representar, sin dudas, el ciclo económico nacional es uno de ellos. Los argentinos somos amigos de las crisis, o por lo menos conocidos cercanos. El cortometraje Un movimiento extraño, escrito y dirigido por Francisco Lezama y ganador de un Oso de Oro, es un cuadro de estas pinceladas. Como en un movimiento rototraslatorio, el avance en este ciclo nos da la idea de estar siempre pisando los mismos puntos, persistiendo en el declive. El audiovisual toca, de forma análoga a la trama principal de la historia, el valor del dólar, bajo el eje conceptual de “Una suba en picada”, metáfora del ciclo inflacionario en Argentina y en la vida de la protagonista.

Hay ciclos que se superponen, y a ruedas en picada, con un final intempestivo, se puede sobreponer un inicio invisible. La abstracción Juventud. N6, perteneciente a la serie Las diez más grandes (1907) de Hilma af Klint, me representa a partir de la conexión de formas circulares y orgánicas, la pulsión de vida, la concepción de formas como parte del proceso, como continuidad vital de nuestra existencia.

Para ver la obra completa hacé click acá

Ciclos, divergir en el repetir 

"
"

El otro día caí en la cuenta de que me voy a morir. Se trata de una paradoja universal e innegociable: la única certeza que tenemos en la vida es la muerte. No importa especie, raza, religión, género, signo zodiacal, clase social o de qué hincha sos, todo empieza una vez, y todo termina otra. Soy ateo, casi agnóstico y particularmente escéptico. No creo en la trascendencia material y/o espiritual de la muerte, en la metamorfosis del alma, en la idea de que algo de lo que somos hoy, en otro tiempo y otro lugar, tome forma de tortuga, molusco o planta. Por el contrario, considero que somos seres finitos, siempre y por siempre, y que caminamos hacia una fatalidad inevitable sin segundas oportunidades. Sin embargo, aquel día equis –no importa cuándo fue, sino el resultado de tan satisfactoria revelación- este análisis fatalista no me hizo sentir tristeza, más sí, experimenté alivio, primero, y después alegría. Una sensación de libertad explotó en mi pecho. La inspiración -que hasta entonces permanecía reprimida bajo el yugo de un existencialismo nihilista y bloqueada por mil candados y mil cadenas- brotó de mis entrañas como un chorro de petróleo librado del suelo tras millones de años. Y fue entonces que comencé a escribir este texto.

La única certeza que tenemos en la vida, entonces, es que vamos a morir, pero no sabemos cómo. No sé cuál será la aventura de mi muerte: desconozco el modo, el momento y el lugar de mi óbito; y, si acaso existiera suplicio, ignoro el dolor de tal mortalidad. ¿Me voy a morir en 20 segundos, cuando tecleé las últimas letras de esta oración, me pare de la silla, baje por las escaleras, pierda el equilibrio, me caiga y me desnuque? ¿Será  a los 33, cuando las ruedas gastadas de un auto que manejo a 120 kilómetros por hora resbalen sobre el asfalto y me estrelle contra un camión? ¿O a los 40, después de intoxicarme con un pedazo de carne podrida? Tal vez mi último suspiro sea a los 46, tras ser fulminado por un virus mortal. O a los 55, súbitamente quién sabe por qué sutileza del destino, mientras duermo una siesta de 15 minutos en mi cama. ¿A los 78 quizás, me partirá un rayo o una cabra me empujará por el abismo en algún paisaje desconocido?; ¿me matará un pibe con hambre en un asalto?; ¿una chapa voladora se desprenderá de un techo por la ferocidad de los vientos patagónicos y me rebanará el cerebro?… Puede que sea a los 86, a las 14 y 17 de la tarde del 6 de enero de un verano de 42°, cuando pierda el conocimiento y caiga en las profundidades de una piscina mientras floto en un inflable berreta -de esos que promocionaban en la TV de los noventas-, solo, sin nadie que rescate mi humanidad y sin testigos que presencian el espectáculo de mi letalidad. Quizás, simplemente, a los 95, a la vuelta de la esquina de un día cualquiera, una tarde cualquiera, un segundo cualquiera, cuando el corazón se infle y desinfle por última vez, mis ojos se apaguen en un destello blanquecino y me transforme en un recuerdo.

.

.

Aunque parezca una vaga y morbosa reseña de la serie de televisión 1000 maneras de morir, permítanme insistir, no estoy siendo fatalista y no es una visión kafkiana de la realidad, sino todo lo contrario. Aquel fantástico día, mientras permanecía enchufado a los aparatos kinesiológicos para recuperarme de una lesión de rodilla, tuve entre mis manos y abracé en mi pecho la única certeza de la vida: la muerte. Comprendí lo inevitable, que en algún momento mi corazón se parará, mi esencia -eso que llaman alma- será expulsada de mi cuerpo para flotar por el aire y disolverse en la atmósfera, o rodar hacia la tierra y fundirse con los rayos del sol. El otro día equis, envuelto en las preocupaciones consuetudinarias, me asaltó la más auténtica de las alegrías y recordé que en algún momento ya no caminaré por los senderos de este planeta, que soy solo un animal parado en medio de una roca interestelar gigantesca, que me convertiré en polvo y solo así volveré a formar parte de esos caminos que alguna vez transité, y no como una tortuga, un molusco o una planta. Y, luego de tantos preámbulos y rodeos, he aquí la gran revelación: en ese instante reparé en lo absurdo que es estar absorto en los porqués y cuándos y dóndes de la vida, en las preguntas circulares, recordé que morimos todo el tiempo, y de que me quedan no sé cuántas gripes, cuántos Mundiales, cuántos otoños, cuántos guisos, cuántas lágrimas por derramar, cuántas caricias, cuántos besos, cuántos abrazos… no sé cuántas lunas llenas.

Claro que soy consciente de que la felicidad no depende únicamente de mí, ni de vos, ni de nadie. El filósofo y escritor británico, Mark Fisher, entendió esto a la perfección y, allá por el 2017, se libró de este mundo por cuenta propia tras no soportar la idea de que el capitalismo es una máquina destructiva que se alimenta de nuestras energías, consume nuestra alegría y nos somete a una realidad asfixiante. Pero hay un porcentaje que sí depende de mí, de vos, de alguien.

Por eso, me dije, porque me voy a morir, no queda más que vivir el presente. Automáticamente sentí que solté una bolsa con 20 kilos de piedras, mi pecho se descomprimió, el ceño se desarrugó y dejé de apretar los dientes. Ese mediodía primaveral el aire tuvo otro gusto, fui un infante explorando el mundo por primera vez. Caminé por las calles observando todo con una curiosidad de navegante primerizo. Como un loco sonreí cuando vi a los pájaros, esos seres angelados que siempre estuvieron ahí, pero que, debido a la pesadez de los pensamientos que suele impedirme levantar la cabeza y alzar la mirada, no suelo apreciarlos. Experimenté la sensación de estar en una especie de matrix, de ser un extranjero en una realidad desconocida, un observador de lo rutinario  totalmente ajeno a las dinámicas capitalistas. Sentí pena por las personas, alienadas, caminantes decididamente perdidos en la intranquilidad de lo conocido, náufragos eternos sin brújula ni sol en una travesía urbana, pobres criaturas que sólo quieren sobrevivir hasta el final del día, del mes, del año… de la vida.

Y he aquí una advertencia anticipada pero necesaria para los pseudo hippies meritócratas, profetas del pensamiento positivo, que se apropiaron de las creencias budistas de los monjes tibetanos: no usen este texto para adornar sus publicaciones de Instagram.

Llegué a casa en un elixir de regocijo, todo y nada tenía sentido, era hermoso. La única víctima de tal frenesí fue mi gato. Lo alcé, lo abracé y besé, y giramos en círculos en un eje imaginario. Por un instante olvidé quién era, cuál era mi trabajo, que ejercía como periodista, no noté que mi celular sonaba por mensajes de mi jefe. Omití mi deber como sujeto de un régimen laboral, y olvidé que tenía que llamar a los bomberos por un incendio que se había desatado a primeras horas de la mañana en una choza de la ciudad. En medio de ese excitante, conmovedor, eufórico, sublime, efímero, fugaz e ilusorio despertar espiritual, miré mi celular, vi mi WhatsApp y mi voz rompió el hechizo al formular la potente y bien modulada frase -devenida en moraleja tácita de esta historia-: “¡la concha de la lora, tengo que subir una nota!”.

.

Me voy a morir: Elogio de lo inevitable

"
"

Benjamín Naishat

"
"

Un grupo de personas caminamos juntas por un trazado preestablecido en un barrio cercano, aunque poco transitado habitualmente por nosotras. La consigna era simple: permanecer en silencio y abrir los sentidos para dejarnos atravesar por los acontecimientos más sutiles de la experiencia cotidiana.

 ¿Qué llama nuestra atención al deambular? ¿Cómo interpretamos aquello que vemos, olemos o escuchamos? ¿Qué del trayecto nos interpela y cómo elegimos narrarlo?

La deriva como práctica artística, perteneciente al arte contemporáneo, tiene como fin capturar información desde una mirada no convencional. En esta experiencia nos propusimos, al menos por un momento, poner en foco aquellos espacios deshabitados o invisibilizados, que a pesar o a causa de ello proyectan sus resonancias. Esta acción fue pensada junto a Leylén Segundo y Ariel Ojeda.

.

Nos detenemos, miramos, observamos con detalle. Damos entidad al transitar cotidiano, lo hackeamos. Como pasa cuando vemos una película muchas veces: siempre es posible encontrar algo nuevo. Me interesa lo que genera físicamente ese permanecer en el presente. El estado hipnótico de esa acción, cerrar los ojos para escuchar, sentir y oler, en silencio, me resulta atractivo.

.


¿Cuántas asociaciones/ recuerdos emergen en un recorrido rutinario?

En el marco de EnREDadera, jornadas de estudios, reflexión y prácticas en torno a la Danza Contemporánea y sus derivas en el Instituto Universitario Patagónico de las Artes, convocamos a esta acción performativa. Consistía en una caminata por Barrio Nuevo, estando perceptivas a hallazgos múltiples. Proporcionamos un mapa con el trayecto que íbamos a recorrer, una pauta y algunas preguntas que movilizaban la experiencia:

¿Hay un movimiento (si se quiere involuntario) del cual no somos conscientes? ¿Cuánto detectamos de normatividad o pre-establecimiento en nuestros recorridos - desplazamientos - movimientos dados por el trazado urbano que es esencialmente de eficacia? ¿Hay un concebir como ajena, no propia o desconocida ciertas partes de la ciudad por no formar parte de nuestra habitualidad? ¿Cómo subjetivamos en relación a estos delineamientos que naturalizamos?

.

.

Iniciamos el trayecto en un olivo, próximo a la entrada principal del IUPA. Se indicaron dos consignas claras: evitar hablar y no usar celulares durante el recorrido. Todo estímulo que desearan registrar debía plasmarse en cuadernos o libretas, a través de palabras o dibujos.

El recorrido concluyó en la plaza “La Barda”, tras recorrer casi 5 km. Al llegar, el silencio se había instalado como una atmósfera compartida. Nos costó volver a hablar. Nos mirábamos, mirábamos el entorno, estábamos suspendidas en ese fuera de tiempo, en ese aquí y ahora que experimentamos durante el trayecto. El protagonismo lo tenían el sonido nítido del viento al balancear las ramas, las hojas de los árboles y el sol que las iluminaba de un modo más brillante y llamativo que otras veces. Finalmente alguien intervino el silencio y de a poco pudimos compartirnos aquellos instantes, momentos, sonidos, aromas, objetos curiosos, conversaciones de vecinas, sensaciones, imágenes, características de las casas, que pudimos observar y escuchar y despertaron nuestro interés durante la deriva. También coincidimos en que nuestro andar llamó la atención, pudimos sentir las miradas que hacían foco en nuestro estar en el lugar. 

A modo de cierre, antes de dispersarnos, señalamos como notorio lo que quedó: un estado meditativo, los sentidos sensibilizados. Cuerpos permeables al acontecer de su alrededor. Circulaban sonrisas, agradecimiento y una sensación placentera de bienestar.  

.

.

* Esta propuesta surge como un eco de la práctica Coreografías de la ciudad, que realicé en febrero de 2021 durante la 9° edición del Festival Danzafuera, en La Plata. La actividad consistió en una caminata grupal por la ciudad, conducida por un audioguía que nos llevaba a puntos clave del recorrido. La acción me dejó muy movilizada; sentí que tenía mucha potencia para realizar algo similar acá, a nivel local. Con esa inquietud, compartí la idea con Leylén, quien me contactó con Ariel. Ambos habían participado en experiencias similares, y juntos nos embarcamos en esta propuesta. Cada paso del proceso enriqueció la idea inicial, nutriéndola con las miradas y aportes de mis colegas. Así, de a poco, fuimos dando forma a T r a y e c t o i n ú t i l

Esta es la primera acción del Colectivo A la Deriva y el inicio de futuras exploraciones. Lo que resonó en esta experiencia superó nuestras expectativas, y seguimos pensando en cómo replicar y expandir estas prácticas en nuevos contextos. 

.

Ornella Scarponi @ornellascarponi

.

TRAYECTO INÚTIL

"
"

Señoras y señores, esto es BOCART

Cuando el mundo del arte y el mundo futbolero se cruzan pasan cosas increíbles. La originalidad y la reinvención de un clásico del arte, sumado al folklore y la cultura popular que genera el fútbol, nos permiten fantasear con un idilio.

Recuerdo perfectamente que la primera vez que me topé con Bocart flasheé en colores: ¿qué es esto? esta gente está completamente loca!

Se lo compartí a mis hermanos, luego a mis amigas y amigos bosteros, después a personas vinculadas al arte clásico, luego a artistas visuales, a diseñadoras gráficas y la reacción era similar: ¡esto es una locura hermosa!

En ese guiño intertextual, donde las obras dialogan una con la otra, donde se concentran diversas tradiciones, culturales y populares, Bruno nos cuenta cómo lo logró.

.

.

.

¿Cómo nace la idea BOCART? 

El nombre es muy simple de develar Boca + Arte = Bocart. La idea nace como un chiste. Recuerdo que quería encontrar una imagen que sintetice el poder del club más grande de la Argentina, el club ante el que todos se rinden. Ahí me crucé con el cuadro de Raffaello Sanzio, La Transfiguración. Esa obra es acerca de la aparición de Cristo. La composición es muy potente y dramática. La figura divina arriba y el resto abajo. En el lugar de Jesús puse el escudo del Club Atlético Boca Juniors. La gente reaccionó de manera muy positiva y ahí me di cuenta que eso podía expandirse a miles de obras con diferentes significados. 

.

¿Cómo elegís los cuadros que vas a intervenir? 

La elección depende mucho de tres cosas: la calidad de la imagen, el significado de la obra y qué elementos se le pueden agregar para que tenga elementos relacionados al club.

.

¿De dónde partís? ¿Del resultado del partido? ¿Del cuadro?

Es un poco de las dos cosas. Me gusta estar viendo cuadros todo el tiempo y guardarme los que me llaman más la atención. Después siempre me gusta atarlos al resultado de un partido o algún evento que sea relevante. A veces tengo suerte que coincide. Algunas veces dejo algunos preparados. Depende de la situación del momento.

.

¿Cómo bocetás? ¿Trabajás partes en papel o solo digital? 

Todo es digital. Generalmente hago las pruebas muy por encima para ver los colores y otras cosas y después en lo que más se va el tiempo es en los detalles.

.

¿Con qué programas de diseño trabajás? 

95% Photoshop.

.

¿Cuánto tiempo te lleva hacer un Bocart? ¿Y los detalles minúsculos?

Depende mucho de la obra y de la cantidad de detalle que tenga. Diría que en promedio una semana. Si encuentro la imagen en buena definición ahí me puedo divertir más con los detalles. Muchas veces posteo los detalles en forma de Zoom porque sino pasan de largo.

.

¿Qué tira más, la pasión deportiva o la pasión artística? 

¡La deportiva sin dudas!

.

.

¿Preferís ver jugar a Boca que desplegar tu arte? 

Me gusta más ver un partido que pasar horas retocando un cuadro. Sin embargo, me da un inmenso placer ponerme a hacer un Bocart cuando el equipo ganó. Es algo que hago con mucha alegría.

.

¿Tenés relación con el club? 

Toda mi familia  y yo obviamente somos hinchas de Boca pero no tengo vínculo con el club. Soy solo un hincha más. 

.

¿Sabés si algún otra/o artista realiza estas obras en otro lado del mundo?

Vi algunas cosas similares en algunas páginas como Bleacher Report de Inglaterra. Pero fue por una ocasión especial del Fútbol + Arte.

.

¿Vendés tus obras? 

No. Es algo que le debo a las personas que me escriben. Espero poder vender pósters pronto. La mayoría de las personas bajan de internet las imágenes y las imprimen en láminas, tazas, remeras, etc.

.

¿Hasta dónde soñás que puede llegar un Bocart?

Mi sueño máximo es que algún día haya un Bocart en algún lugar de la Bombonera. Ya sea colgado en algún lado o en forma de bandera. 

.

.

Así cerraba la entrevista con Bruno mientras pensaba que sin dudas sucederá. Imagino no sólo sus intervenciones xeneizes en la bombonera sino también en todos los puestos de venta de la Boca y mucho más allá también. Esto de la industria cultural, la reproducción de obra que puede llegar a muchos hogares en cualquier lugar del mundo. 

La intertextualidad en Bocart nos sirve para reflexionar sobre la cultura y el arte y su relación con la sociedad. Nos interpela a pensar sobre los límites de una obra, la reacción de los diferentes y diversos públicos, también el lugar que ocupa el arte en el mercado, el arte como medio de comunicación masivo, su perdurabilidad y trascendencia en el tiempo, y así podríamos seguir de manera infinita. 

Por último, lo que genera el fútbol en los argentinos, esa pasión que no se puede comparar con absolutamente nada. Los detalles mínimos e imperceptibles de una cara ante un gol o una derrota, los gestos, las miradas, la complicidad. Esas sensaciones las logra captar Bruno de Bocart a través de obras de arte clásicas de todos los tiempos que nos llegan hasta los huesos.  

La obra de Bruno es un grito de GOOOOOL!!!!!

.

Bruno es un publicista que trabaja como Director Creativo en Los Ángeles, Estados Unidos.
En su carrera tuvo la oportunidad de trabajar en muchos comerciales relacionados con el fútbol.
Desde su cuenta de Twitter comenzó a hacer intervenciones artísticas de obras de arte famosas
y el fenómeno se volvió viral. Los trabajos se pueden ver en @estoesbocart en Instagram.

La pasión de la cancha en el arte

"
"

18 Crónicas Patagónicas, la primera antología que publica la FPP, reúne los mejores textos que participaron del Concurso entre 2019 y 2021. En sus páginas, las y los cronistas del sur, narran esta región inconmensurable para definir una nueva cartografía en la que a pesar de las distancias, dejamos de sentirnos lejos.

Una línea azul conecta la casa de Camila Vautier con la mía: desde El Hoyo, Chubut, hasta General San Martín, La Pampa. Son 1.128 kilómetros según Google Maps. Camila dice por teléfono que acaba de dormir a su niño, ahora sí puede hablar más tranquila. La imagino mirando a través de una ventana, observando un paisaje blanco y montañoso, tan distinto al que ven mis ojos ahora. Camila tenía cinco años cuando llegó a la Comarca Andina. Sus padres dejaron Buenos Aires y compraron una cabaña en el bosque donde exprimió las horas de luz que le daban los paneles solares para leer todo lo que encontraba a su paso. Estudió Periodismo en La Plata y después regresó a la montaña, al frío en la cara. Hoy tiene 27 años, trabaja en el área de Comunicación del municipio, y le gusta, tanto como a mí, escribir crónicas.

¿Sólo la ruta nos conecta?

Emilio Risoli termina de pintar una pared en Viedma, Río Negro, a 961 kilómetros de Camila, y vuelve a lo suyo: ese universo hecho de palabras que descubrió cuando lo mandaban a dormir la siesta y él se metía en la cama con alguna novela que sacaba de la biblioteca de su madre. Pronto supo que quería escribir como Verne, como Salgari. En la secundaria tuvo un profesor de literatura que era periodista y el círculo se cerró. Al terminar el secundario estudió unos años en TEA, viajó al exterior, después volvió a Viedma y empezó a trabajar en el Diario Al Día. Hoy tiene 45 años y es responsable de prensa de la Defensoría del Pueblo.

En extensión, la Patagonia argentina representa casi un tercio del territorio del país, todo parece quedar lejos.

Para el examen de inglés, Sara debía escribir una carta. Estaba en tercer año del secundario. Su relato epistolar comenzó así: “It’s four in the morning, the end of december, i’m writing you now just to see if you’re better. Caleta Olivia is cold, but I like where I’m living”. Esas líneas no eran de ella sino del poeta Leonard Cohen, el comienzo de la canción Famous Blue Raincot -aunque la letra original menciona Nueva York, no Caleta Olivia. Sara aprobó, pero aprendió otra cosa: el arte nos expande. Sintió más ganas de leer que nunca y supo que de ahí en adelante ella escribiría sus propias historias. Vive a 1.642 kilómetros de Emilio, en Río Gallegos, Santa Cruz, tiene 40 años, hace dieciocho que es periodista, trabaja en Diario Austral.

Esta es la región más despoblada del país: unos 2.3 millones de habitantes, de los 47 mil millones que somos de acuerdo al último censo.

Cuando Bruno Oliva era un niño podía escuchar el sonido que hacía una chapa al volarse por el viento. Ahora eso no existe en Neuquén, la ciudad que más ha crecido a nivel demográfico en las últimas décadas. A Bruno y a Sara los separan 1.878 kilómetros. Bruno tiene 36 años, es DJ, consultor de ventas para empresas, y hace unos años una crisis existencial lo reconectó con una práctica que había puesto en pausa: la de la escritura.

Y sin embargo esa distancia que se mide con precisión, se acorta cuando nos sentimos menos solos.

A 2450 kilómetros de Neuquén, Alicia Lazzaroni fantasea con una vida nómade. Tiene 68 años, vive en Ushuaia, Tierra del Fuego, y el año pasado recorrió durante semanas la Patagonia, inspirada en el libro de viajes de Cortázar: Los Autonautas de la Cosmopista. Sintió que se aburría, que no encontraba historias nuevas para contar en su ciudad y convirtió su auto en un motor home y subió a la ruta. No es casualidad, siempre le encantó leer y escribir y ese espíritu curioso que aún moviliza su vida también la llevó a buscar caminos nuevos para contar. Así, hace apenas algunos años, comenzó a narrar en clave de no ficción.

La Fundación de Periodismo Patagónico nació en 2019 sin imaginar que podía armar su propio mapa, conectar a tantos y tantas cronistas.

Martín Loinhaz se mudó en 2005 a Bariloche. La nueva vida, además del impacto ante la belleza del Lago Gutiérrez, le trajo otra sorpresa: el diagnóstico de insuficiencia renal. Cuando inició la diálisis exprimió el tiempo de tratamiento para investigar su patología. Sintió que le faltaban herramientas, que le costaba interpretar algunos textos y decidió estudiar una carrera universitaria. Se anotó en Antropología y empezó a interesarse por la rama de su profesión vinculada a la salud y a trabajar en la escritura de ensayos y ponencias. Pero al leerse reconocía que aún faltaba algo, era mucha teoría, él quería transmitir más. Durante la pandemia dio otro paso, se animó a hacer un taller de escritura creativa primero, después descubrió la crónica.

.

.

Necesito recorrer 992 kilómetros para unir Bariloche, la ciudad de Martín, con el pueblo donde vivo. ¿Quién dice cuánta distancia es mucha distancia?

Hice ese trayecto en colectivo a fines de 2019, cuando fui finalista de la primera edición del Concurso Crónica Patagónica y me invitaron a la premiación. Si lo pienso ahora, casi cuatro años después, me parece una vuelta a la manzana en relación a lo que ha crecido la Fundación de Periodismo Patagónico, al hecho de que me acerqué a este espacio con el deseo de contar una historia y hoy me encuentro siendo parte como editora de En Estos Días.

Camila, Emilio, Sara, Bruno, Alicia y Martín también participaron del concurso entre 2019 y 2021. Nuestros textos forman parte de 18 Crónicas Patagónicas, la primera antología de la Fundación.

Las otras historias del libro fueron escritas por Migue Roth de Santa Teresa, La Pampa; Emiliana Cortona, de Neuquén; Vanina Strobl de Esquel y Beatriz Muglia de Puerto Madryn, Chubut; Ludmila Cabana Crozza y Jonathan Paineman de General Roca; Pablo Pezzoni, Ariel D Adler y Roberto Díaz de San Carlos de Bariloche, Río Negro. A las que se suman dos crónicas de yapa, una de María Eugenia de Cicco y otra de Santiago Rey.

El libro es un sueño que se hizo realidad gracias al apoyo de la Editorial de la Municipalidad de Viedma y la Fundación Friedrich Ebert. Narrado desde adentro, es capaz de atravesar la geografía de las seis provincias del sur, de ir más allá del sonido del viento y la prepotencia del paisaje para encontrar nuevas voces, otras miradas. Santiago Rey, presidente de la Fundación, dice que “sensibilidad, capacidad narrativa e investigación, recorren las páginas de 18 Crónicas Patagónicas y anidan en historias de mujeres que se sumergen en el Canal del Beagle; de asistentes sociales que recorren parajes inhóspitos; de mujeres militantes por partos humanizados; de pueblos que depositaron toda su esperanza en un político; de mujeres trans sorprendidas por haber llegado a viejas; de ceremonias mapuches que ni la pandemia de Covid pudo frenar”.

En el recuento de temas que serpentean la edición, Rey menciona también relatos “de la soledad y el esfuerzo en una carrera de alta montaña; de la espera y el renacer de un trasplantado; de una mujer que desafía prejuicios en el interior de una mina; de movimientos globales contrapublicitarios que se piensan desde la soledad de un bosque; de la poesía que nace desde lo que se estigmatiza como “locura”; de la lucha de inquilinas descartadas por el mercado inmobiliario; de la contaminación de un río que fue vida; de los pesares y alegrías de una dieta de moda; de las manos curtidas de una pulpera; de los sabores que evocan abuelas; de la búsqueda de los orígenes de decenas de bebés secuestrados y secuestradas; y hasta de lo que de poeta soñador le queda a un presidente latinoamericano”.

Hojear 18 Crónicas Patagónicas en papel o en formato digital es una experiencia que emociona. No sólo porque la lectura nos demuestra cómo este lugar vasto, inconmensurable, desafiante, puede comprimirse en 168 páginas, sino porque las y los cronistas del sur –los que forman parte del libro, los que se van sumando a esta red, los que aún están por venir– nos sentimos cerca, abrazados por los límites de la región y amparados en un proyecto que sin borrar las distancias, no nos deja caer del mapa.

.

La publicación se puede leer on line o comprar, siguiendo este enlace: https://www.periodismopatagonico.org/libro-18-cronicas-patagonicas. El libro ya se presentó en San Carlos de Bariloche, en Viedma y en Ushuaia, y la idea es que siga recorriendo las ciudades de nuestras provincias del sur. Esta reseña fue publicada en https://www.enestosdias.com.ar/

Ángeles Alemandi / @angelesalemandi / Periodista, escritora y editora del medio digital.

.

Un libro de crónicas, un mapa propio

"
"

Aguada Primavera trae de la mano 

al pequeño hombrecito 

que cierra los ojos del papel 

será porque llueve a mares 

o porque una ratonerita se refugia 

en el templo de lavandas 

Será porque no quiero espantar el llamado del monte 

Vuelve siempre del monte 

yo te pedía el silencio, Luciano 

por el concierto infinito de la tarde en llamas 

el rumor de las alas, los llamados, 

las brasitas ya perdidas 

o los pechos colorados 

yo te pedía el silencio, también, porque estaba cansada 

Lo sé ahora que es septiembre

y Aguada Primavera te trae de su mano 

y no quiero espantar los silbidos del monte 

pequeño hombrecito, Luciano 

Van para vos estos conciertos de calandria en lluvia 

la brasita perdida, la tijereta que pelea con el tero en el alambre 

esos sonidos son todos tuyos 

ahora que otras películas van y vienen por tus ojos 

hay un baile de plumas 

tantos rastros que se van cruzando 

y yo tan de lluvia

Tan de lluvia que una ratonerita honra mi patio y lo hace monte

tan de lluvia, tan sabiendo que te elegí pájaro, hijo, 

caballo desbocado, desde antes 

para vos son estos solos de guitarra 

para vos el monte los derrama en luz

en sangre tibia

en papel nido 

desde siempre 

torcacita

María Inés Cantera

Licenciada y Profesora en Letras, poeta. Nació en Carmen de Patagones, provincia de Buenos Aires, lugar donde reside. 

Aguada primavera

"
"

.

El lugar es poco conocido, muchas personas dicen saber dónde queda pero pocas son capaces de explicar cómo llegar y casi ninguna de ir hacia allí. Se lo llama Bajo Negro o Bajo de las Ánimas. Se dice que sus tierras están muertas y no crecen las plantas y que la energía que las caracteriza es especialmente óptima para prácticas rituales esotéricas.

Ese lugar ha sido objeto de disputa territorial, entre las comunidades originarias y el Estado nacional a finales del siglo XIX cuando éste último se proponía conquistar, a través de prácticas genocidas, un territorio que no estaba desierto. Hoy, ese mismo lugar es objeto de una batalla, ya no a través de las armas, sino del significado, del lenguaje y de las creencias. 

Cuando era chico, no me parecía extraño que en algunas ocasiones nos divirtiera ir a jugar a la escondida al cementerio de noche, intentar encontrar el Bajo Negro en repetidas ocasiones, descubrir trabajitos en las puertas de las casas o escuchar la historia de la chica que se aparecía en la ruta en medio de la oscuridad. Todo siempre relativamente oculto, subterráneo, clandestino, anónimo.

Por esos años comenzaba a entender que al pueblo se lo nombró Cinco Saltos, pero tuvo otros nombres, aunque uno corre paralelo al oficial: Colonia La Picasa. Su origen se relaciona con la leyenda oral que sostiene que había una yegua baguala que habitaba estas tierras cuando los primeros pobladores blancos comenzaron a llegar, a finales del siglo XIX y principios del XX. Negra con manchas blancas –picaza-, era la líder de una tropilla de caballos salvajes, dicen que indomables, algo rebeldes y huidizos. 

Para esa época en la Patagonia los caballos se hacían salvajes en la medida en la que pudieran aprovechar las peleas o distracciones de los hombres. Así, las guerras de conquista y colonización que el Ejército Nacional efectuó contra los pobladores originarios de estas tierras y todo lo que eso movilizó: escaramuzas, malones, por solo nombrar algunos de tantos ataques de terratenientes blancos sobre la población indígena, eran motivos de escape para yeguas y caballos que continuaban sus vidas en las llanuras, estepas y valles patagónicos.

.

.

En el Bajo Negro pasó algo comprobable. Dadas las condiciones geográficas del terreno, un grupo de hombres al mando de Sayhueque emboscó a una tropa pequeña del Ejército Nacional, que cayó en ese lugar fines del siglo XIX. Cuenta la leyenda que esos muertos no tuvieron cristiana sepultura, razón por la cual sus ánimas están vagando en esa zona –Bajo de las Ánimas-. Este hecho lo convirtió en un lugar con la espiritualidad necesaria para la práctica de ritos y para intentar vínculos con quienes fallecieron a través de las almas de los soldados muertos.

De ese enfrentamiento pudo haberse escapado La Picasa, producto de los ruidos de los trabucos, la sangre y las corridas de la escaramuza. Ese podría ser el origen del mito de la yegua, rebelde e indomable, parada en dos patas, incontrolable, brava.

En mi adolescencia me enteré sobre el Bajo Negro, los rituales, el hallazgo por esos años de una niña momificada encontrada en el cementerio y el abandono de la fábrica Indupa, que dejó un edificio enorme apto para las prácticas esotéricas y unas tierras muy contaminadas. Así, me di cuenta que estos eventos no sucedían en todos los pueblos que rodean a Cinco Saltos.

Con mis amigos intentamos ir al Bajo Negro muchas veces, no sé si lo logramos, pero siempre nos interesó indagar sobre el origen del pueblo, buscar conexiones con las prácticas y creencias populares, ir tras el rastro de la yegua salvaje e intentar decodificar esas historias.

En esas búsquedas hallamos –ya siendo un adulto y miembro del museo local- que en una crónica de 1970 sobre el origen de Cinco Saltos, se cuenta que, antes de La Picasa, este lugar era conocido como el País del Diablo. Otra leyenda dice que la zona no estaba habitada por pueblos originarios porque según ellos, aquí ocurrían desgracias. La expansión de estas creencias encuentra su correlato en los videos y páginas que, en la actualidad, citan a Cinco Saltos como uno de los lugares más embrujados del mundo. Incluso en Wikipedia aparece como parte de un supuesto e incomprobable ranking mundial en el puesto 5.

Lo cierto es que estas creencias existen. El rito, el trabajito, el Bajo Negro y quienes se involucran en las prácticas rituales son generalmente sectores populares que la mayoría de las veces dirigen su atención a cuestiones vinculadas con el amor o el dinero. Amarres de magia negra y blanca, rituales, flores envueltas en determinadas plantas, pintadas en piedras, búsquedas por recuperar un amor, por conseguir trabajo, por recibir dinero o para romper una relación, son las razones más comunes de los ritos. La necesidad imperiosa de creer en algo para subsistir. 

Generalmente quienes los practican reciben críticas de toda índole entre las que vibra un tono clasista y católico. Incluso, hablan de limpiar el pueblo de esas voces que sólo conocen a Cinco Saltos por su esoterismo, una suerte de intento por eliminar las prácticas populares o por lo menos de silenciarlas, como Washington Otis en El Fantasma de Canterville queriendo limpiar las manchas de sangre con el limpiador incomparable campeón y el detergente Paragón. Este tema en Cinco Saltos plantea una dicotomía social muy clara. Por un lado, tenemos las clases sociales más acomodadas, cristianas y conservadoras. En frente las populares, que cuentan con un abanico más amplio de creencias entre las que se cuenta la convicción en la efectividad de los ritos esotéricos. Ritos que, por momentos, ocupan el lugar que algunas de nuestras constituciones y Estados a veces han llamado derechos cuando se involucran ritos por cuestiones económicas.

La creencia popular en el rito es esencialmente anónima, colectiva y, en estos casos, impalpable por necesidad. Su disimulo es su esencia porque de nada serviría que pueda ser practicada por cualquiera, como tampoco que pudiéramos precisar el lugar exacto donde está el Bajo Negro y descifrar sus enigmas.Lo que sí es observable es que hay una disputa de sentidos alrededor de esos rituales, como lo hubo alrededor del Bajo Negro y las tierras patagónicas en el enfrentamiento con el Estado Nacional: hay una relación de poder. Y, si bien es cierto que la brujería permanece asediada por el lenguaje oficial y clasista que la denigra, la intenta silenciar y la considera una mancha para el pueblo y sus Primeros Pobladores, oculto entre quienes habitamos este pedacito de Patagonia, sabemos que un fantasma recorre nuestras casas. Es el fantasma de los espíritus, de las brujas de Cinco Saltos que se manifiestan todos los días y quienes alguna vez estuvieron por aquí, saben que las hay, las hay. Es cuestión de creer o reventar.

.

.

¿Qué es un fantasma? Un hombre que se ha desvanecido
hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia,
por cambio de costumbres.

James joyce

. . .

Guido Riccono/ IG. @ricconoguido

Profesor de Historia y Doctor en Educación por la Universidad de Buenos Aires. Investigador de Conicet. Docente universitario y Coordinador de la Licenciatura en Enseñanza Universitaria de las Artes, en IUPA.  Dirigió algunos años el Museo de la localidad de Cinco Saltos.

. . .

Cinco Saltos: creer o reventar

"
"

.

Reconozco en la obra de Valeria un valor singular, que es el de permitirme volver a pensar en una disciplina tan noble desde perspectivas descentradas, habilitando otros modos de ser del dibujo, que lo emancipan de los roles minorizados a los que ha sido relegado durante siglos de historia del arte occidental.

.

¡Podés escuchar la nota acá!

.

© Valeria Conte Mac Donell – Conquista de lo inútil (2011) Foto: Santiago Gaudio

.

Desde que estudié artes plásticas en el INSA -hoy IUPA-, encontré placer en todas las disciplinas que formaron parte de mi carrera. Esto, hizo difícil elegir una cuando llegó el momento de hacerlo; podría haber elegido cualquiera, y finalmente, hice escultura. Sin embargo, una que no estaba en el menú es la que siempre disfruté más: el dibujo. Esto, que en ese momento no estaba muy claro, fue marcando un rumbo en mi carrera con emergencias y descubrimientos que hoy veo como episodios que trazaron un recorrido.

El dibujo tenía esa particularidad de no ser una disciplina elegible, pero aun así, era considerada muy importante en el decir de les docentes, y algo que se hacía explícito en el plan de estudios; de hecho, tuvimos dibujo en todos los años de nuestro cursado. Algunos conflictos en torno a la disciplina estaban siempre flotando. Por ejemplo, la pregunta por los límites: ¿cuándo un dibujo deja de serlo y pasa a ser otra cosa? Una pintura, por ejemplo.

Este interés me llevó a sostener el dibujo como una práctica que nunca abandoné, al menos en mi quehacer cotidiano, donde se ha constituido como una forma de pensamiento en acto. También, el mismo interés me ha hecho leer e investigar sobre dibujo y seguir preguntándome sobre sus límites, su definición, su especificidad, e indagar sobre todo en las causas de su emergencia: ¿por qué desde hace unas décadas ha dejado de ser un medio para proyectar y bocetar para, en cambio, ocupar un lugar central en el campo del arte?

En este trayecto, me encontré hace varios años con la obra de la artista Valeria Conte Mac Donell, que en su producción aborda el dibujo de modos que expanden sus límites tradicionales.

.

Valeria

.

Valeria dibuja con lápiz sobre papel, pero también dibuja en el espacio. En este caso, lo hace con filamentos, es decir, con líneas que se emancipan del plano bidimensional. Según cuenta, su forma de producir está ligada al proceso manual, su forma de pensamiento visual se produce con herramientas en las manos: En este caso, un alambre y una pinza. Lo que tradicionalmente se considera como un proceso de boceto, el dibujo en lápiz sobre papel para pensar y crear, se desplaza en esta artista al espacio tridimensional.

.

© Valeria Conte Mac Donell Foto: Santiago Gaudio

.

Las obras elaboradas por Valeria, desde esta práctica del dibujo tridimensional, no solo fueron adquiriendo dimensiones monumentales, sino que además, se exiliaron del interior de las salas de las galerías y museos para, en cambio, habitar espacios abiertos en los alrededores de San Martín de los Andes, la ciudad en la que reside desde hace años. Algunas de sus piezas resultan hoy ineludibles para entender las apuestas poéticas que enhebran su producción. Una de ellas es Conquista de lo inútil (2011), realizada en una zona rural próxima al lago Lolog, entre San Martín de los Andes y Junín de los Andes. Esta instalación es un dibujo tridimensional que la artista realizó en un terreno que había adquirido con su pareja. Según narra, la casa era un proyecto futuro que, a través de la obra, pudo ser visible y palpable cuando aún no podía concretarse. La pieza es una representación a escala real de la casa proyectada. Los materiales elegidos fueron hierros para la estructura y alambre para el tejido de las paredes. Pero esta estructura lineal adquiría una materialidad singular cuando Valeria la regaba por las noches, permitiendo cristalizar las paredes:

.

Tejo con hielo las paredes de mi casa.
La riego por las noches.
Cuando sale el sol, la veo derretirse y desaparecer.

© Valeria Conte Mac Donell – Conquista de lo inútil (2011) Foto: Santiago Gaudio

.

La casa de hielo, como se la conocía en los alrededores, era visitada durante el día, cuando el hielo aún no se había descongelado. La convocatoria para visitarla era realizada por las redes y medios de comunicación, y la premisa era llegar antes de la una del mediodía. Durante los meses que duró, la propuesta tuvo esta vida cíclica que se torna retórica, describiendo la evanescencia de un proyecto que aún permanece en estado de latencia.

.

.

El frío va a pasar, es otra intervención realizada en el mismo sitio, próximo al lago Lolog, en el invierno de 2013. Para esta época, la casa ya estaba construida y habitada por la familia de la artista, pero el frío se manifestaba implacable. En esta obra, la artista usó como soporte el terreno, blanco por la capa de nieve del invierno cordillerano. Valeria dibujó con alambres un grupo de muebles a escala real:

.

Dibujo con alambre el interior de mi casa.
Está nevando.
Aparece mi cama, la escalera, la biblioteca, la salamandra prendida, una mesa…

Estoy en casa.
Me arrimo a la estufa para calentar mis manos.
El frío va a pasar.

© Valeria Conte Mac Donell – El frío va a pasar (2013) Foto: Santiago Gaudio
© Valeria Conte Mac Donell – El frío va a pasar (2013) Foto: Santiago Gaudio

.

El dibujo aparece en esta obra sumamente etéreo. Los finos alambres contrastan como trazos sobre la nieve, delineando los esqueletos de los muebles figurados.

Por último, en la obra Que el cielo sea el fondo (2015), la artista no solo presenta un dibujo en el espacio, sino que además involucra su cuerpo en una acción performática. Dos postes de hierro tensan cables de acero que sostienen el dibujo a realizar. Valeria subía a dibujar con alambres en esta estructura, observada por el público ocasional que se acercaba al lugar.

.

© Valeria Conte Mac Donell – Que el cielo sea el fondo (2015) Foto: Santiago Gaudio

Quiero que un dibujo me soporte.
Suspendida en mi dibujo despliego líneas en el aire.

© Valeria Conte Mac Donell – Que el cielo sea el fondo (2015) Foto: Santiago Gaudio

.

El entramado de líneas se enmaraña en dibujos abstractos y móviles, sobre todo eso, mutables. El dibujo performático se despliega así como una acción, como un proceso, lo cual nos permite vincularlo con las prácticas gráficas más cotidianas, donde dibujar, borrar y volver a dibujar son acciones que se suceden de forma dinámica, dejando siempre el dibujo como un proceso abierto, inconcluso, eventual. En otras palabras, se manifiesta como un acontecimiento.

En otras producciones, la artista ha realizado intervenciones en espacios interiores, obras performáticas y otras transdisciplinares. Pero, las experiencias referidas aquí tienen en común que han sido desarrolladas en una zona periférica de la ciudad de San Martín de los Andes, alejada de los centros urbanos. Así, el público se ha visto implicado en una experiencia que requiere desplazamientos y produce situaciones de convivencia y encuentro. El dibujo aparece expandido en estas propuestas, donde los límites disciplinares resultan transgredidos.

¿Pero qué es entonces el dibujo? Esta pregunta resulta estéril en el presente, ya que los desplazamientos e hibridaciones del arte contemporáneo habilitan exploraciones productivas que no requieren encasillamientos rigurosos. Pero sí me parece interesante destacar el modo en que Valeria potencia aspectos vertebrales del dibujo: su capacidad de proyectar futuros posibles, prefigurar universos, y la posibilidad de mantener el pensamiento activo, de transformar el universo imaginable con ductilidad, habilitando así la posibilidad de pensar en el futuro como una realidad que se puede dibujar y redibujar.

.

© Valeria Conte Mac Donell – Conquista de lo inútil (2011) Foto: Santiago Gaudio

.

Datos de las obras

  • Conquista de lo Inútil

​5000 mts de tanza transparente tejida en vertical sobre hierros de construcción. Regada y congelada.
Lugar de emplazamiento: Terreno familiar de 2500 mts.

Villa Quilquihe, Neuquén, Argentina.
Invierno del 2011.

​Crédito fotográfico: Santiago Gaudio.
Producción: Tomás Campbell.

_____

  • Que el cielo sea el fondo

Dibujo-acción. 
60 kg de alambrón.
100 kg de alambre de atar.
8 mts de altura. 25 mts de largo. 4 mts de profundidad.

Villa Quilquihue, Lago Lolog. Junín de Los Andes.
Asistente de producción: Tomás Campbell y Yago Gazali.
Asistente en ideas: Caco Fernández.
Colaboradores: Marta Caorsi, Clint Rickards, Wolf Herold.

_____

  • El frío va a pasar

Intervención de alambre y tanza.

80 mts cuadrados. 

Villa Quilquihue, Lago Lolog, Junín de los Andes. Neuquén.
Invierno 2013.

Crédito audiovisual: Paola Sferco y Santiago Gaudio.
Asistente de producción: Tomás Campbell, Horacio Occhi y Mauro Rojas.

.

Página de la artista, Valeria Conte Mac Donell: www.valiconte.com

Las opiniones y comentarios desarrollados en esta publicación responden a la subjetividad de lxs autorxs que participan.

La línea emancipada: sobre la expansión del dibujo en la obra de Valeria Conte Mac Donell

"
"

¡Podés escuchar la nota acá!

.

A un año y medio de estar en proceso de investigación en el equipo Arte, naturaleza y paisaje: prácticas artísticas contemporáneas en territorio rionegrino, un espacio donde conjugan diferentes disciplinas artísticas, empezamos a pensar de qué manera podíamos vincularnos atravesando una pandemia. Esto derivó en tener que reformularse o quizás re-inventarse en la adversidad, lo cual operó como motor para pensar cuál era el espacio que podíamos crear para llevar adelante nuestro proceso de investigación.

Esa transformación acelerada del paisaje provoca cierto sentimiento de pérdida y desconcierto. Esto se debe a que vamos descubriendo la existencia de leyes y patrones de ocupación que transforman ese territorio que habitamos.

Así nos reunimos nosotras en aquel momento en el ámbito de la investigación donde reflexionamos juntas, con intereses e inquietudes similares, con más preguntas que respuestas y con vivencias para compartir.

Ambas procedentes del campo del arte, nos posicionamos frente a temáticas y problemáticas que nos intranquilizan y que forman parte del territorio que habitamos, aquel espacio geográfico en el que tanto una como la otra, de distintas maneras, echamos raíces y construimos la vida. Pero el territorio al cual hacemos referencia en este escrito no es solo el suelo, lo estrictamente geográfico anclado a una lógica de la ciencia moderna. El territorio es memoria, es archivo, es identidad y hablamos desde este territorio vivido, desde la experiencia misma de habitar el territorio norpatagónico y ser parte del entramado de sentidos que le han dado forma.

.

.

En ese habitar el espacio, es donde nos situamos para dialogar, es decir, se trata de una reflexión geosituada, un pensamiento cartografiado. En este sentido, consideramos que pensar en una sola manera de abordar ciertos temas es complejo. Creemos que si hay algo que nos amalgama es el advertir desde qué lugar nos sentimos más cómodas para encontrarnos creando y de esta manera afrontar la escritura de un modo fluido a través del intercambio de información. Hablar mucho y sobre el diálogo montar los conceptos en imágenes, al tiempo que habitar los procesos artísticos desde una resignificación contemporánea que implique territorializar nuestras experiencias. Nuestra búsqueda entonces, no es lineal y acabada, se transforma en un laboratorio de ideas constante, que por momentos decanta en pensar escenarios de micro ensayos audiovisuales y por otros reposa a la espera de nuevos procesos creativos.

Articulamos lo escritural, lo visual y lo audiovisual como algo vivo que habilita cruces a partir de los cuales tejer cartografías identitarias y reflexivas.

El arte contemporáneo permite ciertas licencias y es un campo propicio para dejar preguntas más que certezas, peculiaridad propia de nuestros tiempos, sin dejar nada establecido, sino invitar a abrir nuevos interrogantes que nos hagan pensar/actuar. A partir de la década del ´60, muchos pensadores como Andreas Huyssen plantean un cambio radical de paradigma que termina de desmoronar los cimientos del arte moderno. El campo del arte se descentraliza y las temáticas se multiplican en relación a las múltiples geografías y subjetividades que en su emergencia comienzan a ser visibilizadas.

¿No es acaso el momento de pensarnos heterogéneas y correrse de los lugares esencialistas para pensar el espacio que habitamos?

.

.

– ¿Por qué nos hacemos preguntas? → nuestra forma de investigar: borradores como insumo.

Tal como mencionamos más arriba, el campo del arte contemporáneo habilita a nuevas y otras formas de llevar a cabo la investigación. Cuando hablamos de investigación en el arte nos encontramos frente a una problemática, ya que por lo general se espera poder llenar ítems, hablar de objetivos, resultados obtenidos, es decir todo aquello que responde a un modo protocolizado en formalidades que resulta conflictivo llevar al arte. Se intenta replicar una metodología propia de las ciencias duras que nos ponen frente a un tipo de conocimiento pensado en bloque, a un tipo de exigencia metodológica que resulta problemática para las prácticas artísticas. En el arte hay un elemento manifiesto que es lo corpo-vivencial y el involucramiento con lo simbólico, entonces estas exigencias formales resultan forzadas. En este sentido, no tiramos por la borda la metodología, sino que lo que planteamos en ciertas ocasiones es permitirnos esos corrimientos.

De esta manera, en el trayecto mismo esas preguntas a veces sin respuesta con las que nos encontramos son el eje de la investigación. A su vez, la operación misma de cuestionarnos constantemente, en torno a una temática, pero también en relación a nuestras propias prácticas, nos introducen al juego de pensar, habilitar y habitar las contradicciones. Estas preguntas tienen como objetivo interpelar(nos) y abrir al debate con un otre como interlocutor, no como un mero espectador.

.

– Los videos. Escenarios posibles como una derivación del cuestionamiento. El descarte que nos sirve.

En esta línea los videos surgen como una posibilidad más que como una finalidad, advertimos que en los borradores de los escritos que comenzamos a desarrollar habían preguntas y tópicos a abordar que estaban en proceso o que simplemente tenían la función de ayuda memoria. Esto nos pareció interesante como recurso, es decir aquello que posteriormente, al finalizar un escrito, se descarta, a nosotras nos pareció válido retomarlos como estrategia y como producto mismo. A partir de esto, surgió la posibilidad de construir nuestra propia manera de trabajar, donde las anotaciones y el descarte de esos escritos son la materia prima para la posibilidad de crear y poner en imagen y sonido nuestro proceso de investigación.

.

.

Los videos que nos encontramos creando funcionan de alguna manera como una bitácora audiovisual donde no se trata de un producto acabado, sino que los utilizamos como un diario personal colaborativo donde podemos dejar reposar nuestras incertidumbres para retomarlas y hacerlas parte del proceso de investigación que abordamos escrituralmente.  De esta manera la indagación se apoya en un cine de la posibilidad de que quien mira complete, como un audiovisual de la potencia que discute de alguna forma las relaciones de poder.

Si hay algo que procuran tener nuestros vídeos-ensayo, es una conversación previa con escritos, ideas y reflexiones que hacemos en crudo, y entre charlas hay algo que va y que viene donde el relato y nuestra voz narradora modifica la manera de mirar esas imágenes.

Las preguntas que nos hacemos parten de la construcción de la idea del desierto, de cómo interpretamos la estepa y qué nos pasa con eso. Aparece un relato sobre cómo podemos construir, mirar y derrumbar imaginarios, teniendo presentes todas las convenciones que nos atraviesan territorializando esa experiencia.

Por otro lado, investigar invita a reflexionar sobre la propia disciplina, hay una serie de decisiones éticas que se toman al momento de pensar una puesta y plantar una cámara. Es entonces cuando pensamos en establecer el lugar de la mirada, y en este sentido es fundamental transparentar que somos nosotras mirando esas imágenes contando desde una visión de la historia que buscamos desarmar pero que a la vez se re-arma desde de esos relatos fragmentados, atravesados y desde una resignificación contemporánea de cómo interpretamos el territorio. Trabajamos en parte sobre algo que varies venimos hablando, algo que se intentó mantener en silencio, y que colectivamente necesitamos desempolvarlo. Nos preguntamos entonces por qué nos encontramos hoy reflexionando sobre lo mismo. Sin ánimos de dar una respuesta cerrada, consideramos que estamos frente a una problemática socio-histórica, que data de finales del siglo XIX, momento en el cual, bajo el lema de progreso y desarrollo, con Julio Argentino Roca a la cabeza, se produce el exterminio de poblaciones originarias con la finalidad de expandir las fronteras territoriales de un Estado Nación incipiente. Las secuelas siguen vigentes en nuestros días, bajo otras modalidades de apropiación del territorio que responden a estrategias moderno-coloniales. Por caso, la militarización del territorio en la meseta neuquina para posibilitar el ingreso de las empresas multinacionales para la explotación hidrocarburífera y con ello generar la diáspora de comunidades indígenas y campesinas. Son estas heridas abiertas las que nos convocan a reflexionar sobre estas temáticas, a mirar(nos) en y a nuestro territorio.

.

.

En relación a los videos, en uno de ellos el interés está puesto en una serie del artista regional Mauro Rosas. En Territorio violento el artista suple el pincel por un sello que tiene la forma de un fusil Remington, estrategia que claramente refiere al genocidio de la población originaria. El relato que acompaña el proceso de producción del artista, da cuenta de su propuesta estética, política y poética en la cual se recupera el paisaje de la estepa patagónica, de la meseta y del valle, reproduciendo fotografías tomadas a finales del siglo XIX y principios del XX, momento en el cual se produce una transformación del paisaje, a partir de su inclusión en los regímenes de producción y explotación globales.

En esta producción artística entonces, se retoman aquellas imágenes fotográficas que construyeron y ficcionalizaron el territorio considerado como un espacio a ser ocupado y transformado. Mediante su propuesta gráfica/artística las reactualiza poniendo en tensión el discurso que en ellas se sostiene y legítima.

.

.

En esta línea y bajo la pregunta ¿en qué pensamos cuando hablamos de la Patagonia? ¿Y particularmente cuando hablamos de Río Negro? surge Territorio cartografiado en el cual el relato es el que guía la imagen y esa imagen se sostiene en la autarquía que refiere a un método técnico, donde todo se relata en un plano, propio del cine de los inicios, aquel denominado pre-cine o cine primitivo de fines del siglo XIX y principios del XX. Se construye una puesta en escena en función del plano.

Situamos el paisaje y la cartografía como eje central y factor de ordenación territorial, donde en un lienzo sostenido por una estructura frágil de fibra de carbono y atada con alambre aparece dibujada la República Argentina, en la cual se resalta la provincia de Río Negro. En su interior encontramos distintos conceptos de ordenamiento que parecerían construir cierta identidad y patrimonio colectivo territorial. Nos preguntamos entonces ¿A partir de qué cosas o ideas se re-conoce a la provincia? y entre conversaciones y experiencias pensamos en aquellas características mediante las cuales, desde una mirada enajenada y externa, se la identifica. Por ejemplo, ideas tales como peras, manzanas, sky, nieve, truchas, chocolate, frambuesas, y demás peculiaridades que de alguna manera exotizan y estereotipan el paisaje, ocultando las historias y relatos que lo construyen. “Y en esta línea, los paisajes culturales, la identidad y el patrimonio en la ordenación territorial pueden jugar un papel relevante, porque constituyen la expresión de la memoria, de la identidad de una región” (González y Bel; 2009: pp. 23).

.

.

El proceso va por dentro: reflexiones que nos quedan.

Podríamos terminar este escrito compartiendo algunas preguntas que a nosotras nos interpelan y nos trajeron a estar acá escribiendo juntas. ¿Qué imágenes y discursos construyen el territorio patagónico? ¿Cómo nos vinculamos nosotras con ese territorio? ¿Cómo poder articular los diferentes modos de hacer y pensar la investigación? ¿Es necesario dar respuestas?

Cuestionarnos permite dejar abiertas las ideas, invitar al diálogo, permitirnos reflexionar y entender que a veces no hay más pretensiones que estas. Nuestra manera de pensar en torno a algo que nos inquieta se vincula con el observar y por momentos dejar eso en reposo para que de pronto encuentre su punto de ebullición. Esto es lo que nos entusiasma.

.

.

. . .

Bibliografía

  • Huyssen, A. (1986) El mapa de lo posmoderno en Después de la gran división. Modernismo, cultura de masas y posmodernismo. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora.
  • Penhos, M. (2017) Las fotografías del álbum de Encina, Moreno y Cía. (1883) y la construcción de la Patagonia como espacio geográfico y paisaje en Patrimonios Visuales Patagónicos. Territorios y sociedades. CABA: Ministerio de Cultura de la Nación.
  • Galindo González, J. y Sabaté Bel, J. (2009). El valor estructurante del patrimonio en la transformación del territorio en APUNTES, vol. 22, núm 1. Bogotá, Colombia.

. . .

* Imágenes obtenidas de: Patrimonios Visuales Patagónicos. Territorios y sociedades. CABA: Ministerio de Cultura de la Nación y la selección que acompaña el escrito fue realizada por Mariano Álvarez. 

.

Las opiniones y comentarios desarrollados en esta publicación responden a la subjetividad de lxs autorxs que participan.

Arraigadas en territorio: imaginarios en derrumbe

"
"

¡Podés escuchar la nota acá!

.

Allí, un grupo de artistas diagramaron una constelación de talleres y un circuito expositivo cautivador y singular.

Balsa Las Perlas es un pueblo de Río Negro ubicado en la margen sur del río Limay frente a Neuquén capital, a 20 kilómetros de la ciudad de Cipolletti, de la que desde 1987 depende administrativamente. Es un lugar muy particular ya que por irregularidades políticas, desidia del Estado e intereses de negocios inmobiliarios las tierras se lotearon sin ningún servicio y la gente se arregla como puede para obtener agua, calefacción y hasta hace poco, electricidad. Sin embargo, pese a todas esas dificultades, es uno de los pueblos con mayor índice de crecimiento de la provincia.

Desde este territorio en eclosión, que muchas veces llega a los medios de difusión por las carencias que aquejan a sus habitantes pero que igual genera constantemente propuestas y soluciones comunitarias a sus problemáticas, siete artistas abrieron sus casas/talleres y propusieron un circuito para visitarlos. Hoy, en exclusiva para Árida, te invitan a que los acompañes en la crónica del recorrido a través de los diferentes barrios de esa Tierra de Nadie(n).

.

Plataforma de lanzamiento

Desde la borrosa frontera entre Puente Santa Mónica y Río Sol, en el extremo oeste de Las Perlas, la casa taller del artista Gastón Pereira operó como plataforma de lanzamiento. Puntualmente, a las 17 dió comienzo la recorrida recibiendo a la gente con té, bizcochuelos y el riquísimo café servido por Cacho, un conocido vecino de la región. Un cartel nos indicaba que era el comienzo del circuito, y en la entrada a una casa de barro, una antena con la constelación pintada confirmaba que era el punto. Además de las obras que podían verse dentro de la casa, en el patio había montada una muestra flotante de pinturas, como una galería de paredes invisibles. Podés hacerte una idea de cómo se veía esa muestra flotante visitando IG: @gaston_pereira.

Una parada en Costa Esperanza

Media hora después, la caravana de vehículos se desplazó hacia el barrio más populoso de Balsa Las Perlas donde, el artista visual y escultor en barro, Emanuel Gutiérrez Paredero nos esperaba en la puerta de su casa/escultura de barro. Ingresando por turnos para respetar protocolos de pandemia, les invitades pudieron recorrer no sólo la exposición, sino también la casa diseñada y hecha por el propio artista, quien la considera también parte de su obra. Las personas más osadas comenzaron con el brindis que propuso el dueño de casa. Recorré imágenes increíbles de su casa-escultura y sus obras en @gutierrezparedero.

Vuelta por el espacio… Arte!

La tercera estación se ubicó sobre la avenida principal del pueblo, donde funciona el taller de la artista visual contemporánea Julieta Sacchi, quien en esta ocasión cobijaba en sus generosas paredes las obras de Silvana Coy, artista multidisciplinaria -que en simultáneo con TdN(n) estaba exponiendo obra en la sala neuquina Deriva Teatro-, y de Fabián Urban, quien define su práctica artística como indisciplinaria. En el Espacio Arte había collages, pinturas, videoarte y criptoarte. Además, podías adquirir fanzines de la investigación sobre la escena del arte contemporáneo del Comahue, editados por el proyecto Fe, De Fractura expuesta, que llevan adelante Fabián Urban y Julieta Sacchi. Asimismo, les dos artistas protagonizaron la performance Galimatías antes de partir hacia la siguiente estación. Podés encontrar más sobre Julieta, Fabián y Silvana en IG: @silvanacoy, @fabi_urban, y julietasacchi.wordpress.com.

.

.

Caminata cósmica hacia la galaxia Deambrosi

Luego de dejar los vehículos en las afueras del barrio Santa Mónica, la comitiva de exploración que conformamos emprendió una caminata por la orilla del río Limay, con las últimas luces de la tarde, hacia la casa de Daniel Deambrosi. El artista visual y escultor, nos esperaba con un fuego encendido, para entibiar el frescor de la noche y el aire del río que a esa hora despliega toda su fragancia, y con sus esculturas en el exterior e interior de su casa. Para apreciar algunas obras de Daniel podés buscar su perfil personal de FB o visitar @fulanes_fulanes.

.

Viaje a través de la noche

Volviendo por el mismo sendero, pero ahora atravesando las sombras nocturnas que se apoderaron del camino, el grupo se dirigió a las 33 hectáreas para la última parada. Una muestra de las obras textiles y las pinturas de Cecilia Tappa, artista visual neuquina que explora en su obra el tema de los vínculos, los relatos acerca del amor y la identidad de género. Cecilia, actualmente está exponiendo la muestra Nosotras en la sala de arte Marta Such, en la ciudad de Zapala. El patio de la artista se llenó de sabrosos aromas cuando dieron las 21 horas y se hizo el brindis de rigor para compartir un generoso guiso vegetariano de lentejas con el que repusieron fuerzas quienes participaron de la travesía. Podés ver obras de Cecilia en: @artececiliatappa, @ceciliatappa.artista.

Todo concluye al fin

Fue un viaje lúdico y descontracturado, pero no por eso menos cuidadosamente organizado y meditado. La travesía permitió un vínculo fresco y novedoso entre artistas y personas aficionadas. 

También fue una oportunidad para que quienes nunca antes habían comprado arte se animen a iniciarse en el coleccionismo de obras originales. Para participar de la gira en la que Silvana Coy, Daniel Deambrosi, Emanuel Gutiérrez Paredero, Gastón Pereira, Julieta Sacchi, Cecilia Tappa y Fabián Urban abrieron sus casas-taller para el recorrido de exposición y venta, había que abonar entrada. Fue una apuesta por parte de la organización en relación a fomentar la saludable costumbre de reconocer remunerativamente el trabajo artístico y cultural.

La denominación Tierra de Nadie(n) fue elegida durante numerosas reuniones organizativas por quienes integramos esta edición inaugural. En este marco, también diagramamos el circuito de cinco estaciones que traza un recorrido por diferentes barrios de Las Perlas enlazando casas-taller y espacios de arte para exponer la obra y la realidad cotidiana de siete artistas que viven en la localidad.

La mayor parte de las reuniones en las que se preparó este proyecto tuvieron lugar en la casa de Cecilia. Acercamos ideas clave que ella nos compartió respecto de la experiencia:

¨La propuesta permitió conocernos, ya que somos artistas con recorridos diferentes, así también como con propuestas formales diversas¨.

.

“La idea fue desarrollándose en reuniones a lo largo del verano, realizando el recorrido por los diferentes espacios, habitándolos colectivamente, entrando en la intimidad creativa de cada une. Y esto nos incentivó la idea de hacer red en el territorio, un territorio muchas veces difícil, austero, distante de muchas maneras. Coincidir en esta actividad generó un impulso vinculado a la vitalidad de todo lo que germina”.

.

“Podemos determinar la diversidad de las propuestas artísticas como algo particular de TdN(n). Tal vez azarosamente, nos convocó esta geografía y a la vez nos planteó los desafíos de poder convivir y construir una propuesta colectiva que se nutra de las diferentes miradas que ejerce cada une”.

.

Lo que se gestó durante las tardes-noches del verano balsero ya es una experiencia compartida.

Y mientras el invierno propone cuidadosas introspecciones para decantar las transformaciones que desencadenó este compartir, algo nuevo se dispone a germinar en otro ciclo. Algo que muta como el paisaje de Las Perlas, interpelando con sus insinuaciones a quienes lo contemplan, no importa cuando leas esto.

.

Las opiniones y comentarios desarrollados en esta publicación responden a la subjetividad de lxs autorxs que participan.

Guía de viaje por la Tierra de nadie(n)

"