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Túnel del tiempo. Tocamos a las puertas de ADANIL allá por el año 2012, llevábamos una propuesta de un taller audiovisual reformulada de una precedente llevada a cabo en otros marcos educativos: Un minuto por mis derechos. Una oportunidad de dar voz a adolescentes en situación de vulnerabilidad social, a partir de herramientas del lenguaje audiovisual, para condensar en un video de un minuto de duración una problemática referida a sus derechos.

Primer encuentro. No habíamos “desensillado” todavía cuando, así, en frío nomás, Luis nos interpeló: “¿Y cómo piensan ustedes que vamos a aprender a hacer un video, si somos ciegos?”.

Buena pregunta la de Luis. 

Recuerdo haberle contestado, en nombre del equipo, que no teníamos en ese momento una idea clara de cómo lo haríamos pero que, seguramente, implicaría conocernos, una apertura al diálogo y el intercambio mutuo de saberes. 

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Como docentes hay un factor común a nuestras prácticas que nos unifica: la planificación. Pero la planificación que traíamos no servía de mucho, debíamos adecuarla… no sabíamos bien cómo, lo averiguaríamos. Lo que fuera aquel camino, lo transitaríamos juntos y construiríamos ese conocimiento desde nuevos lugares, reformulando las propuestas, adecuándonos a nuevas formas.

El relato de esta experiencia tiene mucho que ver con nosotros, con el IUPA, la comunidad educativa, el extensionismo universitario, el modelo social de la discapacidad y una visión incluso superadora de este modelo: el de la diversidad.

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¿Qué enfoque adoptamos y de qué nos dimos cuenta? 

Desde esta perspectiva, ya no hablamos de una persona con un impedimento o una deficiencia, sino que miramos a una sociedad que no habilita las políticas de accesibilidad necesarias para que las personas con una diversidad funcional puedan desarrollar su vida en pleno ejercicio de sus derechos constitutivos, lograr bienestar y desarrollarse personalmente. 

Jenny Morris, reconocida activista feminista discapacitada escritora/investigadora independiente, señala: “Una incapacidad para caminar es una deficiencia, mientras que una incapacidad para entrar a un edificio debido a que la entrada consiste en una serie de escalones es una discapacidad”.

Desde nuestra perspectiva: una incapacidad para ver es una deficiencia, mientras que una incapacidad para acceder a un contenido audiovisual o a los medios para realizarlo, debido a que los mismos no son concebidos bajo criterios de accesibilidad, es una discapacidad.

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La experiencia 2012

Aquel primer año fue conocernos, dialogar. ¿Cómo percibiría el mundo que lo rodea una persona con una diversidad funcional visual? Nos despojamos del tiempo y escuchamos. De esta instancia rescatamos los primeros lineamientos para comenzar a trabajar la cuestión del lenguaje audiovisual. Como primera gran enseñanza, aprendimos que las personas ciegas tienen una memoria táctil fascinante y nos valimos de esta información para que conocieran los distintos mecanismos de una cámara y su funcionamiento. 

Ligado a esto, comprendimos que adquieren gran parte de los nuevos conocimientos por la experiencia corporal. Así como en ocasiones decimos de una persona vidente que determinado estímulo (información) ”le entra por los ojos”, de un no vidente diremos que “le entra por el cuerpo”, por mediación de las texturas, los aromas, los sonidos y una agudeza fenomenal (amplificación), en muchos casos, de los sentidos propio e interoceptivo.

Con esto en cuenta, ensayamos transmitir conceptos del lenguaje audiovisual con ayuda de otras disciplinas artísticas. Por ejemplo: danzamos distintos tamaños de planos, moviendo sólo la cabeza para un primer plano o de la cintura para arriba, para un plano medio largo y así variando. 

En la medida que avanzábamos algunas de estas adecuaciones funcionaron mejor que otras. Fue importante el intercambio de conocimientos, ese “diálogo de saberes”, para encontrar caso a caso la mejor opción adaptada al grupo. 

En paralelo a las cuestiones “técnicas” abrimos el debate a temas de su interés para perfilar un guión y llevar a cabo el registro audiovisual. Para la elaboración de este guión escuchamos radioteatros a fin de transmitir una estructura base de guión de introducción, desarrollo-nudo y desenlace.

Desde la oralidad, se acordó un guión colectivo: un breve relato de cómo vivencian las personas ciegas el hecho de cruzar una calle. Concretamente, el vídeo mostraba como una persona ciega está cruzando la calle y un automovilista (ciego él) no tiene reparos en avanzar con el coche sobre ella al mismo tiempo que le grita para que apure su marcha. 

Los participantes del taller querían demostrar en el video, que los verdaderos ciegos son los automovilistas que circulan de manera imprudente. 

Llegada esta etapa del año, habíamos trabajado de manera ordenada e inclusiva, pero fue en el momento de la muestra final, la proyección del corto, que evidenciamos que la producción no era accesible, ya que buena parte del público espectador era no vidente y el cortometraje no contaba con una audiodescripción adecuada. 

Por supuesto que tomamos nota de lo sucedido para mejorar la propuesta al año siguiente.

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Experiencia 2013

Teniendo en cuenta la situación del año anterior y siendo los mismos participantes, la renovada propuesta fue que este nuevo registro audiovisual fuera concebido desde un criterio amplio de accesibilidad vinculada al lenguaje audiovisual en cada etapa de su desarrollo. Se acordó incorporar el recurso traductor de la audiodescripción desde el inicio mismo de la elaboración del guión, lo cual facilitó un proceso posterior de traducción más orgánico entre la idea original y el relato oral audiodescriptivo. 

Esa idea original fue, para esta ocasión, la de realizar una salida recreativa a la casa de uno de los participantes del taller que hasta entonces vivía solo, algo así como una adaptación del Periplo del Héroe con matices tragicómicos.

En esta experiencia se dio cuenta de una audiodescripción algo distinta a la normanda, que buscó acercarse más fielmente a las sensaciones del protagonista del video para de esta forma brindar mejor información al espectador. Llamamos a este nuevo modo “audiodescripción sensible”.

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Diálogo entre experiencias y alguna conclusión parcial.

Más adelante y más cercanas en el tiempo hay muchas otras experiencias, realmente reveladoras y apasionantes de estudiar, comentar y compartir. Entre todas ellas, la más nos atrae es la de Mi Cine Inclusivo, que tiene base en la ciudad de Barcelona, España y trabaja hoy día una verdadera versión 2.0 de aquello que nosotros iniciamos tan tímida como apasionadamente tantos años atrás. Mi Cine Inclusivo refleja todo aquello que está bien a la hora de pensar en producciones audiovisuales accesibles y, por extensión, todo aquello que es posible llevar adelante blandiendo el lenguaje audiovisual como herramienta.

En lo que se refiere a las experiencias en ADANIL, el recorrido de aquel par de años iniciales, fue modelador de la forma de llevar adelante el taller a lo largo de los años por venir. En el camino, ningún “descubrimiento” técnico resultó más significativo como la audiodescripción no sólo como elemento traductor inter semiótico, de la imagen audiovisual a la imagen sonora, sino como dispositivo presente desde y para la creación del discurso audiovisual en contextos de accesibilidad. Aunque, claro es que, por sobre la cuestión técnica específica, hay un aprendizaje que desde entonces nos acompaña e interpela muy de cerca a nivel profesional y personal y lo hará a lo largo de toda nuestra vida.

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Las opiniones y comentarios desarrollados en esta publicación responden a la subjetividad de lxs autorxs que participan.

Mostrar lo que no se ve

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río desbocado     llegas al valle con la fuerza de los pájaros

a este campo de silicio y margaritas

flores deshojadas por empresarios que miran el reloj

llegan tarde

van directos a la máquina

las chicas comen hamburguesas

el helado de fresa se derrite en la piel

y al otro lado del valle

un coro de mujeres con mantilla

vestidas de negro

se asoman a la corriente y sollozan

¿quién ha degollado al río?

este río que se abre paso entre vertidos fluorescentes

pero solo escuchan los ciervos

y las aves de la bahía en San Francisco

¿quién ha degollado al río? preguntan

lavan la ropa agachadas

duelen los hombros     la espalda

frotan la tela áspera con sus manos enrojecidas

aquí no hay sitio para gurús tecnológicos

solo para el jabón que se deshace entre los dedos

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Poema Degollar al río, del poemario Unicornios, Buenos Aires Poetry (2020)

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Paula Díaz Altozano / @paula_argulot

Nació en Madrid en 1990. Investigadora asociada al Círculo de Bellas Artes de Madrid. Doctora en
Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid. Becada por Acciona
para estudiar el máster de la Escuela SUR de Profesiones Artísticas, Círculo de Bellas Artes de
Madrid. Autora de los poemarios ‘A orillas de París’ (Ediciones En Huida, 2018), ‘Ríos de
carretera’ (Bajamar, 2019), ‘Unicornios’ (Buenos Aires Poetry, 2020) y ‘Mares y monstruos’
(Heracles y nosotros, 2021), y del libro de aforismos ‘Meteórica’ (Apeadero de Aforistas,
2021). Sus poemas y aforismos se han publicado en revistas como ‘Paraíso’, ‘Aforistas’ o
‘Nueva York Poetry Review’. Ganadora de una beca Marie Curie (CBA-UAM) para hacer una
estancia en Lima y un proyecto literario del Amazonas.

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Degollar al río

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Tomás Watkins

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En los años 70 desde los feminismos comenzó a cuestionarse el lugar asignado a las mujeres en el arte. Varios colectivos de artistas, como Women Art Revolution por nombrar sólo uno, realizaron acciones concretas para cuestionar el androcentrismo en el universo artístico. Gran parte de la crítica se basó en la falta de obras de mujeres en las galerías y museos. Otra línea crítica se centró en la construcción de La Historia del Arte como relato hegemónico del quehacer masculino y la negación de las mujeres como productoras.

En ese entonces Linda Nochlin realizará un pregunta fundamental: ¨¿por qué no ha habido grandes artistas mujeres?¨ Esta pregunta suscitó otras iguales de productivas, como la que se formula la Crítica de Arte Griselda Pollock: ¨¿puede la historia del arte sobrevivir al feminismo?¨

Lo cierto es que pensar a las mujeres en la cultura exige deconstruir completamente el discurso del arte y de su historia. Con esta premisa y en un contexto de crecimiento del Movimiento de Arte Feminista, las pintoras y escultoras Judy Chicago y Miriam Schapiro crean en 1971 un Programa de Arte Feminista para las egresadas de Calarts, Instituto de las Artes de California. 

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El principal objetivo de estas artistas era desarrollar en las mujeres que se sumaban al programa una identidad propia y crítica que les permitiera librarse de las definiciones estereotipadas de lo considerado ¨femenino¨. Se trataba de fundar una comunidad artística sólo de mujeres que permitiera  construir conjuntamente una identidad, descubriendo las opresiones y las potencialidades en común. 

El Programa de Arte Feminista se caracterizó por construir una relación dialéctica entre el trabajo teórico y la práctica artística. Sumado a las lecturas compartidas, se construía en conjunto una reflexión sobre la creación de las mujeres a partir de sus vivencias como tales.

La principal técnica que se utilizó para esta producción fue la del ¨despertar de la conciencia¨: las mujeres reunidas contestaban preguntas sobre una temática clave como la sexualidad, la familia o el trabajo, usando ejemplos de sus propias vivencias. Luego, el grupo usaba esos testimonios para reflexionar sobre el trasfondo político de aquellas problemáticas que se inscribían en el sentido común como ¨problemas personales¨. La recopilación de distintos relatos de vida permitía vislumbrar que las penurias y forcejeos de la vida propia no eran problemas individuales por lo cual ninguna mujer podría resolverlos sola. Es por esto, que esta propuesta pedagógica instaba a accionar y pensar estrategias colectivas, a la vez que colaboraba con escritos y conclusiones a la sistematización y producción teórica de lo elaborado. 

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La propuesta de Chicago y Schapiro fue disruptiva también en lo que refiere a la construcción del conocimiento. Se partía de la base de que es imposible dejar la subjetividad de lado. El saber se construía creando, poniendo sobre la mesa los sentires, realizando una apuesta a una visión integral de cada sujeta en la que las separaciones modernas de cuerpo, intelecto y afectos pudieran superarse.

Si bien El Programa de Arte Feminista suponía una propuesta contrahegemónica, en los ’70 fue centro de varias críticas a raíz del esencialismo a partir del cual comprendía a las mujeres. Esto se ve claramente en la propuesta artística que, en varias ocasiones, presenta el ser mujer a partir de lo biológico. No es mi intención abordar dichas críticas en este escrito, las cuales no desconozco. Sin embargo, considero necesario rescatar esta propuesta desde lo que sumó en la experiencia histórica de los movimientos feministas y reconocer la fuerza política que tuvo en el contexto en el que apareció. Es importante considerar que los conocimientos no se construyen de una vez para siempre. El Programa de Arte Feminista representó una base para producciones posteriores que se sumaron al Movimiento de Arte Feminista haciéndolo crecer. 

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WOMANHOUSE

La producción artística más importante creada a partir del Programa de Arte Feminista fue Womanhouse, considerado uno de los proyectos de mayor relevancia posterior para el arte feminista. Esta muestra se presentó en 1972, cuando una casa antigua de Los Ángeles, ocupada durante seis semanas por dieciséis mujeres que vivieron y trabajaron allí, abrió sus puertas al público.

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Toda la casa se montó como muestra, convirtiendo el espacio doméstico en espacio expositivo. El público era invitado a transitar por habitaciones en las cuales podía encontrarse con instalaciones o performances. La intimidad del hogar montada como exposición ponía en tensión las fronteras establecidas entre lo privado y lo público. 

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Le Nurturant Kitchen

La cocina se construyó como una instalación que representaba una metáfora clara de la carga que supone alimentar durante toda la vida a los demás. En el techo podían verse huevos fritos que al caer por las paredes iban tomando la forma de pechos. Huevos y pechos evocaban el cansancio de ser fuente alimenticia de por vida, la frustración de vivir al servicio de otros porque, como bien señaló Silvia Federici ,¨eso que llaman amor, es trabajo no pago¨.

Susan Frazier, Vicki Hodgetts y Robin Weltsch fueron las artistas encargadas de este espacio. 

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Performance pene y vagina

Faith Wilding y Janice Lester representan una discusión doméstica entre un cuerpo equipado por un pene exagerado construido como escultura suave, y un cuerpo con una vulva redonda construida de igual forma.

El guión fue escrito por Judy Chicago quien estableció una relación directa entre lo biológico -los genitales- y lo cultural -los roles asignados a cada género-.

Un ejemplo es el pedido que la mujer hace al hombre para que lave los platos, a los que él responde con una negativa y se explica en el simple hecho de tener un pene. Más tarde, luego de tener relaciones sexuales con el hombre, la mujer le manifiesta que le gustaría tener un orgasmo. Acto seguido, él la mata. 

El cuarto de Leah

En otro sitio de la casa, Karen LeCoq y Nancy Youdelman ofrecían una instalación performática llamada Leah´s room. Para la instalación realizaron una reconstrucción del tocador de Leah, el personaje principal de la obra Chéri de Collette. La novela se ubica en Francia de principios del siglo XX y cuenta la historia de amor entre una mujer mayor y un joven a quienes las convenciones sociales separan. Al reencontrarse luego de un tiempo, el joven Chéri encuentra a una mujer envejecida. 

La instalación se basó en la reconstrucción del tocador de Leah. La performance intentaba captar un drama que la sociedad impone a las mujeres: el drama de envejecer y dejar de ser objeto de deseo. El mandato de ser siempre bellas y ocultar las señales de la edad de nuestro cuerpo y nuestros rostros. 

Al entrar a la habitación podía verse a Leah mirándose ansiosamente en el espejo, maquillando y desmaquillándose incesantemente en un gesto de angustia y desesperación. Las artistas dijeron sobre esta propuesta artística: ¨queríamos hacer frente a la manera como las mujeres se sienten intimidadas por la cultura de mantener constantemente su belleza y el sentimiento de desesperación e impotencia una vez que se pierde la belleza¨. 

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El baño de la menstruación

En esta instalación Judy Chicago presentaba un baño de extrema pulcritud, blanco y reluciente, en contraste con un tacho de basura rebalsado de tampones y toallitas higiénicas usadas… ¨la sangre, lo único que no puede taparse¨ diría la artista al respecto. 

La propuesta de una escena contundente intentaba polemizar con el tabú establecido alrededor del tema. El baño como el lugar donde esconder los rastros de la sangre y a su vez como santuario donde la menstruación se desarrolla sin tapujos. La puerta de ese baño cubierta por un lienzo a través del cual se apreciaba la instalación: un intento por presentar el espacio como una especie de santuario. Judy Chicago nos habla de la mujer que sangra todos los meses y el misterio que genera en el hombre.

Cuarto tejido

En una de las habitaciones de la casa podía apreciarse una instalación de Faith Wilding. Entrando al cuarto, el público se encontraba frente a una construcción realizada totalmente con tejidos de crochet.

La construcción parecía por momentos una especie de choza que algunos críticos de arte pensaron como las chozas africanas donde las mujeres se escondían para menstruar lejos de los ojos del resto de la comunidad.

Por otro lado bien podía representar las construcciones que una madre pone en funcionamiento para cobijar a sus hijxs: un nido, un techo, un espacio cálido y acogedor.

Algo a destacar de este tipo de propuestas de Womanhouse es la redefinición que plantean a la oposición que la cultura androcéntrica estableció entre el arte culto y arte considerado menor. Tejer es asociado por el sentido común a las prácticas propiamente femeninas. La gran artista paraguaya, Faith Wilding, toma justamente de estas consideraciones la fuerza crítica de su obra. Resignifica la labor del tejido y lo coloca en el campo del arte. 

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Waiting

Waiting es un poema y una performance de Faith Wilding. En una de las habitaciones, la artista se encontraba sentada pasivamente, con sus manos sobre el regazo, balanceándose hacia adelante y hacia atrás en tono de espera. Una mujer esperando las únicas opciones que la sociedad había impuesto a su vida: crecer, ser linda, enamorar, casarse, tener hijos, que los hijos crezcan…

La propuesta constaba de un monologo de 15 minutos, un hermoso poema que en 1972 fue publicado en su totalidad por la revista Ms. Magazine. 

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Fragmento de Waiting un poema de Faith Wilding

Esperando. . . esperando. . . esperando. Esperando a que alguien venga 
Esperando a que alguien me abrace
Esperando a que alguien me alimente
Esperando a que alguien me cambie mi pañal. 
Esperando. . . Esperando a garabatear, a caminar, esperando a hablar
Esperando a que me miren 
Esperando a que alguien me invite a salir 
Esperando a que alguien juegue conmigo
Esperando a que alguien me invite a salir 
Esperando a alguien me lea, me vista, me ate mis zapatos 
Esperando a que mamá me cepille el pelo
Esperando a que me rice el pelo 
Esperando para ponerme mi vestido de volados
Esperando a ser una chica linda 
Esperando a crecer. 
Esperando. . . 

Esperando a que me crezcan los pechos 
Esperando a ponerme un corpiño
Esperando a menstruar
Esperando a leer libros prohibidos
Esperando a dejar de ser torpe
Esperando a tener buen tipo
Esperando a mi primera cita
Esperando a tener novio

Esperando a ir a una fiesta, a que me saquen a bailar, a bailar pegados 
Esperando ser hermosa
Esperando el secreto
Esperando a que comience la vida. 
Esperando. . . 
Esperando a ser alguien
Esperando a llevar maquillaje 
Esperando a que desaparezcan mis granos
Esperando para pintarme, para llevar tacones altos y medias
Esperando para vestirme elegante, para depilarme las piernas
Esperando a ser guapa. 
Esperando. . . 
Esperando a que sepa que existo, a que me llame
Esperando a que me pida una cita 
Esperando a que me haga caso 
Esperando a que se enamore de mí 
Esperando a que me bese, me toque, toque mis pechos 
Esperando a que pase por delante de mi casa 
Esperando a que me diga que estoy linda
Esperando a que me pida salir formalmente 
Esperando a acariciarnos, a enrollarnos, a ir hasta el final 
Esperando a fumar, a beber, a salir hasta tarde 
Esperando a ser mujer. 
Esperando. . .
 

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Las prácticas puestas en marcha en el Programa de Arte Feminista de Judy Chicago y Miriam Schapiro lograron llevar adelante un proceso educativo en cual las mujeres pudieron cuestionar desde su propia corporalidad y subjetividad los mandatos patriarcales y construir una propuesta artística sin precedentes. Womanhouse irrumpió como denuncia del androcentrismo estructural en el campo del arte, poniendo en tela de juicio no sólo los espacios de circulación, sino también las lógicas de legitimación de las obras. 

En ese espacio hogareño re-construído por las artistas, la decisión estética y política de incorporar soportes artesanales, como el bordado por ejemplo, fue fundamental. De esta manera, aquello cuya realización se confinaba a la privacidad del espacio doméstico, salió a la luz para presentarse como obra en el espacio público de una casa otra, de un espacio resignificado por el arte.  

Entre tejidos y charlas en la cocina, hablando un lenguaje doméstico, con huevos fritos, mantas y tampones, Womanhouse pone al descubierto eso que el capitalismo y la cultura patriarcal han sabido tan bien maquillar con cuentos de amor romántico. Se quita el velo. El hogar y la familia comienzan a vislumbrarse como epicentro de opresiones. Lo doméstico comienza a sentirse como un transcurrir del tiempo en el que siempre estamos esperando.

Se abren las puertas de la casa: la vida cotidiana comienza a desnaturalizarse, el ámbito de lo privado se vuelve público… lo personal es político.

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Womanhouse y el Programa de Arte Feminista

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Estimado invierno,

¿Estás despierto?

¿Y ahora cómo hago para sorprenderte? 

Quisiera saber,

¿Dónde queda tu mente cuando me empezás a extrañar?

¿En qué lugar? 

¿Cuándo postergaste el deseo?

¿Cuándo tu cuerpo dejó de ser apocalíptico? 

¿Cuándo dejaste tremendamente de entender?

¿Cuánto vale tu palabra?

¿Por qué llegaste hasta acá y no hasta allá? 

¿Quién es tu testigo? 

¿Por qué te quedaste en el  frío? 

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Marina Cepeda / @marinalcepeda

Lic. en Comunicación Social. En IUPA, prensa y comunicación. Soy lectora compulsiva y vivo apurando el reloj.

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Estimado invierno

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A veces camino en círculos. Todo para volver a encontrarme.
Retorcida y a veces vacía.
Ya no tengo héroes ni dioses.
Hago altares de las pequeñas cosas: un llamado noctámbulo, el amarillo birra,
cantar mientras camino sola, las siestas domingueras, el abrazo amigo,
el tiramisú de la abuela Angelita.
La felicidad estaba en esas porciones gigantescas que comía muy cuidadosamente.
El chocolate rallado era tanto como las horas de charla con papá, mate cocido de por medio,
musicalizado con alguna western del canal de aire.

No sé decir lo que siento
pero todavía recuerdo cuando crucé el borde derecho de la circunferencia de tu olvido
y seguí girando.
Conozco la forma de las cosas
y las fábulas del drama contemporáneo
son mi mejor compañía cuando tengo insomnio con nombre y apellido.
Todos somos el insomnio de alguien. 

De la normalidad solo busco el golpe de efecto final que me despabile
y me obligo a gritar aunque no tenga voz. 

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Delfina Filloy / @delfilloy

Comunicadora. Docente y co-directora de la Plataforma Cultural Árida en IUPA. Me gusta contar historias a través de la fotografía y hablo hasta por los codos.

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Altares

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Por ejemplo, que Mamá deje de babear, ahora que le limpio un poco la comisura. O algo menos inmediato: que no se muera, por ejemplo. Fabio acomoda un pantalón que ella nos había revoleado de la desesperación que le daba el dolor, dolor que al final aliviaron el Tramadol y otras pastillas, rojas. Podría describir este cuarto de memoria: el manso repaso de una vida en fotos blanco y negro, la suntuosa religiosidad de las imágenes. El olor a Mamá.

Callamos, piadosos, mientras Mamá, en modo Hija, divaga gracias a los calmantes. Miro el portarretratos: ella con un pucho colgando de la boca y nosotros dos sentados en sus rodillas. El que la matará, los que la están cuidando, en una tierna imagen que me hace tragar saliva.

Para su muerte no tendremos remedio, y pienso que la tristeza y el luto serán relativos por todo lo que no fue Mamá. Detalles de la vida metiéndose en la muerte como una península en el mar: mi mujer me preguntó por el sillón de tres cuerpos. Mi cuñada otro tanto. Mamá está viva, tuvimos que decirles. 

Nuestra madre. De infancia violenta, con padre que bajó del barco sin saber leer y que tampoco aprendió en el frigorífico.

Nuestra áspera madre, sostén del hogar, pero no compañera, no madre en el sentido que Fabio y yo necesitábamos. 

Los calmantes ceden un milímetro y nos mira desde la cama. La luz de la  tele la tiñe de reflejos eléctricos, que están más vivos y cimbreantes que su cara, surcada de miedo. Se muere la vieja y es el cierre físico de todas las cosas: de la infancia, de los mates, de los rituales de ir a visitarla.

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Quiero subir el volumen del programa para distraernos y que se hagan las diez y llegue la chica que se queda a dormir con ella, que siempre la saluda y le pregunta cómo está:

—Y… ahí ando.

Pasan los días y el piso de amargura es más alto y ya no hay más “estoy bien”, ya no volverá el estado de bienestar ni las esperanzas y mañana extrañaremos hoy. Le mando un whatsapp a Fabio y no responde. Estaremos solos, ella y yo, lo que queda del día hasta el relevo. Cada tema que saco se choca contra su sensación de finitud inminente: los programas, los juegos de la infancia, la lluvia. No quiere profundizar en nada, no le interesa, piensa que su fin próximo la privará de lo que acometa, y por supuesto se queja de eso. 

Meo deseando que todo termine en paz, que ventajee a lo irreversible, que se vaya entera y sin darse cuenta. Me largo a llorar. Hundo la cara en el lavatorio. Trato de no hacer ruido pero se despierta y me llena de reproches y sermones las casi dos horas hasta la llegada de la enfermera. 

En casa ceno en silencio, Brenda ya ni pregunta, me ducho, abajo de la ducha también lloro, me desmayo antes de tocar la almohada. Al día siguiente, ya no sé si es martes o miércoles, lo llamo a Fabio, y cuando me atiende no me acuerdo para qué.

Días irreales, la inminencia de la muerte. El humo y el alquitrán cobrándose su trabajo de décadas.

Mi trabajo es la porquería de siempre pero, a pesar de eso, la hora de salida es la peor de las pesadillas. 

El viernes vamos los dos con Fabio y Mamá me reprocha que si no es día que me toca ir, no voy. Para qué voy a ir si está oscura: debería decirle me deprimís, deprimís a todo el mundo. Pero no le digo nada, no la quiero herir. Así que ahí estamos los tres, con las nimiedades de siempre o directamente hablando de nada. Porque tampoco se banca hablar de nuestra infancia: de papá. 

Todo le recuerda que se va. La nostalgia de su vida no le hace cosquillas. Quiero decirle que debió ser más dulce pero, como siempre, me quedo ahí, antes de decir: es mi cuerpo prohibiéndome reprochar.

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Suena el celular el domingo a la mañana. Es Guada, la enfermera. Atiendo con desazón: llama para decir que tuvo un accidente y me explica cosas. Es como si estuviera hablándome desde un mundo distinto. Otra parte de mí le contesta. 

Brenda me ve hablar. No tengo que explicarle nada. Llamo a Fabio. La perspectiva del domingo es aterradora, le propongo que nos repartamos los días. De fondo, los gritos de mi cuñada: Fabio había pasado ahí la noche del sábado. Acá también está hostil, Brenda me quiere matar. Los planes, el domingo, el descanso. Solo puedo interponer: “Es la vieja”. Me llevo a los chicos. Los chicos siempre entienden. Eso debe pensar nuestra madre sobre nosotros ahora que nos exige, nos llama, nos muestra con sus modales la importancia y el dolor del paso del tiempo. 

Nos arrastramos al compás del día. Estiro cada tarea al máximo, tardo en lavar los platos mientras mis hijos van acumulando mala onda. Me suena el Whatsapp y es Fabio. Viene. Se peleó con mi cuñada y viene.

Eligió la paz. Llega con mis sobrinas, que se alivian cuando ven a sus primos. Nosotros nos quedamos en la habitación con la vieja. Estar los dos es menos embole, se establece otra dinámica, no se truncan los diálogos: quizás no sea un mal domingo después de todo, rememorando, hablando de complicidades pasadas, de cagadas o huesos rotos. Pero mi esperanza dura unos minutos: la vieja hoy está imposible.

Le queremos contar del trabajo, de otras cosas, pero es un muro, tengo miedo de que empiece a contagiarme el pesimismo. No la culpo pero no me deja incluso ser feliz por miedo a deprimirla y también me siento mal porque cada dos por tres me pesco no deseándole la muerte pero sí imaginándola. 

Fabio pone la voz que ponía de pibe cuando tenía una brillante idea. Temblando, lo escucho:

—Vieja, no sabés…

—Para qué quiero saber.

—Escuchá. Fuimos ayer con César a una clínica, una fundación nueva que abrió. Paz para Siempre se llama.

Lo miro. Yo no fui a ningún lado pero mejor cierro el culo. 

—¿Otra vez lo de la clínica? Yo quiero morirme donde viví toda mi vida.

—No, nada que ver, vieja. Es un sistema nuevo, es como que no te morís. Ya hicimos los arreglos, así capaz… capaz te gusta.

Ella mira para otro lado. Fabio amplía:

—No es muy conocida, tampoco quieren que se sepa mucho todavía. Te hacen inmortal, mami.

Me largo a llorar con desesperación por la broma hija de puta, qué ganas de cagarlo a piñas. Mamá también llora. Fabio no puede creer que le tocó de hermano un idiota. Me abraza, dice:

—Lo emociona la mejor idea del mundo.

Mamá deja de llorar y lo mira. Nos mira, intenta descifrar el pequeño malentendido, mis lágrimas, el gesto duro de Fabio.

—Siempre fue un blando este, Mamá, no se aguanta la felicidad.

Mamá sonríe de costado, su boca es una línea. Quiere escuchar algo más.

—Están testeando un método nuevo, Transferencia de Alma se llama, usan física cuántica. ¿Viste que las almas tienen peso? 21 gramos. Bueno, o sea, existen. Entonces lo que hace esta gente, por un proceso termodinámico de avanzada, transfieren tu alma a una computadora conectada a unas celdas cuánticas: en vez de irse al cielo, queda ahí, y cuando tengamos más dinero, te transferimos a otro cuerpo y volvés a vivir. ¿Sabés qué genial, Ma? Cuando tu alma se transfiere, ahí después nosotros vendemos la casa, esperamos un tiempo (hay que esperar) y con la plata de la casa te compramos el cuerpo nuevo.

—Pero la casa es… qué van a heredar.

Contengo el llanto. Mi cuerpo se estremece. Ella mira la calle a través de la cortina. Imagino que debe estar contenta. Hablamos de nuestra infancia, de pronto le brilla la mirada y estira una débil mano para acariciarme. Aprovecha que Fabio está en el baño para decirme que yo siempre fui el más lindo y con la mejor esposa. Los nietos, no, los ama a los cuatro, son su luz, lamenta no haber estado más tiempo con ellos. La calmo y el domingo transcurre en paz. 

A la noche, mientras comemos, otra vez solos, Mamá me pregunta sobre el tratamiento.

—¿Qué más querés saber viejita, no estás feliz?

—¿Para qué se van a poner en gastos?

—Para tener a nuestra madre por siempre, para eso.

—¿Pero cómo?

—En la clínica nos explicaron, pero yo no registré tan bien. Imaginate cuando nosotros nos estemos por morir esto va a ser de todos, re barato, capaz que hasta lo pueda hacer uno mismo, no sé, pero bueno, de qué vale todo si no podemos tener a nuestra madre por siempre.

Lloro de vuelta pero la piloteo. La perspectiva de perderla es más fuerte cuando digo inmortal. O para siempre. Me recompongo: hablamos de las cosas, del pasado, y nos vamos a dormir. Dormimos de un tirón. El lunes me releva Cecilia, la enfermera de la semana. Me voy a la oficina y me escribe a la hora del almuerzo:

—Hola César, tu madre me dijo que quiere salir a caminar, ¿qué hago?

—¿En serio? Buenísimo, fijate si podés y llevala.

Me quedo con el celular mirando un punto, me encojo de hombros y sonrío. El lunes termina conmigo yendo a casa. Tenemos noche libre porque la enfermera va a compensar. El cielo está lleno de estrellas y nos quedamos con Brenda en la terraza. Tenemos un vino blanco y me pregunta hace cuánto no subíamos. Un millón de años, le digo yo, no había estrellas la última vez. Entonces como mil millones. Eso. Nos reímos. Mi mamá había salido a la calle después de un año. Bajamos las escaleras abrazados.

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Al día siguiente, con las primeras luces, suena mi teléfono:

—Hola Ma, ¿cómo andás?

—Hola hijo, ¿te acordás el teléfono de la vieja que daba esos cursos?

—Sí, Ma, no es vieja.

—Bueno, somos todas viejas.

Me río y le paso el número. Después le escribo a Fabio para contarle. Me dice que está saliendo todo como se imaginaba que podía salir. Incluso mejor. 

Tengo una llamada perdida. La devuelvo y me corta porque está con una peli. Sonrío. 

Al día siguiente estamos con Fabio al pie de su cama. Cecilia la había maquillado un poco, está más linda.  

—Vieja, mañana hacemos lo de la clínica. 

—¿En serio vamos a hacer eso?

—Más vale. Pero tenés que prometernos una cosa. 

—Qué.

—Secreto absoluto. Ni los nietos ni tus amigas ni las enfermeras ni nadie. Vos y nosotros dos.

—Bueno.

Nos quedamos charlando un rato y Fabio sale a atender una llamada.

—No se puede decir nada porque la esposa de Fabio quiere la casa, ¿no?

—Exacto.

—Bueno.

Me río solo, fantaseando con que esto es verdad y que la infeliz de mi cuñada recibe como herencia una suegra inmortal. Mamá también se está riendo, se empezó a reír de vuelta. 

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Para el trámite de inmortalidad caemos con el abogado de la clínica y el doctor, que en realidad son dos compañeros de Fabio de fútbol que trabajan en el Match de Improvisación. Es mucho más fácil hacerlo en su casa que en la clínica por cuestiones lógicas. Se incorpora, débil, para recibirnos. Mi sonrisa logra ganarle al llanto y así me mantengo durante todo el rato. La conectan a sueros y máquinas. Un mixer de DJ, una consola, una botonera. Ella sonríe y es feliz mientras suceden los procesos. Podría tentarme pero es todo muy grave y simbólico.

Se van los actores y nos quedamos los tres mirándonos. Acostada, nos toma las manos. Quiere decirnos algo, o todo, y nos tiramos a su lado. Como nunca en la infancia, como nunca antes. Descubriéndonos madre e hijos. Soy un mar de lágrimas, Fabio deja caer algunas.

Se quedan mis pibes a dormir. Después me quedo yo. En cuestión de días toda la organización familiar suplanta a las enfermeras y usamos lo ahorrado para ir al cine, o comer afuera. Hay un inicio de quilombo porque dos mujeres perdieron su trabajo. Mamá, irreconocible en su nueva ropa, las cita, y les regala cuadros y unas sillas y todos contentos. Menos mi cuñada, supongo, lo que me hace reír un poco más. Me río de todo. A carcajadas.

El lavarropas hace ruido y lo arreglo porque tengo un bolso para lavar. Lavo en lo de la vieja, en el patiecito del edificio que nos vio crecer. Entra aire suave a la cocina. La vieja me cuenta historias de cuando éramos chiquitos y se incorpora con un poco de esfuerzo y me dice que vayamos a comer a algún lugar cerca. Volviendo nos cruzamos a mis sobrinas y nos acompañan. Se quedan con ella y yo vuelvo a casa.

Así todos los días. Tenemos mamá y abuela. Me dice que cuando yo nací me puso de sobrenombre Bocha porque era pelado y cabezón. Fabio me cuenta que mi cuñada está celosa de nuestro vínculo maternal y lo consuelo, relativizando su importancia. Por dentro festejo. Me gustaría filtrar la información de que la idea es vender la casa para tener madre para siempre pero esa hija de puta es capaz de alguna macana. Así que me quedo callado. Imagino menúes para el almuerzo y el desayuno. A veces me ayuda, con su perspectiva de siglos. Vemos series y películas, hacemos planes para disfrutar esto que nos queda y para cuando ella despierte: Caribe, Europa. Fabio desaparece por días, aunque siguen viniendo sus hijas. Está entre la espada y la pared pero no me preocupa, yo ahora estoy acá, siempre voy a estar acá. 

Le decimos la Madre de los Planes. O la Abuela de las Ideas. Una comprensión de lo lejos que está la luz al final del túnel. Paso por la clínica donde mi mente había geolocalizado nuestra Clínica de la Inmortalidad. Una privada. En la sala de espera hay un banner que dice: “Vencé al Tiempo” y el corazón me da un vuelco. Me acerco con una secreta esperanza presionándome el pecho: era un tratamiento estético y botox. 

Salgo de la clínica. Tengo miedo de que se note la desazón y doy vueltas para no abrir triste la puerta.

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Pasan las semanas y hasta se la ve mejor. Sábados y domingos paseando. Una mañana de feria nos compra una bolsa de pochoclo a cada uno. La que nunca nos había comprado. La gente que pasa mira curiosa. Madre urde planes para siempre. Sabe que sus hijos y sus nietos y, bueno, sus nueras, estarán siempre con ella y ella siempre con ellos y nos une nuestro secreto y cuando vamos por la calle a veces pregunta si alguien de toda esa gente sabe.

—Tomalo como un regalo, Ma. 

Se yergue con esfuerzo pero con la sonrisa de siempre. Cuando recuerda que nunca morirá, se yergue. Después tira la bolsa vacía en el tacho más próximo. Me agarra del brazo y parece guiar ella la caminata, como si yo fuera el niño con el que nunca paseó. 

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Hasta que una mañana de sábado se muere. Pero antes de irse me mira.

—¿Por qué llorás hijo?

—Porque te voy a extrañar.

—Pero no te olvides.

—No me olvido, igual vamos a tener que esperar unos meses.

—Va a ser como dormir. Ahora quiero dormir. 

—Sí mamá, —le digo, con los ojos cerrados: —pero es como si te murieras.

Se ríe como puede. 

—Hijo, tenele fe a la ciencia.

Estamos alrededor de la cama. Nos avisó por teléfono Fabio. 

En silencio se va. Lo último que dice es esperanza pura: 

—Nos vemos en un ratito.  

Hecho un nudo de lágrimas y desesperación le digo que sí, que la vamos a ver en un ratito, porque sé, porque tengo la certeza, aunque nadie me lo dijo, de que la voy a ver pronto. Y va a estar bien, y va a estar más viva que nunca.

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La máquina de inmortalizar madres

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En todo y en poco

ocupado el cuerpo insatisfecho

nada registra

hasta el colapso.

La pantalla perece

y muta a negro, todo negro.

En esta cara, el vacío.

Negligencia del servicio

o de su usuaria,

ya fue, algo se cortó.

Esa conexión ambivalente, 

devoradora y vital

no está.

Un sinfín de hojas en blanco, todo blanco.

Este nuevo tiempo asincrónico

parece ya no valer.

Y lo peor, 

no da ni para postearlo.

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Delfina Filloy / @delfilloy

Comunicadora. Docente y co-directora de la Plataforma Cultural Árida en IUPA. Me gusta contar historias a través de la fotografía y hablo hasta por los codos.

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Luciana Lorca Mayer / @lulorma

Docente de Herramientas Digitales I en Artes Visuales y Diseñadora en Comunicación Visual en IUPA. Eterna estudiante, sobre todo de la cultura y las experiencias humanas.

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Ritual

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Muertos que no paran de nacer

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Había leído varias de sus publicaciones donde reflexiona sobre algunas prácticas que están en auge relacionadas a lo espiritual. Voy a confesar que sus textos me incomodaron, pero todo lo que incomoda es bueno revisarlo y tratar de comprender qué sucede y qué hacemos con eso. 

Como advertía Lacan, los psicólogos deben estar a la altura de la subjetividad de la época y Julián, lejos de convertirse en tu coach, hace una crítica polémica a la religiosidad/espiritualidad new age. Aquí vamos.

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En varias de tus publicaciones mencionás el concepto de hipsoterismo, ¿a qué te referís con ese término? 

Cuando hablo sobre hipsoterismo me refiero a un neologismo entre hipster (personas cool con cierta ilustración) y esoterismo, es decir, a personas que buscan o encuentran en la astrología, en el horóscopo y en demás formas del ocultismo ligadas al destino, un espacio de exploración, un dispositivo para conocerse a sí. Esta mezcla la pensé para ceñir formas de lo que clásicamente podrían pensarse como creencias o prácticas esotéricas, que incluyen aspectos ligados a la espiritualidad en sentido amplio pero alejadas de los cánones religiosos clásicos, y aparentemente contrahegemónicas. Es decir, la apelación a creencias astrológicas mixturadas con elementos new age (las energías, vidas pasadas), recubiertas o redobladas con determinados discursos de moda, políticamente correctos; o incluso legitimados por sofistiquerías provenientes de la retórica neurocerebral, que no es otra cosa que una versión posmo laica de uno de los costados del dualismo cartesiano: el alma. Personas cool que practican y creen de ese modo, al tiempo de sostener, sin conflicto ni contradicción, posiciones culturales, teóricas, ideológicas y estéticas totalmente posmodernas.

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¿Pensás que el éxito de estos nuevos enfoques o prácticas vinculadas a la espiritualidad new age tiene que ver con la ruptura del tejido social? 

Algo de eso hay. En estos últimos años se hicieron estudios interesantes en relación a las creencias de la sociedad argentina, donde se observa que ciertas formas de la espiritualidad más new age o de creencias no reductibles a las concepciones religiosas clásicas, tipo la judeocristiana y otras, tiene como correlato que el lazo social no sea el centro de la escena. De todas maneras y evitando generalizar, me atrevo a pensar que lo central en esto que llamo hipsoterismo no es la relación con los otros o el lazo social, sino que es reemplazado por otros modos de subjetivación de corte más neoindividualista. De hecho, vengo pensando estas cuestiones en términos de un neoindividualismo astral. 

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¿Cuándo creés que pueden afectar este tipo de creencias a la salud mental de una persona? 

A este planteo habría que hacerle algunas rectificaciones. La salud mental, como yo la pienso, no es meramente el estado de salud de alguien, o su reducción en términos de tratamientos en salud mental; o salud mental como mero reverso de enfermedad mental. La línea de trabajo que vengo desarrollando, apoyada en la experiencia más o menos singular de mi práctica clínica, interroga, por un lado, cómo personas que están en el marco de un tratamiento psicoanalítico copractican búsquedas neoespirituales; y por otro lado, aquí el punto más problemático y donde hay más necesidad de pensar o problematizar, cómo de un tiempo a esta parte las prácticas o practicantes de ciertas formas de la astrología u otras, no sólo ofrecen o publicitan sus servicios, conocimientos y demás cual si fuesen cuestiones meramente espirituales, metafísicas, religiosas, sino que se valen de determinadas retóricas o herramientas que las hacen pasar como si fuesen prácticas psi o en salud mental. Así, se ofrecen modos de tratamiento, incluso espacios de escucha en donde no queda claro si se trata de un espacio espiritual o si se trata justamente de un espacio de pseudoescucha, es decir, dispositivos con pretensión clínico.

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¿Es como si hubiese un intento de apropiación de un campo específico del psicoanálisis por parte de estas nuevas prácticas? 

Sí, sobre todo por la influencia y el lugar que tienen en la cultura de nuestro país las prácticas psicológicas, el psicoanálisis, etc. Es como si hubiera una apropiación de ese baluarte simbólico, que termina en la oferta de espacios que parecen psicoterapéuticos, donde incluso sus practicantes se anuncian como, por ejemplo, terapeutas astrales, teniendo incluso algunxs título de psicólogx. Por esta razón, mi preocupación es cómo esta mixtura no termina sólo degradando las prácticas psicoterapéuticas, y a los espacios de escucha de salud mental en general, sino cómo también se degrada la espiritualidad a causa de todo reducirla a la individualidad. Es decir, dominios que debieran ser pensados como inconmensurables (la razón y el espíritu, lo psicológico y la metafísica, el acontecimiento y el destino), aún cuando tengan puntos de roce, son condensados en espacios terapéutico-espirituales generando, a mi juicio, consecuencias muy inconvenientes para situar la relación entre la salud mental/espiritualidad y la comunidad.

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¿Qué ocurre con el consumo desenfrenado en torno a lo espiritual? 

Aquí resulta pertinente juntar esos dos términos: consumo y espiritualismo. Hablar de “consumo espiritual” es un problema, una paradoja, y debemos preguntarnos por qué algo como lo espiritual tiende a ser reducido o aplanado por la lógica del consumo. Además de las consecuencias en la propia espiritualidad, también nos permite pesquisar que en definitiva hay una concepción de sujeto que es hegemónica y que encuentra en el consumo una pieza central. Un ropaje o enmascaramiento que se vale de una pátina espiritual pero que de espiritualidad tiene poco o nada: algo así como una criptoespiritualidad.

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Tenemos mucho para reflexionar sobre el concepto de individuo y la espiritualidad new age, ¿cómo cerramos esta entrevista?

El concepto de individuo es un obstáculo epistemológico para cualquier práctica en salud mental. Justamente, cuando pensamos en términos de singularidad, esto es, ello más propio de mí que se entrama a discursos y procesos más allá de sí, es en realidad el individualismo el primer obstáculo para esa concepción de sujeto, para dicha forma de pensar(nos); o para problematizar un proceso terapéutico, una cura por la palabra, o incluso también para quien es religioso y tiene una afinidad con alguna práctica espiritual. Digámoslo: si interesa ceñir y habitar la espiritualidad, debemos acordar que no hay nada menos individualista que el alma.

Lo interesante es pensar cómo determinadas formas de subjetivación hegemónicas de corte individualista se valen de lo que se puede pensar como algo de “moda”, para enmascarar algo viejo con una pátina supuestamente novedosa interesada por algo más que lo material, cuando en definitiva es una paradoja, una espiritualidad demasiado materialista. 

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Julián Ferreyra

Vive y practica el psicoanálisis en Villa Crespo. Es Licenciado y Doctorando en psicología. También es docente en Salud Pública/Mental II (Psicología, UBA). Dirige el MultiEspacio Hacer-Clínica, y años atrás trabajó en distintas instancias de implementación de la Ley Nacional de Salud Mental. Compiló Neurocientismo o salud mental (2019) y es autor de #PsicoanálisisEnVillaCrespo y otros ensayos (2020). Fanático de Elvis, Star Wars y del peronismo.

No vamos a ir al infierno astral

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Va a llegar un hombre extraordinario

con un auto silencioso y un título en el pie de foto

una sonrisa ancha y tierras húmedas donde crecerá un hogar

No tendrás que pensar más en mis problemas con el trabajo

ni en esa cosa tan mía de amar mal

Sabrá los quehaceres cotidianos

los pequeños rituales

por ejemplo 

el punto de la carne

la etiqueta del vino

morder en la oreja para que acabe dentro tuyo

de modo que te vas a olvidar de este asunto de irnos

estoy seguro

porque va a llegar un hombre como el viento

va a sacudir tus puertas

va a desordenar tu alacena 

traerá mi nombre del olvido

casi por casualidad en la mesa floreada

un domingo cualquiera y recién ahí vas a saber

que yo no pude irme

que aún estoy acá.

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Ramiro Cachile/ @ramiro.cachile

Ramiro Cachile nació en La Plata, en el año 1990. De oficio lector, escribe poesías y narrativa, pero trabaja de otra cosa. Estudió Comunicación Social y nunca terminó. Tiene un libro: Devenir, editado por Halley.

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Irnos

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Dani Vera

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¨Arrebato¨ es una película española de 1979 dirigida por Iván Zulueta y protagonizada por Eusebio Poncela, Cecilia Roth y Will More.

Estrenada al calor de la movida madrileña y el destape español, la película no obtuvo el éxito esperado y fue retirada de cartel a los pocos días con malas opiniones por parte de la crítica, ningún éxito en festivales y competencias de la época. No fue hasta 1981 que Arrebato vuelve a ver la luz para ser proyectada en la trasnoche comenzado a convertirse en un film de culto demandado para llegar a ser hoy uno de los clásicos españoles. Gracias a la remasterización por su 40 aniversario, la película volvió a ser puesta en salas de distintas partes del mundo con una excelente calidad de audio e imagen que nunca tuvo por la fecha de su producción y el bajo presupuesto que había tenido la realización de la misma.

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Reseñar Arrebato es complejo porque Arrebato implica polisemia. Tildada como “la película maldita del cine español” por el poco éxito de estreno, un rodaje que se estiró en el tiempo, los contratiempos , la heroína (en ambos lados de la pantalla) hicieron que sea la última película como director de Zulueta. 

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El film nos cuenta la historia de José Sirgado, un director de películas Clase B que se encuentra empantanado, en crisis profesional y personal por no poder terminar su relación con Ana (Cecilia Roth). El regreso a su casa luego de semanas de rodaje sorprende a José con la presencia de su novia y con un paquete que contiene rollos de películas filmadas en Super 8 y grabaciones en cassette que traen una voz conocida para el protagonista, en este momento la historia hace una pausa en el presente para rebobinar y trasladarnos al pasado para presentarnos al personaje de Pedro (Will More) un excéntrico joven aniñado obsesionado por el cine, las películas en Super 8 y su pausa que necesita consumir drogas para mostrar su faceta adulta y contarnos cómo se conoció con el protagonista. Tras la aparición de Pedro, el film empieza a mostrar aspectos sobrenaturales con una cuota de suspenso ya que su irrupción tiene una explicación. 

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En Arrebato la ritualidad está presente en todo momento. Hay ritos a la hora de filmar, a la hora de consumir y hay ritos para arrebatarse (acción que solo comprenden los espectadores de la película).  El cine es un ritual en sí mismo: a la hora de grabar, editar pero también en el momento de mirarlo, y  este juego se hace doble en el cuando se trata de una película de culto como esta. Captar eso que parece cotidiano puede ser algo digno de obsesión, malestar y sufrimiento. 

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Arrebato nos despista, nos angustia y nos sumerge en una oscuridad que incomoda sin necesidad de tocar la fibra personal. Por momentos nos saca risas, nos pone ansiosos y nos deja estupefactos y desorientados. Nos deja en la retina una de las mejores actuaciones de Eusebio Poncela, una jovencísima Cecilia Roth, un misterioso Will More y una escena final aurática, inexplicable que sobresalta y que es interrumpida con un fundido a negro y los créditos finales.

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Alejandro Di Toto / @alitodt / Egresado de la carrera de Ciencia Política, con orientación en Teoría y Filosofía Política

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Arrebato: el ritual de ver cine de culto

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Mal de ojo

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Cada tanto

en un minuto de tregua con mi rituna

es importante extrañarte

como un ritual masoquista

quiero decir, caprichoso

un minuto, no más

para recordar tus formas más precarias

dormido en el sillón

con la película de west que insististe en ver

cuando yo quería una de este director español

o tu post punk

tan demode

tan antipático

extrañarte

quiero decir

quererte

como cuando te odiaba

o como cuando te instalaste

detrás de las cosas esenciales

a recitar

con voz de madrugada

y devenir

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Ramiro Cachile/ @ramiro.cachile

Ramiro Cachile nació en La Plata, en el año 1990. De oficio lector, escribe poesías y narrativa, pero trabaja de otra cosa. Estudió Comunicación Social y nunca terminó. Tiene un libro: Devenir, editado por Halley.

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Extrañarte

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¿Quién es Josefina?

Yo creo que Josefina es una artista en búsqueda constante. Una artista muy curiosa y con muchas ganas de conectar con el otro. Lo que la mueve son las personas y sus ritos, cómo se vinculan y relacionan, cómo son las diferentes culturas. Creo que es eso lo que más la define.

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¿Cómo es tu proceso de formación en el arte?

De chiquita siempre estuve vinculada al arte. Cuando tuve que decidir qué estudiar lo primero que se me ocurrió fue Bellas Artes. Sin embargo, encontraba ahí algunos aspectos demasiado abstractos o alejados de la gente. De chica siempre participé en espacios vinculados al trabajo social, y en ese momento de elección académica decidí estudiar Diseño de Indumentaria, porque entendía que era un arte aplicado que enseguida me iba a ayudar a conectar con la gente. Todo eso, sumado a que siempre hice mi ropa.

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Siempre la marca social, entonces.

Sí, además por suerte enseguida conseguí trabajo y pude meterme en talleres textiles y conocer de cerca los procesos y sus vinculaciones con la comunidad. En ese contexto, armé una organización que se llama Dibago que hace mucho trabajo territorial y ahí conocí muchos lugares y situaciones bastante hostiles. Ahí mismo me di cuenta que hay muchos mensajes que no se pueden amplificar desde la práctica como tal, sino que el arte puede ayudar a amplificar esas voces desde un nuevo lugar, mucho más activo.

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Me gusta mucho la idea de amplificar.

Sí, creo que hoy estoy parada en un lugar del arte como amplificador, que reúne las voces de mucha gente y que intenta rescatar lo mejor. 

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¿De qué se trata Dibago?

Dibago es una empresa que diseña e implementa programas de desarrollo local y comunitario fomentando la creación de empresas de impacto social y ambiental. Trabajamos con comunidades y construimos en conjunto proyectos y emprendimientos y así es que hacemos red.

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Contame de la obra Reto y cómo allí se evidencia toda esta intención de ponerle voz a mucha gente. 

Reto es una obra inmersiva que nos invita a reflexionar sobre el personal sanitario de primera línea que estuvo y está en la atención cuerpo a cuerpo frente a la pandemia COVID – 19. Es una instalación que busca promover la reflexión, apoyo y visualización de las exigencias a las que están y estuvieron expuestos y, que con valentía y esfuerzo, hacen frente a esta crisis mundial que nos atraviesa para entender la salud pública como un derecho. Al recorrerla se descubren los testimonios, registros y voces de los enfermeros y enfermeras del área externa del Hospital Regional y el personal de vacunación Nro. 2 de Comodoro Rivadavia y en sus voces está el eco de todos los trabajadores de la salud.

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¿Cómo surgió la idea? 

Comenzó porque justo me encontraba dándole asistencia técnica en un programa de emprendedurismo a una enfermera que trabaja en el área de externos del hospital y en una charla me contó cómo venía la situación sanitaria. Me habló de todos los miedos con los que iban a trabajar, el hecho de no saber de qué se trataba ese bicho o de cómo ibas a terminar si te contagiabas. A partir de ahí comencé un proceso con ella y después fui al hospital a grabar un par de veces y a ver qué sucedía. Enseguida me llamó la atención esa mezcla de susto con valentía porque seguían haciendo y accionando, y la calidad humana no se perdió nunca. Realmente quería hacer algo con todo eso, tratar de homenajearlos más allá de los aplausos y los medios. Justo estaba cursando el máster de la UNA así que fue la excusa perfecta para ponerme a hacer obra, acompañada por el grupo de docentes. 

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De alguna forma, esta obra reúne un poco todos esos intereses que te rodeaban cuando tenías que elegir qué hacer a los 18 años  Desde la cuestión social hasta lo clásico del dibujo, lo inmersivo y performático. 

Sin duda, Reto tiene un montón de soportes y desarrollos en el tiempo. Creo que hoy en día es lo que más me gusta: pensar en que no se trata sólo de hacer una obra y que cierre en sí misma y de una sola manera, sino de que se sostenga en el tiempo, poder ver qué pasa con las primeras pruebas e intentos y qué pasa con lo más nuevo que vas agregando. Me gusta cuando logro entender que una obra va mutando, que no termina y se reinventa. 

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Hablemos de la obra Devociones, ¿Qué me podés contar? 

Devociones es una obra que propone una puesta en valor de las devociones y los ritos populares en analogía al uso de la conectividad y la tecnología; busca la sensibilización de nuestro vínculo con la tecnología utilizando las devociones como puente de presentación. 

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Me parece interesante rondar en el término devoción.

Mucho tiempo trabajé en Jujuy y Catamarca con grupos de comunidades vicuñeras y ahí hay algo muy fuerte con la devoción, con los rituales y los mitos que ayuda a reforzar todo aquello en lo que cree la comunidad. Son ritos muy folclóricos y profundos. Ocurre allí algo muy mágico que se va entrelazando con otros tantos mitos populares que me parecen super interesantes para analizar desde el arte. Por más desdibujados que estén desde muchas perspectivas y desde la objetividad, sabemos desde la intuición que existe algo más allá que nos ayuda a avanzar y lo reafirmamos y que tiene que ver con una fuerza o una energía vinculada a la fe. 

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¿Hay en el acto de dibujar una especie de rito? 

Sí, totalmente. Es casi maniático. Hay algo de repetición en el gesto de dibujar, en buscar y buscar hasta encontrar una forma y después de encontrarla, seguís buscando. 

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¿Tenés rituales?

Soy muy disciplinada con casi todo, pero creo que soy muy cabulera. Siempre tengo una cadenita que representa a alguien. Además, soy una persona que medita y respira profundo siempre. Creo que me quedó un poco el gesto del rezo de cuando era chica. Si bien ahora no creo en esas mismas figuras o instituciones, sí me parece que hay algo de esas formas de contemplación y meditación que me quedaron y que me hace bien implementarlas. 

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Josefina Goñi

Diseñadora de Indumentaria y Textil (FADU – UBA), con una Diplomatura Superior en Organizaciones de la Sociedad Civil (FLACSO), especialista en diseño y gestión de proyectos socio-productivos con orientación social. Cofundadora de DIBAGO, empresa social de desarrollo de proyectos de inclusión. Artista plástica, con estudios de extensión en la Universidad Nacional de Artes, residencia artística en New York Academy of Arts, Salzburg Global Forum for Young Cultural Innovator.

www.soyjo.com

Las devociones de un lugar

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Te voy a hacer el peor gualicho 

la peor guachada:

te voy a enamorar los perros

buscarán mi perfume 

cuando olfateen tu carne 

buscarán el sabor de mi 

cuando te laman los dedos 

te mirarán cada mañana 

moverán la cola

cómo diciéndote 

dónde está 

dónde lo escondiste 

les dirás que ya no estoy 

Y que vos no estás jugando 

que ya no jugás conmigo como jugábamos 

los días que a ellos no les hizo falta  

buscarme en tu cuero

te despertarán de noche

aullarán como si hubieran soñado conmigo 

como si me oyeran llamarles 

desde la oscuridad del monte 

como si me oyeran silbarles

desde la profundidad absurda 

de mi propia ausencia.

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Juan Solá / @juansolaok

Nació en 1989 en La Paz, Entre Ríos. Publicó su primer libro a sus diez años. En 1995 recibe su primer premio y a partir de 1999 publica su primer cuento. Entre sus obras podemos mencionar los libros de relatos Microalmas (ed. Sudestada) y Épicaurbana (ed. Sudestada); las novelas Naranjo en flúo (ed. Sudestada), La Chaco (ed. Hojas del Sur) y Ñeri (ed. Hojas del sur). Estudió Artes Audiovisuales. Es narrador y editor del sello Árbol Gordo.

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Gualicho

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Más que altares

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“Lo que se transmite es memoria colectiva”

 Taylor, D: El archivo y el repertorio. La memoria cultural performática en las Américas, 2015.

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¿Cómo se cruzan y conviven el arte y los rituales? ¿Es el rito el que actualiza al mito, o el mito el que invita al rito?. En esta selección de obras me propongo un recorrido por estas preguntas y la construcción de una nueva categoría de obras, las “obras – rituales”. Obras de identidades mestizas, ambiguas y abiertas, con una gran difusión semántica donde conviven significantes generando una estética de la saturación, el exceso, la transformación y hasta de la inestabilidad.

En estas obras hay una estrecha relación entre la configuración los procesos sociales, políticos y culturales que tienen lugar en los contextos regionales donde tienen vigencia sus discursos “devocionales”, los cuales son venerados por la comunidad que se reúne alrededor de ellas generando un sentido de pertenencia, continuidad y/o performatividad.

Son las “devociones” (populares), con sus símbolos, embebidas en la memoria colectiva, la ecuación condensadora donde se entreteje lo sagrado y lo profano construyendo una convivencia dialéctica donde se renuevan las manifestaciones, hilando nuevas y actualizadas discursividades desde el mito renovado por cada “rito” de obra, resonando en un horizonte de expectativa común. 

Son obras que hilvanan capas de sentido, transmitiendo y re transmitiendo memoria, constituyéndose desde lo fragmentario, lo conceptual y lo “materialmente” hablando, disponiendo de lo propio y lo apropiado, de lo residual y lo nuevo, de la ausencia y la presencia, de la muerte y del amor. Invitando  a la apertura de las individualidades construyendo un cuerpo abierto desbordante de vitalidad formado tanto por los artistas como de los espectadores y la “communitas” que los embiste. 

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Josefina Goñi

Artista plástica con estudios en curso en la Universidad Nacional de Artes (UNA) en la Maestría de Lenguajes Artísticos Combinados. Egresada como Diseñadora de Indumentaria y Textil (FADU – UBA), con una Diplomatura Superior en Organizaciones de la Sociedad Civil (FLACSO). Actualmente desarrolla obra y proyectos imbricados en dinámicas sociales y culturales, como retrato y registros de talleristas textiles, puesta en valor del trabajo de los cuerpos sanitarios de covid e investigaciones sobre las devociones populares. IG: @by_jo

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Devociones

Es una obra que propone una puesta en valor de las devociones y los ritos populares en analogía al uso de la conectividad y la tecnología.

Se busca con la obra la sensibilización de nuestro vínculo con la tecnología utilizando las devociones como puente de presentación. La obra propone una exaltación o señalización de este valor que le damos a la tecnología. La tecnología desde sus orígenes está directamente vinculada a “lo divino”.

Desde los relojes de los monasterios a los celulares, el humano parece tener una fascinación por las máquinas. Las cuales fueron y son pensadas para amplificar las capacidades de los humanos. Ahí es donde reside nuestra entrega de control hacia ellas, donde descansamos en que la tecnología resuelva o simplifique aquello que deseamos estableciendo una convivencia simbiótica.

Confiamos en aquello que es “lo automático”, y esta fe que tenemos en el funcionamiento opera con mecanismos internos que desconocemos, como propone el concepto de la “Caja negra”. [-] Error [+]. El operador domina el aparato mediante el control exterior (input / output), y es dominado a la vez por la opacidad de su interior.

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Josefina Goñi (2021) / Devociones / Instalación /@by_jo

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Desearás

Es una obra que propone un acercamiento / registro experimental de una zona de altares de la ruta nro. 3 de la provincia de Chubut.

La pieza busca “ubicarse cerca de las cosas” y permanecer “entre” ellas. Volver a la idea de experiencia implica por tanto (re)valorar (y legitimar) las formas desde un conocimiento poético.

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Josefina Goñi (2021) / Desearás / Video experimental / IG:@by_jo

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Gualicho

¨Gualicho¨ es una práctica, un ritual, un conjuro. Es un llamado a observar aquello que el sentido común nos pide ignorar. Reclama que prestemos atención a lo mágico, a lo transformador y trascendente de las fuerzas humanxs y no humanas que conviven en cada una de estas obras, en la creencia, en animales, órganos, cuerpos, deidades, espíritus, dinero, secreciones, alimentos, basura, momentos del día y del año.

Texto por Larisa Zmud @larisazmud

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Tanya V. Abelson, Florencia Sadir, Diego Bianchi (2022) / Gualicho / Galería REVOLVER – Curaduría: Larisa Zmud / IG.@revolvergaleria

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Florencia Sadir (2022) / Los cimientos en el polvo / 32 tejuelas grabadas / 1100 x 20 x 2 cm / IG:@florenciasadir

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Tanya V. Abelson (2022) / Ü / Caucho, cuerdas, metal, nylon, aire / 80 x 90 x 30 cm / IG:@tinytamagotchy

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Diego Bianchi (2019) / Jacobsen / Madera, hierro cromado, regatones / 182 x 155 x 65 cm / IG: @enlarge2

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Llévame a conocer el oceáno

Hay varias partes de la instalación que se fugan, se pierden en la percepción de las imágenes y la presencia instantánea de un recorrido, o una permanencia X en el espacio.

Este lugar, es la entrada al océano, un lugar de iniciación, atravesando un portal de luz azul, oliendo lavandas y eucaliptus para abrir los pulmones y relajarnos.

Texto por Micaela Piñero

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Micaela Piñero (2019) / Llévame a conocer el océano / Premio Bienal Artes visuales – Arte joven Bs As 2019 – Centro Cultural Recoleta /IG:@mic_azul

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Transformación

Esta obra les pertenece en lo simbólico a todxs lxs que nos sostienen y nos sostuvieron cuando más necesitamos.

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Miriam Brugmann (2018) / Transformación / Cerámica esmaltada / 13 x 20 x 20 cm / Concurso de Artes Visuales del Fondo Nacional de las Artes / IG: @mirubrugmann

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Refugio fúngico

Naturaleza, arquitectura, ciencia y diseño se conjugan co-creando tecnologías más amigables con el medioambiente en alianza con organismos vivos.

Refugio fúngico nos invita a indagar planteos de sumo interés, no solo de nuestras prácticas artísticas, sino de nuestros conceptos antropocentristas para imaginar, reaprender y regenerar nuestro vínculo con la naturaleza admitiendo ser una de parte de ella.

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Superpraxis (2022) / Refugio fúngico / Escultura / La Bienal BA 2021-22 / IG:@superpraxis

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Esporas danzantes

Siguiendo esta misma línea de pensamiento, Esporas danzantes son breves intervenciones de danzas en la instalación para proliferar poner en sus implicancias conceptuales y simbólicas.

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Mamarrachas Danza (2022) / Espora danzantes / Performance / La Bienal BA 2021-22 / IG:@mamarrachasdanza

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Altares

Obras que buscan poner en valor y retratar los espacios de devociones populares. Espacios donde la presencia de estas marcas contribuye a comprender el espacio como una dimensión más de la vida social, comprendidas como modos de (re)apropiación, ordenamiento y significación simbólico-religiosa del espacio público.

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Josefina Goñi (2020/2022) / Altares / Óleo sobre tela / IG:@by_jo

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* Las imágenes de portada y del pie de nota son detalles de la obra Devociones de Josefina Goñi.

Arte Ritual

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