Había leído varias de sus publicaciones donde reflexiona sobre algunas prácticas que están en auge relacionadas a lo espiritual. Voy a confesar que sus textos me incomodaron, pero todo lo que incomoda es bueno revisarlo y tratar de comprender qué sucede y qué hacemos con eso.
Como advertía Lacan, los psicólogos deben estar a la altura de la subjetividad de la época y Julián, lejos de convertirse en tu coach, hace una crítica polémica a la religiosidad/espiritualidad new age. Aquí vamos.
.
En varias de tus publicaciones mencionás el concepto de hipsoterismo, ¿a qué te referís con ese término?
Cuando hablo sobre hipsoterismo me refiero a un neologismo entre hipster (personas cool con cierta ilustración) y esoterismo, es decir, a personas que buscan o encuentran en la astrología, en el horóscopo y en demás formas del ocultismo ligadas al destino, un espacio de exploración, un dispositivo para conocerse a sí. Esta mezcla la pensé para ceñir formas de lo que clásicamente podrían pensarse como creencias o prácticas esotéricas, que incluyen aspectos ligados a la espiritualidad en sentido amplio pero alejadas de los cánones religiosos clásicos, y aparentemente contrahegemónicas. Es decir, la apelación a creencias astrológicas mixturadas con elementos new age (las energías, vidas pasadas), recubiertas o redobladas con determinados discursos de moda, políticamente correctos; o incluso legitimados por sofistiquerías provenientes de la retórica neurocerebral, que no es otra cosa que una versión posmo laica de uno de los costados del dualismo cartesiano: el alma. Personas cool que practican y creen de ese modo, al tiempo de sostener, sin conflicto ni contradicción, posiciones culturales, teóricas, ideológicas y estéticas totalmente posmodernas.
.
¿Pensás que el éxito de estos nuevos enfoques o prácticas vinculadas a la espiritualidad new age tiene que ver con la ruptura del tejido social?
Algo de eso hay. En estos últimos años se hicieron estudios interesantes en relación a las creencias de la sociedad argentina, donde se observa que ciertas formas de la espiritualidad más new age o de creencias no reductibles a las concepciones religiosas clásicas, tipo la judeocristiana y otras, tiene como correlato que el lazo social no sea el centro de la escena. De todas maneras y evitando generalizar, me atrevo a pensar que lo central en esto que llamo hipsoterismo no es la relación con los otros o el lazo social, sino que es reemplazado por otros modos de subjetivación de corte más neoindividualista. De hecho, vengo pensando estas cuestiones en términos de un neoindividualismo astral.
.
¿Cuándo creés que pueden afectar este tipo de creencias a la salud mental de una persona?
A este planteo habría que hacerle algunas rectificaciones. La salud mental, como yo la pienso, no es meramente el estado de salud de alguien, o su reducción en términos de tratamientos en salud mental; o salud mental como mero reverso de enfermedad mental. La línea de trabajo que vengo desarrollando, apoyada en la experiencia más o menos singular de mi práctica clínica, interroga, por un lado, cómo personas que están en el marco de un tratamiento psicoanalítico copractican búsquedas neoespirituales; y por otro lado, aquí el punto más problemático y donde hay más necesidad de pensar o problematizar, cómo de un tiempo a esta parte las prácticas o practicantes de ciertas formas de la astrología u otras, no sólo ofrecen o publicitan sus servicios, conocimientos y demás cual si fuesen cuestiones meramente espirituales, metafísicas, religiosas, sino que se valen de determinadas retóricas o herramientas que las hacen pasar como si fuesen prácticas psi o en salud mental. Así, se ofrecen modos de tratamiento, incluso espacios de escucha en donde no queda claro si se trata de un espacio espiritual o si se trata justamente de un espacio de pseudoescucha, es decir, dispositivos con pretensión clínico.
.
¿Es como si hubiese un intento de apropiación de un campo específico del psicoanálisis por parte de estas nuevas prácticas?
Sí, sobre todo por la influencia y el lugar que tienen en la cultura de nuestro país las prácticas psicológicas, el psicoanálisis, etc. Es como si hubiera una apropiación de ese baluarte simbólico, que termina en la oferta de espacios que parecen psicoterapéuticos, donde incluso sus practicantes se anuncian como, por ejemplo, terapeutas astrales, teniendo incluso algunxs título de psicólogx. Por esta razón, mi preocupación es cómo esta mixtura no termina sólo degradando las prácticas psicoterapéuticas, y a los espacios de escucha de salud mental en general, sino cómo también se degrada la espiritualidad a causa de todo reducirla a la individualidad. Es decir, dominios que debieran ser pensados como inconmensurables (la razón y el espíritu, lo psicológico y la metafísica, el acontecimiento y el destino), aún cuando tengan puntos de roce, son condensados en espacios terapéutico-espirituales generando, a mi juicio, consecuencias muy inconvenientes para situar la relación entre la salud mental/espiritualidad y la comunidad.
.
¿Qué ocurre con el consumo desenfrenado en torno a lo espiritual?
Aquí resulta pertinente juntar esos dos términos: consumo y espiritualismo. Hablar de “consumo espiritual” es un problema, una paradoja, y debemos preguntarnos por qué algo como lo espiritual tiende a ser reducido o aplanado por la lógica del consumo. Además de las consecuencias en la propia espiritualidad, también nos permite pesquisar que en definitiva hay una concepción de sujeto que es hegemónica y que encuentra en el consumo una pieza central. Un ropaje o enmascaramiento que se vale de una pátina espiritual pero que de espiritualidad tiene poco o nada: algo así como una criptoespiritualidad.
.
Tenemos mucho para reflexionar sobre el concepto de individuo y la espiritualidad new age, ¿cómo cerramos esta entrevista?
El concepto de individuo es un obstáculo epistemológico para cualquier práctica en salud mental. Justamente, cuando pensamos en términos de singularidad, esto es, ello más propio de mí que se entrama a discursos y procesos más allá de sí, es en realidad el individualismo el primer obstáculo para esa concepción de sujeto, para dicha forma de pensar(nos); o para problematizar un proceso terapéutico, una cura por la palabra, o incluso también para quien es religioso y tiene una afinidad con alguna práctica espiritual. Digámoslo: si interesa ceñir y habitar la espiritualidad, debemos acordar que no hay nada menos individualista que el alma.
Lo interesante es pensar cómo determinadas formas de subjetivación hegemónicas de corte individualista se valen de lo que se puede pensar como algo de “moda”, para enmascarar algo viejo con una pátina supuestamente novedosa interesada por algo más que lo material, cuando en definitiva es una paradoja, una espiritualidad demasiado materialista.
.
Julián Ferreyra
Vive y practica el psicoanálisis en Villa Crespo. Es Licenciado y Doctorando en psicología. También es docente en Salud Pública/Mental II (Psicología, UBA). Dirige el MultiEspacio Hacer-Clínica, y años atrás trabajó en distintas instancias de implementación de la Ley Nacional de Salud Mental. Compiló Neurocientismo o salud mental (2019) y es autor de #PsicoanálisisEnVillaCrespo y otros ensayos (2020). Fanático de Elvis, Star Wars y del peronismo.